Por. Isabel
Pavón, España
Según Celia
Amorós (La Idea de Igualdad), el patriarcado es un conjunto de prácticas reales
y simbólicas. Es una organización social que se perpetúa en el tiempo. En este
concepto, el hombre tiene posibilidad de realizarse en dos ámbitos: privado y
público. Tiene derechos. La mujer sólo en el privado y carece de ellos. En el
Antiguo Testamento (escrito bajo la perspectiva masculina, en algunas ocasiones
misógina) podemos observar con claridad que las acciones de ella (obligada a
estar quieta y ser modesta) estaban bajo la supervisión del padre, esposo o
hermano. Nunca de sí misma. De ahí que en las Escrituras aparezcan con bastante
frecuencia sin nombre propio, solo como hija de, esposa de o hermana de. Las
leyes estaban enfocadas al varón ya que a la mujer no se le concede identidad
propia. El lado oficial de la comunidad la constituía los hombres. Ellas
simplemente pertenecían al amplio grupo familiar. Además, servían como objeto
de intercambio para unir lazos entre diferentes grupos sin que pudieran opinar
sobre el tema. Sus tutores eran los que daban el visto bueno a sus matrimonios
y fijaban el coste. Este precio dependía de su estado, si se mantenía virgen o
viuda, si estaba en edad de poder reproducirse. El padre también tenía derecho
a venderla como esclava (la mayoría de las veces para ser concubinas). En el
Antiguo Israel, los varones eran los únicos portadores del honor. Como
comentaba en líneas anteriores, las mujeres se valoraban más si se hallaban en
edad de concebir y parir hijos, sobre todo varones. Ser estéril resultaba una
maldición para ellas, sus maridos, sus grupos y podían ser repudiadas. Sufrían
una presión social atroz y a veces de sus propias compañeras. Para paliar esta
falta, adoptaban hijos de otras (esclavas o concubinas).
Como expresa
Esperanza Bautista Parejo: "las culturas patriarcales antiguas daban por
supuesta la superioridad del hombre. Se pensaba que sólo el varón poseía y
expresaba plenamente lo humano y, en una actitud muy cercana al corporativismo,
se exaltaban como virtudes la lealtad y la amistad entre varones para confirmar
así una posición social que se compartía entre iguales". Las viudas sin
hijos y las repudiadas sin hijos se veían en una grave situación de pobreza,
pues no tenían quien las mantuviera y si volvían a casa de sus padres se las
recibía como una carga, una boca más, además, si lograban casarlas, no podían
pedir la misma dote (mohar) que si fueran vírgenes. "Las mujeres de la
Biblia funcionaron como profetas, maestras, visionarias, líderes, libertadoras
e incluso como heroínas". "Varias devotas mujeres bíblicas desafiaron
su cultura, desafiaron autoridades y aún así no hay en la Biblia una pizca de
censura sobre sus acciones". "Quizás la identificación más importante
de las mujeres anónimas del Antiguo Testamento son sus historias – historia que
tienen un significado duradero y que va más allá de un nombre. A través de sus
semblanzas vemos mujeres astutas que tuvieron encuentros con la Divinidad (Ej.
la madre de Sansón), otras de admirable dignidad, piedad y fortaleza de
carácter (como la hija de Jefté), las que fueron valientes (como la mujer de
Baruj), las que tuvieron una fe comprometida (como la madre de Miqueas) y
mujeres cuyas palabras serán recordadas en las Escrituras (como la Madre del
Rey Lemuel)". (Frases tomadas de Internet, del texto "El oprobio en
la mujer anónima en el Antiguo Testamento").
No obstante,
algunas de estas valientes tuvieron el privilegio de aparecer con el nombre
propio. Desafiaron al patriarcado para defender sus derechos: Hulda, Rajab,
Ester, Rut, Tamar, Débora, Ya`el, Betsabé, entre otras. Aparecen en el Antiguo
Testamento y luego, algunos nombres, reaparecen en el Nuevo (Primer capítulo
del Evangelio de Mateo) en la genealogía de Jesús. Nos centraremos en un breve
repaso de las vidas de Tamar, Débora Ya´el y Betsabé.
TAMAR
[Judá y
Tamar (Génesis) / The Phillip Medhurst Picture Torah 179 - Gerard Hoet
(Wikimedia Commons)] Judá y Tamar (Génesis) / The Phillip Medhurst Picture
Torah 179 - Gerard Hoet (Wikimedia Commons) En este relato se alude a leyes del
Levirato asumidas por el pueblo de Israel descritas en el libro de
Deuteronomio. Un hombre debía casarse con la viuda de su hermano y si este
fallecía también, otro hermano debía hacer lo mismo hasta dar descendencia al
primer esposo para que su nombre no desapareciera de la tribu y los hijos no
perdieran la herencia del padre ni la dote de la madre. Tamar queda viuda dos
veces y Judá no le entrega a su hijo menor cuando llega a ser adulto, de ahí
que se disfrace de prostituta al conocer que su suegro llegará en breve a la
ciudad. Por justicia tiene derecho a engendrar descendencia. Este no la
reconoce y duermen juntos.
Tamar pide a
Judá unos depósitos que son las pruebas valiosas que necesitaba para demostrar,
en caso de quedar embarazada, que era el padre de su hijo. De otro modo, nadie
la habría creído. Para Tamar fue importante tener las prendas porque así
salvaría su vida del fuego frente a la acusación de fornicación. Por otro lado,
lograría reinsertarse en el sistema del que había quedado fuera. De este modo
vuelve al clan y tiene patrimonio natural para los herederos del propio padre de
la tribu, Judá. El relato transcurre de esta manera para exigir justicia. Las
mujeres se valieron de este u otro tipo de argucias para no quedar fuera de la
sociedad en la que vivían. Génesis, 38.
DÉBORA
[Deborah
(Wikimedia Commons)] Deborah (Wikimedia Commons) La historia de Débora (la
abeja) transcurre al norte de Israel, en el entorno de Galilea. Ejerce con
ejemplaridad un puesto de poder que estaba permitido antes de la consolidación
del pueblo de Israel como tal. No solo hacían de jueces sino que eran
considerados una especie de gobernantes de tribus o sociedades. Ser juez era un
cargo que se le otorgaba a los ancianos. Se nombraban cuando surgía un problema
particular que había que solucionar con la aportación de estos. Como decía,
Débora era profetiza y jueza. El pueblo estaba acostumbrado a acudir a ella
para recibir su sabiduría y resolver sus pleitos. Aunque el cargo de juez
correspondía a los varones, a Débora le otorgaron esa autoridad sin que se
sospeche ningún problema. Gobernó en un tiempo difícil de crueldad y opresión,
donde no había rey. Fue la misma que llamó a Baraq (o Barac, el Relámpago) para
que buscara guerreros. Obró como promotora de la hazaña, la que envió hombres a
la lucha en nombre del Señor. Algunas tribus acudieron a su llamada, seis de
las diez que formaban Israel en aquel tiempo. Baraq, el guerrero, representa la
de Neftalí.
En aquellas
sociedades se nombraba al mejor guerrero o cazador para comandar alguna causa
concreta. Débora fue levantada ante el pueblo como medio de perdón entre Dios y
los israelitas y Baraq como luchador. Débora, Yael y Baraq juntos
protagonizaron el desafío a las tropas de Jabín. En el canto de Débora como
mujer vencedora y Barác, capítulo 5 de Jueces, aparece con el apelativo de
madre de los hijos de Israel. Faltaban varones y Jefes y este nombre de
"madre" lo califica Rafael Sanz Carrera como algo singular, pues da a
entender el lugar que ocupaba entre las tribus y la consideración que le tenían.
Por añadir algo más, Baraq se niega a ir si Débora no va, la necesita y ella
accede. No fue Baraq quien asesinó a su enemigo Sísara sino una mujer valiente,
Jael (o Yael) cuando este se refugió en su casa. Jueces, 4.
YA'EL
Yael, la
victoriosa, mató al general cananeo Sísara cuando se encontraba vencido y huía
de Baraq. Su nombre se vincula al de Débora porque juntas consiguieron la
victoria. Su nombre significa Cabra de Monte y estaba emparentada con los
israelitas a los que decidió ayudar rompiendo el pacto que su familia tenía con
Sísara. Sin embargo, pertenecía a los kenitas. Aunque está casada con Jeber
actúa de forma intuitiva sin consultar con su esposo. Tiene autoridad sobre su
tienda, tribu o grupo. Jueces, 5.
David ya es
rey de todo Israel. Ha conquistado Jerusalén y ha creado su propio harén. Ve
bañarse a Betsabé, posiblemente hitita como su esposo Urías, la manda llamar y
se acuestan. Al quedar embarazada quiere hacer parecer que es hijo del marido,
lo trae para que duerma con su esposa, pero este ardid no da resultado y le
envía a los lugares más peligrosos de la guerra consiguiendo que muera,
casándose a continuación con Betsabé. El hijo nacido, muere al séptimo día. Es
el profeta del rey, Natán, quien anuncia el castigo. Salomón no era el
primogénito de David. Tenía hijos mayores de otras esposas y había que
justificar su llegada al trono. Betsabé, con la ayuda del profeta Natán que le
recuerda que David había prometido hacer sucesor del trono a Salomón, eliminará
a los rivales de su hijo y hará que su padre le corone como rey de todo Israel.
Esta gestión le depara a Betsabé un futuro tranquilo y protegido como reina
madre. 2 Samuel, 11.
CONCLUSIÓN:
Siempre hubo
mujeres valientes en las sociedades patriarcales antiguas, aunque apenas se las
resalte y se les dé el mérito que les corresponde. En la actualidad, en las
comunidades eclesiales se prefiere elegir textos en los que aparecen hombres
grandiosamente fieles a Dios para ponerlos como ejemplo y se dejan fuera
aquellos donde las mujeres, por su fe y valentía, ejercitan tus dones.
Desgraciadamente esto ha ocurrido a través de los tiempos y llega hasta hoy
mismo. No obstante, las mencionadas supieron conseguir sus derechos y nos
enseñan, como maestras experimentadas, a ser valientes y reclamar los nuestros.
Este artículo va por ellas. También por nosotras.
BIBLIOGRAFÍA:
Curso Desafiando el Patriarcalismo (Dra. Diana Rocco Tedesco).
El cordón de grana (Historia de mujeres en la narrativa bíblica). S.
Stuart Park. Ed. Andamio.
El Oprobio de la Mujer Anónima en el Antiguo Testamento
Esperanza Bautista Parejo: Texto tomado del libro La mujer en los
orígenes del cristianismo. Desclée de Brouwer.
Mujeres de la Biblia Judía. eB estudios bíblicos. Xabier Pikaza.
Fuente:
Protestantedigital, 2015.
No hay comentarios:
Publicar un comentario