Por. Brian
McLaren, EE.UU
Hay
una historia que los cristianos hemos ocultado de nuestros hijos y de nosotros
mismos. Comienza en los años 1450, cuando el Papa Nicolás V emitió un documento
oficial llamado Romanus Pontifex. Este documento autorizaba a los
reyes cristianos de Europa a esclavizar, saquear y asesinar en el nombre de
Dios, Jesús y la iglesia:
…se
concedió por otras Epístolas nuestras, entre otras cosas, facultad plena y
libre para a cualesquier sarracenos y paganos y otros enemigos de Cristo, en
cualquier parte que estuviesen, y a los reinos, ducados, principados, señoríos,
posesiones y bienes muebles e inmuebles, tenidos y poseídos por ellos,
invadirlos, conquistarlos, combatirlos, vencerlos y someterlos; y reducir a
servidumbre perpetua a las personas de los mismos, y atribuirse para sí y sus
sucesores y apropiarse y aplicar para uso y utilidad suya y de sus sucesores,
sus reinos, ducados, condados, principados, señoríos, posesiones y bienes de
ellos.(1)
La
afirmación sirve como base para lo que comúnmente se denomina la Doctrina del
descubrimiento, la enseñanza de que todo lo que los “cristianos” descubren
pueden tomarlo y hacer con ello lo que les plazca. Su horror teológico es espeluznante.
A los musulmanes (entonces llamados sarracenos) y a todos los demás no
cristianos se los reduce a “enemigos de Cristo”. En contraste, los cristianos,
aún cuando saquean, esclavizan y matan, se cuentan entre los amigos de Cristo.
La misión cristiana global se define como invadir, conquistar, combatir, vencer
y someter a los no cristianos en todo el mundo, robar “posesiones y bienes
muebles e inmuebles” y “reducir a servidumbre perpetua a las personas” y no
solo a ellas sino también a sus descendientes, aplicando “para uso y utilidad
suya y de sus sucesores, sus… posesiones y bienes de ellos”.
Esta
bula papal, que aún no ha sido repudiada por la iglesia católica, fue la base
de la justificación cristiana del colonialismo y el desarrollo de imperios
competitivos como España, Portugal, Gran Bretaña, Holanda, Francia, Bélgica,
Alemania y otros imperios euro-cristianos que se extendieron en el mundo. Se
constituyó en una nota de permiso para que toda nación blanca y cristiana
cometiera genocidio.
Colón
utilizó descaradamente esta autorización. Escribió acerca del pueblo Taino de
Hispañola: “Vamos, en el nombre de la Santísima Trinidad, a seguir enviando a
todos los esclavos que se pueden vender… Aquí hay tantos de estos
esclavos… aunque son seres vivientes son tan valiosos como el oro”. Colón le
dio permiso a su tripulación que permaneció en Hispañola a esclavizar al pueblo
nativo de los Taino “en la medida de su deseo”. Colón premió a uno de sus
tripulantes, Miguel Cuneo, con una adolescente Taino para su uso como esclava
sexual. Cuneo se jactaba de que, cuando ella “se resistía con todas sus
fuerzas”, él “la azotó sin piedad y la violó”. Colón otorgó este tipo de
“beneficio laboral” a muchos de sus hombres, y escribió a un amigo sobre el
gran número de “traficantes” que se especializaban en proporcionar niñas
jóvenes a los llamados cristianos, añadiendo: “hay mucha demanda para las que
tienen nueve o diez años de edad.”(2)
¿Sin
duda muchos cristianos valientes denunciaron el salvajismo de sus así llamados
civilizados hermanos cristianos? ¿Y por cierto muchos cristianos compasivos se
pronunciaron sobre la humanidad de los llamados salvajes? Tristemente pocos,
muy pocos, lo hicieron, destacándose entre ellos el fraile dominicano Bartolomé
de las Casas. Su recuento de 1552 incluye escalofriantes detalles como estos:
“Ítem,
yo afirmo que yo mesmo vi ante mis ojos a los españoles cortar manos, narices y
orejas a indios e indias sin propósito, sino porque se les antojaba hacerlo…
Ítem, vi que llamaban a los caciques e principales indios que viniesen de paz
seguramente e prometiéndoles seguro, y en llegando luego los quemaban… Hacían
apuestas sobre quién de una cuchillada abría el hombre por medio, o le cortaba
la cabeza de un piquete o le descubría las entrañas… Entraban en los pueblos,
ni dejaban niños y viejos, ni mujeres preñadas ni paridas que no desbarrigaban
e hacían pedazos, como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos.
Tomaban
las criaturas de las tetas de las madres, por las piernas, y daban de cabeza
con ellas en las peñas. Otros, daban con ellas en ríos por las espaldas, riendo
e burlando, e cayendo en el agua decían: bullís, cuerpo de tal; otras criaturas
metían a espada con las madres juntamente, e todos cuantos delante de sí hallaban.
Hacían unas horcas largas, que juntasen casi los pies a la tierra, e de trece
en trece, a honor y reverencia de Nuestro Redemptor e de los doce apóstoles,
poniéndoles leña e fuego, los quemaban vivos.(3)
Bartolomé
concluye: “En cuanto al vasto continente, que es 10 veces más grande que toda
España, los colonizadores han destruido la tierra y a su gente. En los
últimos 40 años se han matado injustamente más de 12 millones de hombres,
mujeres y niños, aunque, en realidad temo que el número de los muertos sea de
más de 15 millones”.(4)
A la
larga, la reina Isabel, en el 1500 sacó a Colón de la gobernación debido a su
maltrato de los Taino; su reemplazante, no obstante, era del mismo molde
racista. Nuevamente intervino la reina en 1503 con un decreto que tenía la
intención de proteger a los pueblos nativos del trabajo forzado, y en 1511 un
fraile llamado Antonio de Montesinos predicó que era un pecado abusar de ellos.
Pero al siguiente año se pasaron leyes para fortalecer el dominio español (y
prohibir que los nativos andaran desnudos, como si la desnudez fuera una mayor
preocupación que la esclavitud y la violación sexual). Y en 1513 el gobierno
español creó una especie de documento sobre “derechos del detenido” que se leía
(en español, incomprensible para los indígenas) a aquellos a quienes se estaba
por conquistar. Era el resumen del evangelio como ellos lo entendían; era el
corazón de su mensaje, su “buena noticia”, la metanarrativa que legitimaba su
supremacía blanca y cristiana:
“De
parte del muy alto e muy poderoso y muy católico defensor de la Iglesia,
siempre vencedor y nunca vencido, el gran rey don Hernando el Quinto de las
Españas… y de la muy alta y muy poderosa señora la reina Doña Juana, su muy
cara e muy amada hija, nuestros señores, Yo, Pedrarias Dávila, su criado,
mensajero y capitán, vos notifico y hago saber cómo mejor puedo: Que Dios
Nuestro Señor, uno y eterno, crió el cielo y la tierra y un hombre y una mujer,
de quien nosotros y vosotros y todos los hombres del mundo fueron y son
descendientes y procreados, y todos los que después de nosotros vinieren…
De
todas estas gentes Nuestro Señor dio cargo a uno, que fue llamado San Pedro,
para que de todos los hombres del mundo fuese señor e superior, a quien todos
ovedeciesen, y fuese cabeça de todo el linaje humano donde quiera que los
honbres viviesen y estubiesen, y en cualquier ley, seta o creencia, y diole a
todo el mundo por su reino, señorío y jurisdicción.
Uno
de los Pontífices passados que en lugar deste sucedió en aquella silla e
dignidad que he dicho, como señor del mundo, hizo donación destas Islas y
Tierra Firme del mar Océano a los dichos Rey e Reyna y a sus subcesores en
estos reinos, nuestros Señores, con todo lo que en ellas ay…
Por
ende, como mejor puedo vos ruego y requiero que entendais bien esto que os he
dicho, y toméis para entenderlo y deliberar sobre ello el tienpo que fuere
justo, y reconoscais a la Iglesia por señora y superiora del universo mundo….
Si
no lo hiciéredes, o en ello dilación maliciosamente pusiéredes, certificoos que
con el ayuda de Dios yo entraré poderosamente contra vosotros y vos haré guerra
por todas las partes y maneras que yo pudiere, y vos sujetaré al yugo y
obidiencia de la Iglesia y de Sus Altezas, y tomaré vuestras personas y de vuestras
mugeres e hijos y los haré esclavos, y como tales los venderé y disporné dellos
como Su Alteza mandare, y vos tomaré vuestros bienes, y vos haré todos los
males e daños que pudiere, como a vasallos que no obedecen ni quieren recibir a
su señor y le resisten y contradicen. Y protesto que las muertes y daños que
dello se recrecieren sea a vuestra culpa, y no de Sus Altezas, ni mía, ni
destos cavalleros que conmigo vinieron. Y de cómo lo digo y requiero, pido al
presente escribano que me lo dé por testimonio sinado, y a los presentes ruego
que dello sean testigos”. (5)
Tristemente,
esta mortal combinación de racismo, imperio y cristianismo no fue una
excepción: fue la norma. Horribles atrocidades cristianas, enraizadas en la
supremacía cristiana blanca, se propagaron como gangrena en su forma católica a
lo largo y ancho del Caribe, Centroamérica y Sudamérica, y en su forma
protestante en lo que ahora es Estados Unidos.
Si más
cristianos hoy reunieran el valor para tomar en serio el lado oscuro de nuestra
historia, nos daríamos cuenta del nivel hasta el cual nuestra religión todavía
interpreta la Biblia de la misma manera en que lo hicieron nuestros errados
ancestros. (No, no sacamos las mismas conclusiones, pero no hemos ni reconocido
ni rechazado el método de leer la Biblia que hicieron aceptables esas
interpretaciones inaceptables.) Si enfrentamos nuestro pasado, notaremos
cuántos centros de poder dentro de la comunidad cristiana aún llevan ocultas
tras sus espaldas las cartas de la supremacía cristiana blanca y el privilegio
cristiano blanco, a menudo sin darse cuenta de que lo hacen, y como resultado
repetidamente se encuentran aliados a los opresores en vez de los oprimidos.
Veremos tras la cortina, para decirlo de una manera, y quedará expuesto cuántos
cristianos todavía beben los mismos viejos cócteles: de Dios y el oro
(incluyendo el “oro negro” de los combustibles fósiles), del cristianismo y la
supremacía blanca, del cristianismo y los privilegiados, de cristianismo y
colonialismo, de cristianismo y excepcionalismo, de cristianismo y violencia.
Hay
una historia que los cristianos hemos ocultado de nuestros hijos y de nosotros
mismos. Es hora de que se cuente esa historia.(6)
_________
- Lectura completa
de la Bula Romanus Pontífex del Papa Nicolás http://www.biblioteca.tv/ artman2/publish/1455_325/Bula_
Romanus_Pont_fex_del_Papa_ Nicol_s_V_concedien_1000_ printer.shtml
- Sobre la historia
no contada de Cristóbal Colón ver el libro de Thom Hartmann The Last
Hours of Ancient Sunlight (Las últimas horas del sol ancestral, New
York: Broadway Books, 2004), pp. 50ff. Ver también mi libro Why did
Jesus, Moses, The Buddha, and Mohammed Cross de Road? (¿Por qué
Jesús, Moisés, el Buda y Mahoma cruzaron la carretera? New York: Jericho,
2012), capítulos 9 a 11.
- Bartolomé de las
Casas http://www.eumed.net/textos/ 07/fbc/v.htm
- Bartolomé de las
Casas http://ciudadseva.com/texto/ brevisima-relacion-de-la-
destruccion-de-las-indias/
- Requerimiento que
se ha de leer a los indios (1513) http://portalacademico.cch. unam.mx/materiales/prof/
matdidac/sitpro/hist/mex/mex1/ HMI/IndigenasCol.pdf
- El año que viene
mi amigo indígena norteamericano Mark Charles publicará su libro sobre
este tema. http://wirelesshogan.blogspot. com/
- Fragmento adaptado
por Brian McLaren del capítulo 4 de su último libro The Great
Spiritual Migration(Convergent Books, 2016).
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