De entre todas las personas que a lo largo de la Historia han defendido a la mujer, su dignidad y derechos frente a toda explotación e injusticia, abriendo una puerta grande a su condición de seres humanos iguales en todo a los varones, Jesús de Nazaret es el que mejor lo ha hecho. Los relatos evangélicos no dejan resquicio a la duda.En efecto, Jesús sigue siendo el mejor ejemplo porque actúa sin fisuras para erradicar cualquier rechazo humano o condena legal socio religiosa a las que, ya entonces, estaban abocadas las mujeres por serlo. En aquella Palestina, las mujeres estaban marginadas y se encontraban entre las más pobres (sobre todo las viudas); no podían sobrevivir a menos que fueran parte de un hogar patriarcal, con lo que eso significaba. No era bien visto que un hombre conversara con una extraña, y las reglas prohibían encontrarse a solas con una mujer, mirarla si estaba casada e incluso saludarla. Era un deshonor para un alumno de los escribas hablar con una mujer en la calle. No digamos para un escriba.
En el templo y en la sinagoga varones y mujeres estaban rigurosamente separados, las mujeres siempre en lugares inferiores, secundarios. En el templo las mujeres solo tenían acceso hasta el patio reservado para ellas y solo podían escuchar. Ellas eran invisibles además de impuras e inferiores, y no tenían poder alguno. Solamente partiendo de este trasfondo de la época podemos apreciar plenamente la postura de Jesús ante la mujer como un acontecimiento inaudito.
Resulta impactante la actitud radicalmente inclusiva de Jesús con todas las mujeres que se cruzaron en su vida, cuasi invisibles y sin poder ni influencia sobre nadie. Jamás se le atribuye a Jesús algo que pudiera resultar lesivo, marginador de la mujer ni discriminatorio. Nunca se refiere a ellas como algo malo, ni en ninguna parábola aparece como persona inferior a pesar de las leyes existentes. Tampoco les previene nunca a sus discípulos de la tentación que podría suponerles una mujer, como entonces era frecuente. Para Jesús, la mujer tiene la misma dignidad y categoría que el hombre. Por eso, su círculo de amistades es mixto, en el que hombres y mujeres viven y viajan juntos, mantiene amistad con ellas y las defiende cuando son injustamente censuradas.
Contra todo pronóstico socio religioso, algunas le acompañaban en la predicación junto a sus discípulos: María la de Cleofás, Juana, mujer de Cusa, mayordomo de Herodes, entre otras. Algunas incluso eran mujeres a las que Jesús había curado de malos espíritus -como fue el caso de María la Magdalena-, lo que entonces se entendía por estar dominadas por las fuerzas del mal; es decir, gente sospechosa. Sin olvidar que la mujer samaritana -pagana, cismática y pecadora- es la única persona que recibe la revelación de Jesús como Mesías y se convierte en misionera consiguiendo que su pueblo crea en Él.
Curiosamente, a Jesús no le acusaron de ser un libertino o mujeriego. A Jesús lo acusaron de blasfemo, de agitador político, de endemoniado, de estar perturbado y loco, a pesar de su amor lleno de ternura, compasión y misericordia infinitas, de delicadeza, que busca la fraternidad como signo de su Reino. Jesús escandaliza a los fariseos al valorarles menos que a las prostitutas, porque ellas creyeron en el amor mientras que ellos solo estaban pagados de sí mismos. Suena muy actual.
Publicado en: Noticias de Navarra,7/03/11 y ALCNOTICIAS
No hay comentarios:
Publicar un comentario