¡Vos podes ayudarnos!

---
;

lunes, 18 de febrero de 2008

PLANTAR UNA HUERTA EN BABILONIA

Es un gozo para mi compartir con ustedes, el articulo de mi estimada amiga Nancy Bedford. Ella trasmite algo extraordinario en su escritura, que nos deja perplejo y sobre todo que nos invita a seguir leyendo. Su articulo comienza de la siguiente manera:
"Hace ya un lustro que vivo con mi familia “en el corazón/de la grande Babilón” –en palabras de Manu Chao- y me ha llevado todo ese tiempo poder darme cuenta que una de las cosas que tendría que estar haciendo acá es plantar una huerta. Hace tiempo que se me cruza por la cabeza un texto de Jeremías, donde el profeta les manda una carta con consejos (de parte de Yahvé) a los desterrados de Judá en Babilonia: “Edifiquen casas y habítenlas, planten huertos y coman su fruto. Cásense con la gente del lugar, y tengan hijos; no hagan huelga de vientres. Busquen el bien de la ciudad donde los he puesto y oren por ella, porque en su paz ustedes tendrán paz” (paráfrasis de Jeremías 29,5-7). En el pasaje, la idea es que uno no puede vivir solamente despotricando contra el imperio, sino que en los intersticios cabe cultivar y construir, pues resulta que eso también puede ser una práctica creativa de resistencia y transformación.

Sin embargo, no siempre es tan fácil ponerse a cultivar o construir. El primer año que viví en el hemisferio norte, no sentía ánimo suficiente como para tener siquiera una macetita con una planta en nuestro departamento. Ya era suficientemente difícil transplantar a nuestras hijas y tratar de comenzar a hacer una vida y una teología desde otra latitud; no me resultaba posible pensar en plantar semillas ni en echar raíces, ni siquiera en maceta. El segundo año, una señora de la iglesia a la que pertenecemos me regaló una planta. Después de unos días, veía que se le iban cayendo las florcitas blancas, pero no lograba superar la ambigüedad frente a la necesidad de fomentar la vida –más allá de la vida de mis hijas y de mi familia inmediata- en Babilonia. Hice poco y nada por salvarla, y muy pronto se marchitó. Sin embargo, el gesto de mi amiga (que cuando le pregunté hace poco me dijo que ni se acordaba de habérmela regalado) debe haber movilizado algo, porque ya al tercer año el arraigo ya fue suficiente como para que sintiéramos de golpe que sin plantas en la casa había algo profundamente árido en nuestras vidas. En el cuarto año ya habíamos llenado de macetas toda la casa, y además habíamos agregado fauna a la flora, pues conviven con nosotros también dos peces y un conejo (que a veces se come las plantas). Mientras escribo estas palabras siento el aroma de los malvones y disfruto del verdor de las plantas de interior que me rodean, aunque afuera esté nevando. En este quinto año nos hemos anotado para cultivar un rinconcito de un jardín comunitario municipal, y en la primavera espero poder lanzarme al cuidado de una huertita orgánica con la ayuda de las nenas. Mientras tanto, hemos ido coleccionando unos cuantos frascos vacíos, pensando ya en las conservas de las que vamos a poder disfrutar el invierno que viene."
Leer el artículo completo pulsando aquí
Fuente: Lupaprotestante, 18 de Febrero, 2008.

No hay comentarios: