Por.
Samuel Escobar, España
La
expansión misionera del Protestantismo en América Latina ha tenido efectos
diversos sobre la Iglesia Católica Romana. Por un lado la presencia dinámica de
una fuerza religiosa alternativa tuvo como efecto un éxodo de católicos
nominales hacia las filas de las iglesias protestantes. Otro efecto, sin
embargo, fue el de desatar un proceso de autocrítica, que se ha manifestado en
forma oficial en los últimos años, y que puede decirse que ha contribuido a
fortalecer el Catolicismo en la región. Caso típico fue el del Perú donde según
un historiador jesuita, ya a comienzos del siglo XX, Protestantismo y
Liberalismo se constituyeron en retos que influyeron sobre la Iglesia
(católica): "la urgencia de enfrentar el mundo moderno, aunque fuera de
una forma tímida y restringida, y pactar con los grupos modernizantes de la
sociedad peruana fue en buena parte una reacción contra esos retos."[1]
En
años más recientes el crecimiento rápido del Protestantismo popular agudizó las
inquietudes de las jerarquías en la región. Uno de los estudiosos católicos
mejor informados a este respecto es el sacerdote pasionista belga Franz Damen,
quien fue Secretario Ejecutivo del Departamento de Ecumenismo de la Conferencia
Episcopal Boliviana. Damen señaló el hecho de que "según las estadísticas
en América Latina cada hora un promedio de 400 católicos pasan a las sectas
protestantes, quienes en la actualidad representan ya una octava parte, o sea
12.5% de la población del continente."[2]
Damen
estudió también las reacciones de las jerarquías frente a este fenómeno
recordándonos que este éxodo de católicos hacia el protestantismo ya ha
superado numéricamente el que tuvo lugar en Europa en el siglo XVI. Es notable,
sin embargo, que fueron especialistas católicos en estudios misioneros como
Damen quienes se detuvieron en un análisis realista, misionológico y pastoral.
Algunos estudiosos protestantes que privilegiaban el análisis sociológico
criticaban a las iglesias populares porque éstas no propiciaban la militancia
política de izquierda, las llamadas "luchas populares" en las
décadas del 60 y el 70. No advirtieron su realidad misionológica.
"SECTA": LA CONSTRUCCIÓN DE
UNA IMAGEN
Al
considerar algunas reacciones de la misionología católica hay que recordar
primero que para referirse al Protestantismo popular la nomenclatura católica
oficial más frecuente usa el término "sectas". La literatura
misionológica católica de América Latina, demuestra claramente que para las
jerarquías, como también para sus estudiosos, las formas populares del
Protestantismo son las que generan mayor inquietud y ansiedad. Esto se
reflejaba en 1990 en un libro de promoción misionera del conocido misiónologo
Monseñor Roger Aubry, quien en el capítulo sobre "Las sectas y la
evangelización"[3] llamaba la atención al crecimiento de "las
sectas" y decía: No hablamos aquí de las Iglesias Protestantes
tradicionales, con las cuales mantenemos relaciones ecuménicas, compartiendo
los mismos anhelos de evangelización, de justicia, de paz. Hablamos de las
llamadas sectas, la mayoría de ellas llegadas del Norte en este siglo y
particularmente en las últimas décadas. Entre ellas centramos nuestra atención
en las sectas de orden pentecostal o con afinidades pentecostales en sus
expresiones de culto y en su estructura doctrinal.[4]
Entre
las "sectas" que Aubry mencionaba como problemáticas debido a su
rápido crecimiento, están las Asambleas de Dios, la Iglesia del Nazareno, la
Iglesia de Cristo, la Iglesia de Dios, y las Iglesias de Santidad. Citando
datos de la publicación Pro Mundi Vita, Aubry señalaba que estas
"sectas" son las que crecen más vigorosamente, y "representan
casi el 80% de las confesiones no católicas, por ejemplo, en Nicaragua, el 73%;
en Costa Rica el 83%; en Guatemala, el 84%..."[5]
Utilizando
datos oficiales de los obispados católicos, Aubry mostraba el contraste en el
caso de Chile donde los Pentecostales son el 14% de la población mientras las
demás iglesias protestantes no llegan al 1%, y hace también referencia a Brasil
donde los Pentecostales "constituyen el 70% del Protestantismo". Es
evidente que en su tipología Aubry distinguía dos grupos: los que crecen, a los
que llama "sectas" y caracteriza como "pentecostales"; y
los otros, para los cuales usa el término "Iglesias Protestantes".
Esta
misma actitud refleja un Manual dedicado a orientar respecto a las
"sectas". En él un especialista católico argentino afirma: Las
relaciones ecuménicas desde años han preferido establecer otro nombre, menos
cargado de connotaciones negativas, para designar a las 'sectas', reconociendo
de este modo la presencia en ellas también de algunos elementos positivos que
merecen la consideración de la Iglesia. Se prefiere hoy hablar de 'movimientos
religiosos libres', aunque su actividad proselitista sea considerada siempre
'sectaria'".[6]
Tomando
en cuenta que en el libro se estudia a Bautistas, Adventistas y Pentecostales,
junto a Testigos de Jehová y Mormones, es evidente que se sigue la misma
tipología a la que hemos venido haciendo referencia. Sin hacer las necesarias
aclaraciones teológicas, es evidente que se presentan como
"sectarias" a las formas de Protestantismo que evangelizan y crecen
numéricamente, y así se las distingue de las otras.
Sería
de esperar que este crecimiento protestante llegase a entenderse desde
perspectiva misionológica teniendo en cuenta que las sociedades
latinoamericanas van siendo cada vez más pluralistas. Sin embargo, el
vocabulario de los documentos oficiales de los Obispos Católicos muestra una
postura hostil que se fue endureciendo. Se detecta cierta evolución en la
forma de referirse a los diferentes tipos de Protestantismo que existen
en América Latina. En su Asamblea de Rio de Janeiro, en 1955, los Obispos
no hacían ninguna distinción, sino que simplemente señalaban "el grave
problema que plantean el protestantismo y los varios movimientos acatólicos que
se han introducido en las naciones latinoamericanas, amenazando su tradicional
cultura católica".[7]
Trece
años más tarde en Medellín (1968) las Conclusiones de los Obispos no utilizaron
los términos "Protestantismo" o "secta" sino que
insistieron en formas variadas de cooperación ecuménica con las "diversas
confesiones y comuniones cristianas".[8] Once años después en Puebla (1979)
se hizo una distinción entre "Iglesias" con las cuales se practica el
ecumenismo y se ha llegado a Consejos bilaterales o multilaterales, y por otra
parte "Los 'movimientos religiosos libres' (popularmente
'sectas')".[9] Respecto a éstos se advierte "no podemos ignorar
en lo tocante a esos grupos, proselitismos muy marcados, fundamentalismo
bíblico y literalismo estricto respecto de sus propias doctrinas".[10]
En
Santo Domingo (1992) el entonces Papa Juan Pablo II tuvo palabras duras contra
lo que llamó sectas. Dirigiéndose a los obispos latinoamericanos dijo: "A
ejemplo del Buen Pastor habéis de apacentar el rebaño que os ha sido confiado y
defenderlo de los lobos rapaces. Causa de división y discordia en vuestras
comunidades eclesiales son - lo sabéis bien - las sectas y movimientos
'pseudo-espirituales' de que habla el documento de Puebla cuya expansión y
agresividad urge afrontar."[11]
Más
adelante el discurso del Papa recurrió a la teoría de la conspiración para
explicar "el avance de las sectas" y afirmó: "Por otra parte no
se puede infravalorar una cierta estrategia cuyo objetivo es debilitar los
vínculos que unen a los países de América Latina y minar así las fuerzas que
nacen de la unidad. Con este objeto se destinan importantes recursos económicos
para subvencionar campañas proselitistas, que tratan de resquebrajar esta
unidad católica."[12] Continuará: Latinoamérica: la Iglesia católica
‘aprende’ de los protestantes (América Latina: protestantismo popular y
misionología católica -II)
NOTAS
[1]..
Jeffrey Klaiber S.J. La reacción católica ante la presencia protestante durante
la república aristocrática Lima: Seminario de Historia del Protestantismo en el
Perú, 1995.
[2]..
Franz Damen "Las sectas ¿avalancha o desafío?" Cuarto Intermedio
revista publicada por la orden jesuita, Cochabamba, Mayo de 1987, p. 45. Damen
es de la orden pasionista, ha sido misionero en Bolivia, y ha publicado varios
trabajos acerca de los evangélicos en América Latina.
[3]..
Mons. Roger Aubry La misión: siguiendo a Jesús por los caminos de América
Latina Buenos Aires: Ed. Guadalupe, 1990, pp. 105-115. Mons. Aubry, sacerdote
redentorista suizo, fue presidente del Departamento de Misiones del CELAM entre
1974 y 1979, y ha sido misionero en el interior de Bolivia desde 1970.
[4]..
Op.cit., p. 105
[5]..
Ibíd., p.106.
[6]..
Osvaldo Santagada "Caracterización y situación de las sectas en América
Latina", en CELAM Sectas en América Latina. El libro no indica lugar de
publicación ni fecha, pero es el no. 50 de la serie publicada por CELAM en
Bogotá, y en la presentación Mons. Antonio Quarracino hace referencia a un
encuentro que dio origen al libro en 1981.
[7]..
I Conferencia General del Episcopado Latinoamericano Documento de Rio Lima:
Vida y Espiritualidad, 1991. El documento original que esta nueva edición
reproduce, data de 1955.
[8]..
Ver Medellín. Conclusiones 2, 26 y 30; 5, 19; 8, 11; 9, 14.
[9].. Puebla 1107, 1109. [10]..
Puebla, 1109. [11]. Discurso
inaugural del Papa en Santo Domingo, párrafo 12.
[12]. Id.
Fuente:
Protestantedigital, 2017
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