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jueves, 7 de junio de 2012

Teólogos enseñan a Jesús el oficio de Mesías

Por. Edwin Sánchez, Nicaragua*
En la mañana calurosa del primer domingo después de Resurrección, en una pequeña ciudad en el sur de Nicaragua, un hombre se levantó de la banca en la iglesia y pasó adelante a decir que la semana anterior oró por una mujer a quien le diagnosticaron cáncer en el hígado. Los médicos, en su último examen, debieron rectificar la fatal noticia: la dama no presentaba la más mínima dolencia en la región hepática. “ Hermanos, yo he visto sanar cánceres, porque Dios es un Dios de milagros ”, exclamó, jubiloso, bajo un generalizado amén.
Horas más tarde, después de conocer esta buena nueva, leí en El País , de España, sobre un pensador que, jubiloso por otras razones al otro lado del mundo, manifestaba que todo “teólogo actualizado” no creía en milagros. Era una “moderna noticia”, no una buena nueva.
Al teólogo Andrés Torres Queiruga (Ribeira, A Coruña, 1940) se le preguntó: “Usted rechaza ‘los milagros e incluso la resurrección de Jesucristo como milagro susceptible de pruebas empíricas’. ¿Su pensamiento continúa dentro del cristianismo?” .
“ Sin duda –fue la respuesta-. Como yo piensan hoy la mayoría de los teólogos actualizados. La crítica bíblica demuestra que de los llamados milagros de los evangelios apenas quedan algunas curaciones ”.
Nicaragua, además de ser una de las naciones con una de las tasas más baja de criminalidad en América -12.5 homicidios por cada 100 mil habitantes en 2012, en contraste con Honduras, 86; El Salvador, 71; Guatemala, 52-, también es una de las regiones donde hay mucho pueblo cuya convicción en lo que no se ve pareciera un producto Made in Galilea .
Aquí hay gente que no solo cree en las Sagradas Escrituras con todos los fierros , sino que hasta producen episodios bíblicos tropicales, y hasta llenan plazas públicas que antes solo, en el plano temporal, el partido Frente Sandinista podía hacerlo.
Estar convencido de lo que narran los evangelios en esta parcela del planeta no es una expresión de la baja cultura popular . Esa fe de solvente pureza cuenta con muchos detractores por un lado y aprovechados por el otro. En este escenario incluiremos a los “ apóstoles y profetas ” que han lanzado toda su artillería de “ señales y milagros ” en su arremetida neopentecostal contra la salud espiritual y sociopolítica de Latinoamérica.
Muchos creyentes sinceros caen rendidos ante el millonario espectáculo de individuos como el televangelista estadounidense Benny Hinn y sus opulentos traductores al castellano. Si Mario Vargas Llosa denuncia cómo la banalización se ha tomado a risa lo más serio del arte, esto se extiende a todos los espacios.
Recientemente en una emisora, la teóloga católica nicaragüense, Michelle Najlis, se mostraba convencidísima de que después de la muerte extrema de Jesús en la cruz del Calvario, el resto es poesía mística. Que su pretendida aparición, pasando a través de las paredes, debe tomarse como el resumen simbólico de sus predicas: Jesús eliminó barreras.
La teóloga llega incluso a desconfiar de la grandeza del Hijo del Dios de Israel: “¿Qué me cambia la vida a mí si pasó físicamente las paredes? ”, como diciendo qué provechoso es para la gente la manifestación en persona de Jesús en la casa donde estaban escondidos.
El punto focal que nos quieren plantear es que Jesús no aprendió bien su oficio de Mesías, quizás por ser un tosco carpintero insensible a la lírica de los espíritus refinados y, en vez de levantarse de entre los muertos en sentido metafórico, como pésimo estudiante, lo hizo al pie de la fe como los cristianos desactualizados lo hemos venido creyendo. No comprendió que, según los manuales de teología posmoderna, la Resurrección fue la de sus atemorizados seguidores: que de muertos de miedo fueron capaces de ir a anunciar la buena noticia .
Derribar paredes , en la simbología planteada por la teóloga, es el Jesús que platica abiertamente con la mujer samaritana, cuando las mujeres eran tenidas por menos. A partir de esta verdad, el contenido de trabajo de un Redentor de hoy, si no quiere terminar desempleado, incluye lo siguiente:
Todos saben que los oficiales romanos llevaban “ un mancebo, un amante ”, dice la teóloga. En la agenda actual se trata de introducir por la puerta grande de los Evangelios una de las calificaciones que olvidaron incluir sus escritores aldeanos, para contar hoy con un Mesías a la altura de la Metrópolis : el Cristo Simbólico derriba otra “pared”, la del prejuicio contra los homosexuales.
Una de las más exquisitas historias donde Jesús se solaza por la enorme fe de un gentil en contraste con los “hombres de poca fe” encontrados en Jerusalén, resulta, de esta forma, banalizado: el centurión que llegó a rogar a Jesús por la sanidad de su siervo enfermo era un gay a cargo de cien soldados, cuya orientación sexual se ajustará a lo que demande el último grito de la moda.
La propuesta de estos teólogos es como tratar de poner al día la impresionante pinacoteca de la Colina de las Ciencias en Madrid, mandando a la hoguera por anticuados los lienzos de Velázquez, Goya, Tiziano, Rubens, Rafael y Murillo, y la destrucción de la estatuaria latina, para instalar las modernísimas imágenes de Toy Story, Pato Aventuras y toda la galería Disney. ¿Se seguiría hablando del Museo del Prado o del Estudio del Tío Walt?
Yo prefiero la actualización de los Evangelios al estilo de Francisco Jirón, el hombre que dio testimonio de su fe sin acudir a los efectos especiales de Hollywood, ampliando de paso el catálogo del Rabí: “ Vayan y díganle a Juan lo que están viendo y oyendo. Cuéntenle que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios… ”, y una enferma de cáncer es dada de alta en Semana Santa .

Edwin Sánchez – Periodista y escritor - Nicaragua

© Protestante Digital 2012

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