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sábado, 25 de diciembre de 2010

“HA NACIDO UN NIÑO”: HACIA UNA NAVIDAD MÁS PLENA Y RESPONSABLE

Por. Leopoldo Cervantes-Ortiz, México*

Cristo se hizo hombre de su pueblo y de su tiempo: vivió como un judío, trabajó como un obrero de Nazaret y desde entonces sigue encarnándose en todas las personas. Si muchos se han alejado de la Iglesia, es precisamente porque la Iglesia se ha alienado un poco de la humanidad. Pero una Iglesia que sepa sentir como suyo todo lo humano y quiera encarnar el dolor, la esperanza, la angustia de todos los que sufren y gozan, esa Iglesia será Cristo amado y esperado, Cristo presente.[1] Óscar A. Romero

1. Navidad: la fiesta del Dios-con-nosotros

La escueta enunciación de Mateo acerca del nacimiento de Jesús es una muestra de cómo su “opción navideña” consistió en narrar los sucesos desde una perspectiva popular, pero no por ello menos seria, y también desde una visión basada en las profecías antiguas. Luego de presentar la genealogía de Jesús para presentarlo como descendiente del rey David, su apuesta inicial, desarrollada consistentemente en el resto del relato, plantea un conflicto acerca de la paternidad de Jesús (Mt 1.18-19), el cual se resuelve únicamente por la intervención sobrenatural de un ángel para confirmar el origen del niño (v. 20). Los nombres anunciados para el niño, Jesús y Emmanu-El, el primero ligado a la historia antigua de salvación (sinónimo actualizado de Josué y Oseas), y el segundo en relación con la profecía de Isaías sobre la cercanía de Dios (vv. 22-23, “Dios-con-nosotros”), destacan la intervención de Dios en medio de los conflictos de su pueblo. La intervención del Espíritu, como una especie de “tercero en discordia”, convence a José de sumarse al proyecto divino: es una historia de fe y convencimiento (v. 24).
José “despierta del sueño” y experimenta una conversión a los incomprensibles planes de Dios: primero recibió a su mujer (v. 24b) y después asumió la paternidad del niño adjudicándole el nombre sugerido por el ángel (v. 25b). La materialidad de la vida cotidiana se impone, subraya Mateo, quien agrega que la relación conyugal entre María y José no fue una ficción. Jesús es colocado, así, en medio de una historia de amor, en el seno de una familia común y corriente para participar de la vida de su pueblo sin ninguna forma de fingimiento. Y lo primero que va a aflorar en la historia es el conflicto con el poder, pues la narración mateana, aunque no insiste como lo hace Lucas, en subrayar las responsabilidades civiles de la pareja para justificar su viaje hacia Belén, presenta al antagonista político e ideológico de Jesús sin medias tintas ni eufemismos. El cap. 2 inicia con la figura de Herodes, el gobernante autosuficiente, contrapuesto a la de los visitantes extranjeros que buscan al Mesías judío, en abierto contraste con las inclinaciones nacionalistas de un judaísmo cerrado y conservador. Esa línea de pensamiento viene desde la genealogía del cap. 1, en la que sorpresivamente aparecen integradas, con todo derecho, varias mujeres extranjeras. Ahora, los magos representan el tipo de audiencia que Mateo supone como esperable en el marco de la misión futura de Jesús. Su fe e insistencia en adorar al “rey de los judíos” (2.2b) se opuso radicalmente al boato y magnificencia en los que vivía el poderoso aunque sumiso Herodes, una especie de virrey con aspiraciones.
La cercanía de Dios, materializada en el Niño de Belén, surge en medio de una feroz oposición por parte del poder espurio de Herodes, el idumeo que usurpaba el papel de rey en medio de un judaísmo sometido, tan contrario al espíritu de los Macabeos, por ejemplo, que no puede producir sino repulsión. Se trataba de un gobernante falso y entreguista, un instrumento al servicio de los invasores. De ahí que la sola mención de otro “rey de los judíos” que pusiera en entredicho su lugar político debía producirle un rechazo automático y una “turbación” de grandes proporciones que el texto no esconde (v. 3). Su estrategia homicida y genocida, desatada con la misma orientación que la realizada por el Faraón egipcio en la época del éxodo, coloca a este lacayo del imperio romano en la línea de los gobernantes autoritarios y criminales de todas las épocas. La cercanía de Dios, en este horizonte político y estructural, vendría a mostrarse como una fuerza espiritual contracultural que debería superar el rechazo de los poderosos para afirmarse como una forma efectiva de resistencia creativa al poder asesino. Así es como debe leerse la estrategia divina para librar al niño de la muerte. Jesús va a realizar la presencia de Dios en medio de su pueblo de una manera completamente nueva.
2. Una Navidad más plena y responsable: una lectura “desde abajo”
Los magos, hombres poderosos e ilustrados, astrólogos para mayores señas, se toparon con una señal extraordinaria y fueron conducidos hasta Belén para presentar sus ofrendas al verdadero rey (v. 9). La sociedad judía y su gobernante sometido reaccionan en el mismo sentido, pues la alienación de que son presa les impide reaccionar favorablemente, es decir, para sumarse a la iniciativa de establecer la cercanía de Dios. El poder divino es suplantado por una autoridad política sumamente cuestionada.
Este rey que ha nacido se contrapone al reinante, Herodes. Los judíos no se han percatado del nacimiento del nuevo rey, pero sí los paganos; son éstos los que anuncian su nacimiento al pueblo de Dios. Agitación de Herodes, siempre sospechoso de posibles pretendientes al trono, y de la ciudad entera, al unísono con el tirano que la domina. Ante la noticia, Jerusalén tiene la misma reacción que el rey, no ve en el que ha nacido un posible liberador. De hecho, el pueblo no hará esfuerzo alguno por encontrarlo.[2]
La lectura social y política del nacimiento de Jesús de Nazaret (un cambio de régimen por el nacimiento de un nuevo gobernante) obliga a replantearse las implicaciones del nombre “Dios-con-nosotros” (quien viene a reinar pero no solamente en los corazones, según la interpretación más “romántica”) mediante una serie de claves espirituales y culturales que “liberen” a la fiesta navideña de los grilletes con que el mercado económico la han secuestrado, pues la entregan más como un producto de consumo que como una posibilidad de redención y con ello siguen atentando contra su capacidad transformadora. Por eso, en países como Uruguay, el más laico de América Latina, paradójicamente la fiesta misma es rescatada de las garras del consumismo al proponerla como una festividad laica, ligada a la celebración de la vida familiar.[3] La cercanía de Dios tiene que ser vivida, hoy, de una manera casi clandestina, contracultural, de manera similar a Jesús, quien comenzó a recorrer el camino histórico de su pueblo.
Rafael Aguirre, estudioso español del significado socio-cultural de los orígenes del cristianismo, ha escrito estas palabras sobre lo que estuvo en juego durante la primera Navidad:
Los relatos que están en el origen de la cultura navideña son literatura subversiva, presentan una visión desde abajo que denuncia el orden romano y la teología imperial que lo legitimaba. Pero hoy normalmente no se capta la carga crítica de su lenguaje disfrazado, porque leemos desde arriba lo que está escrito desde abajo. La cultura, gestada por el cristianismo, al hacerse dominante ha sofocado la carga innovadora que tenía en sus orígenes, cuando era aún un fenómeno contracultural.[4]
Con todo esto en mente es posible atisbar, en medio de tantas distracciones “navideñas”, el sentido en que la fiesta alrededor del nacimiento de Jesús puede y debe ser vivida como un instante supremo en el esfuerzo porque su nombre simbólico (Emmanu-El) se vuelva una realidad, esto es, que se asuma con responsabilidad para tratar de hacer plena esa compañía divina. De otra manera, la historia humana seguirá estando marcada por un derrotero sin rumbo claro y seguiremos en la necesidad de utilizar un “lenguaje disfrazado” para referirnos a la misma realidad, pero desde otra perspectiva, casi oculta y, evidentemente, más contestaría y profética. Celebrar el nacimiento de Jesús implica, más bien, alejarse del adocenamiento impuesto por el consumismo y rescatar su significado como posibilidad efectiva de un nuevo inicio, comenzando con las estructuras petrificadas del poder en turno, para pasar a los demás niveles con fe y esperanza.
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[1] Cit. por David Nacho, “Nos hiciste para ti. Reflexiones para el Adviento”, en www.kairos.org.ar/blog/?p=475.
[2] J. Mateos y F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Madrid, Cristiandad, 1982, p. 27.
[3] Así lo manifiesta el editorial del diario El País: En los tiempos que vivimos, es corriente que este deber no se cumpla o no se cumpla como se debe cumplir. Por ello, la renovación constante de la evocación de la llegada del Mesías tiene que actuar como estímulo para que todos, sin excepción, en esta noche de Paz y de Amor que nos recuerda el villancico, acudamos por un instante a un sitio de nuestros corazones para reflexionar y hacer un examen de nuestras conciencias”, www.elpais.com.uy/101224/predit-537426/editorial/feliz-navidad En Cuba también se vive de otro modo la Navidad: cf. J.A. Paz, “La Navidad te saluda”, en http://alcnoticias.net/interior.php?lang=687&codigo=18696 23 de diciembre de 2010. En España hay solicitudes de eliminar la fiesta del calendario oficial.
[4] R. Aguirre, “El lenguaje disfrazado de la Navidad”, en El Correo, Vizcaya, 24 de diciembre de 2010, www.elcorreo.com/vizcaya/v/20101224/opinion/lenguaje-disfrazado-navidad-20101224.html. Énfasis aagregado

*Fuente: Leopoldo Cervantes - Ortiz, Teólogo mexicano

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