Por.
Juan Stam, Costa Rica
"No toques al ungido de Dios" ¿Qué
significa esta frase? Para interpretarla bien, tenemos que “escudriñar las
Escrituras” con lupa para entender correctamente su sentido y no
malinterpretarla.
Ésta
es una frase que se oye a menudo para señalar el respeto que debemos mostrar a
nuestros pastores y la obediencia incondicional que debemos brindarles. Si es
cierto que el pastor ha sido ungido por Dios para el ministerio, este texto
bíblico significa que los pastores son literalmente intocables. Oponernos a
ellos, o criticarlos, viene a ser entonces un pecado muy grave, y someternos a
ellos la única actitud legítima. Y lo que vale para pastores, vale también para
otros líderes, especialmente profetas. Si son ungidos de Dios, ¿quién se
atrevería a tocarlos?
¿Pero será eso lo que significa esta
frase bíblicamente?
Para interpretarla bien, tenemos que “escudriñar las Escrituras” con lupa para
entender correctamente su sentido y no malinterpretarla.
Todos sabemos que “un texto sin su
contexto es un pretexto”,
es un texto que se está manipulando con otros fines que una genuina fidelidad a
la Palabra de Dios. Tal es el caso con esta frase, que viene de una historia
muy interesante. El joven David era un fugitivo del rey Saúl, quien lo buscaba
para matarlo. En cierto momento, Saúl se durmió en una cueva sin saber que más
adentro estaba David con sus hombres (I Sam 24:3). ¡Toda una oportunidad dorada
que Dios le está dando a David! Sus hombres, muy espiritualmente, le dijeron a
David que ése era el día que Dios le había prometido cuando dijo, “He aquí que
entrego a tu enemigo en tu mano, y harás con él como te pareciere”.
El joven David era un fugitivo del rey
Saúl, quien lo buscaba para matarlo.
En cierto momento, Saúl se durmió en una cueva sin saber que más adentro estaba
David con sus hombres (I Sam 24:3). ¡Toda una oportunidad dorada que Dios le
está dando a David! Sus hombres, muy espiritualmente, le dijeron a David que
ése era el día que Dios le había prometido cuando dijo, “He aquí que entrego a
tu enemigo en tu mano, y harás con él como te pareciere”. Pero
sorprendentemente, David no mató al dormido Rey sino sólo “calladamente cortó
la orilla del manto” de Saúl para mostrar que le había salvado la vida a su
propio enemigo. Entonces David dijo a sus hombres, “Jehová me guarde de hacer
tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra
él; porque él es el ungido de Jehová” (I Sam 24:6,10). Más adelante, cuando le
llega otra oportunidad de matar a Saúl, David dice, “¿quién extenderá su mano
contra el ungido de Jehová y será inocente?” (26:9,11,16,23; II Samuel 1:14;
los reyes de Israel no fueron coronados sino ungidos, por lo que se conocían
como ungidos).
Entonces,
¿qué significa esta frase para nosotros hoy? ¡Muy sencillo! Los cristianos no
debemos “echar mano” físicamente a nuestros pastores, mucho menos matarlos.
Sacarle más que eso de la frase, es manipular el texto y abusar de la Palabra
de Dios. La misma frase aparece en Salmo
105:15: “No toquéis, dijo, a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas”.
Aquí se refiere a los profetas y se prohíbe hacerles violencia física. Los
verdaderos profetas no eran nada populares con los poderosos, porque su mensaje
era duro, y muchos murieron violentamente (cf. I Reyes 19:10,14). Por eso Jesús
denunció a los líderes judíos como “hijos de aquellos que mataron a los
profetas” (Mat 23:31), y exclamó, “Jerusalén, Jerusalén, que matas a los
profetas y apedreas a los que te son enviados” (23:37). A los perseguidos por
causa del evangelio, Jesús les acordó que “así persiguieron a los profetas que
fueron antes de vosotros” (Mat. 5:11-12).
Entonces,
pues, ¿qué significa esta frase en Salmo
105:15? ¡Muy sencillo! Que no debemos hacer violencia física contra los
profetas de Dios, mucho menos matarlos. Todo esto no
tiene que ver con nada más que la violencia física y para nada prohíbe la crítica
responsable o el dudar sanamente de pastores, profetas y otros líderes. No
significa en absoluto que ellos sean intocables, a quienes hemos de rendir una
obediencia ciega. No son un “dios”, ni dictadores, sino siervos del Señor, del
evangelio y del rebaño. La citada frase sólo se refiere a la violencia
física, no a alguna especie de autoridad al estilo del papa en Roma. Tal
clericalismo autoritario es totalmente anti-bíblico y anti-pastoral. Criticar
sanamente a los líderes no es un pecado sino un deber en Cristo de todo
cristiano y cristiana. De hecho, según el Nuevo
Testamento, todo creyente es un “ungido de Dios”, porque todos tenemos la
unción del Espíritu Santo (I Juan 2:20,27; I Corintios 1:21-22).
Precisamente
eso es el sentido del día del Pentecostés. Por eso, Pablo exige que cuando
alguien profetiza en la congregación, “que los demás juzguen” (I Cor 14:29).
También, a los tesalonicenses, con referencia específica al don profético, les
exhorta no apagar al Espíritu ni menospreciar las profecías, pero eso sí,
“Examinadlo todo (¡incluso a los pastores y profetas!) y retened lo bueno” (y
criticar, en amor, lo malo; I Tes 5:19-21).
Fuente:
Protestantedigital, 2015.
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