Por. Juan Stam, Costa Rica*
En la primera sanidad divina después del Pentecostés, Dios usó a
Pedro y Juan para curar a un mendigo lisiado (cojo) desde su nacimiento.
El mendigo esperaba solo una limosna, pero recibió de Dios salud y
fuerzas. Entró en el Templo con ellos, saltando y alabando a Dios. El
impacto fue tremendo y la gente corría para ver a Pedro y Juan. Es
aleccionadora la reacción de Pedro:
Mientras el hombre seguía aferrado a Pedro y a Juan,
toda la gente, que no salía de su asombro,
corrió hacia ellos al lugar conocido como Puerto de Salomón.
Al ver esto, Pedro les dijo:
“Pueblo de Israel, por qué les sorprende esto que ha pasado?
Por qué nos miran a nosotros como si, por nuestro propio poder o virtud,
hubiéramos hecho caminar a este hombre?
El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob,
el Dios de nuestros antepasados,
ha glorificado a su siervo Jesús.
a quien ustedes crucificarón. (Los Hechos 3:11-13)
¡Toda la gente corría hacia Pedro y Juan en el Puerto de Salomón! Fue
literalmente un movimiento de masas, oportunidad dorada para aprovechar
su repentina fama! Pero la respuesta de ellos fue muy diferente. “¿Por
que nos están mirando a nosotros como si nosotros hubiéramos hecho esto
por nuestro propio poder? ¡No! Fue Dios quien sanó a este cojo para la
gloria de su siervo Jesús, a quien ustedes crucificaron. Quiten sus ojos
de nosotros y fijen su mirada en Cristo. Insistimos en que toda la
gloria sea para él, no para nosotros”
Hoy día tenemos muchos “sanadores” pero pocos que saben decir, “No me
miren a mí. pues yo no he hecho nada. El poder es de Cristo y sólo él
puede sanar.” Recuerdo un predicador que alzaba sus dos manos ante la
pantalla y exclamaba, “Estas manos tienen el don de sanidad, estas manos
tienen poderes milagrosos”. Pero originalmente un “don de sanidad” era
la misma sanidad que Dios daba al enfermo, no un poder “propiedad
privada” de algún curandero. Los instrumentos de la acción son sus
siervos, no son dueños de los poderes que Dios les ha prestado (Apoc
11:7).
Me acordé de Pedro y Juan al leer los reportajes sobre la gran
celebración festiva de la canonización.de los dos papas más queridos de
nuestros tiempos. Es impresionante el contraste, como es diferente
nuestro siglo de la época en que vivían ellos. Lo capta dramáticamente
el titular del primer informe en La Nación(San José, 25 abril
2014): “Peregrinos buscan en Roma a Floribeth Mora, ‘la miracolata” y
del párrafo inicial del mismo: “En las manos de los feligreses que
llegan a esta ciudad hay más cámaras y celulares que rosarios. [Todos]
buscan sacarse la foto con Floribeth Mora, ‘la mujer del milagro
costarricense”‘.. La curación de la señora Mora de un aneurisma cerebral
por intercesión de Juan Pablo II cumplió dramáticamente un requisito
para la canonización del popular pontífice polaco.
Inevitablemente, la celebración tuvo muchas repercusiones políticas.
Los dos papas canonizados representaban las dos tendencias básicas en
la iglesia hoy; los y las progresistas, inspirados por la memoria de
Juan XXIII, y los conservadores seguidores entusiastas de Juan Pablo II.
Parece que con la canonización de los dos papas juntos, el papa
Francisco, quien propuso el evento, buscaba unir las dos tendencias o
por lo menos acercarlas. Sin embargo, es posible que “el tiro le haya
salido por la culata”. La fiesta parece haber aumentado la devoción a
Juan Pablo II frente a Juan XXIII, de quien al parecer no se habló
mucho.
De hecho, un sector de los progresistas se opuso a la canonización de
Juan Pablo II, En las palabras sorprendentemente fuertes de Federico
Pastor, presidente de la Asociación de teólogos Juan XXIII, “lo de Juan
Pablo II [su canonización] ha sido una cacicada de los sectores
conservadores” y “ya que era excesivamente descarada, para disimularlo
han metido a Juan XXIII, que era justo lo contrario”. Según Evaristo
Villar, sacerdote portavoz del movimiento Redes Cristianas, la
canonización de Juan Pablo II fue “una imposición de los grupos más
conservadores de la Iglesia, a los que apoyó siempre… En su época, se
llenaron los estadios pero se vaciaron las iglesias”. Se critica mucho
su apoyo a Opus Dei y su amistad con Marcial Maciel, fundador de los
Legionarios de Cristo y el movimiento Regnum Christi y abusador sexual
de sus propios hijos. José Sánchez, del Observatorio clerical de México,
opinó en declaraciones a la BBC que el pontificado de Juan Pablo II
“significó para muchas iglesias [de América Latina] un proceso
prácticamente de persecución, de censura, de combate de una experiencia
eclesial que nació a partir de las comunidades eclesiales de base y de
la teología de la liberación”. El Observatorio pidió al Vaticano
suspender el proceso de canonización de Juan Pablo (NoticiasCristianas,
4.30.14).
Es muy probable que el resultado de la fiesta termine siendo lo
contrario de lo que buscaba el papa actual, aumentando la división en
vez de promover la unidad de la iglesia.
Vuelvo a recordar a Pedro y Juan, con su tajante “No nos miren a
nosotros, pues no hemos hecho nada sino que lo ha hecho Cristo Jesús, el
crucificado y resucitado”.
Si los reportajes de los medios masivos reflejan fielmente lo que
ocurrió en Roma, como es muy probable, entonces Cristo el Señor no
figuró mucho en la fiesta papal. El énfasis abrumador cayó en Juan Pablo
II no sólo como intercesor sino como objeto de fe. ¿Fue ésta una fiesta
cristocéntrica, como la de Pedro y Juan en la Puerta de Salomón, o fue
una fiesta “papa-céntrica” y “miracolata-céntrica”?
Al fin, ¿quien sanó a Floribeth Mora y quien merece toda la gloria?
* Juan Stam. Costarricense, Doctor en teología por la
Universidad de Basilea, Suiza. Por muchos años fue profesor del
Seminario Bíblico Latinoamericano (hoy UBL), de la Universidad Nacional
Autónoma de Costa Rica, y de otras instituciones teológicas en San José.
Es autor de muchos artículos y varios libros, en especial, el
comentario a Apocalipsis de la serie Comentario Bíblico Iberoamericano.
Fuente: Lupaprotestante, 2014.
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