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miércoles, 9 de julio de 2014

Evangelio, identidad cultural y carta a los Hebreos

Por. Juan Stam, Costa Rica*
Podemos entender las peculiaridades del lenguaje, estilo y pensamiento de Hebreos como una brillante contextualización de la fe en la cultura helenística y probablemente alejandrina. 
Los mismos dos polos del tema que estamos tratando se encuentran también en el libro de Hebreos. Aún una lectura ligera deja evidente que es un libro único en el NT, muy diferente a todos los demás.
Aunque no sabemos quién fue su autor, y tampoco podemos precisar con mucha seguridad quienes eran sus destinatarios, es innegable que el libro está enfáticamente contextualizado para una situación concreta de una comunidad específica.
Siguen fuertes debates al respecto, pero estoy convencido que el marco de referencia para Hebreos es el judeocristianismo helenístico alejandrino [8] El autor de hebreos usa siempre la versión griega del AT, no el original hebreo. A veces, sin embargo, difiere de todos las versiones de la Lxx; en uno de esos casos, la versión de Dt.31.6 en Heb 13.5s concuerda con un texto de Filón contra todas las variantes conocidas de la LXX. Hay también paralelos claros a los escritos de Filón, Sabiduría y IV Macabeos, aunque el pensamiento es propio del autor y netamente cristiano y evangélico.
En tal caso, podemos entender las peculiaridades del lenguaje, estilo y pensamiento de Hebreos como una brillante contextualización de la fe en la cultura helenística y probablemente alejandrina.
A la vez, Hebreos es uno de los libros que insiste en la particularidad única del Evangelio. El prólogo plantea desde un principio la encarnación del Hijo como culminación del largo proceso de revelación divina: habiendo hablado de muchas maneras por los profetas, ahora al final de los tiempos "nos ha hablado en Hijo" (1.2). Así el tema de todo el libro puede considerarse "la superioridad y la finalidad de Jesucristo".
Una de las palabras más típicas del libro es efápax (y hápax), "de una vez para siempre". En contraste con el Sumo Sacerdote, que tenía que ofrecer cada día por sus propios pecados y los del pueblo, Jesús "lo hizo una vez para siempre (efápax), ofreciéndose a sí mismo" (7.27); "por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención" (9.12 cf 9.7). Por eso "somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre" (10.10; cf Rom. 6.10).
Con otra analogía el autor afirma que "como está establecido para los hombres que mueran una vez...Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos" (9.27s). Su sacrificio es único e irrepetible, porque "ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre" para quitar el pecado (9.26). Obviamente, no puede haber otro evangelio que el que fue "dado una vez a los santos" (Jud.3).
Sobre el adverbio clave efápax (y hápax) Ernst Stählin afirma: "El sentido básico de hápax en el NT se alcanza cuando se refiere al carácter único de la obra de Cristo como algo que no puede ser repetido ... es un término técnico para lo definitivo y por lo tanto único y singular de la muerte de Cristo y la redención así lograda" (Kittel 1: 381,383).
En Hebreos, la más radical contextualización del mensaje no contradice la singularidad única del evangelio sino que la afirma de la manera más enfática. Si no se contextualizara, no sería fiel al evangelio. Pero al contextualizarse, tenemos que hacerlo con fidelidad al evangelio. Su identidad evangélica nunca debe destruir la identidad cultural, y la identidad cultural no debe contradecir la identidad evangélica.
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[8]) Ver George y Grelot p62,69; Robert y Feuillet p491-493; Wikenhauser y Schmid 817-820, 831s, 836.

*Autores: Juan Stam

©Protestante Digital 2014

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