¡Vos podes ayudarnos!

---
;

martes, 24 de marzo de 2015

La homosexualidad desde el punto de vista científico y teológico (I)



Por. José Manuel González Campa, España
A través de la Historia de la Humanidad, la homosexualidad ha sido considerada de diferentes maneras.
En una primera parte trataremos de los conocimientos científicos que, al día de hoy, tenemos a nuestro alcance, tanto en lo que se refiere a la homosexualidad masculina como a la femenina. Y, aunque vamos a ocuparnos primero de los aspectos científicos de este tema, empezaremos recurriendo a una cita del libro de Eclesiastés, que dice lo siguiente: “Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos (literalmente: las locuras, las enfermedades mentales) y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey? Nada, sino lo que ya ha sido hecho. Y he visto que la sabiduría sobrepasa a la necedad (o a la ignorancia), como la luz a las tinieblas” (Ecle. 2:12-13).
Este libro es una tesis doctoral elaborada y desarrollada con una metodología científica, estrictamente rigurosa, y cuyo autor investiga la verdad en campos muy variados de la realidad: anímica, ética, noética, existencial, biológica, religiosa, metafísica y cósmica. Mencionaremos algún texto más de su capítulo primero: “Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aún esto era aflicción de espíritu. Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quién añade ciencia, añade dolor” (Ecle. 1:17-18).
Bien, pues, hay una verdad que duele, y esa verdad que duele consiste en que cuanto más conocimiento tenemos de la realidad, o de una determinada realidad, más dolor podremos experimentar. Esto no quiere decir que tenemos que renunciar al conocimiento, pero nos advierte de las consecuencias de su introyección y vivenciación personal. Y esto lo digo, tanto para aquellos que piensan que conocer lo que se ha descubierto, ahora, sobre la homosexualidad les genera angustia, quizá porque les gustaría que el descubrimiento fuese diferente, como para los que piensan lo contrario: “Quién añade ciencia añade dolor”. “Y he visto que la sabiduría sobrepasa a la necedad como la luz a las tinieblas” decían los textos del Eclesiastés. La Biblia nos habla de una dimensión álgida de los descubrimientos y conocimientos científicos, y por otro lado nos invita a profundizar, más y más, en el conocimiento de la realidad antropológica y cósmica; porque la ignorancia no nos conduce a una verdadera realización de nuestro ser, sino más bien a todo lo contrario. Por otro lado, nos advierte que la más grande sabiduría no será suficiente para dar respuesta a las demandas más profundas, inmanentes y trascendentes, que subyacen en el estrato más inaccesible de la esfera de nuestra intimidad.
Con esta aportación vamos a tratar de mejorar algunos conocimientos que tengamos sobre esta problemática de la homosexualidad, o consolidarlos si ya los tenemos. La homosexualidad es un tema de máxima actualidad y, en un país como España se deviene dialécticamente a todos los niveles. Está presente en los debates psico-sociales, socio-laborales, sociopolíticos e ideológicos. El tema está a flor de piel, y entre los ciudadanos españoles enciende grandes disputas entre detractores y defensores de los individuos homosexuales y de sus derechos, así como sus limitaciones para acceder a algunos derechos que disfrutan los heterosexuales y que, a los homosexuales, les son vedados.
A través de la Historia de la Humanidad, la homosexualidad ha sido considerada de diferentes maneras. Primero fue etiquetada como un delito, después como un pecado (y aquí se considera, sobre todo, lo que la Revelación de Dios, según algunos, dice la Biblia desde el punto de vista de una ética cristiana), y finalmente como una enfermedad. Personalmente pienso que no se conoce muy bien lo que dice la Escritura al respecto y, lo que es más importante, que la exégesis y la hermenéutica de los pasajes y textos bíblicos, relacionados en cuanto a esta realidad ético-antropológica, no han sido analizados de una manera concienzuda y seria; y como consecuencia de este análisis deficiente, superficial y acientífico, se han sacado conclusiones erróneas que no resisten un análisis teológico, verdaderamente de peso, para ser tomadas en consideración. (Pero de estos aspectos se ocupará el enfoque que de la homosexualidad realicemos, más adelante, desde el punto de vista bíblico).
Recordemos que la homosexualidad ha sido considerada primero como un delito, después como un pecado y finalmente como una enfermedad. Esta última concepción es abordada, desde el punto de vista científico, a partir del siglo XIX y coincide con la aparición, en el campo de las ciencias del espíritu, de una escuela de psicología profunda, denominada: Psicoanálisis; es la escuela de Sigmund Freud y sus discípulos (C. G. Jung, Alfred Adler, Karl Abraham, etc.). A partir de aquí se empezó a estudiar a los/as homosexuales desde un punto de vista científico. Este estudio se realizaba de manera seria y rigurosa, y pretendía adentrarse en los estratos más profundos de la psique humana con la esperanza de encontrar aquellos contenidos, o complejos inconscientes, que constituyesen la infraestructura de la problemática homosexual y explicasen, de manera más convincente, el carácter y la conducta de los seres humanos desde el punto de vista biológico-existencial. Y aunque hoy se desestiman los trabajos psicoanalíticos realizados y sus resultados empíricos, creo que es innegable que la psicología profunda sigue manteniendo una gran capacidad y efectividad para ayudar a resolver los conflictos que se devienen en los estratos más inaccesibles de la mente humana. La concepción de la estructura o tectónica de la personalidad cambió con la nueva visión psicoanalítica del ser humano.
En mi criterio como psiquiatra de inspiración psicoanalítica y logoterapéutica (escuela de Viktor Frankl) las aportaciones de la psicología de la conducta (conductismo) solo son útiles para borrar síntomas, pero carecen de eficacia para resolver las verdaderas causas que se ocultan en las profundidades del subconsciente de aquellas personas que padecen trastornos, cuya raíz desconocen, y que no pueden resolver por una acción volitiva consciente. Posteriormente ha sido considerada la homosexualidad como una condición con la que la persona nace, y en los días actuales está considerada, por muchos que la defienden o practican, como una acción libre de realización sexual, tan natural como cualquier otra.
En cuanto a la homosexualidad hay descritas diversas desviaciones, y esto es comprobable en la experiencia clínica de todos aquellos que vemos a personas con alguna o algunas problemáticas que guardan relación con el desarrollo de la psicosexualidad. Y dentro de las desviaciones sexuales se dan dos tipos de desviaciones:
a) desviación del objeto sexual.
b) desviación del fin sexual.
Tanto desde el punto de vista científico, como desde el punto de vista bíblico, se está de acuerdo que la sexualidad cumple dos fines fundamentales. Uno lo comparte con todos los seres vivos, incluso con aquellos que tienen una vida más simple y elemental, y que no es otro que el de conseguir la prosecución de la especie. Si Dios hubiese querido que las especies se extinguieran, y esto es susceptible de ser pensado desde un planteamiento científico, aunque uno sea ateo, entonces la homosexualidad se daría a nivel de todos los seres vivos y en especial en aquellos que están más cerca del hombre filogenéticamente, pero esto no es así. Ahora bien, en cuanto a la prosecución de la especie, si pensamos en los seres humanos, podríamos preguntarnos ¿por qué tiene el ser humano esta necesidad? Quizá podríamos aducir el siguiente razonamiento: en lo más profundo del corazón del hombre hay un deseo de eternizarse, y una manera de conseguirlo, al menos orgánicamente, sería a través de la perpetuación de la especie. El etólogo (estudioso de la conducta de los seres vivos, incluido el hombre) más sobresaliente de todos los tiempos Conrad Lorenz llegó a decir que “el hombre es él y su especie”. Esta misma afirmación se encuentra en la Escritura y, aunque este no es el momento de tratarla en profundidad, daremos el texto y la cita donde se encuentra: “He aquí, esto he hallado: que Dios hizo al hombre (singular) recto, pero ellos (plural) buscaron muchas perversiones” (Ecle. 7:29).
Volviendo al tema de las desviaciones de la psico-sexualidad, nos encontramos, en primer lugar, con la desviación del objeto sexual. En esta desviación se cambia al hombre por una mujer o a la mujer por un hombre. En esto consiste la desviación del objeto sexual o del objeto del amor de una persona hacia otra. El cambio del objeto sexual se puede, también, realizar cambiando hombre o mujer por otros seres vivos de especie diferente (animales) o por elementos iconográficos (estatuas) e incluso por objetos pertenecientes a otras personas (ropa, calzado, etc.). Cuando una persona que tiene un desarrollo de la psicosexualidad normal, tanto en los aspectos bioquímicos (hormonales), biológicos (fisiológicos) y somáticos, como en la aparición de los caracteres sexuales secundarios, y elige para su realización sexual como objeto de su amor a alguien de su mismo sexo, está presentando un problema psico-emocional claro de desviación del objeto sexual. La desviación del fin sexual, a nivel de los animales no la conocemos, pero a nivel de los seres humanos, sí. Los animales tienen relaciones sexuales en función de unos ciclos regulados genética e instintivamente No hay, en las relaciones sexuales humanas, determinadas épocas de celo. En los seres humanos la finalidad de las relaciones sexuales, además de la prosecución de la raza, tiene una dimensión sublime y superior: conseguir una auténtica realización del ser mediante la comunicación más profunda del YO con el TU.
Para los que el término homosexualidad ya les escandaliza mucho, en ocasiones somos más papistas que el papa, sancionan lo que, quizá, la Palabra de Dios no sanciona. Para poner un ejemplo, que explicite un poco lo que estoy diciendo, les pondré unas referencias paradigmáticas que pueden contribuir a clarificar, con más riqueza de contenidos, diversos aspectos del término homosexual. El término amor no se puede aplicar solo al campo de la sexualidad, o al amor heterosexual que se practique entre un hombre y una mujer. El amor tiene una dimensión más amplia que todo eso. La amistad puede conllevar cariño, afecto profundo y en definitiva amor, sin que estos sentimientos entrañables, estén relacionados directamente, con actividades hetero o homosexuales: la amistad entre un padre y un hijo, entre una madre y una hija, entre dos hermanos o dos hermanas, entre dos amigos o amigas constituye, sin ambages, una relación homosexual; dado que se da entre dos personas del mismo sexo. El término homo significa igual. Es decir se trata de una, relación amorosa entre dos personas del mismo sexo. Pensemos que la homosexualidad, en este sentido, la practicamos todos. Y esta expresión del amor filial, fraternal, no implica contenidos o prácticas homosexuales. Además, debo añadir que hay homosexuales, que se sienten, que se vivencia como tales, y no practican relaciones homosexuales.
Por otro lado, la incidencia de la homosexualidad a nivel mundial, y esto es aplicable a España, es que el 1 al 4% de todos los varones son homosexuales. Pero de ahí, no se sigue que todos practiquen la homosexualidad. Por consiguiente contaríamos que en nuestro País hay un millón ochocientos mil homosexuales masculinos. En cuanto a las mujeres, la cifra es más baja, entre el 1 o el 2% de las mujeres españolas son homosexuales o lesbianas. De aquí se deduce que en España existen unas 840.000 españolas con esta problemática. La suma total de homosexuales de ambos sexos es muy alta, y sin duda repercute en múltiples aspectos de nuestro devenir diario. Influye en la conducta de las personas con repercusiones a nivel psico-social, socio-laboral, socio-económico, socio-político e ideológico. La relación amorosa, afectiva y emocional entre dos personas del mismo sexo, no implica, necesariamente, que estemos hablando de una relación homosexual con práctica y motivación homosexual explícita.
Para ir avanzando en la consideración de la homosexualidad, desde el punto de vista científico, tenemos que hablar del cerebro y, también del cuerpo humano: para poder hablar de lo que se sabe y de lo que no se sabe. Todo lo que funciona en nuestro cuerpo está gobernado por el cerebro, absolutamente todo. El cerebro tiene una parte externa que denominamos corteza cerebral, y desde ahí se controla todo lo que está por debajo de esa corteza: el cerebro interno, el cerebro medio y la base del cerebro. El cerebro controla el funcionamiento de todos los órganos del cuerpo mediante unas sustancias llamadas hormonas o a través de impulsos nerviosos que envía a los diversos órganos del cuerpo. En el cerebro medio nos encontramos con una zona llamada hipotálamo, denominada también cerebro límbico o emocional. Esta estructura cerebral es de la máxima importancia en diversos acontecimientos de nuestra vida; tiene que ver, fundamentalmente, con las emociones que vivimos o vivenciamos los seres humanos, tales como la tristeza, la alegría, y con todas las tendencias instintivas que experimentamos: el instinto de la vida, el instinto tanático (de la muerte), el instinto sexual y otros muchos instintos que componen nuestro complejo patrimonio instintivo-emocional.
La corteza cerebral controla el hipotálamo, y éste produce unas sustancias que, a su vez, actúan sobre una glándula que tenemos en la base del cerebro, alojada, en un marco óseo denominado “silla turca” por tener la forma de una silla de montar a caballo. La glándula que se aloja en esta silla turca se denomina hipófisis. La hipófisis segrega unas sustancias que controlan casi toda nuestra vida. Esta glándula llamada hipófisis o glándula pituitaria tiene una parte posterior denominada adenohipófisis y una parte anterior conocida como neurohipófisis. Algunas de las sustancias, que a su vez segrega la hipófisis se denominan gonadotropinas. Las gonadotropinas se denominan así porque van a estimular las gonadas masculinas (testículos) y las gonadas femeninas (ovarios). Así que nos encontramos con la relación siguiente: corteza cerebral –hipotálamo-hipófisis-glándulas sexuales (testículos y ovarios). Los ovarios producen hormonas sexuales femeninas (estrógenos y progesterona). Los testículos producen hormonas masculinas (andrógenos). Ahora bien, toda esta complejidad glandular y hormonal en una problemática de homosexualidad está funcionando continuamente.
Del equilibrio de todo este juego depende la orientación sexual que una persona va a tener. No depende de un acto de libérrima voluntad y que nos puede llevar a sacar la conclusión “de que esta persona es así porque le da la real gana”. Naturalmente que hay personas que se comportan y conducen homosexualmente porque quieren, pero de esta cuestión hablaremos cuando abordemos el tema de la homosexualidad desde el punto de vista teológico.
En el desarrollo de una personalidad tenemos que tener en cuenta dos aspectos muy importantes: el genotipo y el fenotipo. ¿Qué es el genotipo? El genotipo es el conjunto de genes que tenemos dentro de las células de nuestro cuerpo, y que oscila entre 80.000 y 150.000. Aunque, últimamente se apunta, entre los genetistas, que solo son 100.000. Desde esta dotación genética se dirige el desarrollo físico, fisiológico y hormonal de un individuo. En otras palabras: los genes son los que tienen el diseño y los planos de cómo se va a desarrollar y va a ser un individuo: que altura va a tener, que manera de andar, que estructura física, que color de sus ojos y también van a influir en su estructura psíquica o mental. Toda la actuación de los genes da lugar al fenotipo. Por consiguiente éste hace referencia a cómo es uno orgánicamente, que cuerpo tiene, que glándulas sexuales masculinas o femeninas posee, que hormonas se generan y segregan dentro de su cuerpo, etc.
Haciendo una síntesis de lo que es y constituye la personalidad de un individuo, diríamos que es igual a temperamento más carácter. El temperamento está regulado, fundamentalmente, por los genes y tiene que ver con lo constitucional de una persona. El carácter depende de influencias peristáticas; es decir, de influencias que proceden del medio- entorno del individuo. La conjunción entre aquello que se hereda y aquello que se recibe del perimundo de un ser humano, da lugar a que una persona tenga una manera de ser y de estar en la vida. Esto desde el punto de vista, puramente físico. Pero ¿qué es lo que se piensa hoy al respecto? Porque durante mucho tiempo se pensaba que la manera de ser y de estar de una persona dependía, fundamentalmente, de lo genético. Y que por lo tanto, si un individuo tiene determinados condicionamientos genéticos, no podrá más que terminar obedeciendo a aquellos mensajes que vienen desde sus genes. Hoy, en día, ya no se piensa así, ni por los científicos más organicistas. Hoy se sabe que lo que más influye en la conducta de una persona no es lo endógeno (lo que viene de nuestra esfera de la intimidad orgánica), sino lo exógeno (lo que procede de nuestra perístasis, de nuestro perimundo). Podemos afirmar que nuestro funcionamiento bioquímico, fisiológico y somático puede ser modificado por la influencia de pensamientos, doctrinas e ideologías que proceden del medio en que vivimos inmersos. Por consiguiente no depende tanto la personalidad del genotipo, cuanto que tiene una mayor prevalencia lo que influye sobre nuestra persona procedente de su perístasis, cuando nosotros lo introyectamos y modifica nuestro Y0 (nuestra conciencia) y nuestro Ello (nuestra esfera inconsciente o subliminal).
Mucha gente sigue pensando que el problema de la orientación sexual de una persona se produce en la adolescencia (que es la época cuando se desarrollan los caracteres secundarios de una persona). Si seguimos pensando así, nos equivocamos seriamente. La sexualidad y su orientación se da, incluso, antes de que el ser humano nazca. Y antes de que tenga tres meses el embrión. Naturalmente no estamos comparándola con la sexualidad de un adulto; en absoluto, pero la sexualidad y las hormonas sexuales funcionan antes del nacimiento de un ser humano, cuando se encuentra en el claustro materno. Por eso declinarse sobre un tema de homosexualidad, resulta bastante difícil incluso para los especialistas. Aunque, los avances en genética han ayudado mucho a poder superar las dificultades al respecto. Al ver el cuerpo de un recién nacido parece que es muy fácil determinar su sexo y poder afirmar: es una mujer o es un varón. Pero las cosas no son tan sencillas, la mera apariencia física no determina, sin más, la identidad sexual de una persona. Físicamente puede parecer que es una mujer y tratarse solo de una pseudo mujer, dado que en el interior de su cuerpo existen escondidos los verdaderos órganos sexuales de un varón.
Desde el punto de vista de la investigación psicoanalítica (que es la que yo he seguido en mi quehacer profesional, amén de otras como la logoterapia, la psicoterapia existencial, el psicodrama) la identificación sexual de una persona puede depararnos grandes sorpresas. Mi decantación por el método científico psicoanalítico, tiene dos motivaciones: 1º porque este método nos permite acceder a contenidos reprimidos en lo más profundo de nuestro ser, y que pueden conformar la infraestructura etiopatogénica responsable de nuestras alteraciones y sufrimientos. Y 2º porque me confirma lo que la Revelación bíblica nos aclara sobre los contenidos reprimidos en el fondo anímico-pneumático de la esfera de nuestra intimidad noética que conocemos como corazón. Un niño recién nacido ya tiene desde el punto de vista psicoanalítico, contenidos sexuales, claros, a nivel inconsciente, que van a influir en el desarrollo de su psicosexualidad. En cuanto a este desarrollo se describen tres etapas, desde el mismo momento del nacimiento de un ser : la fase ORAL, la fase ANAL o SADICO-ANAL y la fase GENITAL. Todo esto viene a enseñarnos que cuando una persona nace, ya nace con instintos sexuales. Alguien se puede preguntar: ¿un niño al nacer, ya nace con instintos sexuales? Efectivamente. Un recién nacido tiene instintos sexuales y claros. Aunque nos parezca increíble, los niños y niñas de cuna suelen moverse mucho en la misma durante la noche, y los especialistas, siempre buscan la causa, y piensan que esos movimientos son debidos a la acción de ácaros o lombrices, pero al no encontrar la confirmación de sus sospechas han terminado por descubrir que los movimientos de esos pequeños son debidos a que se masturban inconscientemente. Naturalmente el niño no tiene consciencia de lo que le está sucediendo.
En la etapa oral el instinto sexual está ligado al aparato digestivo, a la boca. En los adultos la boca no solo se utiliza para comer, también se utiliza para besar y para diversas actividades que tienen mucho que ver con las relaciones sexuales de las personas. Es como si, a nivel oral, quedasen reminiscencias de la etapa más temprana de la vida, donde la boca era el lugar del cuerpo por medio del cual se obtenían todos los placeres y se satisfacían todos los instintos, entre otros el instinto de la vida y el instinto sexual. Más adelante cuando el niño tiene dos años (más o menos) el instinto sexual se desplaza al extremo opuesto del aparato digestivo, a la zona anal; estamos pues en la segunda etapa del desarrollo de la psico-sexualidad: la etapa anal o sádico-anal. Si el instinto sexual se detuviera en esta etapa, la realización sexual de una persona quedaría fijada a esta zona del aparato digestivo (ano), y esta fijación podría explicar muchas desviaciones del desarrollo de la madurez sexual que debe darse en un ser adulto. Entre otras aclaraciones, podría ser el punto de partida para explicarnos algunas de las causas de la homosexualidad. Cuando el niño/a llega a la edad de los tres años, y esto es muy importante, ocurren (devenidas inconscientemente) cosas muy importantes. El niño/a tienen que proceder a esclarecer su identidad: el instinto sexual se ubica en los órganos sexuales. Entre los tres a los cinco años tiene que definir su identidad sexual. El proceso, por el que todo ser humano tiene que pasar, es el fundamento para que se establezca
la identidad sexual de una persona y va a tener una influencia decisiva en la conciencia que de dicha identidad, ese niño o esa niña tengan cuando aboquen a la pubertad, a la adolescencia; dado que en este periodo o estadío de la vida se volverá a repetir el mismo proceso de la anterior.
En la etapa genital el niño/a para que el desarrollo de su psico-sexualidad ocurra con normalidad, tiene que identificarse con una persona de su mismo sexo (hacerse UNO con ella) y depositar sobre otra el objeto de su amor. Pongamos un ejemplo: un niño necesita identificarse con una figura masculina (en una familia equilibrada y homeostática, la identificación se realiza con la figura paterna; es decir: con su padre. Pero si esta figura no es aceptada por el niño, por las circunstancias que sean, el infante buscará otra figura, que sustituya al padre, generalmente un abuelo, un tío, un profesor, etc., que le permita realizar dicha identificación). El niño identificado con esta figura masculina, depositará el objeto de su amor sobre una figura femenina, normalmente sobre su madre. En las niñas ocurre de manera semejante. En definitiva el niño se siente varón por la identificación con su padre y porque ama, “está enamorado (inconscientemente) de su madre”. Se ha establecido el complejo de Edipo (caso de un niño) o de Electra (caso de una niña).
Todo este proceso ocurre de manera inconsciente hasta los cinco o seis años; de aquí en adelante, para que el desarrollo de la psico-sexualidad curse de manera adecuada el niño/a debe de seguir identificado con la figura paterna o materna y al mismo tiempo ir sustituyendo el objeto de su amor, que es incestuoso (el niño está enamorado de su madre y la desea y la niña está enamorada de su padre y le desea) por otra persona, que el amor hacia la misma, no le cree sentimientos de culpa a nivel inconsciente. De esta manera irá desplazando el objeto de su amor hacia un hermano/a, un primo/a y finalmente hacia una persona a la cual no esté unido/a por parentesco o lazos consanguíneos. En la pubertad vuelve a repetirse a nivel inconsciente o preconsciente el mismo proceso que se dio entre los tres y los cinco años. Si todo se ha desenvuelto desde el punto de vista normal, a un chico le atraerán las chicas y a una chica le atraerán los chicos.

Fuente: Protestantedigital, 2015

No hay comentarios: