Por. Pablo de Felipe,
España
La
coincidencia en el tiempo (siglos XVI-XVII) y en el espacio (Europa) de la
llamada “Revolución científica” y la “Reforma protestante” ha sugerido una
relación entre ambos fenómenos, ya indicada por el obispo Sprat en su Historia
de la Royal Society (1667).
A
pesar de los esfuerzos durante el siglo XX de los profesionales de la historia
de la ciencia por explicar las numerosas relaciones fructíferas entre ciencia y
cristianismo, la propaganda del ‘conflicto’ sigue existiendo y ha plagado la
cultura popular (novelas, cine, internet, etc.), incluso infiltrando incluso en
libros de texto escolares. Los defensores del conflicto entre ciencia y
cristianismo lo han alimentado con episodios históricos inventados o deformados
hasta hacerlos irreconocibles1. En este breve texto analizaremos algunos de
estos conflictos en relación con la recepción en el entorno luterano de la
astronomía de Copérnico.
Lutero
frente a Copérnico
Un
ejemplo de esa deformación de las relaciones históricas entre ciencia y cristianismo
tiene que ver con la única referencia de Lutero respecto al
movimiento de la tierra:
Se mencionó a cierto nuevo astrólogo que
quería probar que la Tierra se mueve y no el cielo, el Sol y la Luna. Esto
sería como si alguien fuera en un carro o un barco y pensase que estaba quieto
y que fuesen la tierra y los árboles los que se moviesen. [Lutero señaló:] “Así
pasa ahora. Quien quiere llamar la atención no ha de estar de acuerdo con nada
de lo que los demás estiman. Tiene que inventar su propia idea. Esto es lo que
hace ese individuo que quiere poner patas arriba toda la astronomía. Incluso en
estas cosas que están siendo confundidas yo creo a la Sagrada Escritura, pues
Josué mandó detenerse al Sol y no a la Tierra [Jos. 10,12].”2
Este texto se ha usado no solamente para desacreditar a Lutero, sino como ejemplo de oposición entre protestantismo y ciencia3. Pero esta conversación habría ocurrido en 1539, cuando solamente había rumores sobre la obra que Copérnico publicó en 1543 (aunque hay que recordar que algunos historiadores cuestionan que Lutero se refiriese a Copérnico4). En segundo lugar, no aparece en ningún libro de Lutero, sino en una recopilación de sus Conversaciones de sobremesa, como apropiadamente se titula la obra publicada por sus alumnos.
Finalmente,
este texto vio la luz después de la muerte de Lutero (1546). La primera
publicación, en alemán, fue obra de Aurifaber (secretario de Lutero durante sus
últimos meses de vida) y data de 1566. Una segunda publicación, en latín, se
debe al pastor Heinrich Peter Rebenstock (1571). Sin embargo, muchos de los
materiales utilizados provenían de las notas en latín y alemán de un
estudiante, Lauterbach (que realmente frecuentaba la casa de Lutero en la época
del comentario sobre Copérnico), y que fueron publicadas en 1863-1866. Las
libertades que se tomó Aurifaber en su edición hacen que se la considere menos
fiable, y precisamente ahí aparece la palabra “loco” en lugar de “individuo”;
aunque viendo el lenguaje áspero de Lutero, ese término difícilmente puede
considerarse un gran insulto (véase más abajo cómo se expresaba sobre
Aristóteles). Además, otro cambio que introdujo Aurifaber fue la palabra
“astronomía”, en lugar de “astrología” que usa Lauterbach (de hecho, en la
edición inglesa de este texto arriba traducida, que supuestamente se basa en
Lauterbach, inexplicablemente se ha cambiado esa palabra)5
Si
pasamos ahora al texto, el problema de Lutero fue doble. En primer lugar, su
formación no era en astronomía y matemáticas, por lo que no tenía conocimientos
para darse cuenta de que la propuesta de Copérnico era algo serio, y no la
ocurrencia de algún “nuevo astrólogo” por afán de notoriedad (conviene
enfatizar que el calificativo de “astrólogo” no era despectivo en el siglo XVI,
pues ambas disciplinas eran inseparables6). Lutero se expresó con ligereza porque para
entonces los que estaban al tanto de los desarrollos en astronomía, incluso
aunque no fuesen astrónomos, conocían y estimaban a Copérnico, como veremos más
adelante7. Eso sí, hay que reconocer que Lutero tuvo
una clara intuición de lo que significaba aquella innovación: “Poner patas
arriba toda la astronomía”. Pero lo más problemático de la afirmación de Lutero
es que zanjaba un debate científico con la Biblia, aunque en aquella época
tanto teólogos como científicos la usaban en cualquier ámbito. Fue precisamente
la aparición de la astronomía copernicana, y su conflicto con textos como el de
Josué, lo que provocó el replanteamiento de las relaciones entre ciencia y
Biblia tras el triunfo del copernicanismo a finales del siglo XVII.
En
cualquier caso, no se debe interpretar este texto como evidencia de un
desprecio de Lutero hacia la astronomía o la ciencia en general. Lutero tenía
una actitud positiva y optimista sobre el avance del conocimiento en su época8, que veía como recuperación de aquel dominio
sobre la naturaleza dado a Adán en el paraíso y luego perdido9. En su comentario al Génesis 1 (1535,
publicado en 1545), Lutero era consciente de la dificultad de encajar las
referencias cosmológicas del texto bíblico con la astronomía ya disponible en
su época, y adoptó un principio de autonomía de las diferentes disciplinas10, que permitía dar una valoración positiva de
la astronomía11. Precisamente, la separación respetuosa
entre disciplinas aparece ya en un debate meses antes de la famosa conversación
sobre Copérnico12. Por ello, varios autores han señalado la
inconsistencia de Lutero al no aplicar esa postura teórica al caso del
movimiento de la Tierra, tal vez su ‘sentido común’ lo cegó en ese caso:
Claramente la intención de Lutero era
permitir la completa autonomía de las diversas disciplinas dentro de sus
propios límites. Pero aparentemente olvidó en la conversación de sobremesa del
4 de junio lo que había defendido en una disputa pública el 11 de enero. O, al
menos, no supo sacar sus consecuencias.13
Citar la Escritura para refutar una teoría científica, sin embargo, es inconsistente con el propio punto de vista de Lutero de que las diferentes disciplinas, en particular la astronomía y la interpretación bíblica, son autónomas porque usan diferentes lenguajes técnicos. Sin embargo, en una conversación de sobremesa, una persona no es siempre consistente con sus puntos de vista bien meditados.14
La publicación de la obra de Copérnico: un logro ‘ecuménico’ de católicos y protestantes en una época de conflicto
Abrir
y cerrar la relación Lutero-Copérnico, y todavía peor, protestantismo-Copérnico,
con la cita de 1539 supone ignorar lo más interesante de la historia. ¿Por qué
“se mencionó a cierto nuevo astrólogo…”? Si Lutero sabía de Copérnico era
porque su fama había llegado hacía tiempo a Alemania. Al parecer, Joachim Camerarius,
un amigo de Melanchton, ya había usado en 1535 los nuevos cálculos del “anciano
canónigo de Frauenburg”15. En 1538 Melanchton envió a Rheticus, un matemático
recién graduado de Wittenberg a un viaje científico por Centroeuropa, que acabó
en mayo de 1539 en casa de Copérnico (tal vez por eso el 4 de junio se habló de
él en casa de Lutero). Siendo protestante, se convirtió en el único alumno del
católico Copérnico, publicó varias obras popularizando la obra del que llamaba
“mi maestro”, así como su biografía, un tratado para demostrar la
compatibilidad de sus ideas con la Biblia y, finalmente, le ayudó a revisar sus
cálculos y preparar la publicación de su gran obra: Sobre las
revoluciones de los orbes celestes. Cuando la persecución al protestantismo
arreciaba en Polonia, Rheticus llevó el manuscrito a la protestante ciudad de
Nuremberg, a Petreius, un impresor recomendado por Melanchton (y al que
Rheticus había visitado en 1538), donde al cuidado del teólogo protestante
Osiander fue publicado en 1543 (con la dedicatoria de Copérnico al papa). Un
ejemplo de colaboración científica entre católicos y protestantes en una época
en la que el conflicto religioso se extendía por Europa16.
La colaboración resulta más sorprendente si tenemos en cuenta que no todos estaban convencidos de esas nuevas ideas. Mientras que Rheticus se convenció de que Copérnico había descubierto el funcionamiento real del universo, Osiander temía (como Copérnico, con quien había tenido correspondencia durante la estancia de Rheticus) el rechazo tanto por parte de filósofos y teólogos. Cuando finalmente Rheticus dejó la edición a su cuidado para volver a sus clases en Wittenberg, Osiander incluyó una primera página, anónima17, indicando que el contenido de la obra eran ‘hipótesis’ que no tenían que interpretarse de forma realista18. Osiander defendía una autonomía extrema de las disciplinas, que le llevó a una actitud escéptica respecto a las posibilidades del astrónomo o del filósofo, porque “ninguno de los dos comprenderá o transmitirá nada cierto, a no ser que le haya sido revelado por la divinidad”19. Desde entonces se le ha acusado tanto de traición a Copérnico como de sagacidad para facilitar la aceptación de su libro.
La colaboración resulta más sorprendente si tenemos en cuenta que no todos estaban convencidos de esas nuevas ideas. Mientras que Rheticus se convenció de que Copérnico había descubierto el funcionamiento real del universo, Osiander temía (como Copérnico, con quien había tenido correspondencia durante la estancia de Rheticus) el rechazo tanto por parte de filósofos y teólogos. Cuando finalmente Rheticus dejó la edición a su cuidado para volver a sus clases en Wittenberg, Osiander incluyó una primera página, anónima17, indicando que el contenido de la obra eran ‘hipótesis’ que no tenían que interpretarse de forma realista18. Osiander defendía una autonomía extrema de las disciplinas, que le llevó a una actitud escéptica respecto a las posibilidades del astrónomo o del filósofo, porque “ninguno de los dos comprenderá o transmitirá nada cierto, a no ser que le haya sido revelado por la divinidad”19. Desde entonces se le ha acusado tanto de traición a Copérnico como de sagacidad para facilitar la aceptación de su libro.
Por su
parte, Melanchton rechazó de plano el heliocentrismo de Copérnico al conocerlo
en detalle tras recibir de Rheticus en 1540 las primeras páginas de su obra
divulgativa, Narratio Prima. En una carta privada de 1541 lo
consideraba “absurdo”, fruto de una presunción intelectual (como había juzgado
ya antes Lutero) y sugirió que las autoridades deberían reprimir tal
imprudencia (aunque nunca llegó ni a proponerse formalmente)20. En 1542 Melanchton se quejaba de que
Rheticus se había convertido en discípulo de Copérnico21, pero siguió apoyándole.
Frente
al escepticismo de Osiander, Melanchton tenía una concepción más positiva de la
ciencia, compartida con un grupo de astrónomos protestantes conocido
actualmente como el “círculo de Melanchton”, que estudiaron a fondo la obra
copernicana, y cuyo enfoque se ha denominado la “interpretación de Wittenberg”22. Esta interpretación aceptaba que los
modelos geométricos de Copérnico para explicar las órbitas planetarias eran
mejores que la astronomía geocéntrica de Ptolomeo. Sin embargo, eso no
implicaba que aceptaran que realmente las cosas fueran así en
la naturaleza, sino que lucharon por lograr lo que se ha llamado un
“copernicanismo geoestático”23. El matemático Reinhold y su sucesor en la
cátedra de Wittenberg, Peucer (yerno de Melanchton), trabajaron en la
conversión de las geometrías planetarias heliocéntricas en geocéntricas. Este
proyecto de trasposición geocéntrica del copernicanismo culminó en 1588 con el
modelo geo-heliocéntrico del astrónomo protestante danés Brahe (con los
planetas girando alrededor del Sol que, a su vez, se movía alrededor de la
Tierra). Este modelo satisfacía los requerimientos matemáticos, los principios
físicos aristotélicos; evitaba el conflicto con la Biblia y, por supuesto, se
ajustaba a las observaciones astronómicas.
En
1549 Melanchton publicó en su Initia Doctrinae Physicae una
dura crítica a Copérnico, nuevamente atribuyéndole el deseo de llamar la
atención (como en su carta de 1541), y afirmó que “la difusión pública de ideas
absurdas es indecente y es un mal ejemplo”. Sin embargo, el tono bajó
notablemente en una edición publicada al año siguiente24. El texto de la primera edición realmente parece
haber sido ya completado en 1545, cuando todavía Melanchton tenía una postura
más crítica hacia Copérnico (como en la carta de 1541)25. Para 1549 y 1550 la recepción geocéntrica
de la “interpretación de Wittenberg” se abría paso, y en un texto compuesto por
Melanchton en 1549 por la muerte de uno de sus colaboradores interesados en la
astronomía, Cruciger, y leído por otro de ellos, Reinhold, se mencionan sus
estudios astronómicos y cómo “empezamos a admirar y amar a Copérnico”26. De hecho, en 1551 Reinhold publicó
las Tablas Pruténicas basadas en la astronomía copernicana,
que harían conocido y admirado a Copérnico. A la vista de esto, no sorprende la
rápida corrección de la segunda edición del Initia Doctrinae
Physicae en 1550. Y, sin embargo, su rechazo a una interpretación
realista de Copérnico se mantuvo27. Hubo que esperar a mediados del siglo XVII
y la nueva física de Newton para que los astrónomos se convencieran de lo que
Rheticus decía: que su “maestro” había descubierto el verdadero sistema del
universo.
Las implicaciones científicas del ataque luterano a Aristóteles
Las implicaciones científicas del ataque luterano a Aristóteles
Lutero,
como Melanchton, tenía un trasfondo escolástico-nominalista, en el que se
encuadraba la orden agustina a la que pertenecía. A esta tradición crítica con
Aristóteles se añadió el estudio que Lutero hizo de la Biblia y del pensamiento
paulino, que le llevó a un radicalismo anti-aristotélico. Rechazó el uso de la
lógica aristotélica en la teología –como los silogismos- y de la ética
aristotélica –que para Lutero enseñaba que el ser humano puede ser ‘bueno’
haciendo ‘buenas obras’. En paralelo Lutero rechazaba la filosofía natural de
Aristóteles por su defensa de la eternidad del mundo o la mortalidad del alma,
temas que ya habían sido criticados desde los Padres de la Iglesia. En una
carta de febrero de 1517, anterior a sus noventa y cinco tesis de octubre,
Lutero afirmaba:
“Nada deseo más fervientemente que
revelar a muchos la verdadera cara de ese actor [Aristóteles] que ha embaucado
a la Iglesia tan tremendamente con su máscara griega y mostrarles toda su
ignominia…”28
En su Carta a la nobleza cristiana de la nación alemana (1520), rechazaba las obras filosóficas de Aristóteles:
“Puedo afirmar que un alfarero entiende
más de cosas naturales de lo que figura en estos libros. Me duele en el corazón
que ese pagano maldito, altanero y perverso haya seducido y engañado con sus
falsas palabras a tantos de los mejores cristianos.”29
Lutero promovió desde 1518 la eliminación de Aristóteles y la escolástica en los estudios de Wittenberg30, potenciando en su lugar el hebreo y el griego, y disciplinas prácticas como la medicina. Tras los conflictos de los primeros años de la Reforma, Melanchton introdujo de nuevo la enseñanza de Aristóteles, ya desde finales de la década de los veinte del siglo XVI, aunque de manera muy controlada. No se trataba de buscar el Evangelio en Aristóteles, sino de usar su pensamiento como reflejo de la Ley divina, por su enseñanza de la filosofía moral y obediencia civil.
Melanchton
no se quedó ahí, ya que desarrolló una filosofía natural propia, de base
aristotélica, pero centrada en admirar la Providencia divina al contemplar la
estructura del cuerpo humano y del cosmos. Precisamente en relación con esto
último, Melanchton impulsó la enseñanza de las matemáticas y
astronomía/astrología, con dos cátedras que en 1536 ocuparon Rheticus y
Reinhold. Ese fue el semillero tanto del único discípulo de Copérnico
(Rheticus) como de la “interpretación de Wittenberg”, que hacia finales del
siglo daría lugar a la aparición de los primeros auténticos copernicanos
‘realistas’ después de Rheticus: Maestlin, Rothmann, Kepler, etc.
El
objetivo de conocer la Providencia divina en la anatomía y la astronomía
impulsaron la incorporación de novedades científicas en ambas disciplinas,
incluyendo investigadores católicos contemporáneos que revolucionaron sus
respectivas disciplinas en 1543 y fueron mencionados en Initia
Doctrinae Physicae: Sobre la estructura del cuerpo humano de Vesalio y Sobre
las revoluciones de los orbes celestes de Copérnico.
El
intercambio de ideas entre católicos y protestantes en la Europa que se
destrozaba en las guerras de religión continuó más allá del siglo XVI, con el
apoyo del protestante y copernicano Kepler a los descubrimientos telescópicos
del católico Galileo en 1609, incompatibles con el esquema
filosófico-científico de Aristóteles y Ptolomeo31. Tras la condena inquisitorial a Galileo en
1633, las Dos nuevas ciencias de Galileo, que rompieron finalmente el corsé de
la antigua ciencia aristotélica y resolvieron las paradojas planteadas por el
movimiento de la Tierra32, fueron publicadas, burlando la inquisición,
en la protestante Holanda (1638). Poco antes también allí se volvió a publicar
su texto principal conciliando copernicanismo y cristianismo, la Carta
a la Gran Duquesa Cristina de Lorena (1636) y su prohibido
Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo (1635).
El
desafío de las ideas copernicanas: una nueva teología para una nueva ciencia
Si el
copernicanismo necesitó una nueva ciencia para establecerse, también replanteó
la relación ciencia y cristianismo. Así se rechazó el concordismo entre ciencia
y Biblia heredado de los Padres de la Iglesia, y se reconoció que son ámbitos
diferentes que ni deben oponerse ni mezclarse. Esto último lo afirmó Galileo en
1615 citando al cardenal Baronio, bibliotecario del Vaticano: “La intención del
Espíritu Santo era enseñarnos cómo se va al cielo, y no cómo va el cielo”33, una postura no muy diferente del principio
de autonomía de las diferentes disciplinas de Lutero. La coincidencia
no debe sorprender, pues este principio se remonta a los Padres de la Iglesia.
Sin
embargo, el propio Galileo intentó concordar el copernicanismo con el relato de
Josué. Afirmó que sí hubo un movimiento solar detenido en aquel día, el del Sol
sobre su propio eje que habría detenido todo el sistema solar34. El concordismo también funcionaba entre
protestantes como Rheticus, que lo intentó explicar suponiendo que la Tierra se
había detenido sobre su eje35, o como Brahe, con su sistema
geo-heliocéntrico.
Pero
existía una forma de evitar esas componendas, el principio de la
acomodación, cuyos orígenes también se remontan a los Padres de la Iglesia.
Según este principio, el texto bíblico se acomoda a las ideas –correctas o no-
de la época en que fue escrito, de ahí que se filtren en él ideas cosmológicas
anticuadas. Al parecer, en otra conversación de sobremesa de 1540 Lutero hizo
una referencia al principio de acomodación, al señalar que “Moisés habló según
nuestra capacidad de comprensión, […] como lo vemos nosotros […]”36.
Esta
segunda línea de pensamiento sería todavía más fructífera para evitar
conflictos con la ciencia. De hecho, sería una de las ideas claves en la
defensa del heliocentrismo empleada por Copérnico y Rheticus entre 1539-4137. El precedente de ese principio en Agustín
de Hipona, un Padre de la Iglesia respetado por católicos y protestantes, se
convirtió en su mejor carta de presentación ante ambas confesiones. De hecho,
Galileo hizo buen uso de citas agustinianas en ese sentido en su Carta
a la Gran Duquesa Cristina de Lorena.
Desgraciadamente,
el concordismo puede ser tan intenso como para ahogar finalmente el principio
de la acomodación. En su comentario a Eclesiastés 1,4-5, de 1556,
Melanchton insistía en que ahí hay datos (‘revelación’) que apoyan el
geocentrismo, y que no se pueden ignorar38. Esto mismo lo defendió Brahe unos años más
tarde junto a una versión moderada del principio de la acomodación39. Pero fue el astrónomo copernicano
protestante Rothmann, otro graduado de Wittenberg, quien en una carta a Brahe
(13-10-1588)40, defendió una versión radical del principio
de la acomodación, saliendo del bloqueo concordista con un enfoque opuesto
al que vimos en Osiander:
“Estas [las Escrituras] no han sido
escritas únicamente para ti y para mí, sino para todos los hombres, a cuya
capacidad de comprensión hablan, según reconocen también todos los teólogos en
la explicación del cap. 1 del Génesis. […] el Espíritu Santo no quiso
revelarles a ellos [los profetas] la sabiduría que Dios puso en la naturaleza,
sino esa sabiduría que se contiene en aquel misterio estupendo y sobrenatural
de la Redención del género humano […]. La autoridad de la Sagrada Escritura,
aunque sea aducida de un modo completamente plausible, nada en absoluto podrá
objetar en esta cuestión, sino que tan sólo sabremos en la medida en que
alcancemos a descubrir mediante demostraciones matemáticas”41.
Conclusión
Espero que este breve estudio haya servido para aportar una visión más completa de la relación entre Lutero, y los primeros luteranos de su círculo más próximo en Wittenberg, con la ciencia, y en especial con el copernicanismo. A pesar de la opinión tan negativa sobre el movimiento de la Tierra expresada por Lutero en una conversación informal de 1539, la realidad que es que ya entonces estaba en marcha una importante actividad de sus más próximos colaboradores para sacar a la luz las ideas de Copérnico, venciendo incluso las divisiones confesionales entre protestantes y católicos. Las ideas copernicanas fueron asimiladas progresivamente en las siguientes generaciones de profesores y estudiantes de astronomía en Wittenberg, quienes hicieron de esa ciudad uno de los más importantes centros de estudio del copernicanismo hasta finales del siglo XVI. De esta manera se producirían transformaciones decisivas tanto en la ciencia como en la teología. Este es un claro ejemplo de la complejidad que existen en las relaciones entre ciencia y religión.
Agradecimientos
Quisiera agradecer al Faraday Institute for Science and Religion (Cambridge, Reino Unido) el apoyo económico cubriendo la matrícula de mis estudios de doctorado en el departamento de Estudios Clásicos de la University of Reading (Reino Unido) entre los años 2014-18.
__________
- de
Felipe, Pablo y Jeeves, Malcolm A. “Science and Christianity Conflicts:
Real and Contrived”. Perspectives
on Science and Christian Faith 69, (2017):131-147. ↩
- Lutero,
Martin. Luther’s Works, vol. 54: Table Talk.
Theodore G. Tappert (ed.). Fortress Press, Philadelphia, 1967 [3ª
impresión, 1977], pp. 358, 359 (nº 4638). La traducción es mía. La
numeración de las conversaciones de sobremesa deriva de la edición
alemana D. Martin Luthers Werke kritische Gesamtausgabe,
Tischreden (Weimar H. Böhlaus, Weimar, 1883ss), conocida como
Weimarer Ausgabe (W.A.).↩
- Para
abundantes ejemplos en la bibliografía de habla inglesa, véase Kobe,
Donald H. “Copernicus and Martin Luther: An encounter between science and
religión”. American
Journal of Physics. 66 (1998):190-196.↩
- En
su lugar se ha defendido que el objetivo de esa crítica podría ser Celio
Calcagnini, que 20 años antes había defendido el movimiento de rotación
(no el de traslación) de la Tierra en un libro que, sin embargo, no fue
publicado hasta 1544. Lerner, Michel-Pierre. “«Der Narr will die gantze
kunst Astronomiae umkehren»: sur un célèbre Propos de table de
Luther”. En: Nouveau ciel nouvelle terre. La révolution
copernicienne dans l’Allemagne de la Réforme (1530-1630). Miguel Ángel
Granada y Édouard Mehl (eds.). Les Belles Lettres, Paris, 2009, pp. 41-65.
Agradezco al profesor Granada la referencia a este texto. ↩
- Mientras
que Aurifaber (y Rebenstock) usa “astrólogo” y “astronomía”, Lauterbach es
más consistente y usa “astrólogo” y “astrología”. Los tres textos
originales se pueden ver en Lerner, op. cit., pp. 53, 54 (notas 3, 5 y 6).
En cualquier caso conviene señalar que hasta finales del siglo XVII ambas
palabras eran intercambiables porque también quienes se dedicaban a una de
ellas igualmente se dedicaban a la otra. Copérnico, parece ser que era
también conocido como astrólogo, y de hecho, los historiadores actuales
consideran que un acicate importante para sus investigaciones fue la
mejora de los cálculos astrológicos, lo que también parece estar detrás de
buena parte del interés de Melanchton y su círculo en Copérnico.
Westerman, Robert S. The Copernican Question. Prognostication,
Skepticism, and Celestial Order. University of California Press, Berkeley
y Los Angeles, 2011. Melanchton se interesó tanto por la astronomía como
la astrología, para disgusto de Lutero, que aunque valoraba la astronomía
despreciaba la astrología. Véanse las conversaciones de sobremesa de
Lutero nº 17, 855-858, 1026, 1480, 2413, 2834b, 2892b, 2952b, 3520, 4705,
5573 (varias, aunque no todas, recogidas en: Lutero, op. cit., vol. 54),
así como su comentario a Gén. 1,14 (Lutero, op. cit., vol. 1: Lectures
on Genesis, chapters 1-5. Jaroslav Pelikan(ed.). Concordia Publishing
House, Saint Louis, 1958, pp. 44, 45).↩
- Sin
embargo, dado el desprecio de Lutero por la astrología y su aprecio de la
astronomía, así como la relación entre el interés por las ideas
copernicanas y la astrología, bien pudiera ser que Lutero sí que realmente
estuviera usando los términos “astrólogo”/”astrología” aquí con una
intención despectiva, añadida al resto del contenido del comentario contra
Copérnico. Convendría analizar el uso de estas palabras en la obra de
Lutero, especialmente con anterioridad a 1539.↩
- Hay
también que recordar que aunque Copérnico era un clérigo aficionado a la
astronomía, no un profesional, había recibido formación en ese campo
durante sus estudios universitarios en Italia y tenía muy amplios
conocimientos, como se vería en su obra.↩
- “[…]
pero el hombre mide el cielo y todos los cuerpos celestes. Y así aquí
brilla una chispa de vida eterna, en que el ser humano se ocupa por
naturaleza con este conocimiento de la naturaleza.” (Lutero. op.
cit.,vol. 1, Gén. 1,14, p. 46). Véase también su conversación de
sobremesa nº 2730 (citada en Lerner, op. cit., p. 57, nota 24).↩
- Véase
la conversación de sobremesa nº 1160 (comentario en Gerrish, Brian A. “The
Reformation and the Rise of Modern Science”. En: The Impact of the
Church Upon Its Culture, Jerald C. Brauer (ed.). The University of
Chicago Press, Chicago, 1968, p. 249; este texto está reproducido en
Gerrish, Brian A. The Old Protestantism and the New. The
University of Chicago Press, Chicago, 1982, p. 171).↩
- “[…].
Ninguna ciencia debería interferir con otra, sino que cada una debería
continuar teniendo su propio modo de proceder y su propia terminología.
Así vemos que el Espíritu Santo también tiene su propio lenguaje y forma de expresarse, a saber, que Dios, al hablar, creó todas las cosas y actuó a través de la Palabra […]. El astrónomo, por lo tanto, hace bien cuando habla de ‘esferas’, ‘ciclos’ y ‘epiciclos’; pertenecen a su profesión y le permiten enseñar a otros con gran facilidad. Como contraste, el Espíritu Santo y las Santas Escrituras no sabían nada de esas palabras y llamaron a todo el área sobre nosotros ‘cielo.’ No debe un astrónomo encontrar en esto un problema; cada uno debe hablar en su propia terminología.” Lutero, op. cit., vol. 1, Gén. 1,14 (p. 47,48).↩ - “[…]
los astrónomos son los expertos de los que es más conveniente obtener
información sobre esos asuntos [en referencia a los cuerpos celestes que
aparecen mencionados en el relato del Génesis 1].” Lutero, op. cit.,
vol. 1, Gén. 1,14, p. 41. Véase también otro fragmento en ese sentido en las
pp. 31-32 de la traducción que venimos citando, aunque el editor, en la
Introducción (pp. XI-XII), advierte de que hay dudas respecto a la labor
editorial realizada tras la muerte de Lutero, que habría alineado el texto
de esta obra en algunos puntos con la teología de Melanchton, dominante en
aquellos momentos; pero hay que tener en cuenta que el primer volumen que
aquí citamos fue publicado todavía en vida de Lutero. Otra opinión
positiva sobre la astronomía, y la filosofía en general, se encuentra en Notas
sobre Eclesiastés(Lutero, op. cit., vol. 15, p. 9).↩
- Disputa
sobre la proposición “La palabra se hizo carne” de Juan 1,14 (11 de enero
de 1539, véase el final del prefacio donde hace una comparación con las
diferentes esferas celestes, Lutero, op. cit., vol. 38,
p. 244).↩
- Gerrish,
B.A. op. cit., 1968, pp. 254, 255; 1982, p. 173).↩
- Kobe, op.
cit., 1998, p. 194.↩
- Véase
Kusukawa, Sachiko. The Transformation of Natural Philosophy. The
Case of Philip Melanchthon.Cambridge University Press, Cambridge,
1995, p. 173.↩
- Hace
años publiqué un artículo divulgativo para dar a conocer la interesante
colaboración ‘ecuménica’ entre católicos y protestantes que permitió la
publicación de la revolucionaria obra de Copérnico: de Felipe, Pablo.
“El De Revolutionibus de Copérnico: la gestación de un
libro que cambió la ciencia y la teología”.Historia
para el debate 6 (2001):48-56.
- Osiander
introdujo otros cambios en el texto, como modificar el título que
originalmente era “Sobre las revoluciones de los cuerpos del universo” y
eliminar la introducción al libro I.↩
- “Y
no es necesario que estas hipótesis sean verdaderas, ni siquiera que sea
verosímiles, sino que basta con que muestren un cálculo coincidente con
las observaciones.” Osiander, Andreas. “Al lector sobre las hipótesis de
esta obra,” en: Copérnico, Sobre las revoluciones. Carlos
Mínguez Pérez (tr.). Tecnos, Madrid, 1987, p. 4.↩
- Idem.↩
- Carta
a Burkard Mithobius del 16 de octubre de 1541, citado en Blumenberg,
Hans. The Genesis of the Copernican World. Robert M. Wallace
(tr.). The MIT Press, Cambridge, 1987 (original de 1975), p. 739.↩
- Carta
a Joachim Camerarius del 25 de julio de 1542, citado en Blumenberg, op.
cit., p. 325.↩
- El
artículo clásico sobre esto es: Westman, Robert S. “The Melanchthon
Circle, Rheticus, and the Wittenberg Interpretation of the Copernican
Theory”. Isis 66
(1975):165-193.↩
- Christianson,
J. R. “Copernicus and the Lutherans”. Sixteenth Century Journal 4
(1973):1-10.↩
- Ambas
versiones están comparadas en Blumenberg, op. cit., p.
740, nota 99.↩
- Blumenberg, op.
cit., p. 324. Estos estudios se remontan a la obra pionera de
Emil Wohlwill. “Melanchthon und Copernicus”. Mitteilungen zur
Geschichte der Medizin und der Naturwissenschaften 3 (1904):
260-267.↩
- Blumenberg, op.
cit., p. 326.↩
- En
algunos aspectos la segunda edición es incluso más fiel a Ptolomeo que la
primera, en un proceso de “reptolemización” descrito por Blumenberg, op.
cit., p. 327. Melanchton prefería que la enseñanza fuese
inicialmente en la astronomía tradicional, y que especulaciones más
sofisticadas quedasen reservadas a los profesionales. En cierto sentido,
ese enfoque también se sigue actualmente en la enseñanza escolar de las
ciencias. Omodeo, op. cit., p. 88, 89.↩
- Citado
en Kusukawa, op. cit., p. 32. La versión Española está
tomada de Granada, Miguel Ángel. “La Reforma y la revolución científica”.
En: Villacañas, José Luis (ed.). 500 años de la reforma: Lutero y
la modernidad en Europa. Escolar y Mayo, Madrid, 2018 (texto en
prensa). La primera parte de este artículo cubre en detalle los temas
tratados en este apartado.↩
- Tomado
de la versión española disponible en línea: http://bit.ly/2zXS1tA (p.
35). En una obra de 1521, Lutero afirmaba: “Tomás escribió mucha herejía,
y es responsable del reinado de Aristóteles, el destructor de la doctrina
divina”. Kusukawa, op. cit., p. 36.↩
- En
otra carta de 1519 afirmaba que la Física de Aristóteles era
“completamente inútil” y proponía su abolición de la universidad, dado que
en ella “no hay conocimiento real del mundo de la naturaleza”.
Kusukawa, op. cit., p. 40.↩
- Esas
observaciones desafiaban la filosofía natural de Aristóteles (existencia
de cuerpos celestes que no giraban alrededor de la Tierra, como los
satélites de Júpiter, así como imperfecciones en los cuerpos celestes,
como las montañas de la Luna y manchas solares) y eran incompatibles con
determinados aspectos de la astronomía ptolemaica (las fases de Venus
mostraban que se movía alrededor del Sol).↩
- Como,
por ejemplo, que no sentimos el movimiento terrestre y que los pájaros no
queden desplazados respecto a la superficie de la Tierra al moverse
nuestro planeta.↩
- Galilei,
Galileo. “Carta a la señora Cristian de Lorena, Gran Duquesa de Toscana”.
En: Carta a Cristina de Lorena y otros textos sobre ciencia y
religión. Moisés González (tr.). Alianza Editorial, Madrid, 1987,
p. 73.↩
- Idem.↩
- Hooykaas,
Reijer. G. J. Rheticus’ treatise on Holy Scripture and the motion
of the earth. North-Holland Publishing Company, Amsterdam, 1984,
pp. 99-100.↩
- Véase
la conversación de sobremesa nº. 5259, sobre el tamaño relativo del Sol y
la Luna respecto a las estrellas en relación a Gén. 1,16 (citada por
Kobe, op. cit., p. 195, nota 45). La misma idea se recoge
en el comentario de Lutero sobre Sal. 24,2: “La Escritura dice que fue
fundada sobre las aguas y habla según lo que ven los ojos.” (citado por
Kobe, Idem, nota 46). También acepta la información de los astrónomos de
que el Sol tiene luz propia y la Luna no, a pesar de lo que se indica en
la letra de Gén. 1,14-18 (Lutero, op. cit., vol. 1, Gén.
1,14, p. 41).↩
- El
tratado de Rheticus sobre la compatibilidad entre las ideas de Copérnico y
la Biblia nunca fue publicado y se consideró perdido durante siglos. A
finales del siglo XX se descubrió un texto anónimo de 1651 que se
considera corresponde a la obra perdida. Hooykaas, op. cit.↩
- Blumemberg, op.
cit., p. 332, 333.↩
- “Pues,
aunque ellas mismas [las Sagradas Escrituras] se atemperan [Brahe evita el
término ‘acomodación’] lo más posible en los asuntos físicos y algunos
otros a la inteligencia del vulgo, lejos quede de nosotros afirmar por
ello que hablan de modo tan vulgar que creamos que no afirman también la
verdad”. Carta de Brahe a Rothmann, 21 de febrero de 1589. Citado en
Dreyer, J. et al. (eds.). Tychonis Brahe Dani
Opera Omnia. Copenhagen, Nielsen y Lyciche (15 vols.), 1913-1929
(generalmente abreviado como TBOO) VI, pp. 177, 178. Tomado de Granada,
Miguel Ángel. “Il problema astronomico cosmologico e le Sacre Scritture
dopo Copernico: Christoph Rothmann e la ‘teoria
dell’accomodazione’.” Rivista
di storia della filosofia 51(1996):789-828 (cita de la
p. 811). Agradezco al profesor Granada la versión española de esta cita.↩
- La
correspondencia fue publicada por Brahe en 1596.↩
- TBOO
VI, pp. 159, 160. Citado en Granada, Miguel Ángel (1996) op. cit., pp.
809, 810. Agradezco al profesor Granada la versión española de esta cita.↩
Fuente:
http://www.revista-rypc.org
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