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domingo, 12 de agosto de 2007

El amor a Dios y al prójimo es la esencia de la ética cristiana. Un Desafío para nuestros gobernantes.






Hoy vivimos conmovidos por tanta injusticia de los que rigen nuestra sociedad, hay una ley para el pobre y otra para el rico. Esta ley esta en manos de quienes supuestamente se han formado para hacer cumplir justicia. Pero con tanta injusticia que a diario percibimos en los tribunales, nos preguntamos ¿Cuál es la esencia de la ética para estos juristas? En esta breve reflexión queremos compartir nuestra hipótesis, que la mejor esencia para ejercer una norma jurídica, para el bien de nuestra sociedad es el amor a Dios y al prójimo. Gnilka[1] en su libro nos comparte acerca de la ética de Jesús, que según él, es el amor. Gnilka sostiene que la palabra amor no aparece más que dos veces en la tradición sinóptica (Mt 24, 12; Lc 11: 42, aquí hace referencia al amor de Dios). Sigue diciendo, que faltan por completo posibles equivalencias, pero que tienen acentos distintos a saber eros y Philia. Con más preferencia encontramos el verbo agapan; con menos frecuencias encontramos el verbo philein. El primero (Agapan) aparece con frecuencia en el contexto del amor a los enemigos (Mt 5, 34 – 46/Lc 6, 27, 32 – 35). Aquí se resalta la palabra amor y se suprime el mandamiento relativo a la venganza, formulado así en el Antiguo Testamento: Vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, etc. (Ex. 21, 23 ss; Lev. 24, 20, Deut. 19, 21), y que corresponde una manera exagerada de pensar en la justicia.

Que el amor no haya presidido todas las enseñanzas de Jesús, es cosa que no puede probar, nos dice Gnilka. El amor como principio, como criterio supremo de la acción, incluso de la acción con respecto a la Tora, da transparencia a la enseñanza de Jesús, que algunas veces son duras y no las hace aparecer siempre como razonable. Con esto llegamos a comprender aquella tradición en la que realza como primer mandamiento el amor a Dios y el amor al prójimo (Mc 12, 28 – 34). Cuando el escriba le pregunta ¿Cuál es el primer mandamiento? Jesús le responde citando en primer lugar el sema Israel, que en aquel entonces debía recitar todo varón israelita por la mañana y al atardecer (Deut. 6, 4,5). Pero luego, cita además el mandamiento del amor al prójimo: Amaras a tu prójimo como a ti mismo… (Lev. 19, 18). Como segundo mandamiento y asocia abiertamente ambos mandamientos, el amor a Dios y el amor al prójimo (…).

Pero hay otro vestigio, que nos conduce a Palestina. En esta ciudad se encontró en reducida la Ley, que mantiene el Decálogo y el Escucha, oh Israel. En la respuesta de Jesús – dice Gnilka – encontramos yuxtapuestos el Escucha y el doble mandamiento del amor a Dios y el amor al prójimo como síntesis de las dos tablas. Los tres primeros mandamientos proclaman los derechos de Dios, los restantes, las obligaciones (…). Ahora bien, lo de amor a Dios ¿Cómo se hace? Las experiencias habidas con Dios dan margen a muy variados sentimientos. Ciertamente, amor a Dios significa también andar por sus caminos, confiando de buena gana en él. Que el amor de Dios sea experimentable en Jesús, significa capacitación para eses amor. Por eso, el amor de Dios y el amor al prójimo están ya íntimamente unidos. En el ámbito griego, en cambio, suele hacerse distinción entre ágape y eros, entre el amor que se entrega así mismo y el amor concupiscente. Gnilka menciona que el concepto de eros no aparece en todo el Nuevo Testamento, ciertamente el amor que hace donación de si mismo está en primer Plano (…). Pero el amor concupiscente no queda descartado por completo. También Dios es un Dios celoso.

Concluye nuestro autor diciendo que el amor de Dios y el amor al prójimo, son para Jesús y quintaesencia de la ética, los dos amores están tomados de la Ley y sus mandamientos se pueden leer en Deut. 6, 5 y Lev. 19, 18. Según esto, la síntesis de los dos amores hace que esa Ley aparezca a una luz enteramente nueva. Esta síntesis nos muestra una nueva lectura del mundo. El amor en su síntesis como amor a Dios y amor al prójimo, nos sitúa dentro del movimiento de un vivir histórico. Lo que en la Ley no puede leerse. El amor descubre nuevas ideas, nuevos horizontes; hace que se vean cosas que son necesaria y que habían pasado inadvertidas a la Ley; el amor mira con compasión y entrañas de amor en quien esta caído a la vera del camino y no atiende a que este sea enemigos.

[1] Gnilka, Jachim “Suma de la ética” en Jesús de Nazaret. Mensaje e historia, Herder, Barcelona, 1975, pp. 293 – 303.

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