Por. Leopoldo Cervantes-Ortiz, México*
El Vaticano denunció una “campaña difamatoria bien conocida” por parte de “una izquierda anticlerical”, con lo que, sin mencionarlo por su nombre, se acusaba indirectamente al diario Página 12. En los momentos más saturados de información por la cercanía del acontecimiento y mucho antes de que comenzaran a apagarse los ecos del nombramiento del cardenal Jorge Mario Bergoglio en Roma para que todo volviera a la “normalidad”, un episodio que llamó poderosamente la atención en todo el mundo fue la conferencia de prensa presidida por el vocero del Vaticano Federico Lombardi el viernes 15 de marzo para aclarar la actuación del nuevo papa durante sus días de superior jesuita en la época de la dictadura militar.
Allí, se denunció una “campaña difamatoria bien conocida” por parte de “una izquierda anticlerical”, con lo que, sin mencionarlo por su nombre, se acusaba indirectamente al diario Página 12 , que había publicado diversas informaciones sobre las acciones de Bergoglio en relación con el secuestro de dos sacerdotes jesuitas. “(Las denuncias) son hechos antiguos no probados y a la vez con una fuerte carga ideológica”, afirmó Lombardi. [1] El comunicado agrega: “La campaña contra Bergoglio es bien conocida y data de hace varios años. Es llevada adelante por una publicación que realiza campañas calumniosas y a veces difamatorias. El carácter anticlerical de esta campaña y de otras acusaciones contra Bergoglio es bien conocido y obvio”. [2]
Al día siguiente de la citada conferencia de prensa, el periódico reaccionó con un par de textos que responden enérgicamente a las acusaciones vaticanas: “Una desmentida que no alcanza a desmentir”, de Eduardo Febbro, y “Papas”, de Luis Bruschtein.
El primero señala: “El afable portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, barrió con un revés de la mano los indicios y sospechas que pesan sobre la Iglesia y el papa Francisco, a propósito de su actuación blanda durante la última dictadura argentina. […] Defendiendo al Papa, Lombardi extendió su argumento al resto de la Iglesia como si ya no estuviese más que probada la implicación de la jerarquía católica argentina y vaticana en el ocultamiento de las violaciones a los derechos humanos y la colusión con los crímenes de la dictadura”. [3]
El segundo es muy incisivo:
Hay algo desproporcionado en tener un papa argentino, es algo que impresiona y no deja de sorprender. Y también es desproporcionada la conferencia de prensa del Vaticano contra Página/12. Todo parece llevado a una escala casi galáctica. […]
En realidad, no se trata de una izquierda anticlerical —seguramente en el diario habrá más de uno—, sino de dos sacerdotes jesuitas que fueron secuestrados y torturados durante la dictadura, y ya en democracia hicieron esas denuncias, a las que se sumaron los familiares de otros laicos, militantes cristianos, que fueron secuestrados en esa oportunidad, la mayoría de los cuales continúan desaparecidos. […]
En todo caso, la actuación del entonces jefe de los jesuitas, Jorge Bergoglio, se encuadró en la actitud de toda la cúpula de la Iglesia, en este caso sí de complicidad con los jefes militares, al aceptar calladamente la práctica de horror y exterminio que estaban llevando a cabo.
Todas estas situaciones fueron publicadas por Página/12 y afirmar que se trata de una “campaña de desprestigio” orquestada por “una izquierda anticlerical” constituye una pobre defensa. No se trata de un argumento sostenido con pruebas que puedan demostrar que no ocurrieron los hechos cuyo relato les ofende. Después de la dictadura, la Iglesia argentina quedó “en capilla”, como se suele decir. […]
En ese sentido no ha sido la decisión más feliz del nuevo papa Francisco encarar su relación con los derechos humanos como jefe de la Iglesia con esta desmentida pobre, que además no desmiente nada sino que agrede al mensajero, al medio que publicó una información que no estaba oculta, sino que ningún otro quiso publicar. Estaríamos fritos si hablar de los derechos humanos fuera solamente una prerrogativa de sectores de izquierda anticlerical. Desde el punto de vista del desarrollo histórico de este país, los derechos humanos pasaron a tener una importancia fundamental y les fue mal a los que intentaron negar esta realidad, en especial a la Iglesia argentina, que tendría que haber ocupado el mismo lugar que ocupó la Iglesia de Chile en este aspecto. Si fue un error, nunca es tarde para subsanarlo.[4]
Allí, se denunció una “campaña difamatoria bien conocida” por parte de “una izquierda anticlerical”, con lo que, sin mencionarlo por su nombre, se acusaba indirectamente al diario Página 12 , que había publicado diversas informaciones sobre las acciones de Bergoglio en relación con el secuestro de dos sacerdotes jesuitas. “(Las denuncias) son hechos antiguos no probados y a la vez con una fuerte carga ideológica”, afirmó Lombardi. [1] El comunicado agrega: “La campaña contra Bergoglio es bien conocida y data de hace varios años. Es llevada adelante por una publicación que realiza campañas calumniosas y a veces difamatorias. El carácter anticlerical de esta campaña y de otras acusaciones contra Bergoglio es bien conocido y obvio”. [2]
Al día siguiente de la citada conferencia de prensa, el periódico reaccionó con un par de textos que responden enérgicamente a las acusaciones vaticanas: “Una desmentida que no alcanza a desmentir”, de Eduardo Febbro, y “Papas”, de Luis Bruschtein.
El primero señala: “El afable portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, barrió con un revés de la mano los indicios y sospechas que pesan sobre la Iglesia y el papa Francisco, a propósito de su actuación blanda durante la última dictadura argentina. […] Defendiendo al Papa, Lombardi extendió su argumento al resto de la Iglesia como si ya no estuviese más que probada la implicación de la jerarquía católica argentina y vaticana en el ocultamiento de las violaciones a los derechos humanos y la colusión con los crímenes de la dictadura”. [3]
El segundo es muy incisivo:
Hay algo desproporcionado en tener un papa argentino, es algo que impresiona y no deja de sorprender. Y también es desproporcionada la conferencia de prensa del Vaticano contra Página/12. Todo parece llevado a una escala casi galáctica. […]
En realidad, no se trata de una izquierda anticlerical —seguramente en el diario habrá más de uno—, sino de dos sacerdotes jesuitas que fueron secuestrados y torturados durante la dictadura, y ya en democracia hicieron esas denuncias, a las que se sumaron los familiares de otros laicos, militantes cristianos, que fueron secuestrados en esa oportunidad, la mayoría de los cuales continúan desaparecidos. […]
En todo caso, la actuación del entonces jefe de los jesuitas, Jorge Bergoglio, se encuadró en la actitud de toda la cúpula de la Iglesia, en este caso sí de complicidad con los jefes militares, al aceptar calladamente la práctica de horror y exterminio que estaban llevando a cabo.
Todas estas situaciones fueron publicadas por Página/12 y afirmar que se trata de una “campaña de desprestigio” orquestada por “una izquierda anticlerical” constituye una pobre defensa. No se trata de un argumento sostenido con pruebas que puedan demostrar que no ocurrieron los hechos cuyo relato les ofende. Después de la dictadura, la Iglesia argentina quedó “en capilla”, como se suele decir. […]
En ese sentido no ha sido la decisión más feliz del nuevo papa Francisco encarar su relación con los derechos humanos como jefe de la Iglesia con esta desmentida pobre, que además no desmiente nada sino que agrede al mensajero, al medio que publicó una información que no estaba oculta, sino que ningún otro quiso publicar. Estaríamos fritos si hablar de los derechos humanos fuera solamente una prerrogativa de sectores de izquierda anticlerical. Desde el punto de vista del desarrollo histórico de este país, los derechos humanos pasaron a tener una importancia fundamental y les fue mal a los que intentaron negar esta realidad, en especial a la Iglesia argentina, que tendría que haber ocupado el mismo lugar que ocupó la Iglesia de Chile en este aspecto. Si fue un error, nunca es tarde para subsanarlo.[4]
Quien escribe esto se dio a la tarea de recopilar los artículos y notas publicados por dicho periódico bonaerense (un expediente de más de 100 páginas), para constatar la manera en que un medio informativo del propio país de Bergoglio fue capaz de transmitir, valientemente y con una búsqueda incesante de la objetividad, ausente en otros espacios, los aspectos más controvertidos y visibles del nombramiento. Página 12, en ese sentido, ha manifestado la misma postura crítica y fruto de un análisis muy contextual de los sucesos ligados a la figura de Bergoglio. Paso a reseñar brevemente el pulso informativo con que este diario siguió los acontecimientos incluso antes del nombramiento del cardenal.
Martín Granovsky escribió “Papa de Sudamérica, no gracias”, un texto en donde revisa a los candidatos de la región, sin mencionar siquiera a Bergoglio. Sus palabras son duras: “Un papa latinoamericano como el brasileño Odilo Scherer o como el argentino Leonardo Sandri, ex auxiliar del secretario de Estado Angelo Sodano, virtual primer ministro de Juan Pablo II, no suenan como la mejor ayuda para separar del todo a la Iglesia, o a las iglesias, respecto del Estado, y tampoco parece que fueran a obrar de estímulo para los cambios que se producen en los dos grandes países de Sudamérica desde 2003. Ojalá que ningún cardenal de América latina llegue a Papa”.
Ya sabido el nombramiento, Fernando Cibeira publicó el 14 de marzo “Errar es divino” , que también insiste en el pasado oscuro de Bergoglio. El mismo día, Horacio Bervitzky, quien le ha dado seguimiento a la polémica del trato del cardenal con la dictadura, incluso con un libro dedicado al tema (La mano izquierda de Dios. La última dictadura (1976-1983), escribió “Un ersatz”, que señala irónicamente la posibilidad de que en su nuevo puesto Bergoglio sea capaz de “apostrofar a los explotadores y predicar mansedumbre a los explotados”. Y añade: “Su biografía es la de un populista conservador, como lo fueron Pío XII y Juan Pablo II: inflexibles en cuestiones doctrinarias pero con una apertura hacia el mundo, y sobre todo, hacia las masas desposeídas. Cuando rece su primera misa en una calle del trastevere o en la stazione termini de Roma y hable de las personas explotadas y prostituidas por los poderosos insensibles que cierran su corazón a Cristo; cuando los periodistas amigos cuenten que viajó en subte o colectivo; cuando los fieles escuchen sus homilías recitadas con los ademanes de un actor y en las que las parábolas bíblicas coexisten con el habla llana del pueblo, habrá quienes deliren por la anhelada renovación eclesiástica. En los tres lustros que lleva al frente de la Arquidiócesis porteña hizo eso y mucho más. Pero al mismo tiempo intentó unificar la oposición contra el primer gobierno que en muchos años adoptó una política favorable a esos sectores, y lo acusó de crispado y confrontativo porque para hacerlo debió lidiar con aquellos poderosos fustigados en el discurso”.
Washington Uranga, a su vez, se refiere a él como un estratega político y, en otro texto, como “administrador ordenado”. En esa línea, Pedro Lipcovichentrevista al sacerdote Eduardo de la Serna, quien habla también de sus movimientos políticos y su muy adecuado manejo del poder. De la Serna también se expresó con dureza: “Bergoglio tiene aspectos muy negativos. En el tema derechos humanos, pesa sobre él la sombra de los dos jesuitas desaparecidos en la ESMA: hay firmes sospechas de que participó activamente en eso, tal como se detalló en notas periodísticas de Horacio Verbitsky (en Página/12 ). Esto no parece haberles importado a los cardenales. Tampoco vamos a esperar que Bergoglio aliente la Teología de la Liberación. Pero, sin embargo, en la diócesis de Buenos Aires ha sabido ser pastor. Después de arzobispos que eran “príncipes de la Iglesia” como Caggiano, Aramburu o Quarracino, Bergoglio está dispuesto a acercarse a la gente: ha lavado los pies de enfermos de sida, de embarazadas en la Maternidad Sardá, bendijo a cartoneros en plaza Constitución. Son cosas positivas, después de un papa tan lejano como Benedicto XVI, que nunca vio un pobre en su vida. Políticamente, Bergoglio viene de la agrupación peronista Guardia de Hierro; a diferencia de Aguer, es capaz de tomar mate con la gente, insiste en que los curas vayan a los barrios, pone curas villeros. Ahora habrá que prestar atención a dos cosas. Una: a quiénes nombrará Bergoglio en la curia vaticana, que es un antro mafioso; suele pasar que inicialmente se confirmen los que están, pero puede ser que lentamente empiece a haber cambios. La segunda cuestión es quién será designado arzobispo de Buenos Aires: es de esperar que Héctor Aguer haya concluido su carrera eclesiástica” .
El paquete informativo del jueves 14 de marzo lo completaron una entrevista al embajador argentino en El Vaticano, Juan Pablo Cafiero, la pregunta de Martín Granovsky, cuestionando las poses iniciales de Bergoglio: “¿Alcanza con ser sencillo?”, y las observaciones de Mariana Carbajal sobre los eventuales cambios en la Iglesia católica, así como los “discursos de la santa crispación”, es decir, los virulentos ataques del cardenal argentino a decisiones gubernamentales recientes.
Pero el panorama periodístico es mucho más amplio, por lo que continuaremos esta revisión.
Todo empezó, recientemente, con la nota de primera plana del 27 de mayo del año pasado (acompañada de una foto en la que Videla recibe la hostia de manos de un obispo) sobre el hecho de que la Iglesia Católica argentina reconoció ante la justicia que por lo menos desde 1978 sabía que la dictadura asesinaba a los desaparecidos. Luego, con notable clarividencia, el mismo día de la ascensión de Bergoglio, y con una portada dedicada a la condena perpetua para Reynaldo Bignone, último presidente de la dictadura, Martín Granovsky escribió “Papa de Sudamérica, no gracias”, un texto en donde revisa a los candidatos de la región, sin mencionar siquiera a Bergoglio. Sus palabras son duras: “Un papa latinoamericano como el brasileño Odilo Scherer o como el argentino Leonardo Sandri, ex auxiliar del secretario de Estado Angelo Sodano, virtual primer ministro de Juan Pablo II, no suenan como la mejor ayuda para separar del todo a la Iglesia, o a las iglesias, respecto del Estado, y tampoco parece que fueran a obrar de estímulo para los cambios que se producen en los dos grandes países de Sudamérica desde 2003. Ojalá que ningún cardenal de América latina llegue a Papa”.
Ya sabido el nombramiento, Fernando Cibeira publicó el 14 de marzo “Errar es divino” , que también insiste en el pasado oscuro de Bergoglio. El mismo día, Horacio Bervitzky, quien le ha dado seguimiento a la polémica del trato del cardenal con la dictadura, incluso con un libro dedicado al tema (La mano izquierda de Dios. La última dictadura (1976-1983), escribió “Un ersatz”, que señala irónicamente la posibilidad de que en su nuevo puesto Bergoglio sea capaz de “apostrofar a los explotadores y predicar mansedumbre a los explotados”. Y añade: “Su biografía es la de un populista conservador, como lo fueron Pío XII y Juan Pablo II: inflexibles en cuestiones doctrinarias pero con una apertura hacia el mundo, y sobre todo, hacia las masas desposeídas. Cuando rece su primera misa en una calle del trastevere o en la stazione termini de Roma y hable de las personas explotadas y prostituidas por los poderosos insensibles que cierran su corazón a Cristo; cuando los periodistas amigos cuenten que viajó en subte o colectivo; cuando los fieles escuchen sus homilías recitadas con los ademanes de un actor y en las que las parábolas bíblicas coexisten con el habla llana del pueblo, habrá quienes deliren por la anhelada renovación eclesiástica. En los tres lustros que lleva al frente de la Arquidiócesis porteña hizo eso y mucho más. Pero al mismo tiempo intentó unificar la oposición contra el primer gobierno que en muchos años adoptó una política favorable a esos sectores, y lo acusó de crispado y confrontativo porque para hacerlo debió lidiar con aquellos poderosos fustigados en el discurso”.
Washington Uranga, a su vez, se refiere a él como un estratega político y, en otro texto, como “administrador ordenado”. En esa línea, Pedro Lipcovichentrevista al sacerdote Eduardo de la Serna, quien habla también de sus movimientos políticos y su muy adecuado manejo del poder. De la Serna también se expresó con dureza: “Bergoglio tiene aspectos muy negativos. En el tema derechos humanos, pesa sobre él la sombra de los dos jesuitas desaparecidos en la ESMA: hay firmes sospechas de que participó activamente en eso, tal como se detalló en notas periodísticas de Horacio Verbitsky (en Página/12 ). Esto no parece haberles importado a los cardenales. Tampoco vamos a esperar que Bergoglio aliente la Teología de la Liberación. Pero, sin embargo, en la diócesis de Buenos Aires ha sabido ser pastor. Después de arzobispos que eran “príncipes de la Iglesia” como Caggiano, Aramburu o Quarracino, Bergoglio está dispuesto a acercarse a la gente: ha lavado los pies de enfermos de sida, de embarazadas en la Maternidad Sardá, bendijo a cartoneros en plaza Constitución. Son cosas positivas, después de un papa tan lejano como Benedicto XVI, que nunca vio un pobre en su vida. Políticamente, Bergoglio viene de la agrupación peronista Guardia de Hierro; a diferencia de Aguer, es capaz de tomar mate con la gente, insiste en que los curas vayan a los barrios, pone curas villeros. Ahora habrá que prestar atención a dos cosas. Una: a quiénes nombrará Bergoglio en la curia vaticana, que es un antro mafioso; suele pasar que inicialmente se confirmen los que están, pero puede ser que lentamente empiece a haber cambios. La segunda cuestión es quién será designado arzobispo de Buenos Aires: es de esperar que Héctor Aguer haya concluido su carrera eclesiástica” .
El paquete informativo del jueves 14 de marzo lo completaron una entrevista al embajador argentino en El Vaticano, Juan Pablo Cafiero, la pregunta de Martín Granovsky, cuestionando las poses iniciales de Bergoglio: “¿Alcanza con ser sencillo?”, y las observaciones de Mariana Carbajal sobre los eventuales cambios en la Iglesia católica, así como los “discursos de la santa crispación”, es decir, los virulentos ataques del cardenal argentino a decisiones gubernamentales recientes.
Pero el panorama periodístico es mucho más amplio, por lo que continuaremos esta revisión.
[1] “El Vaticano denunció una ‘campaña difamatoria’ contra Bergoglio”, en Página 12, 15 de marzo de 2013, www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/20-215879-2013-03-15.html . [2] “El texto del comunicado del Vaticano”, en Página 12, 16 de marzo de 2013, www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/1-62832-2013-03-16.html . Cf. Alejandro Gutiérrez, “Deslinda el Vaticano a Bergoglio de la dictadura argentina”, en Proceso, México, 15 de marzo de 2013, www.proceso.com.mx/?p=336310&utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed%3A+revista_proceso+(Revista+Proceso) . [3] E. Febbro, “Una desmentida que no alcanza a desmentir”, en Página 12, 16 de marzo de 2013, www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-215950-2013-03-16.html [4] L. Bruschtein, “Papas”, en Página 12, 16 de marzo de 2013, www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-215951-2013-03-16.html.
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