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martes, 15 de julio de 2014

Julio de Santa Ana, un teólogo "más allá del idealismo" (2)


Julio de Santa Ana, un teólogo "más allá del idealismo" (2)

Por. Leopoldo Cervantes-Ortiz*
Su persistencia y aliento para reflexionar sobre la presencia de la fe cristiana en el mundo no ha tenido descanso.  
'Para el pensamiento bíblico, lo que constituye la historia es el campo de la acción de Dios; junto a las luchas personales y las grandes corrientes transformadoras de la realidad humana se teje la acción divina. Esta supone lo que llamamos la revelación de su ser, la manifestación de su voluntad, de sus proyectos y de ¡sus propósitos para con el mundo, cosa que ocurre en el plano de lo contingente, de la cotidianidad indeterminada'. 1
J. de S.A.
El teólogo Julio de Santa Ana ha llegado a los 80 años de vida, situación ante la cual la trascendencia de su obra y esfuerzo alcanza una nueva dimensión, pues al mirar hacia atrás todo lo andado, lo expuesto, lo compartido con tantas generaciones de estudiantes y seguidores suyos, el impacto de lo logrado está ahí, esperando nuevos lectores/as y encuentros.
Integrante de una notable generación de pensadores protestantes, dentro y fuera de su país, Uruguay, le tocó en suerte participar en el surgimiento de la teología latinoamericana como una de las voces más coherentes, críticas y proféticas. Compañeros suyos fueron Emilio Castro, Mortimer Arias, Julio Barreiro, Hiber Conteris, Óscar Bolioli, Julia Campos, Beatriz Melano… En la Patria Grande: Sergio Arce, Richard Shaull, Valdo Galland, Luis Odell, José Míguez Bonino, Federico Pagura, Waldo César, Leopoldo Niilus, Richard Couch, Mauricio López, Rubem Alves, Gonzalo Castillo Cárdenas, Raúl Macín, Luis Rivera-Pagán… Y más allá de ella: Milan Opocensky, Ulrich Ducrow, Konrad Raiser, Lewis Mudge, Heinrich Schäfer, Heidi Hadsell, Robin Gurney, Odair Pedroso Mateus. Una auténtica pléyade de nombres ligados a una época formativa y combativa, lo uno por lo otro, que ha continuado a través de las lecciones recibidas en otros discípulos/as que han desarrollado de manera variada sus ideas e intuiciones.
De su época guarda recuerdos que se avivan con el paso del tiempo y se valoran con otra mirada, más madura, pero también más reveladora al reconocer sus influencias profundas y duraderas:
'En mi juventud, durante el período de mis estudios académicos sistemáticos, me formé en Teología, y aunque las materias que estudié no siempre llegaron a entusiasmarme, hubo momentos en los que me apasioné. Recuerdo con gratitud el impacto que me produjo escuchar a Richard Shaull cuando ofreció un ciclo de conferencias en la Facultad de Evangélica de Teología de Buenos Aires (Argentina), hoy ISEDET. El tema general fue “El Evangelio y la Revolución Social”. Pocos meses después el Dr. B. Foster Stockwell, Rector de la Facultad, invitó a Shaull para que tuviera la responsabilidad de ser el conferenciante que inaugurase el año lectivo de 1953. Shaull tuvo mucha influencia en el proceso inicial de mi formación. Al escucharlo, no cabía la menor duda: la teología llegaba a lo concreto, tocaba el mundo real'. 2
Desde la segunda mitad de los años sesenta hasta bien entrados los noventa, cuando se jubiló en su última labor académica en el Instituto Ecuménico de Bossey, su persistencia y aliento para reflexionar sobre la presencia de la fe cristiana en el mundo no ha tenido descanso. Y ahora que ha practicado sólidos e intensos ejercicios autobiográficos no deja de advertir que continúa en la lucha sin cuartel contra cualquier forma de idealismo, aquella tentación que lo atenazó desde muy joven y de la cual ha salido bien librado.
Más allá del idealismo,  precisamente, se titula su libro más reciente, colectivo, 3  tal como aprendió a trabajar en el ambiente ecuménico, en el movimiento Iglesia y Sociedad en América Latina (ISAL), en el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y en el Centro Ecuménico para el Servicio a la Educación y la Evangelización Popular (CESEP), lugares todos donde supo rodearse de colegas, amigos y colaboradores que han experimentado su pasión, su rigor y su constancia para seguir en el camino teológico aprendido y al que le ha rendido una fidelidad extrema.
En ocasión de su 80º aniversario, se ha elaborado una antología de sus textos teológicos más una entrevista sobre el medio siglo de ISAL, del cual fue animador y protagonista central:  En el camino del Reino  ( enlace ). Cada texto es una muestra de sus aficiones, intereses y preocupaciones profundas siempre en el afán de dar con la palabra exacta para discutir lo que más aleja: la economía, la pobreza, la desigualdad, la necesidad de ofrecer un mensaje auténticamente liberador en medio de las peores circunstancias. Alguna vez dijo que los tiempos que corren ya no se prestan tanto para el ímpetu profético como para la visión sapiencial; es posible, pero él se ha sabido expresar ampliamente en ambos terrenos gracias a su dominio del pensamiento de diversos órdenes. Vaya, pues, este homenaje a uno de los fundadores de la teología latinoamericana, referencia obligada para enterarse de las vicisitudes del compromiso cristiano liberador en el mundo.
De su segundo libro, dedicado a la presencia de la fe protestante en América Latina, extraemos estas palabras que lo muestran en el ejercicio de una teología de búsqueda, con anclaje ecuménico y siempre abierto al encuentro con nuevas realidades históricas, en las que, según aprendió de sus mentores Barth, Bonhoeffer y Shaull, podía encontrarse con el Dios de Jesucristo:
'Hay, pues, relaciones constantes entre la historia de las naciones y la historia del pueblo de Dios. Y nos atrevemos a calificar dichas relaciones como, dialécticas, dándose la mediación entre ambos términos, a través de la acción de Dios en la historia^ En efecto, es la acción de Dios la que crea un pueblo con conciencia histórica y lo impulsa a tomar contacto con el resto de las naciones; de la misma manera, la historia de la humanidad, de los paganos y gentiles, de los griegos y de los bárbaros, corrige una y otra vez a la historia del pueblo de Dios. La irrupción de una acción de Dios en la historia es proclamada por la comunidad de fieles como un juicio a las naciones, pero de la misma manera, son las naciones las que muchas veces llegan, a ser el instrumento del juicio de Dios sobre su pueblo. Lo importante en este caso no es separar lo que ocurre en la historia del pueblo de Dios y lo que pasa en el devenir de los gentiles y paganos; lo que corresponde es entender cómo a partir de esa acción de Dios en la historia los hombres van siendo llevados a esa madurez que constituye la plenitud de los tiempos.' 4 
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1  J. de Santa Ana, “Revelación y sentido de la historia”, en  Protestantismo, cultura y sociedad. Problemas y perspectivas de la fe evangélica en América Latina.  Buenos Aires, La Aurora, 1970, p. 25.
2  J. de Santa Ana, “En camino y a la espera”, p. 11.
3  J. Santa et al.,  Beyond idealism. A way ahead for ecumenical social ethics.  Grand Rapids, Eerdmans, 2006.
4  J. Santa Ana, “Revelación y sentido de la historia”, pp. 39-40.
 
*Autores: Leopoldo Cervantes-Ortiz

©Protestante Digital 2014
 

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