Por.
Juan Stam, Costa Rica.
Para
Lutero, todo cristiano es un sacerdote y un ministro de Dios, y toda la vida,
todo empleo y oficio, son vocación divina dentro del mundo.
Se
suele resumir el aporte teológico de la Reforma en tres puntos: (1) la
justificación por la gracia mediante la fe (sola gratia, sola fide), (2) la
sola autoridad normativa y definitiva de las Sagradas Escrituras (sola
scriptura, tota scriptura), y (3) el sacerdocio universal de todos los
creyentes. Pero, casi siempre, se olvidan otros dos, que son cruciales: (4) la
libertad cristiana y (5) "la iglesia reformada siempre reformándose"
(ecclesia reformata semper reformanda).
Es especialmente sorprendente y
lamentable que los evangélicos hoy hacen caso omiso del tema de la libertad
cristiana. De hecho,
dicho tema es, sin lugar a dudas, central en todo el movimiento de la Reforma.
La Reforma fue, en su sentido más profundo, un proceso liberador en todas sus
dimensiones.
La
afirmación reformada del sacerdocio universal de todos los fieles (1 Pedro 2:9;
Apoc 1:6; 5:10) impulsa, lógicamente, un proceso de progresiva democratización
dentro de la Iglesia, y por consiguiente dentro del mundo moderno.
Para Lutero, todo cristiano es un
sacerdote y un ministro de Dios, y toda la vida, todo empleo y oficio, son
vocación divina dentro del mundo.
"Una
lechera puede ordeñar las vacas para la gloria de Dios", decía Lutero. En
un pasaje aún más atrevido, afirma que "Todos los cristianos son sacerdotes,
y todas las mujeres sacerdotisas, jóvenes o viejos, señores o siervos, mujeres
o doncellas, letrados o laicos, sin diferencia alguna" (W.A. 6,370; R.
García-Villoslada, Martín Lutero, Tomo. I, p.467).
Es
cierto que los Reformadores no llevaron este principio hasta sus últimas
consecuencias. Conservaron mucho del clericalismo heredado de largos siglos de
tradición eclesiástica. Sin embargo, algunos, conocidos como Anabautistas de la "Reforma
Radical", llevaron el principio del sacerdocio universal un buen paso
adelante.
El paso de la Edad Media al mundo
moderno significó un cuestionamiento radical del autoritarismo medieval e
impulsó la evolución de una serie de libertades humanas que hoy día damos por
sentadas.
En
ese proceso, Martín Lutero desempeñó un papel decisivo. Su mensaje de gracia
evangélica nos libera del legalismo (autoritarismo ético). Su insistencia en la
autoridad bíblica, interpretada crítica y científicamente, nos libera del
tradicionalismo (autoritarismo doctrinal). Su enseñanza del sacerdocio
universal de todos los fieles comenzó a liberarnos del clericalismo
(autoritarismo eclesiástico). Lutero
lanzó una cruzada tenaz contra las estructuras autoritarias de la iglesia
medieval: "Todas y cada una de las prácticas de la Iglesia",
escribió en 1520, "son estorbadas, y enredadas, y amenazadas por las
pestilentes, ignorantes e irreligiosas ordenanzas artificiales. No hay
esperanza de cura, a menos que todas las leyes hechas por el hombre, cualquiera
que sea su duración, sean derogadas para siempre. Cuando hayamos recobrado la
libertad del Evangelio, debemos juzgar y gobernar de acuerdo con él en todos
los aspectos" (Woolf I, p.303, en Wolin p.156).
Al
denunciar la tiranía del Vaticano, Lutero exigió a la iglesia "restaurar
nuestra noble libertad cristiana" (Wolin p.158) también en las iglesias
evangélicas. Hoy día, tanto en círculos católicos como protestantes, se
reconocen los carismas de todos los fieles y se cuestiona constantemente el
clericalismo y el autoritarismo que, lamentablemente, han prevalecido en la
iglesia protestante como también en la católica.
Fuente:
Protestantedigital, 2015.
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