Por. Gustavo
Gómez Pascua, Argentina
La
Reforma del Siglo XVI no fue algo aislado de su contexto social y político, y
muchos actores participaron de manera directa o indirecta en ese cambio de
paradigma. Martín Lutero es sin duda el más conocido, pero estaban también
Felipe Melanchton, Juan Calvino, Erasmo, Farel, Cranach, Zuinglio y Giménez de
Cisneros entre otros que comienzan a reflexionar sobre búsquedas e inquietudes
similares. Y ciertamente no fue una tarea solo de varones. Hubo mujeres que
estaban en las mismas búsquedas, como Katarina von Bora, Katherine Zell, Argula
von Grumbach, Ildette Bure, Katharina Kreuter y Elisabeth Brandenburg, entre
otras. Nombres insignes, algunos más reconocidos que otros, que se abocaron a
la Reforma como tarea del aquí y ahora, de su presente, sin imaginar la
trascendencia de lo que estaban emprendiendo.
500
años más tarde, la Reforma es ciudadana del mundo. En aquel tiempo Alemania no
era una potencia como hoy sino una región marginal. Pero ese pequeño revuelo
religioso iniciado en la periferia de Europa ha permeado e influenciado no solo
la religión sino el arte, la educación, la economía y la política. Y ha salido
de Europa hacia todos los continentes. Se habrán imaginado los reformadores que
500 años después las iglesias luteranas más grandes serían las africanas?
Seguramente no, ya que no se imaginaban iglesias “luteranas” separadas. Y tampoco
se habrán imaginado que desde el sur de América, esta parte del mundo recién
“descubierta” y solo marginalmente considerada por Lutero, íbamos a estar
reflexionando -en castellano!- sobre la Reforma.
Es
evidente que la Reforma ha sido tanto testigo como parte activa de una
impresionante transformación del mundo. No ha sido la única ni la principal
fuerza transformadora, pero sin duda participó del conjunto de agentes de
cambio.
Y tan
transformado está 500 años después que por momentos nos parece algo ajeno,
extraño y difícil de abordar este mundo que la Reforma ha participado en
transformar.
Qué
tienen para decirle al mundo, para compartir con el mundo, las iglesias de la
Reforma hoy?
Por
momentos sentimos que nos “roban” un mensaje que nos perteneciera. Por eso los
500 años nos encuentran a veces murmurando con un poco de molestia que “ahora
todo el mundo se cuelga de la Reforma”. Sentimos que están jugando con algo que
no les pertenece, y que intentan quitarnos.
Pero
la Reforma no es un objeto para poner a resguardo. Ha sido un evento, con todo
lo inasible que es un evento, y hasta el día de hoy es un movimiento.
No
somos dueñxs del luteranismo ni de la Reforma como para que, que si no se juega
como nosotrxs queremos, nos vayamos llevandonos “la pelota” de la identidad
reformada y luterana debajo del brazo... Sepamos que el resto va a seguir
jugando.
Y en
realidad esto es una muy buena noticia.
Gracias
a Dios, que tampoco la existencia de la identidad de la Reforma depende de nosotros
y nosotras!
Entonces,
liberados y liberadas del peso de tener que custodiar la identidad luterana,
nos volvemos a la pregunta que habíamos dejado en suspenso: Qué tienen para
decirle las iglesias hijas de la Reforma a este mundo transformado, en parte,
por ellas mismas?
Y
siendo todavía más específicos: qué tiene para decirle a la sociedad
rioplatense la IELU?
En
1908, Silas Dougherty partió desde Pennsylvania, movido por un llamado a
compartir el mensaje cristiano desde la perspectiva luterana en Argentina, a
decir algo en este lugar.
Sin
duda eran otros tiempos. Sin duda debemos hacer una apreciación crítica del
componente colonial y patriarcal de ese modelo de misión. Pero podremos también
apreciar positivamente la profunda vocación, el sentido de llamado y el
compromiso y la valentía que constituían esa inmensa “quijotada1” de venir a predicar a gente
desconocida y en castellano, el lenguaje que ellas y ellos entendían -pero el
misionero no, o apenas?
Qué
riesgos deberemos correr las iglesias luteranas hoy? Ciertamente, los hombres y
mujeres de la Reforma hace 500 años, y también las y los que llegaron a
compartir su fe al Río de la Plata, corrieron riesgos, perdieron privilegios,
sufrieron incomodidades, soportaron críticas. Algunas y algunos perdieron sus
vidas, o las de personas queridas.
O será
que las quijotadas son de otra época y pasaron de moda, por lo que ahora vamos
a usar nuestra identidad luterana de refugio, o de escondite? Vamos a usar
nuestra herencia cristiana y luterana como un título de nobleza, o de
propiedad, que nos exime de poner el cuerpo y correr riesgos? En serio creemos
que la valentía de las generaciones que nos precedieron nos exime de ser
valientes y correr riesgos a nosotros y nosotras?
No
tiene sentido refugiarnos en la identidad, y no tiene sentido “proteger” una
identidad. El valor de una identidad se demuestra y se aquilata justamente
cuando se la pone en juego, cuando se la pone en diálogo. Cuando se la
arriesga.
Cuál
va a ser nuestra propuesta? En este sentido, la Comunión Luterana ha
sintetizado lo que tenemos para compartir con el mundo en algunos lemas, de los
cuales el central es que somos“Libres por la Gracia de Dios”. Esto es
una buena noticia (estamos liberadas, estamos liberados!), y es a la vez una
verdad incómoda; no nos liberamos por nuestra capacidad sino que la Gracia de
Dios lo hace. No nos ganamos la salvación, sino que la recibimos gratuitamente
de Dios. De esto se derivan tres sub-lemas muy prácticos y operativos para la
acción de la iglesia en el mundo: “la salvación no está a la venta” (que
nos conecta con los orígenes de la Reforma, la discusión sobre las
indulgencias, y también con las indulgencias modernas presentes en la “teología
de la Prosperidad”2, tan de moda), y “la
creación no está a la venta” y “los seres humanos no están a la
venta”, ambos con profundas implicancias ecológicas y económicas.
En
Argentina y Uruguay, luego de una larga serie de encuentros y debates (nuestra
ya célebre Planificación Estratégica Participativa), quienes hacemos la IELU
acordamos que estamos llamadas y llamados a ser iglesias
evangelizadoras y evangelizadas, con una espiritualidad comprometida y
diaconal, ministerios según los dones y talentos de las personas, y
fortaleciendo tanto la comunión y la comunicación como la buena mayordomía para
la sustentabilidad. Y sobre estas cinco líneas cada comunidad de fe está
construyendo su plan misional anual, enfatizando una u otra de las líneas de
acuerdo a sus necesidades y posibilidades.
Entonces,
tenemos un mensaje que compartir. Tenemos un plan general. Tenemos una visión
del mundo y de nuestro aporte al mundo, dentro del concierto ecuménico e
interreligioso.
Cada
generación tiene el deber y la libertad de expresar que significa hoy ser
herederos y herederas de la identidad (o mejor, las identidades) que la
atraviesan. Ahora nos toca a quienes vivimos en ésta época y en éste lugar.
Nadie lo puede hacer en nuestro lugar. Ni podemos vivir a cuenta de la “herencia”
de la fidelidad, la valentía y la pasión por la misión de quienes nos
antecedieron.
Buenos
Aires, Fiesta de la Reforma de 2017
Gustavo
Gómez Pascua- Pastor Presidente Iglesia Luterana
Unida
Wilma Elisabet Rommel – Pastora Vicepresidente
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1- En lenguaje informal, una quijotada es una acción valerosa
y arriesgada casi al extremo de la locura, como cuando Don Quijote ataca los
molinos de viento pensando que eran gigantes. Quiere decir asumir un riesgo
grande, y por pura nobleza y generosidad (sin pensar en un beneficio personal)
2- Se conoce como Teología de la Prosperidad a las propuestas que
buscan masividad y aceptación proponiendo que “Dios quiere que prosperes” solo,
o principalmente, en lo material (y a despecho de las necesidades de las
personas alrededor)
Fuente:
ALCNOTICIAS, 2017
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