Por.
Carlos Valle, Argentina
El
libro de los Hechos, una mirada desde la comunicación, de Carlos Valle, se
edita juntamente con ALC (Agencia Latinoamericana y Caribeña de Comunicación).
Incluso
el pasado puede modificarse: las historias no paran de demostrarlo. Jean Paul
Sartre
La
vida de cada hombre es un cuento de hadas escrito por la mano del Señor. Hans
Christian Andersen
Se
destacan cinco componentes que determinan la línea de todo el escrito.
Los
elementos míticos
Hay
que comenzar por destacar la importancia de los elementos míticos y su
incidencia en el relato. No aparecen solo en los primeros párrafos de Hechos
sino hay varias manifestaciones similares en todo el libro. Centrarse en
indagar si en verdad sucedieron esos relatos es desconocer la importancia de
los elementos míticos que contienen. Sin ellos muy diferente sería la lectura
este relato. Su presencia no solo le da un carácter particular, sino porque
quieren incorporan un elemento trascendental para garantizar lo que ha sucedido.
Desde el punto de vista de la comunicación, lo que se requiere es considerar
estos relatos presentados como trascendentes, analizar porque están contados
como si fuesen acciones que no esperan cuestionamientos sino solo aceptación, y
cómo influyen en la estructura misma del libro.
En
primer lugar, Hechos comienza poniendo su acento en la despedida de Jesús. Hace
una sintética recopilación sobre su vida, ministerio, muerte y resurrección
hasta el día en que “fue recibido arriba”. Estas menciones son las que se
ofrecen como garantía. Pero esa garantía es, al mismo tiempo, el anuncio de
cambios radicales. Después de ese período se produce la despedida de Jesús, que
está relatada de modo dramático: es alzado al cielo, cubierto por una nube y
son dos varones con vestiduras blancas (¿reminiscencia del relato sobre la
tumba vacía?) que le dicen a los apóstoles que ese Jesús, así como fue alzado,
“vendrá como lo han visto ir al cielo”.
Antes
de que eso ocurriera, los apóstoles le preguntan a Jesús si se iba a restaurar
en ese tiempo el reino de Israel. Su respuesta es que a ellos no les
corresponde saberlo, pero que recibirán el Espíritu Santo y serán testigos “en
toda Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra”. Dicho esto, Jesús “fue
alzado y una nube lo tomó”. Son dos “varones con vestiduras blancas” que les
indican a los presentes que dejen de mirar al cielo porque, así como se fue,
volverá. En el Evangelio de Lucas se trasmite una versión abreviada de este
relato, y la conclusión es que los apóstoles deben quedarse en Jerusalén donde
“serán investidos de poder desde lo alto” (24:49), sin una mención explícita al
Espíritu Santo tan destacado en Hechos. Al mismo tiempo, se acentúa que, una
vez que fue “llevado arriba al cielo”, quedaron en Jerusalén “siempre en el
templo, alabando y bendiciendo a Dios.”, con pocos indicios de la misión “hasta
lo último de la tierra”, que sí especifica Mateo obviando la ascensión al igual
que el Evangelio de Juan.
El
acento está bien marcado: los apóstoles recibirán “poder” cuando posean al
Espíritu Santo. Esta afirmación es una manera de reforzar lo que será la
presencia del Espíritu Santo en la misión de los apóstoles, que marca una
distancia con la pregunta sobre si restaurará “el reino de Israel en este
tiempo”. La respuesta es una manera de limitar las expectativas de los
apóstoles y llevarlos a considerar lo que deben estar preparados para
enfrentar. Las argumentaciones sobre esa pregunta y la respuesta recibida
intriga sobremanera a los comentaristas, muchos de los cuales parecen tener
encontradas opiniones sobre Israel y el futuro que podría serle deparado.
Los
apóstoles son judíos que viven esa esperanza restauradora como parte de su
propia cultura, y su pregunta, en esa circunstancia, era más que inevitable. Es
cierto que el texto es parte de un proceso testimonial que ha ido dando lugar a
varias perspectivas que no siempre congeniaron. Esta pregunta está allí como
una inescapable visión que no puede eludirse. Si la respuesta no es
satisfactoria se debe a que refleja la perplejidad y la improbabilidad de una
respuesta terminante. De todas maneras, hacer una trasposición al Israel actual
sería como forzar la interpretación de una histórica tradición cultural y
religiosa.
A
quien se llama apóstol
En
segundo lugar, hay que destacar la importante mención de los principales
protagonistas. Se destaca a quienes se debe reconocer como apóstoles: “los que
había escogido”(Hechos 1:2). Se afirma que esta categoría o denominación queda
circunscripta a los que ya habían sido elegidos por Jesús. En ninguna otra
parte de Hechos se menciona a ningún otro que pueda ser calificado como tal,
salvo la elección de Matías a fin de que “tome la parte de este ministerio y
apostolado” sobre quien “echaron suertes” para completar, en reemplazo de Judas,
el grupo de los doce. Los once ya habían sido mencionados por su nombre (1:13).
Posteriormente se incluirán más referencias al tema del apostolado.
La
fugaz presencia de María y otras mujeres
Se
menciona, además, la presencia de mujeres, especialmente a “María la madre de
Jesús, y con sus hermanos”. En versiones católicas los “hermanos” se han
convertido en “parientes”, reflejando una vieja polémica sobre la
interpretación del nacimiento de Jesús y la forma de concepción atribuida a
María. Se aclara que en este escrito no se busca dilucidar esta situación sino
solo llamar la atención a la importancia de las tradiciones de carácter
teológico y doctrinal que involucran a toda traducción y su comunicación. De
todas maneras, hay que señalar que en Hechos, además de esta mención inicial,
no hay referencia posterior acerca de la madre de Jesús o de sus hermanos o
parientes, lo cual plantea el papel, si es que hubo alguno, que ejerció la
madre de Jesús en este nuevo período.
Lucas
le otorga cierta importancia a la presencia de María. Por un lado, Lucas se
diferencia de Mateo sobre el anuncio del nacimiento de Jesús. En Mateo la
historia parte de la experiencia de José a quien un ángel le informa que tenía
que aceptar el embarazo de María. Mientras que en Lucas también es un ángel, al
que se llama Gabriel, quien le anuncia a María que tendrá un niño, y que no
tema porque ha encontrado la gracia de Dios. Después del nacimiento de Jesús se
produce el encuentro con los pastores maravillados junto al pesebre. El
comentario que sigue, exclusivo de Lucas, indica una información que, se supone
Lucas ha conocido de primera mano: “Pero María guardaba todas estas cosas,
meditándolas en su corazón.” (2:19). Frase que se repite y refuerza cuando sus
padres encuentran a Jesús niño en el templo. Jesús da una explicación que ellos
no logran entender, no obstante “su madre guardaba todas estas cosas en su
corazón.” (2:51) Se ha comentado que el escritor de Lucas tuvo oportunidad de
estar junto a María, y de allí las varias referencias sobre su visita a
Elisabet y los detalles del nacimiento de Jesús. Al mismo tiempo, Lucas incluye
un episodio que también registran Mateo y Marcos. Jesús, al ser avisado que su
madre y sus hermanos quieren verlo, su respuesta es rotunda: “Mi madre y mis
hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.” ( Lc.8:19) Las
Biblias católicas, en este caso, no han vertido hermanos por parientes y, más
bien, como en la mayoría de las interpretaciones, entienden que estamos aquí
ante un modo de expresar la hermandad que se crea alrededor de Jesús. No
obstante, hay que considerar aquí una cierta brusquedad en la formulación de un
propósito inclusivo, aunque en ningún evangelio se especifica o aclara la
repercusión de esta rotunda afirmación.
Sobre
la venida del Espíritu Santo
En
tercer lugar, mencionar la importancia del Espíritu Santo en esta introducción,
que acompañará buena parte del relato de Hechos. Antes de su partida, Jesús
anuncia que los apóstoles serán “bautizados con el Espíritu Santo”. Cuando
“reciban el Espíritu Santo” serán testigos “hasta lo último de la tierra.” Será
Pedro, quien al referirse al caso de Judas, apelará al Antiguo Testamento
(AT)), en el que “el Espíritu Santo habló por boca de David acerca de Judas”.
En ningún momento se describe o indica qué significa ese espíritu, pero sí el
poder de sus efectos en quienes llegan a recibirlo. Es una forma de decir que
no se establecen autoridades porque el poder, que es un poder inmaterial, solo
es dado con un propósito: anunciar el evangelio. Las complejas argumentaciones
teológicas sobre el carácter mismo del Espíritu Santo, como parte de una
trinidad, aunque casi con independencia propia, han marcado la interpretación
de lo que ese Espíritu significa. Es importante señalar que en Hechos no se
hace elaboración alguna más allá de un signo de presencia, de aceptación y de
sostén en la misión, pero esas menciones tienen una fuerte connotación
comunicativa porque establecen un marco esencial de comprensión.
Las
contradicciones en la historia de Judas
En
cuarto lugar, hay que señalar la llamativa y sorprendente afirmación de Pedro,
al describir la traición de Judas y el fin de su vida. Un muy trágico desenlace
que se justifica con dos citas de los salmos. Una, en la que se habla acerca de
la maldición del campo que había adquirido, donde pierde trágicamente su vida:
“Sea hecha desierta su habitación, y no haya quien more en ella” (Salmo 69:25)
Se trata aquí de un salmo que habla de la angustia de alguien que pide ayuda a
Dios por lo que le han hecho los poderosos, y que espera que por su “maldad no
entren en tu justicia”. La segunda cita, describe el clamor por una fuerte
venganza contra los que han “peleado contra mí sin causa” donde se indica:
“Tome otro su oficio” (Salmo 109:8).
La
necesidad de elegir, a partir de la muerte de Judas, a un sucesor parece
razonable, aun cuando el número doce no se menciona como necesario, salvo si se
quisiera equipararlo con las doce tribus del pueblo de Israel. Lo que resulta
más dificultoso es querer relacionar los dos hechos con dos citas que no tienen
una correspondencia común, salvo que son dos expresiones de quienes han sufrido
por varios motivos. Es muy frecuente encontrar, especialmente en el Nuevo Testamento
(NT), la validación de ciertos hechos al relacionarlos con afirmaciones o
sucesos del pasado. Generalmente, lo que se busca es apelar a la tradición
pasada como verificador o como generador de tales hechos o circunstancias. Así,
por ejemplo, el Evangelio de Mateo recurre a la tradición del pasado para
validar hechos presentes. Esos hechos tienen como objeto “cumplir la
escritura”, ya sea para establecer la genealogía de Jesús como para unir la
historia del reparto de las vestiduras en la crucifixión de Jesús (Mt.27:35).
Asimismo, aparece en varios momentos esta idea de rubricar la necesidad de
“cumplir” (3:15; 5:33), o que se cumpliesen las escrituras (26:54).
Volviendo
a la historia de Judas se encuentra en Mateo un relato muy diferente al que
muestra Hechos. Se indica que Judas sufre un arrepentimiento que le lleva a
devolver el dinero a los “principales sacerdotes y ancianos”, que estos
rechazan, por lo cual Judas decide arrojarlo en el templo. Las autoridades
creen que no pueden dejar “las treinta monedas de plata” como ofrenda, “porque
es precio de sangre”. Con ese dinero compran el campo de un alfarero que
utilizarán para enterrar extranjeros. Ese campo, dice Mateo, recibe el nombre
“hasta el día de hoy, Campo de sangre” (Mt. 27:3-10). El relato se asienta en
una cita del AT que, erróneamente, se atribuye a Jeremías, cuando en realidad
corresponde a Zacarías (11:11-12). Aquí se ha confundido al alfarero con aquel
que menciona Jeremías (18:1-4) De todas maneras esta es una historia a la que
no se puede atribuir ninguna relación con la traición de Judas, ni la mención
de las treinta piezas de plata.
La
coincidencia con Hechos se centra en el nombre atribuido al campo, que aquí se
menciona como comprado por Judas, apelando a dos citas fuera de contexto del
AT. Indudablemente se trata de dos versiones diferentes, no solo en la forma en
que muere Judas, sino también porque hay una mirada más benévola en el relato
de Mateo que en Hechos. Como se ha indicado, en Mateo Judas devuelve el dinero
recibido mientras que en Hechos la compra del campo fue hecha “con el salario
de su iniquidad”, aunque sin especificar el monto. En Mateo el relato pareciera
estar más apegado a lo sucedido sin que se suponga la trascendencia de lo
sucedido como deja ver Hechos, donde la apelación al texto bíblico da pie para
la elección de Matías en reemplazo de Judas.
En
Lucas, en el primer tratado, las referencias a Judas están centradas en su
presencia en el arresto de Jesús “…el que se llamaba Judas, uno de los doce,
iba al frente de ellos” (22:47) y obvia mencionar su muerte, salvo cuando
volvieron los caminantes de Emaus, que “hallaron a los once reunidos” (24:33).
Ya no eran doce sino solo once. Es en el evangelio de Juan que se hace la
referencia a los doce después de la resurrección de Jesús. “Pero Tomás, uno de
los doce” (20:24) y no hay ninguna mención de la desaparición de Judas ni la
inclusión de Matías.
Las
posteriores interpretaciones que denigran a Judas nacen de estos complejos y
contradictorios relatos. Todo da a entender que varias tradiciones pujaron por
establecer cómo sucedieron los hechos, pero con dispar resultado. De aquí
podemos inferir que el autor de Hechos, que ha “investigado con diligencia
todas las cosas desde su origen”, ignoraba o no ha tomado en cuenta la versión
que se cuenta en Mateo, o simplemente decidió confiar en la historia tal cual
la recibió.
Aquí
se hace evidente que la narración de los sucesos ocurridos, como todo relato
que cuenta con varios testigos, refleja la visión de quien la comparte, lo que
muestra la fragmentación y distorsión que se produce en toda comunicación. Esto
no quiere indicar que esos testimonios sean erróneos sino que reflejan puntos
de vista particulares. Debe mencionarse, por ejemplo, que el evangelio de Juan
es quien más reitera la traición de Judas, como indica en un momento:”…porque
éste era el que le iba a entregar”, enfatizando que “era uno de los doce” (Juan
6:71). La constante interpretación bíblica de hechos, a los cuales se procura
relacionar con sucesos pasados que, como en este caso, no pueden justificarse,
revela un trasfondo de interpretación de rígida concepción teológica que nubla
toda evidencia que alumbre la comunicación.
Estos
textos muestran complejidad y cierta inexactitud, producto de tradiciones
encontradas o de posibles incompletas versiones que se recogieron de los
testigos. Como toda comunicación es una interpretación, hay que aplicar el
mismo criterio a los relatos bíblicos. En ese sentido, las particularidades de
los testimonios tienen su validez pero también sus limitaciones. Esto se verá
claramente cuando se trate el tema de los conflictivos encuentros entre Pedro y
Pablo, donde solo conocemos la versión de Pablo. (ver Cap. VI) La figura de
Judas ha sufrido una sostenida crítica lo que ha llevado a que su nombre sea
considerado un sinónimo de traición. Como en toda historia marcada por hechos
que tienden a ser aceptados como ciertos, la magnitud y la trascendencia de lo
que refieren, tienden a ser recibidos y aceptados con limitada interpretación crítica.
La dimensión de la acusación contra Judas, en la que es evidente ha primado una
particular interpretación, ha determinado que esa traición sea considerada
inaceptable, condenable y, por lo tanto, inapelable. No obstante, teniendo en
cuenta los dos divergentes resultados, el relato de Mateo invita a reflexionar
y dar lugar a la comprensión y proclive a considerar el perdón.
Las
limitaciones de los liderazgos
En
quinto lugar, destacar el liderazgo que asume Pedro dando un primer mensaje,
frente a unas “ciento veinte” personas, con una presentación en la que expone
la traición de Judas y los efectos que estaban señalados en la escritura que
llevan a su trágica muerte. Esto le abre paso para acudir nuevamente al AT con
una afirmación, al menos cuestionable, sobre la necesidad de elegir el apóstol
faltante: “Tome otro su oficio” (Salmo 109:8) que termina con la elección de
Matías. Decidirse a completar el número de apóstoles y volver a los doce
originales, parece más bien, como se ha indicado, una referencia a las doce
tribus de Israel. Un número que se repite en varias ocasiones por diversos
motivos, a los que no es necesario recurrir aquí.
Habían
seleccionado dos candidatos: Barsabás y Matías, de ninguno se hace mención del
porqué de su elección. Le piden a Dios que indique cuál debe ser elegido pero,
a continuación, proceden a “echar suertes”, y la suerte cae sobre Matías. Hay
algunas menciones en el AT sobre cómo resolver situaciones “echando suertes”,
como cuando tienen que decidirse por uno de los machos cabríos que van a
sacrificar (Lev.16:8). En Proverbios se recuerda que “La suerte se echan en el
regazo: mas de Dios es la decisión de ella” (16:33), y que:”La suerte pone fin
a los pleitos, y decide entre los poderosos.” (18:18) De todas maneras no se mencionan
muchas ocasiones que requirieron este proceder y no deja de sorprender que se
haya aplicado en la selección del duodécimo apóstol.
La
comunicación de hechos presentados por medio de expresiones sobrenaturales hace
a la esencia de una cultura que reposa en manifestaciones trascendentes que den
sello de autenticidad a lo que relatan. Esta primera aproximación al relato de
Hechos indica el valor que se asigna a lo sucedido. Los “hechos ciertísimos”
que se propone relatar están insertos en una comunicación donde la presión del
trasfondo cultural domina el desarrollo de los mismos. Leer hoy estos relatos
desde la comunicación, como se seguirá viendo, ayudará a desentrañar sus raíces
y permitir dimensionar la importancia de comprender mitos y tradiciones. * (PE)
El
autor es Teólogo, con estudios en Alemania y Suiza. Pastor (j) de la Iglesia
Metodista Argentina. Director del Departamento de Comunicaciones del Instituto
Superior Evangélico de Estudios Teológicos (ISEDET), Buenos Aires, 1975-1986.
Presidente de Interfilm, 1981-1985. Secretario General de la Asociación Mundial
para la Comunicación Cristiana (WACC), Londres, 1986-2001. Autor de los libros
Fe en tiempos difíciles (982) Comunicación es evento (1988); Comunicación:
modelo para armar (1990); Comunicación y Misión; En el laberinto de la
globalización (2002) y Emancipación de la Religión (2017)
valleferrari@gmail.com
Imagen:
El Grito Edvard Munch pintor y grabador noruego. Sus evocativas obras
sobre la angustia influyeron profundamente en el expresionismo alemán de
comienzos del siglo XX. Nació el 12 de diciembre de 1863. Falleció el 23 de
enero de 1944.
Fuente: ALCNOTICIAS, 2017
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