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sábado, 28 de octubre de 2017

La Reforma, ¿movimiento o propiedad privada?

Por. Gustavo Gómez Pascua, Argentina
La Reforma del Siglo XVI no fue algo aislado de su contexto social y político, y muchos actores participaron de manera directa o indirecta en ese cambio de paradigma. Martín Lutero es sin duda el más conocido, pero estaban también Felipe Melanchton, Juan Calvino, Erasmo, Farel, Cranach, Zuinglio y Giménez de Cisneros entre otros que comienzan a reflexionar sobre búsquedas e inquietudes similares. Y ciertamente no fue una tarea solo de varones. Hubo mujeres que estaban en las mismas búsquedas, como Katarina von Bora, Katherine Zell, Argula von Grumbach, Ildette Bure, Katharina Kreuter y Elisabeth Brandenburg, entre otras. Nombres insignes, algunos más reconocidos que otros, que se abocaron a la Reforma como tarea del aquí y ahora, de su presente, sin imaginar la trascendencia de lo que estaban emprendiendo.
500 años más tarde, la Reforma es ciudadana del mundo. En aquel tiempo Alemania no era una potencia como hoy sino una región marginal. Pero ese pequeño revuelo religioso iniciado en la periferia de Europa ha permeado e influenciado no solo la religión sino el arte, la educación, la economía y la política. Y ha salido de Europa hacia todos los continentes. Se habrán imaginado los reformadores que 500 años después las iglesias luteranas más grandes serían las africanas? Seguramente no, ya que no se imaginaban iglesias “luteranas” separadas. Y tampoco se habrán imaginado que desde el sur de América, esta parte del mundo recién “descubierta” y solo marginalmente considerada por Lutero, íbamos a estar reflexionando -en castellano!- sobre la Reforma.
Es evidente que la Reforma ha sido tanto testigo como parte activa de una impresionante transformación del mundo. No ha sido la única ni la principal fuerza transformadora, pero sin duda participó del conjunto de agentes de cambio.
Y tan transformado está 500 años después que por momentos nos parece algo ajeno, extraño y difícil de abordar este mundo que la Reforma ha participado en transformar.
Qué tienen para decirle al mundo, para compartir con el mundo, las iglesias de la Reforma hoy?
Por momentos sentimos que nos “roban” un mensaje que nos perteneciera. Por eso los 500 años nos encuentran a veces murmurando con un poco de molestia que “ahora todo el mundo se cuelga de la Reforma”. Sentimos que están jugando con algo que no les pertenece, y que intentan quitarnos.
Pero la Reforma no es un objeto para poner a resguardo. Ha sido un evento, con todo lo inasible que es un evento, y hasta el día de hoy es un movimiento.
No somos dueñxs del luteranismo ni de la Reforma como para que, que si no se juega como nosotrxs queremos, nos vayamos llevandonos “la pelota” de la identidad reformada y luterana debajo del brazo... Sepamos que el resto va a seguir jugando.
Y en realidad esto es una muy buena noticia.
Gracias a Dios, que tampoco la existencia de la identidad de la Reforma depende de nosotros y nosotras!
Entonces, liberados y liberadas del peso de tener que custodiar la identidad luterana, nos volvemos a la pregunta que habíamos dejado en suspenso: Qué tienen para decirle las iglesias hijas de la Reforma a este mundo transformado, en parte, por ellas mismas?
Y siendo todavía más específicos: qué tiene para decirle a la sociedad rioplatense la IELU?
En 1908, Silas Dougherty partió desde Pennsylvania, movido por un llamado a compartir el mensaje cristiano desde la perspectiva luterana en Argentina, a decir algo en este lugar.
Sin duda eran otros tiempos. Sin duda debemos hacer una apreciación crítica del componente colonial y patriarcal de ese modelo de misión. Pero podremos también apreciar positivamente la profunda vocación, el sentido de llamado y el compromiso y la valentía que constituían esa inmensa “quijotada1” de venir a predicar a gente desconocida y en castellano, el lenguaje que ellas y ellos entendían -pero el misionero no, o apenas?
Qué riesgos deberemos correr las iglesias luteranas hoy? Ciertamente, los hombres y mujeres de la Reforma hace 500 años, y también las y los que llegaron a compartir su fe al Río de la Plata, corrieron riesgos, perdieron privilegios, sufrieron incomodidades, soportaron críticas. Algunas y algunos perdieron sus vidas, o las de personas queridas.
O será que las quijotadas son de otra época y pasaron de moda, por lo que ahora vamos a usar nuestra identidad luterana de refugio, o de escondite? Vamos a usar nuestra herencia cristiana y luterana como un título de nobleza, o de propiedad, que nos exime de poner el cuerpo y correr riesgos? En serio creemos que la valentía de las generaciones que nos precedieron nos exime de ser valientes y correr riesgos a nosotros y nosotras?
No tiene sentido refugiarnos en la identidad, y no tiene sentido “proteger” una identidad. El valor de una identidad se demuestra y se aquilata justamente cuando se la pone en juego, cuando se la pone en diálogo. Cuando se la arriesga.
Cuál va a ser nuestra propuesta? En este sentido, la Comunión Luterana ha sintetizado lo que tenemos para compartir con el mundo en algunos lemas, de los cuales el central es que somos“Libres por la Gracia de Dios”. Esto es una buena noticia (estamos liberadas, estamos liberados!), y es a la vez una verdad incómoda; no nos liberamos por nuestra capacidad sino que la Gracia de Dios lo hace. No nos ganamos la salvación, sino que la recibimos gratuitamente de Dios. De esto se derivan tres sub-lemas muy prácticos y operativos para la acción de la iglesia en el mundo: “la salvación no está a la venta” (que nos conecta con los orígenes de la Reforma, la discusión sobre las indulgencias, y también con las indulgencias modernas presentes en la “teología de la Prosperidad”2, tan de moda), y “la creación no está a la venta” y “los seres humanos no están a la venta”, ambos con profundas implicancias ecológicas y económicas.
En Argentina y Uruguay, luego de una larga serie de encuentros y debates (nuestra ya célebre Planificación Estratégica Participativa), quienes hacemos la IELU acordamos que estamos llamadas y llamados a ser iglesias evangelizadoras y evangelizadas, con una espiritualidad comprometida y diaconal, ministerios según los dones y talentos de las personas, y fortaleciendo tanto la comunión y la comunicación como la buena mayordomía para la sustentabilidad. Y sobre estas cinco líneas cada comunidad de fe está construyendo su plan misional anual, enfatizando una u otra de las líneas de acuerdo a sus necesidades y posibilidades.
Entonces, tenemos un mensaje que compartir. Tenemos un plan general. Tenemos una visión del mundo y de nuestro aporte al mundo, dentro del concierto ecuménico e interreligioso.
Cada generación tiene el deber y la libertad de expresar que significa hoy ser herederos y herederas de la identidad (o mejor, las identidades) que la atraviesan. Ahora nos toca a quienes vivimos en ésta época y en éste lugar. Nadie lo puede hacer en nuestro lugar. Ni podemos vivir a cuenta de la “herencia” de la fidelidad, la valentía y la pasión por la misión de quienes nos antecedieron.
Buenos Aires, Fiesta de la Reforma de 2017
Gustavo Gómez Pascua-       Pastor Presidente Iglesia Luterana Unida
Wilma Elisabet Rommel – Pastora Vicepresidente                                                   
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1-  En lenguaje informal, una quijotada es una acción valerosa y arriesgada casi al extremo de la locura, como cuando Don Quijote ataca los molinos de viento pensando que eran gigantes. Quiere decir asumir un riesgo grande, y por pura nobleza y generosidad (sin pensar en un beneficio personal)
2- Se conoce como Teología de la Prosperidad a las propuestas que buscan masividad y aceptación proponiendo que “Dios quiere que prosperes” solo, o principalmente, en lo material (y a despecho de las necesidades de las personas alrededor)


Fuente: ALCNOTICIAS, 2017

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