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martes, 9 de agosto de 2011

Job y el drama humano (I)

Quien se interese por la Biblia y la literatura acabará dando vueltas en torno al libro de Job como un satélite. Northrop Frye (A la memoria de Marina Ramírez)

No cabe duda de que cada nuevo acercamiento a la figura de Job, desde la fe o fuera de ella, resulta en una multitud de nuevas iluminaciones sobre el drama humano que encarnó como pocos.

Para ello tampoco importa demasiado la perspectiva ideológica con que se aborde el relato de este libro bíblico sapiencial, clasificado así por la tradición religiosa a la que pertenece para tratar de hacerlo más inteligible en el marco de la fe judía y que lo coloca al lado de otro libro particularmente complicado como es el llamado Qohélet o Eclesiástés, cuya proyección rebasa los linderos de la ortodoxia. La fascinación que ha ejercido sobre una amplia gama de espíritus disímbolos como Goethe, Byron, Chesterton, Carl G. Jung, María Zambrano, Octavio Paz, Fernando Savater y Elie Wiesel, entre otros, se explica por la manera en que procesa el problema humano del sufrimiento sin causa. La historia de Job y la incomprensión de sus amigos ha llenado miles de páginas de análisis y reflexión. Además, la apuesta que Dios hace al principio con el Satán sobre la integridad del protagonista del libro (en la primera sección en prosa) y la manera en que es refutada la teoría religiosa de la retribución divina son, quizá, los aspectos más complejos de una trama que no encaja con la imagen piadosa tradicional que se tiene de Job. Su énfasis en la manera en que éste exige una respuesta divina tampoco es fácil de digerir, si es que se está acostumbrado a ver en los personajes bíblicos una práctica religiosa gris o plana.

El austriaco Joseph Roth, inspirado en la historia, la actualizó en una novela inquietante, editada originalmente en 1930. [1] De los autores que escriben en español, Zambrano escribió un texto ya clásico sobre el tema, “El libro de Job y el pájaro”. [2] Paz, por su parte, en el discurso con que recibió el Premio Jerusalén en 1977, resumió de esta manera el dilema del libro (citando versículos de la versión de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera):

El diálogo que entabla Job con Dios no es un diálogo entre dos leyes sino entre dos libertades. Job no niega su miseria ontológica -Dios es el ser y el hombre está roído por la nada- pero desde su misma insignificancia afirma el carácter irreductible y singular de su persona. Job es Job y reclama el reconocimiento de su particularidad. En esta exigencia, simultáneamente justa e insensata, reside el fundamento de la libertad y su carácter indefinible: la libertad es lo particular frente a lo general, la partícula de ser que escapa a todas los determinismos; el residuo irreductible y que no podemos medir. El verdadero misterio no está en la omnipotencia divina sino en la libertad humana. [3]

Paz dialoga notablemente con el texto bíblico y traslada sus observaciones al terreno de la discusión sobre la libertad, un tema que lo apasionó siempre. De Savater es Diario de Job, de1983, una novela que traslada las angustias del personaje bíblico al mundo moderno. Desde México, en El lado oscuro de Dios, obra muy sugerente, otra filósofa, Isabel Cabrera, dedica una sección completa al Dios de Job y, luego de unas páginas sobrecogedoras sobre el episodio del sacrificio de Isaac por parte de Abraham, escribe cosas como éstas: A pesar de su aparente sencillez, el texto está poblado de inquietudes: ¿es la fe un disfraz del temor o del interés personal?, ¿hasta qué punto Dios es responsable de lo que sucede a los hombres?, ¿por qué sufren quienes no merecen sufrir?, ¿qué sentido tiene la vida cuando es sólo sufrimiento?; de cara a la muerte, ¿no es la vida un afán inútil? […]... el dios de Job no es tan remoto; Job lo padece y lo tiene encima, lo reconoce en sus males, Yahveh es quien lo “hiere”, lo “atormenta” y lo “aplasta”. Y, al final, es Yahveh quien, desde la tormenta, le señala una dirección en la cual mirar. El dios de Job calla, pero no por eso se ausenta, es un dios de silencios elocuentes. […]

El Job de la prosa es un Job paciente que se resigna frente a un dios del que sólo ha oído hablar; el de la parte poética, en cambio, es un Job impaciente que se enfrenta a Dios con la dignidad que le da su inocencia y que no calla hasta quedar convencido.[…]… Job merece la bendición de este dios y padece su maldición, su grito es un reclamo porque Yahveh está violando el pacto, su alianza con el hombre. En este sentido, Job es sobre todo un rebelde que se alza contra un dios que no respeta el dogma heredado, que no garantiza la ecuación “virtud-felicidad, culpa-sufrimiento”. En efecto, Job es un texto profundamente crítico que pone en duda y socava —quizá de manera irreversible— la concepción tradicional sobre la justicia de Dios y la obediencia de los hombres. […]

Job es un predecesor de Cristo y el texto que narra sus quejas pertenece a una fase inferior de la evolución de una religión superior, el cristianismo. […] La auténtica fe religiosa, dice Kant, debe incluir la creencia en otra vida, sólo esto salva la doctrina de la retribución, y sólo salvando la doctrina de la retribución podemos salvar a Dios. Un dios que no recompense al justo no merece existir, el dios de Job tiene que cambiar. [4]

Se trata de un abordaje intenso y apasionado, no obstante su talante reflexivo y analítico. A su vez, los exegetas y teólogos, como parte de su labor de profundización en el mensaje bíblico, han trabajado su contenido de maneras muy variadas. Luis Alonso Schökel le dedicó un comentario amplio, así como Jorge Pixley y Gustavo Gutiérrez, ambos desde la vertiente de la teología de la liberación. [5]

Todo ello (y más) viene a la mente a la hora de acercarse al más reciente estudio del erudito español Julio Trebolle Barrera y de Susana Pottecher (Madrid, Trotta, 2011), quienes previamente han publicado Libro de los Salmos. Himnos y lamentaciones (2001). Él es muy conocido por su monumental trabajo La Biblia judía y la Biblia cristiana (1993) , reeditado varias veces. La primera parte es una nueva versión completa del libro y el primer capítulo se ocupa del personaje en varios de sus aspectos más llamativos. Dos de ellos, la tradicional “paciencia” de Job y la disputa sobre la doctrina de la retribución, hacen que esa sección sea especialmente atendible. Sobre la primera, aclara que el verbo con que la carta de Santiago (5.11) alaba la supuesta actitud paciente de Job ( hypoménein ), en realidad se refiere a su resistencia y entereza para soportar la adversidad. Job sería, entonces, “un ‘resistente esperanzado’ frente a sus propias confesiones, en las que dice esperar sólo la muerte y el Seól y en las que parodia el significado del símbolo del árbol, que no es ya el vivo y robusto que simboliza el renacer continuo de la vida, sino el talado y muerto que revela el destino final del ser humano. Esta contraposición entre la resistencia esperanzada del Job de la prosa y la rebelde desesperanza del Job de la poesía mantiene en tensión las dos partes de la obra”. [6]

Sobre la doctrina de la retribución, se subraya que los amigos de Job representan el apego a la creencia tradicional y que Job espera una recompensa en esta vida, no en otra. La doctrina citada, esto es, la esperanza en que Dios tratará siempre al justo como corresponde, es puesta en entredicho por los males sucedidos a Job, paradigma de la rectitud: “el mal provoca un dolor incompatible con la bondad y la omnipotencia divinas” (p. 108). Ese conflicto moral es uno de los puntos más álgidos de todo el libro.
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[1] J. Roth, Job. Barcelona, Acantilado, 2007.
[2] M. Zambrano, “El Libro de Job y el pájaro”, Papeles de Son Armadans, año XIV, tomo LV, núm. CLXV, pp. 249-276. Recogido en El hombre y lo sagrado. México, FCE, 1973.
[3] O. Paz, “Discurso de Jerusalén”, en Obras completas. Vol. 10, México, Fondo de Cultura Económica, 1996, p. 647. Disponible en la hemeroteca virtual de la revista Letras Libres: www.letraslibres.com
[4] I. Cabrera, El lado oscuro de Dios. México, Paidós-UNAM/Facultad de Filosofía y Letras, 1998, pp. 83, 85, 87-88, 89. Énfasis agregado.
[5] Cf. L.A. Schökel y J.L. Sicre, Job. Comentario teológico y literario. Madrid, Cristiandad, 1983; J. Pixley, El libro de Job. Comentario bíblico latinoamericano. San José, Seminario Bíblico Latinoamericano, 1982; y G. Gutiérrez, Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente. Una reflñexi+ón sobre el libro de Job. Salamanca, Sígueme, 1986 (Pedal, 183).
[6] J. Trebolle Barrera y S. Pottecher, Job. Madrid, Trotta, 2011, p. 99.

Autores: Leopoldo Cervantes-Ortiz
©Protestante Digital 2011

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Para el siempre polémico, pero notable crítico literario Harold Bloom, gran aficionado a los temas religiosos (hay que recordar sus libros sobre la tradición yahvista, la literatura sapiencial y La religión en Estados Unidos, así como su magnífica edición de textos críticos sobre la Biblia, entre otros), dos de los mejores analistas del libro de Job y el drama ahí expuesto han sido “dos protestantes convencidos”: Siga leyendo la segunda parte de Job y el drama humano (II)

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