Por.
José Manuel González Campa, España.
Dentro
de los diversos momentos de confrontación dialéctica entre la Ciencia y la
Religión que tratamos en la Introducción, nos toca abordar, ahora, el momento
psicológico. El campo de la Psicología es muy vasto y extenso. En este capítulo
no vamos a ocuparnos de las distintas escuelas y tendencias psicológicas y su
relación con las aseveraciones bíblicas al respecto, dado que esta tarea sería
motivo de todo un amplio tratado científico-teológico demasiado extenso para el
propósito de este libro; por consiguiente, solo vamos abordar la relación que
existe entre la escuela científica que, en mi opinión, más ha influido en el
conocimiento del ser humano (el Psicoanálisis) a nivel de la esfera de su intimidad
y la Revelación bíblica . Considero que hasta el advenimiento del
Psicoanálisis, en el siglo XIX, el conocimiento del hombre, en sentido
genérico, (varón o mujer) y en relación a la esfera de su intimidad
psico-pneumática, era muy deficiente. La psicología se consideraba como la
ciencia que trataba de aquellos contenidos noéticos vivenciados a nivel
consciente; es decir, como Psicología del YO o Psicología de la Conciencia. Por
consiguiente, el hombre poseía libre albedrío y era totalmente responsable de
todos sus actos. Toda esta visión del ser humano cambió, de una manera radical,
cuando el Psicoanálisis puso de manifiesto que la conducta humana, tanto la
normal, como la psicopatológica dependía de impulsos, complejos y factores que
se devenían a nivel subliminal (en los estratos inconscientes o subconscientes
de la mente) y que por diversas circunstancias podían ascender al campo de la
consciencia, superando la represión a que estaban sometidos, y dar lugar a la
desestructuración YOICA de una persona.
La Psicología del yo consciente era defendida por los
científicos del mundo occidental, olvidándose de las aportaciones, tan
importantes, de los dramaturgos griegos que ya tenían unos conocimientos más profundos
sobre el psiquismo humano (que trascendía el estrato consciente del ser), así
como las concepciones de la sabiduría oriental, sobre la estructura o tectónica
de la Personalidad, que iban más allá del materialismo cientifísta de
Occidente. Muchos siglos antes del nacimiento de Cristo las filosofías
religiosas orientales y las obras de dramaturgos griegos, como Sófocles, ponían
de manifiesto que la estructura psíquico-pneumática de una persona era bastante
más compleja que la que se devenía del método científico-experimental del
laboratorio, también denominado método científico natural. Naturalmente, para
orientarnos en este tema, es necesario tener en cuenta lo que hoy conocemos
sobre los factores que influyen en la conducta humana. Parece que existe un
consenso, a escala universal y, entre científicos de todo el mundo, de que
estos factores se reducen a dos: la herencia recibida mediante el Código
Genético y las Influencias Peristáticas del medio ambiente donde el hombre
deviene su vida. La conjugación de herencia y medio va modulando la
personalidad de un individuo a lo largo de su existencia. Hoy, muchos, tienen
la convicción de que en la formación del carácter y del temperamento influye
más el medio que lo heredado. La revelación bíblica también tiene mucho que
aportarnos, a esta cuestión básica y fundamental, desde su contribución al
conocimiento antropológico del homo sapiens.
El Psicoanálisis y la Teología (bíblica), tienen en común que, ambas
disciplinas del saber, se ocupan o tienen como objetivo al HOMBRE como un ser
para la angustia, su problemática existencial, y cómo ayudarle a paliar o
superar su sufrimiento y encontrar una verdadera realización a sus
frustraciones. En las páginas de la Escritura nos encontramos con el
planteamiento, que hoy sigue generando controversias a nivel sociológico,
filosófico, psicobiológico y teológico: ¿de que depende la conducta humana? ¿de
lo heredado o de lo peristático? Veamos, en primer lugar, lo que opinaba, al
respecto Jesús de Nazaret, cuando le presentaron la problemática de ¿qué es lo
que contamina al hombre? (gr=antropos = ser humano). La respuesta la tenemos
muy bien especificada en el Evangelio de Marcos: “lo que del hombre sale, eso
contamina al hombre. Porque de dentro del corazón de los hombres, salen los
malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones (griego= inmoralidades
sexuales, pornografía, etc.), los homicidios, los hurtos, las avaricias
(griego= ansia de tener más y más), las maldades, el engaño (griego = lo
doloso), la envidia (lit = mal de ojo), la maledicencia, la lascivia (griego =
el desenfrenado instinto sexual), la soberbia y la insensatez (griego= las
locuras y trastornos mentales). Por este pasaje parece claro que lo que
descompensa la homeostasis yoica, y desestructura el equilibrio psicoemocional
del ser humano emerge a su YO, a su CONCIENCIA, desde lo más profundo de su
corazón. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre (Mr.
7:20-23). Desde este punto de vista la frustración universal, y la angustia de
los seres humanos, nunca será resuelta mientras que no se dé una verdadera
regeneración del corazón.
Parecería
que con estas conclusiones se estaba desechando la influencia del medio en la
información de la conducta y en la génesis del disestar humano. Nada más lejos
de lo que nos aporta la Revelación bíblica. En la primera carta del apóstol
Juan, leemos: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos (epitumias,
termino griego que significa el YO con todas sus tendencias y anhelos
contrarios a la voluntad de Dios) de la carne, los deseos de los ojos y la
vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa,
y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre“(1ª
de Juan 2:16-17). Continuará la próxima
semana….
Fuente:
Protestantedigital, 2015.
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