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domingo, 1 de marzo de 2015

¿QUÉ PASA CON LOS CRISTIANOS QUE NO ASISTEN CON FRECUENCIA A LA IGLESIA? ENTRE LA INCLUSIÓN Y LA EXCLUSIÓN



Por. Luis Eduardo Cantero, Argentina*
La semana pasada me llegó a mi correo electrónico, como suele suceder.  Me llegan un sinnúmero de reflexiones bíblicas, pastorales, teológicas y filosóficas. Siempre suelo revisar y lo que me llame la atención, lo leo con detenimiento e interés. Entre tantas propuestas cristianas me llamó la atención, una de ellas que hacia una pregunta e invitaba al lector a leer la reflexión. Ellos se preguntaban ¿Qué le pasa a las personas que no van a la iglesia?(1)  Y su respuesta era que esas “personas pierden la oportunidad de alabar y aprender de Dios” junto con los creyentes que se congregan asiduamente en sus iglesias.
Me parece que su respuesta era muy reduccionista y excluyente, como si el único lugar para alabar y aprender de Dios es adentro de las cuatro paredes de la iglesia. Es decir, sumergido  en un edificio material; pero, la iglesia, según la visión del Reino de Dios no es un edificio, sino todos los que hemos aceptado a Cristo en nuestros corazones; le amamos, le servimos con nuestros dones y talentos que nos ha dado en el lugar donde nos encontramos, no solo congregándonos domingos tras domingo, sino en la casa, en el vecindario, en el servicio con los necesitados y excluidos de la iglesia: los fornicarios, los adúlteros, los gays, los que están inconforme con el sistema religioso de su comunidad, etc.
Según ellos, Dios quiere que vayamos a la iglesia y lo afirmaban citando  el siguiente texto bíblico: “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca” (Hebreos 10:25).
Me pregunto será que el texto está hablando de la iglesia del edificio o nos está marcando otro sentido de vivir la espiritualidad, como lo solían hacer los primeros cristianos, que se reunían  con sus hermanos, familiares, amigos en las casas para compartir el pan  y la oración. No sé, porque algunos consiervos y hermanos han olvidado este principio primordial de vivir la espiritualidad en familia, sin necesidad de congregarse, tan fanáticamente, en las cuatro paredes de un edificio, si la vida espiritual se vive mejor en el lugar donde nos encontremos: trabajando, descansando con la familia y disfrutando con ellos la experiencia del amor de Dios en el hogar.
Pues, si algunos creen que el único lugar para aprender y alabar a Dios es estar metido los siete días de la semana en la iglesia material, cree que por el hecho de asistir días tras dias en la iglesia ya están “salvo y pueden ingresar al cielo”; están muy equivocados.
Mientras unos se refugian en las iglesias como el único lugar de “pureza y salvación”, sus familias, en cambio, se pierden por la marginación y exclusión que provoca estas falsas creencias de “no dejarse de congregar como algunos…”; pero el congregarse aquí implicaba estar reunido con los miembros de su familia, que es su primera responsabilidad de velar por ellos. Los padres son llamados a ser sacerdotes de su hogar, no deben dejar de congregarse con su familia en la casa, no en el edificio, sino la iglesia espiritual que está en cada corazón que le ha abierto para que Cristo more en su vida.
Dejar de “congregarnos” en la iglesia invisible, que está en cada ser humano, que ha aceptado a Cristo en su corazón; es más dañino y peligroso, por estar bajo un espíritu dependiente de un ilusionista, que llena a sus oyentes de  una falsa ilusión, que solo busca es enriquecerse a través de la buena fe de las personas, que están en estado de necesidad. Y en ese estado de vulnerabilidad hacen lo que sea para poder salir de su estado de marginalidad, siguiendo el reflejo del ilusionista predicador, que con su recetario y argumentos les hace creer que si lo siguen al pie de la letra, pactan tal cantidad de dinero van a recibir muchas bendiciones, porque: “Dios ama al dador alegre”, y ellos son ejemplo del confort  de esas bendiciones. Pero, lo triste es que esas personas no se dan cuenta que la riqueza del ilusionista predicador que hace alarde son resultado de cada uno de ellos, que ha venido a dejarle su dinero, que fue ganado con el sudor de su frente.
En esa lógica explotadora, hay un intercambio de mercancía: el ilusionista predicador ofrece el producto con ciertas artimañas y hay otro que le compra ese producto, allí es mi pregunta ¿Qué pasa con esas personas que se congregan en los servicios que ofrecen estas iglesias falsas, que engañan a esas personas? No quiero con esto afirmar que todas las iglesias son malas, pero es difícil afirmar y condenar a las personas creyentes y no creyentes que no son salvas, porque no se congreguen todos los días de la semana en estas iglesias u otra.
Luego entonces, que nos dice el texto de Hebreos 10: 25: “No nos dejemos de congregar…”, nos está hablando del edificio, que es lema de sujeción y dominación que hacen muchos colegas para obligarlos a estar metido en las cuatro paredes del edificio. No, el texto me parece que nos habla de la iglesia invisible y que la llevamos todos los que hemos aceptado a Cristo en nuestros corazones. No dejemos de reunirnos con nuestra familia, en casa de amigos, etc., de juntarnos para compartir el pan, orar y aprender Su Palabra en amor, sin  ninguna dominación explotadora y excluyente. 
Porque todos “somos salvos por gracia de Dios”, por ende, no nos dice que debemos estar bajo la sombra de un yugo, que en vez, de liberarnos, nos agobia, nos somete y nos condiciona vivir la vida, la fe, etc., como seres libres, amantes de la verdad, que no nos conformamos con frases ilusionistas, sino que las analizamos bajo la lupa de la Palabra de Dios. Pues, todos somos sacerdotes en Cristo, y como sacerdotes no estamos para seguir siendo conejillos de india, sino que estamos listo para servir y hacer defensa de lo que hemos aprendido en nuestra vida cristiana. Basta ya de intermediarios (apóstoles, profetas, etc.); éstos en el tiempo del reformador Martin Lutero eran los que negociaban la salvación por dinero, tierras. Hoy, lo negocian con sus pactos, siembras, etc.
Estamos cerca de cumplir 500 años de lo que hicieron los grandes reformadores de la historia de la iglesia cristiana. Pero, todavía la lógica de las indulgencias continúa con nuevas estrategias, hoy necesitamos recuperar el sacerdocio universal de todo creyentes. Estamos llamados a liberarnos y a liberar a nuestras comunidades cristianas de todo vestigio del mal, que se viste de oveja. No nos dejemos de reunirnos para orar, compartir experiencia, etc., en nuestras casas. Allí está el verdadero sentido de “no dejarnos de congregar como algunos tienen por costumbre…” Dios quiere y se goza cuando ve a sus hijos reunidos en armonía. Y nos alerta:

“(…) que nadie se constituya en juez de ustedes (nadie los juzgue) con respecto a comida o bebida, o en cuanto a día de fiesta, o luna nueva, o día de reposo, cosas que sólo son sombra de lo que ha de venir, pero el cuerpo pertenece a Cristo” (Colosenses 2:16-17).

Dr. Luis Eduardo Cantero
Pastor bautista, Teólogo (UENIC-MLK); Master en Teologia (UENIC-MLK); en Educación (UNIMINUTO); Especialista en Dirección de instituciones educativa (ISPJVGONZALEZ) y Doctor en Filosofía (LHS).

(1). Disponible: http://obrerofiel.us7.list-manage.com/track/click?u=b68fd169b6195ce865eeb9b51&id=a4ba885744&e=fd54cd3c88

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