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domingo, 30 de junio de 2013

Origen, naturaleza y destino del hombre

Jaume Triginé*, Origen, naturaleza y destino del hombre. Agrupación de Editores y Autores Universitarios. Barcelona, 2013.
INTRODUCCIÓN
¿Qué es el hombre? (Sal 8:4)
La complejidad del ser humano ha precisado que su estudio se haya diversificado a través de múltiples disciplinas científicas como la medicina, la psicología, la sociología… en sus distintas especialidades. También la filosofía, desde la Grecia clásica hasta la actualidad, se ha dedicado a reflexionar sobre la condición humana. Este es un texto de antropología teológica. La palabra antropología procede de los términos griegos anthropos y logos y tiene que ver con el conocimiento del hombre. Es la ciencia que estudia los aspectos biológicos del individuo y su conducta como miembro de una determinada sociedad.
La antropología, como ciencia del hombre en general, se ha diversificado asimismo en diferentes especialidades en función del ámbito de investigación, dando lugar a la:
•Antropología cultural. Su campo de investigación son las diferentes manifestaciones culturales del ser humano en función de criterios etnológicos: razas, pueblos costumbres…
•Antropología psicológica. Conocimiento del ser humano desde una orientación individualista que incluye los aspectos biológicos y del medio ambiente que configuran la personalidad.
•Antropología social. Estudio de la vertiente social del individuo: masas, grupos, ritos, transmisión de valores, desempeño de roles…
•Antropología filosófica. Incluye los grandes temas que definen al hombre como el propio proceso de humanización, la socialización, el lenguaje, la comunicación, la ética…
La antropología teológica busca respuestas a las denominadas preguntas últimas que no pueden desvelar el resto de las ciencias del hombre: ¿Por qué hay un mundo?, ¿por qué vivimos?, ¿de dónde venimos?, ¿quiénes somos?, ¿por qué estamos en el mundo?, ¿adónde vamos? Es la humilde finalidad de este trabajo contribuir a la elaboración de res-puestas a tales interrogantes.
Es posible que más de uno se pregunte el porqué de una nueva antropología teológica. La respuesta es la voluntad de disponer de un texto fundamentado en una teología actualizada y en las aportaciones objetivas de las ciencias, aun reconociendo que estas no siempre son definitivas y que nuevos conocimientos vienen a sustituir a los precedentes. Este texto está dirigido a quienes se sienten insatisfechos con aquellas respuestas tradicionales que parten de una interpretación literal de los textos bíblicos y de una marginación de los presupuestos científicos; a quienes no están dispuestos a renunciar al dictamen de su intelecto al analizar las cosas de forma objetiva, y a cuantos están interesados en la relación entre los mundos de la fe, la cultura y las ciencias.
La obra está dividida en tres partes: origen, naturaleza y destino del hombre. En la primera parte, se presenta al ser humano como creación de Dios y se pretende superar el debate entre creacionismo y evolucionismo a través del nuevo concepto de creación evolutiva que permite continuar postulando a Dios como creador de un universo en expansión y asumir los presupuestos científicos acerca del origen del cosmos y del proceso de humanización.
El segundo capítulo de la primera parte está dedicado al concepto de la imago dei y a sus implicaciones prácticas como son la dignidad de toda persona, el respeto al ser humano en cualquier situación existencial o momento cronológico y la atracción que la impronta de Dios ejerce sobre el individuo, aun de forma inconsciente.
La segunda parte, dedicada a considerar la naturaleza del hombre, consta de tres capítulos. En el primero, se presenta una tercera vía a lo que podríamos denominar monismo materialista y dualismo de corte platónico, del que con dificultad se sustrae la visión cristiana de la persona. En este nuevo modelo se postula la idea de una plural unidad más en consonancia con la antropología bíblica y los actuales conocimientos científicos. El ser humano como una única realidad manifestada en distintos niveles como son la corporalidad y la conciencia que termina por emerger de esta base somática.
Le sigue un capítulo dedicado al tema del pecado, que incluye su universalidad y sus trágicas consecuencias, en el que el relato bíblico de la caída deviene el símbolo de la situación de la humanidad en todos los tiempos. El capítulo concluye con una aproximación a la dimensión social del pecado; aquello que los teólogos denominan pecado estructural que viene a complementar la visión individual y psicológica.
Un nuevo capítulo de esta segunda parte trata de la gracia y de su acción, hecho que posibilita la esperanza cristiana acerca del ser humano y sus posibilidades más allá de los optimismos antropológicos de signo humanista. La gracia es presentada también como garante de la íntima libertad personal y requisito de superación de la rigidez legalista que todavía hoy hallamos en más de un contexto religioso.
El último capítulo plantea el interrogante de si es posible experimentar el nuevo hombre, al que con frecuencia hace referencia el Nuevo Testamento. Entendemos que el nuevo modelo de humanidad, descrito especialmente por Pablo, no es tan solo un concepto escatológico. Jesucristo es el fundamento que hace posible aquí y ahora el hombre nuevo en medio de los condicionantes de la existencia.
La tercera y última parte está dedicada al destino del hombre. El primer capítulo de esta sección trata de la muerte y de su significado; de la resurrección como entrada en el ámbito de Dios y superación de las coordenadas espacio-temporales en las que nos desenvolvemos y la esperanza de la vida eterna. Y todo ello no tan solo como consuelo futuro, sino como compromiso ético en el presente.
El último capítulo, dedicado a tratar la eternidad como destino último y definitivo del ser humano, aborda el final del universo en clave teológica o como juicio de Dios. De ello se derivan los temas escatológicos de la condenación o infierno y de la salvación o cielo de la fe. No consideramos que el infierno sea el lugar de las descripciones mitológicas propagadas a lo largo de los siglos por la iglesia, sino un estado de exclusión de la presencia de Dios; ni que el lenguaje humano pueda expresar con precisión el cielo de la fe cuando Dios será todo en todos. Cuando tratamos las realidades últimas nos movemos en medio de símbolos e imágenes que siempre serán insuficientes para explicar aquello que nos trasciende por no pertenecer ni al espacio ni al tiempo, sino a la eternidad. Pero ello no nos da pie a generar un imaginario mítico que difícilmente puede asumir el hombre y la mujer contemporáneos, creyentes o no creyentes.
Por todo ello, la obra desea contribuir a la inteligibilidad y credibilidad de la fe. Es nuestra responsabilidad presentar nuestras convicciones de forma razonada y en un lenguaje cercano al del receptor del mensaje; es lo que esta antropología teológica pretende. El lector juzgará el resultado final.
Nota: Este libro no puede adquirirse en librerías, se envía sobre pedido dirigido al siguiente correo electrónico: itpconsulting@gmail.com

*Jaume Triginé es Licenciado en Psicología por la Universidad de Barcelona. Articulista y autor de LA IGLESA DEL SIGLO XXI ¿CONTINUIDAD O CAMBIO?, de ¿HABLAMOS DE DIOS? TEOLOGÍA DEL DECÁLOGO y de ¿HABLAMOS DE NOSOTROS? ÉTICA DEL DECÁLOGO.

Fuente: Lupaprotestante, 2013.

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