Por. José Manuel González Campa, España.
Durante mucho tiempo se pensaba que la
influencia del medio sobre el organismo humano era la responsable de la
modulación del cerebro y de la consiguiente conducta de la persona. Hoy en día,
la visión de algunos científicos ha cambiado. Esta nueva concepción la explícita,
de manera magistral, el Profesor Rof Carballo en su obra Biología y
Psicoanálisis, cuando pone de manifiesto que no se trata tanto de un medio que
influye sobre el cerebro, sino de un cerebro que demanda un medio determinado.
Esta interpretación científica concuerda con todo lo que hoy conocemos sobre
las alteraciones bioquímicas que subyacen al hecho de que se produzcan
dependencias psicopatológicas a las drogas (estupefacientes) que generan
dependencia psíquica y física. En la historia del conocimiento humano hay dos
momentos históricos fundamentales:
1º. Siglo XVI. El aragonés Miguel Servet,
eminente médico y profundo teólogo, descubre la circulación pulmonar o
circulación menor. Este descubrimiento constituye la infraestructura sobre la
que se irán edificando todos los avances que ha llegado a alcanzar la medicina
moderna. Para llegar a este descubrimiento parte de presupuestos teológicos que
conjuga con los análisis de las biopsias que realizaba en cadáveres. Su gran
descubrimiento se da a conocer en su obra De trinitatis erróribus. Por su
trascendental descubrimiento de los factores, fundamentales, que informan la
vida humana, fue quemado por la Inquisición Protestante en Ginebra con la
congratulación de la Inquisición Católica. Al descubrir que el aire (griego =
pneuma = espíritu, viento) contenía el oxígeno imprescindible para nuestra vida
biológica, estaba apuntando (aunque no fuese consciente de ello) al Espíritu o
Hálito Divino que informa nuestro pasado, presente y futuro metafísico.
2º. Siglo XIX. El austriaco-germánico,
Sigmund Freud, descubre el Psicoanális y funda la Escuela Psicoanalítica. A
partir de los descubrimientos del Dr.Freud, se da un gran avance en el
conocimiento del hombre, sobre todo en cuanto a su Psique (alma), a sus
contenidos y a su funcionamiento psicodinámico. Aparece por primera vez, en el
lenguaje científico occidental, La Psicología del Inconsciente. Freud recoge el
conocimiento de los dramaturgos griegos que ya hablaban del Inconsciente, en
sus grandes Obras, aunque no lo mencionasen con ese nombre. Tal es el caso de
Sófocles en sus obras Edipo Rey y Electra. En Francia el médico Pierre Janet
(con el que estuvo formándose Freud) ya manejaba el concepto de Inconsciente.
En la época que estamos evocando no existían la Psiquiatría y la Neurología
como especialidades separadas. Los profesionales encargados de atender a
enfermos neurológicos y psiquiátricos eran neurólogos. Sigmund Freud ejerció
como neurólogo y estuvo en el hospital de la Salpetierre, en Francia,
aprendiendo las técnicas psicológicas del Dr. Charcot para resolver los
problemas de las enfermas histéricas por métodos hipnóticos. Más adelante su
maestro Joseh Breuer le cedió una paciente tetraplégica, por causas
psicológicas inconscientes, con la que empezó ha practicar el Método de las
Asociaciones libres, al fracasar la terapia hipnótica y fue así como nació el
Psicoanálisis.
El método psicoanalítico parte de la base de
que las enfermedades mentales, que no tienen una etiología (causa) orgánica,
están producidas por causas que están ubicadas en niveles inconscientes de la
mente; y por consiguiente el paciente desconoce la (o las) razones de su
padecimiento. La labor del Psicoanalista consiste en conseguir que el paciente
haga consciente lo inconsciente, y así descubra todo aquello que tiene
reprimido en su esfera subconsciente (sentimientos, pensamientos, emociones,
traumas psíquicos, complejos alienantes, etc.) y qué es la causa de su
enfermedad. De esta forma lo inconsciente asciende a su conciencia, liberándose
de toda la angustia que constituye el centro y la raíz de sus padecimientos, de
su enfermedad (neurosis, psicosis, trastornos de carácter y conducta, etc.).
La Biblia escrita a lo largo de miles de años
(desde Moisés hasta el año cien del siglo primero) constituye un tratado
extraordinario de Psicología. La Revelación bíblica pone de manifiesto la
importancia del mundo de los sueños, la metodología para su interpretación y la
relevancia que las pulsiones inconscientes juegan en el devenir de las
personas, de las familias y de los pueblos. Existe una realidad, que no podemos
pasar por alto, y es el hecho de que Dios escogió hacernos llegar una parte de
lo más trascendental y trascendente de la misma actuando sobre la esfera
inconsciente de los seres humanos. Para comprender mejor este fenómeno es
conveniente recordar la estratificación de la Personalidad, tal y como se
concibe desde la antropología bíblica y desde el psicoanálisis:
1. Antropología bíblica veterotestamentaria:
el ser humano es concebido como UNO (jamás como un ser tripartito) que se
manifiesta en un cuerpo (heb = basar = carne), un alma (heb =nefesh) y un
espíritu (heb= ruah). Gén. 2:7 y 23-24. Ecl. 12:7.
2. En el Nuevo Testamento la estratificación
de la Personalidad, se explicita de manera muy clara en la 1ª Epístola a los
Tesalonicenses: el hombre (gr= antropos =ser humano) se expresa como una unidad
psicosomatica en una dimensión corporal (gr = soma = cuerpo), anímica (gr
=psique = alma) y espiritual (gr= pneuma= espíritu). El texto de 1ª Tes 5:23,
en una lectura más acorde con el texto bíblico original, debería traducirse
así: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo (gr= todo, maduro,
acabado) y todo, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible en la
venida de nuestro Señor Jesucristo”.
3. Desde el punto de vista psicoanalítico, la
estratificación de la Personalidad se expresa, también considerando a la
persona como UNA UNIDAD PSICORGÁNICA que se deviene, existencialmente, de
manera psicodinámica como UNA UNIDAD ALMA-CUERPO. Para el psicoanálisis la
Psique humana estaría constituida por tres estratos:
- El YO (que corresponde a los contenidos conscientes de la mente).
- El SUPERYO O CONCIENCIA ETICO-MORAL( que corresponde a la censura o capacidad de juzgar nuestras acciones desde el punto de vista ético: conciencia del bien y del mal).
- El ELLO, ID, INCONSCIENTE O SUBCONSCIENTE.
Algunos de los discípulos de Freud fueron
ampliando el campo de conocimientos de su maestro, tal es el caso de C.G. Jung.
Este eminente psiquiatra suizo descubrió que no solo hay un inconsciente
individual, sino que también existe UN INCONSCIENTE COLECTIVO común a todas las
etnias humanas. En el inconsciente colectivo están almacenados todos los
complejos psicológicos que denominamos ARQUETIPOS, por ser los tipos o
complejos psicológicos más antiguos, los que al nacer ya llevamos impresos en
los estratos más profundos de la esfera de nuestra intimidad.
Hoy sabemos que en determinadas
circunstancias, los contenidos reprimidos (ya sea a nivel del inconsciente
individual o del colectivo) pueden ascender al campo de la conciencia, al yo, y
desestructurar el funcionamiento equilibrado de la psique, deviniéndola a un
estado de alienación que se configurará en una entidad psicopatológica
determinada (neurosis, psicosis, etc.). Pero las cosas no siempre suceden así:
muchos contenidos reprimidos que llegan a inundar el campo de nuestra
conciencia son liberadores y nos abren el camino a la posibilidad de liberarnos
de nuestra angustia y alcanzar un grado de realización existencial del que
antes carecíamos, descubriéndonos la causa de nuestra alienación y la
posibilidad de liberarnos de ella. En este sentido podemos recordar lo que
algunos prohombres dijeron en cuanto a la relación que existe entre la
Divinidad y la esfera de la Intimidad del ser humano:
Dietrich
Bonhoeffer,
pensando en la relación subliminal entre el alma humana y Dios, afirmaba: “Dios
está ahí y mucho más allá de ella”. Sin duda estaba pensando en un arquetipo
divino contenido en lo más profundo y íntimo de nuestro ser.
Viktor
Frankl,
otro eminente psiquiatra, discípulo de Sigmund Freud, judío y víctima del
nazismo en los campos de concentración, adquirió en sus sufrimientos y en el
que descubría en todos sus correligionarios, víctimas del Holocausto, una
conciencia de Dios que plasmó en un libro titulado “La presencia ignorada de
Dios”. Este libro está fundamentado en la experiencia personal de un hombre
excepcional y sobre todo en la enseñanza que encontramos en la Escritura:
Saulo
de Tarso
en Romanos 1:18 “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda
impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad”. Dos
observaciones convienen hacer:
1º que la ira de Dios es contra la injusticia
de los hombres y no contra los hombres y 2º que el verbo detener traducido
literalmente del original significa reprimir. Esta realidad exegética nos ayuda
a comprender por qué la humanidad, aunque es mayoritariamente religiosa, sin
embargo pasa de una verdadera búsqueda del Dios que lleva reprimido en lo más
profundo de su ser interior. Salomón en Eclesiastés 3:11 nos revela una
profunda verdad que ratifica y fundamente la aseveración de Romanos: “Todo lo
hizo hermoso en su tiempo (Dios); y ha puesto eternidad (o el deseo vehemente
por la eternidad o por la vivencia del tiempo indefinido) en el corazón de
ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el
principio hasta el fin”. Dios ha puesto en el inconsciente del ser humano un
deseo de eternidad, para que el hombre se realice, plenamente, colmando ese
deseo buscándole a Él. Llegados a este punto tenemos que considerar la
importancia de los sueños en la Revelación de Dios.
Una gran parte de la misma se manifestó
durante los sueños que tuvieron grandes personajes de la Historia bíblica,
durante un periodo de tiempo de miles de años y cuya dimensión escatológica
llega hasta nuestros días y los transciende. Es decir, esta parte de la
Revelación se manifestó en un estado especial de conciencia, o dicho de otra
manera en un estado de conciencia diferente del que tenemos en estado vigil: la
conciencia onírica. Durante la actividad onírica se produce una alteración
cualitativa de la conciencia: mientras la parte consciente de la mente, el YO,
duerme, la dimensión inconsciente, de la misma, trabaja sin cesar. En el libro
de Eclesiastés reza la siguiente afirmación, comprobada científicamente:”Porque
todos sus días (es una alusión al hombre y su afanoso trabajo debajo del sol)
no son sino aflicciones y pesadumbre, y sus trabajos frustraciones; aún de
noche su corazón no reposa (Lit: no se acuesta)”. Los ejemplos de esta realidad
son múltiples; citaremos algunos que han sido vividos de manera trascendente y
trascendental en la Historia humana: el sueño de Jacob ( Gé.n 28:10-17)
conocido, científicamente, como el sueño de la escala de Jacob.
Este sueño es un sueño arquetípico, surge del
inconsciente colectivo del patriarca y le lleva a tomar consciencia de la
realidad inefable de la existencia de Dios y de su influencia en la vida y
destino de los hombres. Muchas personas que no son creyentes y que no han leído
jamás la Biblia, han tenido y seguirán teniendo este mismo sueño (comprobación
empírica en mi trabajo como psicoterapeuta). Dios moviliza los estratos más
profundos del inconsciente para que determinados contenidos arquetípicos
asciendan al campo de la conciencia (dado que durante el sueño la puerta del
inconsciente se abre y el Superyo cesa en su función de censura) y informen al individuo
de realidades trascendentes que están reprimidas en lo más profundo de la
esfera de su intimidad. Este sueño de la escala de Jacob fue citado y utilizado
por Jesús de Nazaret, desde el principio de su ministerio hasta los últimos
días de su vida (Juan 1: 51 y Mateo 26:64), en relación con su procedencia
divina y con su segunda venida y el establecimiento pleno de su Reino. Los
sueños de José hacen referencia a su devenir personal y al de el Imperio
egipcio ( Gén 37:1-11). Así podríamos pronunciarnos sobre los sueños del
panadero y el copero del Rey y los del mismo Faraón (Gén. 40:1-23 y 41:1-36).
En relación a estos sueños no podemos pasar por alto una aseveración, de la
mayor importancia, que encontramos explicitada en la misma Escritura: ¿no son de
Dios las interpretaciones? (Gén. 40:8).
Las visiones y sueños arquetípicos más
importantes son aquellos/as, que en la Revelación bíblica, hacen referencia a
la gloria de Dios. Estas realidades reveladas en visiones y sueños arquetípicos
se manifiestan en estados de conciencia alterada por la acción del Espíritu de
Dios sobre el YO de las personas que han sido elegidas como canales de la
Palabra del Logos en la Historia. Estas alteraciones de la conciencia pueden
llegar hasta sumir a la persona en un estado de éxtasis. El arquetipo que se
percibe en estado de conciencia onírica y con alucinaciones hipnagógicas
siempre es el mismo, aunque contemplado desde ángulos diferentes. En cualquier
caso este arquetipo tiene, siempre, elementos comunes; de los cuales el más
importante es el de una figura, como hijo de hombre, en el centro de la visión.
Los personajes que tuvieron esta visión arquetípica (mencionados en la Biblia),
fueron Moisés (Éxodo 19:1-20 a 20:1-22 y Éxodo 33:18-23), Ezequiel (Ezeq.
1:1-28), Daniel (Daniel 10:1-12) y el apóstol Juan (Apocalipsis 1:9-20). El
análisis exegético riguroso de todos los pasajes citados nos lleva a la
conclusión hermenéutica de que todos los que tuvieron una visión de la gloria
de Dios, la tuvieron en un estado de conciencia onírica o extática con o sin
alucinaciones hipnagógicas. La biblia da una gran importancia a los sueños y a
su interpretación, porque en la comprensión de los mismos podemos encontrar un
conocimiento de los propósitos de Dios para el presente y para el devenir de
toda la Creación. Esto ocurre preferentemente con los denominados sueños
escatológicos, como es el caso de los sueños del Rey Nabucodonosor y de Daniel,
narrados en el capítulo segundo, cuarto y séptimo del libro del profeta más
apocalíptico del Antiguo Testamento.
Los estudiosos de las religiones comparadas,
especialmente C.G. Jung, han puesto de manifiesto que las imágenes y visiones
arquetípicas se dan en toda clase de personas y culturas con idénticas formas y
contenidos (ver los comentarios de Jung al libro de Job y al capítulo primero
del libro de Ezequiel). Teniendo en cuenta que todos los seres humanos tenemos
un origen común y único, es comprensible que así sea. La Ciencia parece haber demostrado
que todos procedemos de una sola hembra (mujer a la que han puesto por nombre
Eva), deducción que se deriva del estudio de unas sustancias que albergamos
dentro del núcleo de las células de nuestro cuerpo denominadas mitocondrias. La
Revelación bíblica, en los tres primeros capítulos del libro de Génesis,
ratifica este descubrimiento. Yo sostengo que el Inconsciente nació, en la
esfera de la intimidad de los seres humanos (Adán como varón y varona: Gén.
1:26-27; Gén. 2:23-24 y Gén. 3:20), con el hecho de la desetructuración
amartica el término griego amartia significa pecado). Desestructuración que es
conocida en la terminología de andar por casa como caída. Por otro lado no
olvidemos que la entrada del pecado en el antropos dio lugar al nacimiento de
la esfera Inconsciente con sus dos dimensiones:
a) el Inconsciente Individual, lleno de
contenidos que habitaron primero nuestra Conciencia, nuestro YO, y que por
diversas causas fueron reprimidos.
b) el Inconsciente Colectivo con contenidos
ARQUETÍPICOS que son trasmitidos de generación en generación por vía genética.
En cuanto a la estratificación o tectónica de
la Personalidad y su funcionamiento psicodinámico existe en la revelación
bíblica suficiente material para comprobar que no se da contradicción alguna
entre los descubrimientos psicoanalíticos y dicha revelación. Para ilustrar
esta última aseveración vamos a reproducir unos textos de la carta del Apóstol
Pablo a los Romanos y que se encuentran en su capítulo siete:
“Porque lo que hago (lit: pongo por obra), no
lo entiendo (verbo griego: conozco); pues no hago lo que quiero, sino lo que
aborrezco (lit: odio), eso hago. Y si lo que no quiero (lit: deseo), esto hago,
apruebo que la ley (estaríamos hablando de la censura, del Superyo, que valora
éticamente la conducta y el sentido del bién y del mal) es buena. De manera que
ya no Soy YO quien hace aquello, sino el pecado (termino griego amartia que
significa, también error, fracaso y frustración) que mora (lit: habita) en mí.
Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne (el vocablo griego que se emplea aquí
apunta, en mi criterio a los contenidos que habitan en el corazón del hombre y
cuando se liberan de la represión a que están sometidos, afloran a su
Conciencia a su YO, y contaminan su conducta), no mora el bien; porque el
querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que
quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no
lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien,
hallo esta ley: que el mal está en mí (lit: lo malo está presente conmigo).
Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra
ley en mis miembros que se rebela (lit: batalla, guerrea) contra la ley de mi
mente, y me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de
este cuerpo de muerte?”(Romanos 7:15-24).
Para resolver los problemas de la angustia
que genera todo tipo de trastornos psicoemocionales y psicopatológicos de los
seres humanos el Psicoanálisis ofrece una ayuda psicoterapéutica que permite a
la persona hacer consciente lo inconsciente y empezar a resolver sus conflictos
intrapsíquicos. Incluso psicoanalistas de la talla de Jan Erenhbal, hablan de
que para resolver los conflictos, con raíces más profundas, es necesario llegar
a la conversión (no necesariamente en el sentido cristiano). La conversión
cristiana va más allá y ofrece satisfacción a las necesidades existenciales (el
deseo de eternidad que anida en el centro de nuestro corazón) haciendo
consciente la Imagen del Dios reprimido.
Fuente: Protestantedigital, 2015.
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