Por. José Manuel González
Campa, España
A través de la Historia de
la Humanidad, la homosexualidad ha sido considerada de diferentes maneras.
En una primera parte
trataremos de los conocimientos científicos que, al día de hoy, tenemos a
nuestro alcance, tanto en lo que se refiere a la homosexualidad masculina como
a la femenina. Y, aunque vamos a ocuparnos primero de los aspectos científicos
de este tema, empezaremos recurriendo a una cita del libro de Eclesiastés, que
dice lo siguiente: “Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los
desvaríos (literalmente: las locuras, las enfermedades mentales) y la necedad;
porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey? Nada, sino lo que
ya ha sido hecho. Y he visto que la sabiduría sobrepasa a la necedad (o a la
ignorancia), como la luz a las tinieblas” (Ecle. 2:12-13).
Este libro es una tesis
doctoral elaborada y desarrollada con una metodología científica, estrictamente
rigurosa, y cuyo autor investiga la verdad en campos muy variados de la
realidad: anímica, ética, noética, existencial, biológica, religiosa,
metafísica y cósmica. Mencionaremos algún texto más de su capítulo primero: “Y
dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y
los desvaríos; conocí que aún esto era aflicción de espíritu. Porque en la
mucha sabiduría hay mucha molestia; y quién añade ciencia, añade dolor” (Ecle.
1:17-18).
Bien, pues, hay una verdad
que duele, y esa verdad que duele consiste en que cuanto más conocimiento
tenemos de la realidad, o de una determinada realidad, más dolor podremos
experimentar. Esto no quiere decir que tenemos que renunciar al conocimiento,
pero nos advierte de las consecuencias de su introyección y vivenciación
personal. Y esto lo digo, tanto para aquellos que piensan que conocer lo que se
ha descubierto, ahora, sobre la homosexualidad les genera angustia, quizá
porque les gustaría que el descubrimiento fuese diferente, como para los que
piensan lo contrario: “Quién añade ciencia añade dolor”. “Y he visto que
la sabiduría sobrepasa a la necedad como la luz a las tinieblas” decían los textos del Eclesiastés. La Biblia nos habla de una dimensión
álgida de los descubrimientos y conocimientos científicos, y por otro lado nos
invita a profundizar, más y más, en el conocimiento de la realidad
antropológica y cósmica; porque la ignorancia no nos conduce a una verdadera
realización de nuestro ser, sino más bien a todo lo contrario. Por otro lado,
nos advierte que la más grande sabiduría no será suficiente para dar respuesta
a las demandas más profundas, inmanentes y trascendentes, que subyacen en el
estrato más inaccesible de la esfera de nuestra intimidad.
Con esta aportación vamos a
tratar de mejorar algunos conocimientos que tengamos sobre esta problemática de
la homosexualidad, o consolidarlos si ya los tenemos. La homosexualidad es un
tema de máxima actualidad y, en un país como España se deviene dialécticamente
a todos los niveles. Está presente en los debates psico-sociales,
socio-laborales, sociopolíticos e ideológicos. El tema está a flor de piel, y
entre los ciudadanos españoles enciende grandes disputas entre detractores y
defensores de los individuos homosexuales y de sus derechos, así como sus
limitaciones para acceder a algunos derechos que disfrutan los heterosexuales y
que, a los homosexuales, les son vedados.
A través de la Historia de
la Humanidad, la homosexualidad ha sido considerada de diferentes maneras.
Primero fue etiquetada como un delito, después como un pecado (y aquí se
considera, sobre todo, lo que la Revelación de Dios, según algunos, dice la
Biblia desde el punto de vista de una ética cristiana), y finalmente como una
enfermedad. Personalmente pienso que no se conoce muy bien lo que dice la Escritura al respecto y, lo que es más importante, que la exégesis y la
hermenéutica de los pasajes y textos bíblicos, relacionados en cuanto a esta
realidad ético-antropológica, no han sido analizados de una
manera concienzuda y seria; y como consecuencia de este análisis deficiente,
superficial y acientífico, se han sacado conclusiones erróneas que no resisten
un análisis teológico, verdaderamente de peso, para ser tomadas en
consideración. (Pero de estos aspectos se ocupará el enfoque que de la
homosexualidad realicemos, más adelante, desde el punto de vista bíblico).
Recordemos que la
homosexualidad ha sido considerada primero como un delito, después como un
pecado y finalmente como una enfermedad. Esta última concepción es abordada,
desde el punto de vista científico, a partir del siglo XIX y coincide con la
aparición, en el campo de las ciencias del espíritu, de una escuela de
psicología profunda, denominada: Psicoanálisis; es la escuela de Sigmund Freud y sus
discípulos (C. G. Jung, Alfred Adler, Karl Abraham, etc.). A partir de aquí se empezó a estudiar a los/as homosexuales desde un
punto de vista científico. Este estudio se realizaba de manera seria y
rigurosa, y pretendía adentrarse en los estratos más profundos de la psique
humana con la esperanza de encontrar aquellos contenidos, o complejos
inconscientes, que constituyesen la infraestructura de la problemática
homosexual y explicasen, de manera más convincente, el carácter y la conducta
de los seres humanos desde el punto de vista biológico-existencial. Y aunque
hoy se desestiman los trabajos psicoanalíticos realizados y sus resultados
empíricos, creo que es innegable que la psicología profunda sigue manteniendo
una gran capacidad y efectividad para ayudar a resolver los conflictos que se
devienen en los estratos más inaccesibles de la mente humana. La concepción de
la estructura o tectónica de la personalidad cambió con la nueva visión
psicoanalítica del ser humano.
En mi criterio como
psiquiatra de inspiración psicoanalítica y logoterapéutica (escuela de Viktor
Frankl) las aportaciones de la psicología de la conducta (conductismo) solo son
útiles para borrar síntomas, pero carecen de eficacia para resolver las
verdaderas causas que se ocultan en las profundidades del subconsciente de
aquellas personas que padecen trastornos, cuya raíz desconocen, y que no pueden
resolver por una acción volitiva consciente. Posteriormente ha sido considerada
la homosexualidad como una condición con la que la persona nace, y en los días
actuales está considerada, por muchos que la defienden o practican, como una
acción libre de realización sexual, tan natural como cualquier otra.
En cuanto a la
homosexualidad hay descritas diversas desviaciones, y
esto es comprobable en la experiencia clínica de todos aquellos que vemos a
personas con alguna o algunas problemáticas que guardan relación con el
desarrollo de la
psicosexualidad. Y dentro de las desviaciones sexuales se dan dos
tipos de desviaciones:
a) desviación del objeto
sexual.
b) desviación del fin
sexual.
Tanto desde el punto de
vista científico, como desde el punto de vista bíblico, se está de acuerdo que
la sexualidad cumple dos fines fundamentales. Uno lo comparte con todos los
seres vivos, incluso con aquellos que tienen una vida más simple y elemental, y
que no es otro que el de conseguir la prosecución de la especie. Si Dios
hubiese querido que las especies se extinguieran, y esto es susceptible de ser
pensado desde un planteamiento científico, aunque uno sea ateo, entonces la
homosexualidad se daría a nivel de todos los seres vivos y en especial en
aquellos que están más cerca del hombre filogenéticamente, pero esto no es así.
Ahora bien, en cuanto a la prosecución de la especie, si pensamos en los seres
humanos, podríamos preguntarnos ¿por qué tiene el ser humano esta necesidad?
Quizá podríamos aducir el siguiente razonamiento: en lo más profundo
del corazón del hombre hay un deseo de eternizarse, y una manera de
conseguirlo, al menos orgánicamente, sería a través de la perpetuación de la
especie. El etólogo (estudioso de la conducta de los seres
vivos, incluido el hombre) más sobresaliente de todos los tiempos Conrad Lorenz
llegó a decir que “el hombre es él y su especie”. Esta misma afirmación se encuentra en la Escritura y, aunque este no es
el momento de tratarla en profundidad, daremos el texto y la cita donde se
encuentra: “He
aquí, esto he hallado: que Dios hizo al hombre (singular) recto, pero ellos
(plural) buscaron muchas perversiones” (Ecle. 7:29).
Volviendo al tema de las
desviaciones de la psico-sexualidad, nos encontramos, en primer lugar, con la
desviación del objeto sexual. En esta desviación se cambia al hombre por una
mujer o a la mujer por un hombre. En esto consiste la desviación del
objeto sexual o del objeto del amor de una persona hacia otra. El cambio del objeto sexual se puede, también, realizar cambiando
hombre o mujer por otros seres vivos de especie diferente (animales) o por
elementos iconográficos (estatuas) e incluso por objetos pertenecientes a otras
personas (ropa, calzado, etc.). Cuando una persona que tiene un desarrollo de
la psicosexualidad normal, tanto en los aspectos bioquímicos (hormonales),
biológicos (fisiológicos) y somáticos, como en la aparición de los caracteres
sexuales secundarios, y elige para su realización sexual como objeto de su amor
a alguien de su mismo sexo, está presentando un problema psico-emocional claro
de desviación del objeto sexual. La desviación del fin sexual, a nivel de los animales no la conocemos, pero a nivel de los seres
humanos, sí. Los animales tienen relaciones sexuales en función de unos ciclos
regulados genética e instintivamente No hay, en las relaciones sexuales
humanas, determinadas épocas de celo. En los seres humanos la finalidad de las
relaciones sexuales, además de la prosecución de la raza, tiene una dimensión
sublime y superior: conseguir una auténtica realización del ser mediante la
comunicación más profunda del YO con el TU.
Para los que el término
homosexualidad ya les escandaliza mucho, en ocasiones somos más papistas que el
papa, sancionan lo que, quizá, la Palabra de Dios no sanciona. Para poner un
ejemplo, que explicite un poco lo que estoy diciendo, les pondré unas
referencias paradigmáticas que pueden contribuir a clarificar, con más riqueza
de contenidos, diversos aspectos del término homosexual. El
término amor
no se puede aplicar solo al campo de la sexualidad,
o al
amor heterosexual que se practique entre un
hombre y una mujer. El amor tiene una dimensión más amplia que todo eso. La
amistad puede conllevar cariño, afecto profundo y en definitiva amor, sin que
estos sentimientos entrañables, estén relacionados directamente, con
actividades hetero o homosexuales: la amistad entre un padre y un hijo, entre
una madre y una hija, entre dos hermanos o dos hermanas, entre dos amigos o
amigas constituye, sin ambages, una relación homosexual; dado que se da entre
dos personas del mismo sexo. El término homo significa igual. Es decir se trata de una, relación amorosa entre dos personas del mismo
sexo. Pensemos
que la homosexualidad, en este sentido, la practicamos todos. Y esta expresión
del amor filial, fraternal, no implica contenidos o prácticas homosexuales. Además, debo añadir que hay homosexuales, que se sienten, que se vivencia
como tales, y no practican relaciones homosexuales.
Por otro lado, la incidencia
de la homosexualidad a nivel mundial, y esto es aplicable a España, es que el 1 al 4% de todos
los varones son homosexuales. Pero de ahí, no se sigue
que todos practiquen la homosexualidad. Por consiguiente contaríamos que en nuestro
País hay un millón ochocientos mil homosexuales masculinos. En cuanto a las
mujeres, la cifra es más baja, entre el 1 o el 2% de las mujeres españolas son homosexuales
o lesbianas. De aquí se deduce que en España existen unas 840.000 españolas con esta problemática. La suma total de homosexuales de ambos
sexos es muy alta, y sin duda repercute en múltiples aspectos de nuestro
devenir diario. Influye en la conducta de las personas con repercusiones a
nivel psico-social, socio-laboral, socio-económico, socio-político e
ideológico. La relación amorosa, afectiva y emocional entre dos personas del
mismo sexo, no implica, necesariamente, que estemos hablando de una relación
homosexual con práctica y motivación homosexual explícita.
Para ir avanzando en la
consideración de la homosexualidad, desde el punto de vista científico, tenemos
que hablar del cerebro y, también del cuerpo humano: para poder hablar de lo
que se sabe y de lo que no se sabe. Todo lo que funciona en nuestro cuerpo está
gobernado por el cerebro, absolutamente todo. El
cerebro tiene una parte externa que denominamos corteza cerebral, y desde
ahí se controla todo lo que está por debajo de esa corteza: el cerebro interno,
el cerebro medio y la base del cerebro. El cerebro controla el
funcionamiento de todos los órganos del cuerpo mediante unas sustancias
llamadas hormonas o a través de impulsos nerviosos que
envía a los diversos órganos del cuerpo. En el cerebro medio nos encontramos
con una zona llamada
hipotálamo, denominada también cerebro límbico o emocional. Esta estructura cerebral es de la máxima importancia en diversos
acontecimientos de nuestra vida; tiene que ver, fundamentalmente, con las emociones que
vivimos o vivenciamos los seres humanos, tales como la tristeza, la alegría, y
con todas las tendencias instintivas que experimentamos: el instinto de la
vida, el instinto tanático (de la muerte), el instinto sexual y otros muchos
instintos que componen nuestro complejo patrimonio instintivo-emocional.
La corteza cerebral controla el hipotálamo, y éste produce unas sustancias que, a su vez, actúan sobre una glándula que tenemos en la base del cerebro, alojada, en un marco óseo denominado “silla turca” por tener la forma de una silla de montar a caballo. La glándula que se aloja en esta silla turca se denomina hipófisis. La hipófisis segrega unas sustancias que controlan casi toda nuestra vida. Esta glándula llamada hipófisis o glándula pituitaria tiene una parte posterior denominada adenohipófisis y una parte anterior conocida como neurohipófisis. Algunas de las sustancias, que a su vez segrega la hipófisis se denominan gonadotropinas. Las gonadotropinas se denominan así porque van a estimular las gonadas masculinas (testículos) y las gonadas femeninas (ovarios). Así que nos encontramos con la relación siguiente: corteza cerebral –hipotálamo-hipófisis-glándulas sexuales (testículos y ovarios). Los ovarios producen hormonas sexuales femeninas (estrógenos y progesterona). Los testículos producen hormonas masculinas (andrógenos). Ahora bien, toda esta complejidad glandular y hormonal en una problemática de homosexualidad está funcionando continuamente. Del equilibrio de todo este juego depende la orientación sexual que una persona va a tener. No depende de un acto de libérrima voluntad y que nos puede llevar a sacar la conclusión “de que esta persona es así porque le da la real gana”. Naturalmente que hay personas que se comportan y conducen homosexualmente porque quieren, pero de esta cuestión hablaremos cuando abordemos el tema de la homosexualidad desde el punto de vista teológico.
La corteza cerebral controla el hipotálamo, y éste produce unas sustancias que, a su vez, actúan sobre una glándula que tenemos en la base del cerebro, alojada, en un marco óseo denominado “silla turca” por tener la forma de una silla de montar a caballo. La glándula que se aloja en esta silla turca se denomina hipófisis. La hipófisis segrega unas sustancias que controlan casi toda nuestra vida. Esta glándula llamada hipófisis o glándula pituitaria tiene una parte posterior denominada adenohipófisis y una parte anterior conocida como neurohipófisis. Algunas de las sustancias, que a su vez segrega la hipófisis se denominan gonadotropinas. Las gonadotropinas se denominan así porque van a estimular las gonadas masculinas (testículos) y las gonadas femeninas (ovarios). Así que nos encontramos con la relación siguiente: corteza cerebral –hipotálamo-hipófisis-glándulas sexuales (testículos y ovarios). Los ovarios producen hormonas sexuales femeninas (estrógenos y progesterona). Los testículos producen hormonas masculinas (andrógenos). Ahora bien, toda esta complejidad glandular y hormonal en una problemática de homosexualidad está funcionando continuamente. Del equilibrio de todo este juego depende la orientación sexual que una persona va a tener. No depende de un acto de libérrima voluntad y que nos puede llevar a sacar la conclusión “de que esta persona es así porque le da la real gana”. Naturalmente que hay personas que se comportan y conducen homosexualmente porque quieren, pero de esta cuestión hablaremos cuando abordemos el tema de la homosexualidad desde el punto de vista teológico.
En el desarrollo de una
personalidad tenemos que tener en cuenta dos aspectos muy importantes: el
genotipo y el fenotipo. ¿Qué es el genotipo? El genotipo es el conjunto de
genes que tenemos dentro de las células de nuestro cuerpo, y que oscila entre
80.000 y 150.000. Aunque, últimamente se apunta, entre los genetistas, que solo
son 100.000. Desde esta dotación genética se dirige el desarrollo físico,
fisiológico y hormonal de un individuo. En otras palabras: los genes son los
que tienen el diseño y los planos de cómo se va a desarrollar y va a ser un
individuo: que altura va a tener, que manera de andar, que
estructura física, que color de sus ojos y también van a influir en su
estructura psíquica o mental. Toda la actuación de los genes da lugar al
fenotipo. Por consiguiente éste hace referencia a cómo es uno orgánicamente,
que cuerpo tiene, que glándulas sexuales masculinas o femeninas posee, que
hormonas se generan y segregan dentro de su cuerpo, etc.
Haciendo una síntesis de lo
que es y constituye la personalidad de un individuo, diríamos que es igual a
temperamento más carácter. El temperamento está regulado, fundamentalmente, por
los genes y tiene que ver con lo constitucional de una persona. El carácter
depende de influencias peristáticas; es decir, de influencias que proceden del
medio- entorno del individuo. La conjunción entre aquello que se hereda y
aquello que se recibe del perimundo de un ser humano, da lugar a que una
persona tenga una manera de ser y de estar en la vida. Esto desde el punto de
vista, puramente físico. Pero ¿qué es lo que se piensa hoy al respecto? Porque
durante mucho tiempo se pensaba que la manera de ser y de estar de una persona
dependía, fundamentalmente, de lo genético. Y que por lo tanto, si un individuo
tiene determinados condicionamientos genéticos, no podrá más que terminar
obedeciendo a aquellos mensajes que vienen desde sus genes. Hoy, en día, ya no
se piensa así, ni por los científicos más organicistas. Hoy se sabe que lo que
más influye en la conducta de una persona no es lo endógeno (lo que viene de
nuestra esfera de la intimidad orgánica), sino lo exógeno (lo que procede de
nuestra perístasis, de nuestro perimundo). Podemos afirmar que nuestro
funcionamiento bioquímico, fisiológico y somático puede ser modificado por la
influencia de pensamientos, doctrinas e ideologías que proceden del medio en
que vivimos inmersos. Por consiguiente no depende tanto la personalidad del
genotipo, cuanto que tiene una mayor prevalencia lo que influye sobre nuestra
persona procedente de su perístasis, cuando nosotros lo introyectamos y
modifica nuestro Y0 (nuestra conciencia) y nuestro Ello (nuestra esfera
inconsciente o subliminal).
Mucha gente sigue pensando
que el problema de la orientación sexual de una persona se produce en
la adolescencia (que es la época cuando se desarrollan los
caracteres secundarios de una persona). Si seguimos pensando así, nos
equivocamos seriamente. La sexualidad y su orientación se da, incluso, antes de
que el ser humano nazca. Y antes de que tenga tres meses el embrión.
Naturalmente no estamos comparándola con la sexualidad de un adulto; en
absoluto, pero la sexualidad y las hormonas sexuales funcionan antes del
nacimiento de un ser humano, cuando se encuentra en el claustro materno. Por
eso declinarse sobre un tema de homosexualidad, resulta bastante difícil
incluso para los especialistas. Aunque, los avances en genética han ayudado
mucho a poder superar las dificultades al respecto. Al ver el cuerpo de un
recién nacido parece que es muy fácil determinar su sexo y poder afirmar: es
una mujer o es un varón. Pero las cosas no son tan sencillas, la mera
apariencia física no determina, sin más, la identidad sexual de una persona. Físicamente
puede parecer que es una mujer y tratarse solo de una pseudo mujer, dado que en
el interior de su cuerpo existen escondidos los verdaderos órganos sexuales de
un varón.
Desde el punto de vista de
la investigación psicoanalítica (que es la que yo he seguido en mi quehacer
profesional, amén de otras como la logoterapia, la psicoterapia existencial, el
psicodrama) la identificación sexual de una persona puede depararnos grandes
sorpresas. Mi decantación por el método científico psicoanalítico, tiene dos
motivaciones: 1º porque este método nos permite acceder a contenidos reprimidos
en lo más profundo de nuestro ser, y que pueden conformar la infraestructura
etiopatogénica responsable de nuestras alteraciones y sufrimientos. Y 2º porque
me confirma lo que la Revelación bíblica nos aclara sobre los contenidos
reprimidos en el fondo anímico-pneumático de la esfera de nuestra intimidad
noética que conocemos como corazón. Un niño recién nacido ya tiene desde el
punto de vista psicoanalítico, contenidos sexuales, claros, a nivel
inconsciente, que van a influir en el desarrollo de su psicosexualidad. En
cuanto a este desarrollo se describen tres etapas, desde el mismo momento del
nacimiento de un ser : la fase ORAL, la fase ANAL o SADICO-ANAL y la fase
GENITAL. Todo esto viene a enseñarnos que cuando una persona nace, ya nace con
instintos sexuales. Alguien se puede preguntar: ¿un niño al nacer, ya nace con
instintos sexuales? Efectivamente. Un recién nacido tiene instintos sexuales y
claros. Aunque nos parezca increíble, los niños y niñas de cuna suelen moverse
mucho en la misma durante la noche, y los especialistas, siempre buscan la
causa, y piensan que esos movimientos son debidos a la acción de ácaros o
lombrices, pero al no encontrar la confirmación de sus sospechas han terminado
por descubrir que los movimientos de esos pequeños son debidos a que se
masturban inconscientemente. Naturalmente el niño no tiene consciencia de lo
que le está sucediendo.
En la etapa oral el instinto sexual está ligado al aparato digestivo, a la boca. En los adultos la boca no solo se utiliza para comer, también se utiliza para besar y para diversas actividades que tienen mucho que ver con las relaciones sexuales de las personas. Es como si, a nivel oral, quedasen reminiscencias de la etapa más temprana de la vida, donde la boca era el lugar del cuerpo por medio del cual se obtenían todos los placeres y se satisfacían todos los instintos, entre otros el instinto de la vida y el instinto sexual. Más adelante cuando el niño tiene dos años (más o menos) el instinto sexual se desplaza al extremo opuesto del aparato digestivo, a la zona anal; estamos pues en la segunda etapa del desarrollo de la psico-sexualidad: la etapa anal o sádico-anal. Si el instinto sexual se detuviera en esta etapa, la realización sexual de una persona quedaría fijada a esta zona del aparato digestivo (ano), y esta fijación podría explicar muchas desviaciones del desarrollo de la madurez sexual que debe darse en un ser adulto. Entre otras aclaraciones, podría ser el punto de partida para explicarnos algunas de las causas de la homosexualidad. Cuando el niño/a llega a la edad de los tres años, y esto es muy importante, ocurren (devenidas inconscientemente) cosas muy importantes. El niño/a tienen que proceder a esclarecer su identidad: el instinto sexual se ubica en los órganos sexuales. Entre los tres a los cinco años tiene que definir su identidad sexual. El proceso, por el que todo ser humano tiene que pasar, es el fundamento para que se establezca la identidad sexual de una persona y va a tener una influencia decisiva en la conciencia que de dicha identidad, ese niño o esa niña tengan cuando aboquen a la pubertad, a la adolescencia; dado que en este periodo o estadío de la vida se volverá a repetir el mismo proceso de la anterior.
En la etapa oral el instinto sexual está ligado al aparato digestivo, a la boca. En los adultos la boca no solo se utiliza para comer, también se utiliza para besar y para diversas actividades que tienen mucho que ver con las relaciones sexuales de las personas. Es como si, a nivel oral, quedasen reminiscencias de la etapa más temprana de la vida, donde la boca era el lugar del cuerpo por medio del cual se obtenían todos los placeres y se satisfacían todos los instintos, entre otros el instinto de la vida y el instinto sexual. Más adelante cuando el niño tiene dos años (más o menos) el instinto sexual se desplaza al extremo opuesto del aparato digestivo, a la zona anal; estamos pues en la segunda etapa del desarrollo de la psico-sexualidad: la etapa anal o sádico-anal. Si el instinto sexual se detuviera en esta etapa, la realización sexual de una persona quedaría fijada a esta zona del aparato digestivo (ano), y esta fijación podría explicar muchas desviaciones del desarrollo de la madurez sexual que debe darse en un ser adulto. Entre otras aclaraciones, podría ser el punto de partida para explicarnos algunas de las causas de la homosexualidad. Cuando el niño/a llega a la edad de los tres años, y esto es muy importante, ocurren (devenidas inconscientemente) cosas muy importantes. El niño/a tienen que proceder a esclarecer su identidad: el instinto sexual se ubica en los órganos sexuales. Entre los tres a los cinco años tiene que definir su identidad sexual. El proceso, por el que todo ser humano tiene que pasar, es el fundamento para que se establezca la identidad sexual de una persona y va a tener una influencia decisiva en la conciencia que de dicha identidad, ese niño o esa niña tengan cuando aboquen a la pubertad, a la adolescencia; dado que en este periodo o estadío de la vida se volverá a repetir el mismo proceso de la anterior.
En la etapa genital el
niño/a para que el desarrollo de su psico-sexualidad ocurra con normalidad,
tiene que identificarse con una persona de su mismo sexo (hacerse UNO con ella)
y depositar sobre otra el objeto de su amor. Pongamos un ejemplo: un niño
necesita identificarse con una figura masculina (en una familia equilibrada y
homeostática, la identificación se realiza con la figura paterna; es decir: con
su padre. Pero si esta figura no es aceptada por el niño, por las
circunstancias que sean, el infante buscará otra figura, que sustituya al
padre, generalmente un abuelo, un tío, un profesor, etc., que le permita
realizar dicha identificación). El niño identificado con esta figura masculina,
depositará el objeto de su amor sobre una figura femenina, normalmente sobre su
madre. En las niñas ocurre de manera semejante. En definitiva el niño se siente
varón por la identificación con su padre y porque ama, “está enamorado
(inconscientemente) de su madre”. Se ha establecido el complejo de Edipo (caso
de un niño) o de Electra (caso de una niña).
Todo este proceso ocurre de
manera inconsciente hasta los cinco o seis años; de aquí en adelante, para que
el desarrollo de la psico-sexualidad curse de manera adecuada el niño/a debe de
seguir identificado con la figura paterna o materna y al mismo tiempo ir
sustituyendo el objeto de su amor, que es incestuoso (el niño está enamorado de
su madre y la desea y la niña está enamorada de su padre y le desea) por otra
persona, que el amor hacia la misma, no le cree sentimientos de culpa a nivel
inconsciente. De
esta manera irá desplazando el objeto de su amor hacia un hermano/a, un primo/a
y finalmente hacia una persona a la cual no esté unido/a por parentesco o lazos
consanguíneos. En la pubertad vuelve a repetirse a nivel
inconsciente o preconsciente el mismo proceso que se dio entre los tres y los
cinco años. Si todo se ha desenvuelto desde el punto de vista normal, a un
chico le atraerán las chicas y a una chica le atraerán los chicos.
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