Por. Adelaida Jiménez Cortes- Colombia
Seguimos
como mujer insumisa nuestra caminada, intentando hacer escuchar nuestras voces
ante un estado que pareciera ciego, sordo e indiferente al dolor y sufrimiento, de
las mujeres afectadas por un sistema patriarcal que devora nuestra existencia.
En el recorrido por el país, venimos encontrando miles de historias
de mujeres con las vidas inconclusas, con sus rostros marcados,
desfigurados, y con la autoestima destrozada por unas violencias que no se
tiene, sino que se incrementa cada día más y arremete como una locomotora sobre
la vida de las mujeres y todo lo que las rodea.
Ante
esto, es importante, seguir repensando en las causas de las violencias
psicológica, sexual, emocional, verbal, física, patrimonial, económica,
socio-política y feminicida y como esta se da en nuestra sociedad mediante toda
una cultura de violencia. Entonces, es importante comprender lo que nos dice,
Croatto” que La violencia es siempre una manifestación de poder, y es
desencadenada por el deseo egoísta de “ser/tener/poder” más que otro, el cual
se convierte en su receptor y en el perjudicado real. La violencia no se
ejercita en el vacío sino sobre una persona y sus cosas.” Teniendo en cuenta lo
anterior, nos damos cuenta que justo por estas razones es que las violencias
ejercidas dentro del sistema patriarcal enraizada en la sociedad fruto de todo
un proceso de colonialidad se torna mucha más difícil superarla porque en este
proceso no solo el territorio fue colonizado sino toda la vida de las personas
con repercusiones profundas hacia las mujeres. Además, porque está siempre
aparece mediada por las relaciones de poder y por el deseo de posición,
sumisión de la otra persona y en nuestro caso de las mujeres o como lo refiere
la cultura patriarcal a lo que considere femenino.
Por
esto, ante los actos de violencia androcéntrica siempre se busca mostrar quien
tiene el poder y quien manda en las relaciones entre hombres y mujeres,
igualmente sucede ante los feminicidios, el agresor o victimario
busca desfigurar, marcar, destrozar todo lo que representa la feminidad en las
mujeres, es decir, su rostro, los senos, la vagina, a través de esas marcas
demuestra de quien es el cuerpo de la mujer, el victimario concibe el cuerpo
como un objeto y como es objeto es su posesión y con una posesión se puede
hacer lo que el victimario quiera, todo esto fundamentado bajo principios
machistas de poder y control.
Por lo
tanto, se hace fundamental que las mujeres y hombres reflexionemos sobre el
tema: Mujeres y violencias, porque estas no solo existen hace mucho tiempo en
la sociedad expresadas en el sistema patriarcal, sino que hoy, se continúan
reconfigurando y manifestándose de formas distintas que a veces no las
percibimos, y estas se dan través del proceso de colonialidad. Tal como lo indica,
Quijano, el sistema se reconfigura en “ la re-privatización de
los espacios públicos,(…), en la reconcentración del control del
trabajo, de los recursos de producción y de la producción – distribución; la
polarización social extrema y creciente de la población mundial; en la
exacerbación de la “explotación de la naturaleza”; en la manipulación y control
de los recursos tecnológicos de comunicación y de transporte (…) en la
mercantilización de la subjetividad y de la experiencia de vida de los individuos,
principalmente de las mujeres; (…). La “fundamentalización” de las ideologías
religiosas y de sus correspondientes éticas sociales, lo que re-legitima el
control de los principales ámbitos de la existencia social”
En
este sentido, nosotras percibimos las reconfiguraciones de las violencias desde
lo cotidiano a través de los referentes de la economía del mercado, de las
concepciones del cuerpo, de la sexualidad, de los espacios políticos y
religiosos a los cuales pertenecemos y que aún se fundamentan androcéntricamente,
los percibimos a través de los modelos de mujer que los medios masivos de
comunicación nos venden cada día.
Finalmente,
la realidad de las violencias que afectan directamente e indirectamente las
vidas de las mujeres están ahí, presentes en las esferas de la sociedad,
internalizadas en las prácticas cotidianas de las personas, en las relaciones
de poder, en nuestras formas de pensamientos y discursos. Es por esto, que
necesitamos avanzar en el estudio sobre las violencias y en la construcción de
mecanismos y estrategias que nos ayuden a pensar en vidas y lugares libres de
las violencias. ¿Te apuntas a reflexionar sobre las violencias que afectan tu
vida y la de tu comunidad?
La
autora es parte del Grupo de Investigación OIDHPAZ de la Corporación
Universitaria Reformada.
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Publicado
en http://lalibertad.com.co/- con permiso de la autora y Alcnoticias
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