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lunes, 19 de septiembre de 2011

DISCERNIMIENTO CRISTIANO EN LAS COYUNTURAS HISTÓRICAS

Por. Leopoldo Cervantes-Ortiz, México

1. ¿Qué es el discernimiento cristiano?

Discernir es un verbo bíblico referido a la capacidad de análisis con que una persona de fe puede desmenuzar la realidad para alcanzar un criterio que guíe su pensamiento y práctica. En I Corintios 2.14-16, el apóstol Pablo señala que los y las creyentes en Jesucristo pueden practicar un “discernimiento espiritual” (pneumatikós anakrinetai) que les permite juzgar sin ser juzgados/as. Y concluye al afirmar que esto es posible porque ellos tienen “la mente de Cristo” (Christou exomen). Al no poseer “el espíritu del mundo” (2.12a: pneuma tou kosmou) sino el que proviene de Dios, cada creyente, por la obra misma del Espíritu Santo, se “conecta”, por decirlo así, con la mente de Cristo, es decir, con su pensamiento dominante o central, y a partir de ahí sitúa todas las cosas en la dimensión espiritual, la que se espera que domine, a su vez, la mente de cada creyente salvo por él. De esta manera, el apóstol sugiere que en cada dimensión de la “existencia presente” es posible acceder a la fuente suprema de decisión y así encaminar el rumbo de la persona sin temor.
Semejante planteamiento surgió de la necesidad de forjarse una visión sólida acerca de las cuestiones espirituales, algo a lo que todos los creyentes están llamados para redefinir continuamente su lugar en el mundo delante de Dios, su redentor a través de Jesucristo. Si se aplica este “discernimiento espiritual” a la realidad humana, social o política, los elementos que entran en juego para llegar a algunas conclusiones concretas deben ser sopesados mediante un juicio crítico, espiritual y ético que logre ir más allá de la superficialidad y penetre en las raíces profundas de cada problema. Lamentablemente, el juicio supuestamente cristiano se ha entendido como una serie de recetas que le permitirían a cada persona advertir si algo es bueno o malo, dentro de un esquema dualista que deja de ver los diversos matices de cada realidad. La dificultad surge cuando se confunde, también, el discernimiento cristiano específico con algunos aspectos de las ideologías o prácticas predominantes.
Jon Sobrino lo explica como sigue:
Este es el momento para apelar al Espíritu de Jesús, en el cual se debe seguir discerniendo. Lo único que hay que aclarar es que ese Espíritu sea en verdad el de Jesús y no se presuponga que ya existe institucionalizado en las estructuras eclesiales o espontáneo en las diversas versiones pentecostalistas o carismáticas. Pues todo ello habrá que verificarlo desde Jesús y no declararlo a priori como posesión de una institución o don otorgado a determinados grupos. Si planteamos el problema del discernimiento cristiano en la tensión entre la historia de Jesús y la historia que desencadena su Espíritu, no podemos ofrecer recetas simples ni siquiera desde Jesús.[1]
Por todo ello, la actividad de discernir es eminentemente espiritual y al trasladarse al ámbito de la vida diaria, los diversos asuntos son susceptibles de un análisis que pone en juego los alcances de la fe. Además, el discernimiento requiere madurez para ejercerlo ante los embates de la llamada “sabiduría de este mundo”, que no sería más que un intento soberbio por alcanzar un conocimiento superior, más allá de la influencia del Espíritu. Pablo califica esta actitud como natural (psuchikhós, 2.14a), la de aquellas personas, creyentes incluso, que están dominadas por la carne. El apóstol cita al profeta Isaías (40.13), en el sentido de que nadie puede conocer “la mente del Señor”, pero se atreve a afirmar que en Cristo es posible, pues el Espíritu es quien ilumina la mente humana para que, mediante la mentalidad imbuida por Cristo sea posible alcanzar conclusiones claras para la vida cotidiana: “Las cosas de Dios se entienden espiritualmente, no con la existencia ‘natural’”.[2]
2. Discernimiento en acción: profetas y apóstoles ante situaciones concretas
La acción del Espíritu despierta el discernimiento en la conciencia de las personas y las encamina hacia acciones que pueden colocarlas en una situación crítica en relación con los poderes de este mundo, pues, como recuerda Sobrino, no es lo mismo practicar el discernimiento cristiano en el centro del poder que en la periferia: “Creemos que ese discernimiento se ha hecho en cuanto el Espíritu ha colocado a los cristianos no en el centro del poder, sino en la periferia de la pobreza”.[3] Además, esta movilización crítica que produce el Espíritu obedece a su propia dinámica y no surge ni se desarrolla en función de las líneas ideológicas dominantes en las instituciones religiosas ni de ninguna otra instancia externa:
…si nos volvemos a preguntar, ¿cómo encuentra el creyente lo que, en concreto y en cada circunstancia, agrada a Dios?, la respuesta ha de tener en cuenta, por una parte, el papel y el valor teológico que tiene la ley […] Pero, por otra parte, se ha de tener muy presente que es el Espíritu de Dios el que tiene que dirigir a los hijos de Dios (Ro 8.14). Y entonces la cuestión está en saber de qué manera el cristiano puede y debe siempre ser fiel al Espíritu, sin apartarse, por eso, de su condición de hijo de esta tierra y miembro de las instituciones que funcionan en nuestra sociedad. Sabiendo que, a veces, por fidelidad al Espíritu deberá criticar a tales instituciones y a la misma sociedad.[4]
Los profetas de Israel fueron los pioneros en el discernimiento espiritual de los asuntos socio-políticos y marcaron una ruta muy clara en el camino que seguiría la religión bíblica como fe y praxis en medio de los conflictos históricos. Isaías, en particular, fue un profundo conocedor de la política local en Israel y de la internacional. De eso es una gran muestra el famoso cap. 7 del libro que lleva su nombre, parte del llamado “Libro de Emmanuel” (caps. 6-12), en donde la figura simbólica dominante es la del “niño nacido” (señal de juicio y resistencia), pero cuyo ambiente estaba saturado de referencias políticas y militares: la guerra siro-efraimita y la invasión de Senaquerib, y temáticamente dominan las invasiones o ataques, así como las liberaciones, protecciones, amenazas y promesas que complementan lo anterior.
El mensaje profético está plagado de referencias coyunturales que hoy escapan a nuestra comprensión pero que demuestran la manera en que el profeta analizó la situación: ante la alianza de Siria e Israel (“Efraín”), Yahvé no deseaba que el reino del Sur, a pesar de todo, se sometiera a Asiria, cosa que finalmente sucedió, cuando el rey Acaz (736-716 a.C.) hizo un pacto con el rey Tiglat Pileser III (745-727 a.C.). Con ello, Acaz rompió la relación de alianza con Yahvé.[5] El resultado de esto fue que Judá, en efecto, no cayó, pero el rey asirio atacó Gaza, Damasco y Samaria (Israel, al norte), donde hubo un golpe de estado, y el nuevo rey Oseas firmó la paz a cambio de vasallaje, quien más tarde se rebelará contra Asiria buscando una alianza con Egipto, para que finalmente, en el año 722, Samaria fuera tomada luego de dos años de asedio. Samuel Almada ha resumido muy bien el discernimiento coyuntural de Isaías:
El contexto evocado en Isaías 7, refleja la fragilidad de Judá y la angustia general frente a una posible invasión. El rey Acaz se encontraba en una seria encrucijada, y debía decidir sobre cómo enfrentar esta situación donde estaba en juego nada menos que el estado, su gobierno, y la permanencia de la Casa de David de acuerdo a las promesas de 2Samuel 7. […]
La situación exigía respuestas rápidas e ingeniosas, sabiduría práctica y cierta intuición para anticipar reacciones y tendencias de los adversarios; pero el miedo y la angustia también paralizan e impiden actuar con libertad, y es precisamente aquí donde intervino el profeta como portador de una palabra de parte de Yavé. Por otro lado, esta intervención reafirma uno de los aspectos relevantes del perfil del profeta bíblico como es su compromiso ideológico y político, con opiniones y argumentos que establecen su posición frente a situaciones muy concretas. […]
De tal manera que el rey debe estar alerta, pero mantener la calma y especialmente no tener miedo.
La palabra profética para enfrentar el peligro es sorprendente pues impulsa a Acaz a resistir y mantenerse firme frente al acoso, minimizando la amenaza de sus vecinos del Norte y sin ninguna reacción inmediata. A su vez, por el contexto, vemos que esta opción es interpretada como la posición de confianza en Yavé y de fidelidad a su alianza: “si no os afirmáis en mi no seréis firmes” (7.9), lo cual significa concretamente “si no confiáis en mí, no subsistiréis” (ver también 10.24-27).[6]
En el Nuevo Testamento, a su vez, es bastante clara la evolución del discernimiento político de los cristianos, pues a la actitud casi “anarquista” de Jesús en su lejanía de los poderes y en su rechazo rotundo para servirse de ellos y así cumplir con su obra (actitud radicalmente opuesta a la de la posterior iglesia constantiniana), le siguió, al menos en el pensamiento de los apóstoles Pedro (I P 2) y Pablo (Ro 13), una cierta comprensión favorable hacia el Estado imperial romano, aunque más adelante, en la visión apocalíptica, esta perspectiva se modificó a causa de la persecución y el rechazo (Ap 13). Esta evolución puede ser vista como un ejercicio de discernimiento que, modificado por las coyunturas, hizo que las comunidades cristianas optaran por la resistencia espiritual contra el imperio de la época y así buscar la fidelidad al mensaje de Jesucristo, siempre acechada por las coyunturas socio-políticas. Y es que éstas siempre pueden tomar por sorpresa a las comunidades y exigirles una respuesta concreta, de preferencia “agradable a Dios”, aunque implique riesgos y equívocos, pero también, eventualmente, aciertos y un buen testimonio cristiano al ligarse a las mejores causas.

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[1] Cf. Jon Sobrino, “El seguimiento de Jesús como discernimiento cristiano”, en Jesús en América Latina: su significado para la fe y la cristología. Santander, Sal Terrae, 1982 (Presencia teológica, 12), p. 210.
[2] Efraín Agosto, 1 y 2 Corintios. Minneapolis, Augsburg Press, 2008 (Conozca su Biblia), p. 20.
[3] J. Sobrino, op. cit., p. 220.
[4] José María Castillo, El discernimiento cristiano. Por una conciencia crítica. 4ª ed. Salamanca, Sígueme, 1994 (Verdad e imagen, 87), p. 42.
[5] J.S. Croatto, “El Emmanuel de Isaías 7.14 como signo de juicio. Análisis de Is 7.1-25”, en Revista Bíblica, año 50, 1988, p. 135,
www.revistabiblica.org.ar/articulos/rb50_135.pdf
[6] S. Almada, “Miedos, alianzas y esperanzas en torno a Isaías 7”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 61, 2008/3, pp. 72-73,
www.claiweb.org/ribla/ribla61/samuel.html

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