Por. Pablo de Felipe,
España
Del conflicto a una
relación positiva entre ciencia y fei Sería presuntuoso escribir sobre este
tema sin reconocer que ha sido estudiado mucho, especialmente desde finales del
siglo XIX, cuando el botánico franco-suizo de Candolle descubrió una
representación muy mayoritaria de protestantes frente a católicos entre los
miembros extranjeros de las Academias de Ciencias francesa y británica.
Saltando varias décadas, y los trabajos de otros investigadores relevantes,
llegamos al sociólogo estadounidense Robert K. Merton. Su tesis doctoral,
publicada en 1938, defiende que una de las influencias positivas importantes en
el desarrollo de la ciencia inglesa del siglo XVII fue el protestantismo
ascético/puritanismo. La “tesis de Merton” tiene una clara influencia de la de
Weber, que estudió la relación entre ese protestantismo y el desarrollo (¡no la
aparición porque ya existía!) del capitalismo.
Hasta cierto punto
estos resultados resultan paradójicos si tenemos en cuenta que fue justo esa
época, en la transición entre los siglos XIX y XX, cuanto tiene origen la idea,
todavía muy popular, de que ciencia y cristianismo han estado, están y no
tienen más remedio que estar, siempre, en conflicto. Esa idea, propagada por
aficionados, ha seguido extendiéndose durante el siglo XX, y hoy está en libros
de texto, el cine y de manera abrumante en internet. Mientras, los
profesionales de la sociología y la historia de la ciencia han analizado las
numerosas relaciones fructíferas entre ciencia y cristianismo y han denunciado
los errores en los que se suele basar la “metáfora del conflicto”, que incluso
contiene falsas citas históricas para apoyar un conflicto que no fue lo que nos
suelen contar… y que se ha magnificado hasta sacarlo de quicioii.
Lutero
y Copérnico
Y aquí volvemos al
siglo XVI. Un ejemplo de esa magnificación de los conflictos ciencia y fe tiene
que ver con el único testimonio que suele recordarse sobre Lutero respecto a la
ciencia moderna, estas pocas líneas contra el movimiento de la Tierra: “Se
mencionó a cierto nuevo astrólogo que quería probar que la Tierra se mueve y no
el cielo, el Sol y la Luna [...]. [Lutero señaló:] ‘Así pasa ahora. Quien
quiere llamar la atención no ha de estar de acuerdo con nada de lo que los
demás estiman. Tiene que inventar su propia idea. Esto es lo que hace ese
(individuo/loco) que quiere poner patas arriba toda la astronomía. Incluso en
estas cosas que están siendo confundidas yo creo a la Sagrada Escritura, pues
Josué mandó detenerse al sol y no a la tierra [Jos. 10:12-13]’.”iii
Y ahora veamos los problemas con este texto
que se repite sin explicación, sacado de contexto, y usado como munición para
desacreditar a Lutero de forma acrítica y, por extensión, a la Reforma
Protestante del siglo XVI. Lo primero es que no pertenece a ningún libro de
Lutero. Se trata de una recopilación de sus comentarios sobre temas de actualidad
titulados, muy ajustadamente, como Conversaciones de sobremesa, publicadas por
sus alumnos (de hecho, la palabra “loco” aparece en la menos fiable de las tres
compilaciones publicadas de las que disponemos). En segundo lugar, esta obra
fue publicada años después de la muerte de Lutero sin su conocimiento.
Finalmente hay que tener en cuenta que esta conversación está fechada en1539,
cuatro años antes de que Copérnico publicara su obra, conocida entonces de
oídasiv.
Si pasamos ahora al
texto, el problema de Lutero fue doble, por un lado no tenía los conocimientos
necesarios como para darse cuenta de que la propuesta de Copérnico era algo
serio, y no la ocurrencia de algún “nuevo astrólogo” (por cierto, el
calificativo de “astrólogo” no era despectivo en el siglo XVI; y donde pone
“astronomía”, en la versión más fiable que tenemos pone “astrología”). Ahí
Lutero se expresó con ligereza porque ya entonces los que sabían del tema
estimaban a Copérnico (aunque ciertamente era un clérigo aficionado a la
astronomía, no un profesional). Pero lo más grave es la argumentación de
Lutero: aunque por otros textos sabemos que ni era anticientífico ni
literalistav, en esta ocasión quiso zanjar un debate científico con la Biblia.
Ese fue el mayor problema, aunque sería injusto atribuirlo solo a Lutero; en
aquella época tanto teólogos como científicos usaban la Biblia y la teología en
los debates científicos y de otro tipo indiscriminadamente. Fue precisamente la
astronomía copernicana, y textos como el de Josué y otros, lo que provocó el
replanteamiento de las relaciones ciencia y Biblia, una vez que el
copernicanismo triunfó a finales del siglo XVII.
Católicos
y protestantes publican la polémica obra de Copérnico
Pero si paramos aquí
perdemos lo más interesante de esta historia. Si Lutero tenía noticias de
Copérnico era precisamente porque su fama hacía tiempo había llegado a oídos de
su mano derecha, el reformador Melanchton, que en 1538 envió a un matemático recién
graduado a un viaje científico por Centroeuropa, que acabó en mayo de 1539… ¡en
casa de Copérnico! Tal vez por eso unos días más tarde el tema salió en casa de
Lutero. Así Rheticus, un protestante, se convirtió en el único alumno del
católico Copérnico, publicó varios obras popularizando la obra de “su maestro”
y le ayudó a revisar sus cálculos y preparar la publicación de su gran obra:
Sobre las revoluciones de los orbes celestes, que Rheticus llevó (cuando ya la
persecución a los protestantes arreciaba en Polonia) a la protestante Nuremberg
para que un impresor recomendado por Melanchton la divulgara al mundo en 1543
(incluyendo la dedicatoria de Copérnico al papa). Un asombroso ejemplo de
colaboración científica entre católicos y protestantes en una época en la que
el conflicto religioso se extendía por Europa.
Pero la historia
todavía se complica más. Aunque Melanchton nunca aceptó que la Tierra se
moviera alrededor del sol, e incluso escribió contra ello, su influencia fue
decisiva para publicar y difundir la obra de Copérnico. Y eso no fue un error
de cálculo de Melanchton, porque a pesar de rechazar las ideas copernicanas, a
su alrededor apareció un grupo de astrónomos protestantes que estudiaron a
fondo la obra del astrónomo católico, el “círculo de Melanchton”, y que
propusieron la “interpretación de Wittenberg”. Esta interpretación aceptaba que
los cálculos de Copérnico eran buenos, y que su sistema heliocéntrico permitía
explicar los movimientos planetarios tan bien o mejor que las ideas del siglo
II de Ptolomeo. Sin embargo, decían, eso no implicaba aceptar que realmente las
cosas fueran así en la naturaleza. Era una interpretación
"instrumentalista". Las ideas de Copérnico “funcionaban”, pero no se
aventuraban a afirmar que fueran “reales”. Era lo que se ha llamado un
“copernicanismo geoestático”. De hecho, hubo que esperar a mediados del siglo
XVII para que los astrónomos se convencieran de lo que Rheticus decía: que su
maestro había descubierto el verdadero sistema del universo. Por el camino hubo
astrónomos que lo rechazaron (el protestante Brahe y el católico Clavius) y que
lo aceptaron (el protestante Kepler y el católico Galileo).
El
desafío de las ideas copernicanas
Para llegar al
convencimiento de que Copérnico tenía razón hubo que hacer algo que resultaba
impensable en el siglo XVI: derribar la ciencia de Aristóteles y fundar una
nueva (desde el católico Galileo a principios del XVII al protestante Newton a
finales del XVII). Pero también había que replantearse la forma de relacionar
ciencia y Biblia, y realizar algo también impensable en el siglo XVII: rechazar
el concordismo entre ciencia y Biblia, y reconocer que se trata de ámbitos
diferentes que, sin oponerse, tampoco deben mezclarse. Esto último lo afirmó el
católico Galileo en 1615 citando al cardenal Baronio, bibliotecario del
Vaticano: “La intención del Espíritu Santo era enseñarnos cómo se va al cielo,
y no cómo va el cielo”vi.
Años antes lo había
explicado en más detalle y sofisticación el astrónomo protestante copernicano
Rothmann en una carta al también astrónomo protestante, pero no copernicano,
Brahe (13-10-1588; correspondencia que fue publicada por Brahe en 1596): “Pues
Dios no ha revelado nada sobre esto en su Palabra porque no tiene nada que ver
con nuestra salvación.”vii “La autoridad de la Sagrada Escritura, aunque sea
aducida de un modo completamente plausible, nada en absoluto podrá objetar en
esta cuestión, sino que tan sólo sabremos en la medida en que alcancemos a
descubrir mediante demostraciones matemáticas.”viii
¿Y
qué fue de la “tesis de Merton”?
Durante el siglo XX se
ha discutido intensamente y hoy sigue despertando pasiones. Aunque los
historiadores de la ciencia han aprendido a quedarse con lo mejor de ella y
olvidar lo que realmente NO era parte originalmente de las ideas de Merton. En
efecto, Merton nunca dijo que el puritanismo hubiese inventado la ciencia en
solitario. En una segunda edición de su tesis, en 1969, Merton lo resumía así:
“El puritanismo contribuyó inadvertidamente a la legitimación de la ciencia
como institución social emergente”ix. Lutero no pensaba en promover la ciencia
cuando redactó sus 95 tesis en 1517. Las cosas no funcionan así en la historia
de las ideas, se trata de un proceso que acaba teniendo consecuencias
“inadvertidas” que no eran el objetivo inicial buscado intencionadamente. La
ciencia moderna estaba ya en marcha, con orígenes incluso anteriores al
cristianismo; pero en ese momento y lugar, el protestantismo ayudó a
“legitimar” la ciencia.
¿Cómo ocurrió esa
“legitimización”? Una de las formas en la que esto ocurrió (que tampoco tiene
que considerarse la única) fue expuesta por el químico e historiador de la
ciencia holandés y protestante Reijer Hooykaas. Para él la clave estaba sobre
todo en la enseñanza protestante del “sacerdocio universal de todos los
creyentes”x. Esta idea provocó la ruptura del control y censura eclesiásticos
centralizados que había en el mundo católico, trajo una visión favorable del
trabajo manual “experimental”, enfatizó que todos somos “imagen de Dios” y,
finalmente, en combinación con otros acontecimientos, como los revolucionarios
descubrimientos geográficos de portugueses y españoles, produjo un
antiautoritarismo. Esa mezcla desató en el mundo protestante la libertad frente
a la censura, el ansia de investigación personal, así como una valoración de la
experimentación y del trabajo de los artesanos o navegantes. Y de ahí surgen
conceptos tan importantes como el de “vocación” o el de “autonomía
intelectual”.
No queda espacio para
exponer aspectos adicionales importantes de la influencia protestante sobre la
ciencia (incluyendo la importancia de otros movimientos, además del luteranismo
o puritanismo, como el anglicanismo latitudinarioxi), así como otros
compartidos tanto por católicos como por protestantes. Pero lo expuesto sirve
para iniciarnos en las complejidades del legado de Lutero y de las
transformaciones religiosas y culturales que inició en una pequeña universidad
un desconocido y valiente profesor de teología hace 500 años. Los historiadores
de las relaciones ciencia y fe actuales ya no buscan aislar el “origen” de la
ciencia en tal o cual grupo, y se habla de una “tesis de complejidad” dadas las
múltiples fuentes de la ciencia y su historia de relaciones cruzadas, como
tuvimos la ocasión de escuchar de uno de los principales promotores de esa
“tesis de complejidad”, el catedrático emérito de Oxford, John H. Brooke, en la
VIII Conferencia Fliedner de Ciencia y Fexii, cuyo libro de 1991 “Ciencia y
Religión” es un clásico del tema, recientemente traducidoxiii.
Notas
i# Este artículo es una
reproducción (con pequeñas modificaciones) del que publico este mes en el
periódico Puerta Abierta promovido por la Primera Iglesia Evangélica Bautista
de Madrid (nº 24, septiembre octubre de 2017, pp. 13, 14). Una versión más
extensa se encuentra en Pablo de Felipe. Lutero, la Reforma protestante y la
ciencia, revista digital Razón y Pensamiento Cristiano (Octubre de 2017).
ii#de Felipe, Pablo y
Jeeves, Malcolm A. “Science and Christianity Conflicts: Real and Contrived”.
Perspectives on Science and Christian Faith 69 (2017):131-147.
iii# Lutero, Martin.
Luther’s Works, vol. 54: Table Talk. Theodore G. Tappert (ed.). Fortress Press,
Philadelphia, 1967 (3ª impresión, 1977), pp. 358, 359. La traducción es mía.
iv# Sin embargo,
conviene mencionar que no todos los historiadores están de acuerdo en
identificar a Copérnico como el objetivo de estas críticas. Recientemente
Michel-Pierre Lerner ha defendido que la persona criticada por Lutero fuese
Celio Calcagnini, que 20 años antes había defendido el movimiento de rotación
(no el de traslación) de la Tierra en un libro que, sin embargo, no fue
publicado hasta 1544. v# Se puede ver su aprecio por la astronomía en su
comentario al Génesis 1:14: “[…] pero el hombre mide el cielo y todos los
cuerpos celestes. Y así aquí brilla una chispa de vida eterna, en que el ser
humano se ocupa por naturaleza con este conocimiento de la naturaleza”.
(Lutero. Lutero, Martin. Luther’s Works, vol. 1: Lectures on Genesis, chapters
1-5. Jaroslav Pelikan (ed.). Concordia Publishing House, Saint Louis, 1958, p.
46). Lutero defendió en diferentes textos la autonomía de las diferentes
disciplinas, y en cuanto a su forma de leer ciertos textos bíblicos que
sugerían un conflicto con las observaciones científicas, estaba preparado para
afirmar que la Biblia “habla según lo que ven los ojos” (véanse citas y comentarios
en el artículo de la revista Razón y Pensamiento Cristiano citado en la nota 1.
vi# Galilei, Galileo.
“Carta a la señora Cristian de Lorena, Gran Duquesa de Toscana”. En: Carta a
Cristina de Lorena y otros textos sobre ciencia y religión. Moisés González
(tr.). Alianza Editorial, Madrid, 1987, p. 73.
vii# Dreyer, J. et al.
(eds.). Tychonis Brahe Dani Opera Omnia. Copenhagen, Nielsen y Lyciche (15
vols.), 1913-1929 (generalmente abreviado como TBOO), vol. VI, p. 149. Citado
en Howell, Kenneth J. God’s Two Books. Notre Dame, IN, University of Notre Dame
Press, 2002, pp. 93, 94. La traducción del inglés es mía.
viii# TBOO VI, p. 160.
Citado en Granada, Miguel Ángel. “Il problema astronomico cosmologico e le
Sacre Scritture dopo Copernico: Christoph Rothmann e la ‘teoria
dell’accomodazione’.” Rivista di storia della filosofia 51(1996):789-828 (cita
de las pp. 809, 810). Agradezco al profesor Granada la versión española de esta
cita.
ix# Merton, Robert K.
Ciencia, Tecnología y Sociedad en la Inglaterra del siglo XVII. Alianza
Editiorial, Madrid, 1984.
x# Hooykaas, Reijer.
Religion and the Rise of Modern Science. Scottish Academic Press, Edinburgh, 2ª
ed. 1973 [reimpresión, 1984].
xi# Sobre la influencia
de este otro movimiento protestante, puede verse en castellano un resumen
actualmente en curso de publicación por Granada, Miguel Ángel. “La Reforma y la
revolución científica”. En: Villacañas, José Luis (ed.). 500 años de la
reforma: Lutero y la modernidad en Europa. Escolar y Mayo, Madrid, 2018 (texto
en prensa).
xii# El pasado 30 de
marzo tuvo lugar la VIII Conferencia Fliedner de Ciencia y Fe, titulada
“Reforma religiosa y surgimiento de la ciencia moderna. Mito y realidad” en la
que se exploraron diversos temas relacionados con el protestantismo y la
ciencia. Toda la información puede encontrarse en la web del Centro de Cienciay Fe.
xiii# Brooke, John H.
Ciencia y religión. Perspectivas históricas. Sal Terrae, Universidad Pontificia
Comillas, Santander y Madrid, 2016.
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