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sábado, 14 de octubre de 2017

Wycliffe y la independencia

Por. Oscar Margenet, España
Todavía hoy muchos creen que la Reforma introdujo el cisma entre los cristianos. Craso error. Los que usan ese reduccionismo conceptual e histórico olvidan que en la humanidad siempre ha habido lucha entre exclusivas minorías: los ambiciosos por la expansión económica y territorial, por un lado, y los que se resisten de mil maneras a ser su moneda de cambio, por el otro. El tercer grupo está formado por las mayorías heterogéneas constituidas por colectivos que esperan el resultado de la confrontación alternando sus preferencias por uno u otro bando. No les importa ser dependientes de quien gane, a cambio de asegurarse la propia supervivencia. Esta puja histórica ha dado lugar a días conmemorativos y memorables obras de literatura.
Cataluña, España, el mundo hispano hablante y los países occidentales han sido sacudidos en los últimos días por esta historia que parece no tener solución de continuidad (01). Los que tenemos el privilegio de vivir en la cuna de nuestro idioma natal sufrimos el enfrentamiento entre políticos enceguecidos por el poder personalista o partidista. Les oímos decir vez tras vez que están luchando por mantener la democracia, cuando en realidad están peleándose; mutuamente se pasan las culpas; ¡y nos obligan a pagar el coste del fracaso de sus mentiras! 
Jesús advirtió a sus discípulos: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” (02) El Hijo de Dios reveló a los suyos esta verdad en el contexto del sistema mundano y pecaminoso de entonces, les anunciaba haber logrado total victoria, y alentaba a ejercer fe en Su persona. Eran tiempos en los que, apoyado por sus disciplinadas centurias, el poder hegemónico romano se codeaba con los filosóficos helenistas esparcidos por el Imperio Greco-Romano y urdía tramas palaciegas con los monarcas, sacerdotes y fariseos judíos de Jerusalén.  En tal contexto la gente común esperaba que el Mesías prometido hubiera de cumplir las profecías sobre la restitución del reino a Israel. La errónea enseñanza impartida se enfocaba en lo terrenal y se apartaba del propósito divino. 
La independencia para los judíos era entonces liberarse de Roma y sus aliados; terminar con los impuestos que hacían del César el ser humano más tiránico de la tierra; y volver a ser libres como nación. Independencia era para ellos manejarse como las demás naciones. Así le habían pedido a Samuel un rey terrenal para terminar con la era de los jueces puestos por Dios. Con el papado medieval ocurría algo similar. “No demostraba otra preocupación que la de sostenerse en el poder temporal y aumentar la extensión territorial de su reino. Aprovechando su ascendiente sobre monarcas que veían en el papa a un verdadero representante de Cristo, se servía de la excomunión y del entredicho para la realización de sus fines políticos. Su historia se convierte en una larga e interminable serie de arreglos políticos, intrigas diplomáticas, empresas militares, al frente de las cuales se colocan a veces los mismos pontífices, y de pactos que se quebrantan cuando dejan de llenar el fin que el papa tuvo al hacerlos firmar” (03). 
El historiador Dr. Friedrich Von Bezold lo define así: "Con mucho acierto se ha calificado a la curia romana de máquina gigantesca de hacer dinero; y la frase de que en Roma todo se adquiría con dinero no era ninguna exageración, porque entonces todo se compraba, desde la prebenda más pequeña hasta el capelo cardenalicio; desde el permiso de comer manteca de vaca en los días de ayuno hasta la absolución de asesinatos e incestos. La curia esquilmaba a los obispos a fuerza de contribuciones onerosísimas, y, al propio tiempo, desorganizaba e imposibilitaba la cura de almas en las diócesis, ya vendiendo sin escrúpulos los cargos eclesiásticos, ya por medio de los frailes mendicantes, que provistos de privilegios papales que a placer suplantaban al clero parroquial en pulpitos y confesonarios. Era un gobierno centralizador cuya mano se sentía en todas partes, que no guardaba consideración a nada ni a nadie, que no tenía más norma y objeto que su propio interés y que costaba carísimo a los pueblos". (04)
En la silla papal se sentaron monstruos como Alejandro VI, padre de la famosa cortesana Lucrecia Borgia. El día que fue coronado nombró a su hijo César, un joven de costumbres feroces y disolutas, arzobispo de Valencia y a la vez obispo de Pamplona. Las orgías que tenían lugar en el Vaticano igualaban a las de Calígula y los crímenes que se cometían rivalizaban con los de Nerón. Los conventos de la capital eran verdaderos focos de corrupción. Sobre la vida de los clérigos dice el historiador arriba citado: "La introducción forzosa del celibato eclesiástico tuvo la consecuencia que era de temerse, el amancebamiento del clero. Los sacerdotes, que públicamente vivían con mancebas, pasaban también las noches jugando a los dados, bebiendo copiosamente y coronando todos estos excesos brutales con riñas de las cuales resultaban con frecuencia muertos y heridos". (05) 
Las Sagradas Escrituras que habían sido leídas y comentadas en todas las iglesias primitivas para instrucción de los fieles, habían caído casi en desuso. Tomás Lynaker (06) (Linacre) que era un erudito eclesiástico inglés nunca había visto un ejemplar del Nuevo Testamento. Cuando al fin de sus días se puso a leerlo quedó tan sorprendido de su contenido que dijo: "O bien esto no es el Evangelio o nosotros no somos cristianos”.
John Wycliffe 
Este sea quizás el más ilustre precursor del movimiento llamado a restaurar el cristianismo primitivo y con razón ha sido llamado "la estrella matutina de la Reforma". (07) Nacido en Inglaterra estudió filosofía y teología en la Universidad de Oxford. Se distinguió pronto tanto por sus dotes intelectuales como por la independencia de su pensamiento. Grande era su celo por el estudio, por la prosperidad de la iglesia y por lodo lo que pudiese contribuir al bien de su pueblo. Su espíritu sufría al ver la triste condición moral y espiritual de la iglesia, y el estudio de las Profecías le trajo el convencimiento de que ya su habían cumplido las predicciones de una apostasía universal. Su primer libro se tituló "Los últimos tiempos de la iglesia", y lo escribió en inglés porque lo destinaba al público en general, apartándose con esto de la costumbre reinante de escribir en latín para los intelectuales. En 1372 se graduó en el doctorado de teología y fue entonces que empezó a ganar popularidad tanto por sus discursos como por sus escritos. Cada día se hacía más fuerte en su actitud contra la corrupción de la iglesia. Sus polémicas eran principalmente con los frailes mendicantes que tanto por su número como por su carácter se habían convertido en una plaga social. Andaban continuamente recorriendo las calles con una bolsa al hombro pidiendo en las casas toda clase de artículos para llenar las bodegas y despensas de los monasterios.
Su ardiente patriotismo fue uno de los factores más poderosos para convertirlo en reformador. Como ciudadano inglés se sintió ofendido cu su dignidad nacional ante las pretensiones de la curia romana y por la explotación descarada de que era objeto su pueblo. "El papa y sus colectores sacan de nuestro país lo que se necesita para sostener a los pobres y miles de libras del tesoro real en cambio de sacramentos y pretendidas bendiciones. Ciertamente nuestro reino tiene una gran montaña de oro y nadie saca de ella sino este soberbio colector eclesiástico, y al cabo de un tiempo todo habrá desaparecido; porque siempre está sacando dinero de nuestra tierra y lo único que nos devuelve son maldiciones de Dios a causa de su simonía". (08) 
Wycliffe examinó las pretensiones del papa desde el punto de vista ético y de la independencia de su país sujeto a Roma. Buscó las causas de la degeneración de la iglesia; se atrevió a examinar dogmas arrogantemente presentados como de origen celestial. Encontró que esos dogmas no estaban fundados en las Escrituras sino manifiestamente en su contra. Sus ataques a la iglesia papal fueron francos y vigorosos y produjeron gran efecto en el pueblo que ya empezaba a sentirse cansado de llevar la pesada cargada que Roma le imponía. Gracias a sus investigaciones descubrió que esa carga no era de origen cristiano.  Puso frente a la verdad bíblica el error papista y el manifiesto contraste llegó a ser el tema de las conversaciones populares. Hubo entonces un número cada día mayor de convencidos de que era necesario romper con Roma para seguir a Cristo. Wycliffe predicaba el Evangelio como el mejor medio para satisfacer las necesidades espirituales del pueblo. La gente se aglomeraba ansiosa de escucharle.
Se conservan aún los manuscritos de trescientos de sus sermones que dan a conocer la naturaleza de su predicación, con sus valientes ataques al papado, y la clara exposición sistemática de las doctrinas del Nuevo Testamento cuyo fin es conducir almas a Cristo (09).  "El mayor servicio que se puede hacer a los hombres es predicarles la Palabra de Dios -  decía - Cristo mismo dio el ejemplo consagrándose a esa tarea y la asignó a sus apóstoles para que por medio de ella las tinieblas fuesen disipadas."  La costumbre de emplear predicadores itinerantes nació con él y para justificarla apeló al ejemplo dado por el Señor y decía:  "Los Evangelios nos refieren cómo Jesús iba por todas parles del país, a pueblos y ciudades, y esto para enseñarnos a buscar el bien de todos".  Fundó una sociedad de predicadores itinerantes a los cuales daba instrucción. Recorrían el reino predicando el Evangelio y denunciando los errores del papismo descalzos y vestidos rústicamente (lolardos = mendigos o vagabundos) que vivían de las ofrendas de las almas piadosas. Perseguidos cruelmente tuvieron que huir y esconderse, pero sus enemigos llegaban a sus mismos escondites y los conducían a la muerte.
La era de los mártires había resurgido y esto no en tierra pagana sino en países que se denominaban cristianos. Era un punto más que venía a demostrar que el romanismo era el paganismo enmascarado. "Prediquemos fielmente la ley de Cristo, aun a los prelados imperiales, - decía Wycliffe - y veremos cómo inmediatamente se levanta una ola de martirio". Fue acusado de ser la causa inmediata e instigador de la revolución social llamada ‘de los aldeanos’ como aplicación práctica en el orden social y no sólo en el religioso. Como el movimiento iba tomando incremento el papa Gregorio XI se alarmó y lanzó tres bulas contra el reformador en 1377, condenando diecinueve proposiciones doctrinales de Wycliffe.  Tradujo la Biblia al idioma corriente de su pueblo, para evitar que este fuese engañado por los que mudan la verdad de Dios en mentira y honran a la criatura antes que al Creador. La Biblia era un libro sellado para el pueblo y aun los clérigos se ocupaban poco de su contenido. Su versión apareció en 1380 y con este acto recrudecía la persecución. Wycliffe no conocía ni hebreo ni griego; pero con el conocimiento y ayuda que tenía usó de un método con el que  comparó muchos manuscritos de la Vulgata y los comentarios de Jerónimo y de Nicolás de Lyra, anotando en la margen las diferencias que encontraba. La publicación de la Biblia en inglés fue saludada con verdadero regocijo de parte de todos los que amaban la luz y la verdad, pero también hubo quejas amargas de parte de los tradicionalistas.
Como Cristo a los doctores de la ley, acusó al clero por haber quitado la llave de la ciencia. (10) Decía que los verdaderos herejes eran los que enseñaban que los laicos no necesitaban conocer las Escrituras y debían someterse ciegamente a la autoridad de los clérigos. Ya que todos los creyentes tienen que comparecer delante de Dios para dar cuenta de los talentos recibidos, es razonable que todos sepan correctamente lo que Dios espera de cada uno.  Sostenía que el Nuevo Testamento era inteligible a todos en aquello que afecta a la salvación, sin necesidad de una preparación teológica especial y previa. El estado moral del lector, su ansiedad por lo espiritual, su anhelo de hacer la voluntad de Dios, son las condiciones requeridas para entender las Escrituras. Muchos amigos le dejaron; esto le sirvió para demostrar que no era siervo de los hombres sino de Dios (11). 
En 1382 Wycliffe fue expulsado de la Universidad y se retiró a la parroquia de Lutterworth donde, a pesar de encontrarse con muy mala salud, continuaba atacando vigorosamente al papado que en aquel entonces lo ocupaban dos prelados simultáneamente y se lanzaban uno al otro excomuniones y maldiciones de grueso calibre. Courtenay, nuevo arzobispo de Canterbury, se iniciaba en sus funciones lleno de bríos y convocó un Sínodo con el fin de tomar graves medidas contra los atrevidos innovadores.  Se encontraban pomposamente reunidos en el vetusto convento franciscano de Londres, y ya habían formulado sus primeras declaraciones cuando el edificio se sintió sacudido por un violento terremoto que puso en fuga precipitada a todos los prelados y frailes ahí reunidos. Con esto terminaron las deliberaciones y quedó sólo el recuerdo del Sínodo del Terremoto como se le llamó después. El arzobispo lanzó a raíz de esto una pastoral contra el reformador apelando a las autoridades y a la Universidad de Oxford. Si bien nadie le prestó oído consiguió que el joven rey Ricardo condenase y encarcelase a muchos de los lolardos.
El mucho trabajo y las luchas constantes quebrantaron seriamente la salud del reformador. En su enfermedad fue visitado por sus encumbrados enemigos. Le recriminaron sus duros ataques a los frailes, sosteniendo que eran calumniosos, y le amonestaron a que en presencia de la muerte que se le acercaba se retractara de lo dicho. El enfermo no podía incorporarse, así que pidió a los que le rodeaban que lo sostuviesen; y, en esfuerzo supremo les respondió enérgicamente:  "No moriré, pero viviré, y continuaré siempre denunciando las malas prácticas de los frailes". Estos se retiraron confundidos. Como un verdadero reformador se apoyaba sólo en las Sagradas Escrituras sosteniendo que las creencias religiosas deben buscarse en ella y no en la tradición eclesiástica, siempre incierta y contradictoria.
Propongo al estimado lector reflexionar sobre esta lucha ejemplar de un cristiano que, habiendo invertido toda su vida por amor de su Señor y del prójimo está dispuesto a perderlo todo con tal de no ofender a Dios. Con su ejemplo demuestra que las reformas a una Iglesia corrupta, para que tengan éxito real, debe realizarse desde adentro y en defensa del Evangelio, nunca en contra de los seres humanos. Que el cisma es entre la iglesia de Jesucristo y el mundo en pecado no entre genuinos cristianos. Y si la jerarquía religiosa se opone y condena al que se aferra a la Escritura, es necesario recordar –como hizo el reformador Wycliffe- que no podemos servir a dos señores. Que si uno de ellos nos dice que conocerle a Él es conocer la Verdad y que esta nos hace libres, no dejarnos engatusar por cantos de sirena del otro que pregona con denuedo una independencia ficticia, por lo tanto inexistente. El Señor sea quien cautive nuestros corazones y mentes para servirle predicando libertad a los cautivos. (12)  Si Dios lo permite, seguiremos con Juan Huss en el próximo artículo, antes de llegar a Lutero. 
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Notas
Ilustración izquierda: Contienda de Valdepeñas, en la que el pueblo llano detuvo al ejército francés con la gesta de Juana "La Galana" (06/06/1808) en la antesala de la Batalla de Bailén, clave para la independencia española. Ilustración derecha: Un concilio convocado en Londres en 1382 por el arzobispo de Canterbury, Courtenay, condenó como heréticas, erróneas y perniciosas veinticuatro proposiciones extraídas de sus escritos, en su mayor parte concernientes a la eucaristía.
01. Tras el atentado de Barcelona, el movimiento independentista catalán está en el centro de las noticias en todo el mundo. Uno no puede menos que compararlo con la guerra de la independencia española (1808 – 1814) que le costó a España una pérdida neta de población de 215 mil a 375 mil habitantes, incluyendo víctimas de la violencia y las hambrunas de 1812, tras la hambruna, epidemias y enfermedades de 1808. El resultado fue un descenso demográfico de 560 mil a 885 mil personas, que afectó especialmente a Cataluña, Extremadura y Andalucía. A la alteración social y la destrucción de infraestructuras, industria y agricultura se sumó la bancarrota del Estado y la pérdida de una parte importante del patrimonio cultural. A la devastación humana y material se sumó la debilidad internacional del país, privado de su poderío naval y excluido de los grandes temas tratados en el Congreso de Viena, donde se dibujó el posterior panorama geopolítico de Europa. Al otro lado del Atlántico, las colonias americanas obtendrían su independencia tras las guerras de independencia hispanoamericanas. En el plano político interno, el conflicto fraguó la identidad nacional española y abrió las puertas al constitucionalismo, concretado en las primeras constituciones del país, el Estatuto de Bayona y la Constitución de Cádiz. También dio inicio a una era de guerras civiles entre los partidarios del absolutismo y los del liberalismo (Guerras Carlistas), que se extenderían a todo el siglo xix y marcarían el devenir del país.
02.  Juan 16:33b.   
03.  LA MARCHA DEL CRISTIANISMO La Reforma Religiosa del Siglo XVI, por J.C.Varetto, páginas 3 a 6. Este artículo cita textualmente partes de esta obra y adapta otras según conviene al autor.
04.  ‘Historia de la Reforma Alemana’, Friedrich Gustav Johannes von Bezold (1848 -1928) historiador alemán; tomo 21 de la monumental obra de veinticuatro volúmenes en la que colaboraron grandes especialistas de la historiografía alemana de la época y editada por Wilhelm Oncken (1838 - 1905). Además de esta, su obra más famosa, von Bezold contribuyó a la historia de los husitas. Enseñó en las universidades de Erlangen y Bonn.
05. Obra citada.
06. Thomas Lynaker (o Linacre) (c. 1460 -1524) fue un inglés erudito humanista y médico, luego sacerdote, que da nombre al Linacre College en la Oxford University.
07. John Wycliffe (1320 - 1384).
08. Obra citada.
10. Lucas 11:52.
11. Mateo 6:24; Hechos 5:29; Gálatas 1:10; 1ª Tesalonicenses 2:4. 12. Lucas 4:8; Juan 8:30 - 32. Importante: todas las referencias y negritas son responsabilidad del autor.
12. Lucas 4:8; Juan 8:30 - 32.

Importante: todas las referencias y negritas son responsabilidad del autor.


Fuente: Protestantedigital, 2017

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