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sábado, 27 de junio de 2015

Matrimonios gay adoptan – Ser criados por padre y madre sí importa



Una reciente investigación ha arrojado una granada en el incendiario asunto de los hijos en parejas del mismo sexo. En un artículo publicado en el British Journal of Education, Society & Behavioural Science, el sociólogo estadounidense Paul Sullins concluye que “los problemas emocionales tienen dos veces más prevalencia en los hijos de padres del mismo sexo que en los que tienen padres de sexos opuestos”.
Matrimonios gay adoptan: 512 chicos comparados a criados por sus padres biológicos
Para los críticos será imposible ignorar esta investigación, dado que se basa en más datos que cualquier otro estudio previo. El estudio de Sullins toma 512 chicos con padres del mismo sexo, sacados del US National Health Interview Survey, y los compara con los hijos de padres biológicos de la misma muestra, respecto a doce índices de problemas emocionales y de desarrollo. Los problemas emocionales incluyen mal comportamiento, preocupación, depresión, una pobre relación con sus coetáneos e incapacidad para concentrarse.
Tras examinar los números, Sullins encontró que los padres de sexo opuesto proporcionaban un mejor ambiente a sus hijos. “La paternidad biológica —apunta— marca de modo único y poderoso la diferencia entre los resultados de los chicos con padres de sexo opuesto y aquellos de familias homoparentales”.
Hasta hace poco, casi todos los estudios sobre la paternidad del mismo sexo se basaban en muestras bastante pequeñas. En una revisión de 49 de estas investigaciones en 2010, un experto encontró que el tamaño medio de la muestra era solo 39 hijos. Solo cuatro de estos estudios se habían hecho con muestras tomadas aleatoriamente; en los otros la selección se había hecho conectando con grupos de gays y lesbianas. En 2012, una ambiciosa investigación desarrollada por Mark Regnerus, de la Universidad de Texas, identificó, de entre 2.988 casos, únicamente a 39 adultos jóvenes que habían vivido con una pareja del mismo sexo por más de tres años.
Para los investigadores es un quebradero de cabeza. El número de hijos criados por parejas del mismo sexo es tan pequeño —constituyen el 0,005 por ciento de las familias estadounidenses con hijos—, que dar con ellas en una muestra al azar es como encontrar una aguja en un pajar. Por ello, la cifra de 512 chicos, a pesar de ser relativamente pequeña, hace que el estudio de Sullins sea una contribución relevante.
Sullins examina si otros factores pueden explicar la diferencia en bienestar emocional. Según su análisis, ninguno lo hace.
Simpatizantes de la paternidad homoparental atribuyen el menor bienestar emocional de estos a la estigmatización. A estos chicos –dicen– se les singulariza, se les acosa, y sufren burlas. Si sus compañeros fueran menos homófobos, las cosas serían diferentes.
Pero Sullins lo descarta. En otro artículo, publicado en 2014 en el British Journal of Medicine and Medical Research y basado en los mismos datos, Sullins encontró que los hijos de parejas del mismo sexo corren mayor riesgo de padecer Desorden de Hiperactividad y Déficit de Atención (DHDA). Y si tenían DHDA, eran siete veces más proclives a sufrir estigmatización debido a que sus habilidades para manejar las relaciones interpersonales estaban dañadas. En otras palabras, que si los chicos procedentes de hogares homoparentales son acosados con mayor frecuencia, es porque carecen de habilidades interpersonales, no solo porque hayan sido criados por parejas de gays o lesbianas.
El acoso es perjudicial, pero es importante averiguar si los chicos están siendo acosados porque son diferentes o porque sus padres son diferentes.
¿Cuáles son las implicaciones del estudio de Sullins? No es que todos los chicos de hogares homoparentales estén emocionalmente afectados. Sullins es bastante claro sobre esto. “La mayoría de los chicos en la mayoría de las familias alcanzan un nivel de funcionamiento psicosocial que no se caracteriza por serios problemas emocionales”. Sin embargo, incluso si la mayoría de los chicos están bien, son más los que están bien en matrimonios intactos, con sus padres biológicos.
Las sugerencias finales de Sullins es que se emprenda una investigación más extensa, para responder a cuestiones pendientes. ¿Qué hay de los estudios sobre las chicas sin padre o los chicos sin madre? ¿La paternidad del mismo sexo afecta a los chicos pequeños de modo diferente que a los adolescentes? ¿Les va a los hijos adoptados tan bien como a los concebidos por fecundación asistida o por maternidad subrogada?
Son preguntas obvias, que deberían ser contestadas (Difundido en Aceprensa, febrero 2015. Este artículo apareció originalmente en MercatorNet, 9-02-2015).

Fuente: observatoriobioetica.org, 2015.

lunes, 22 de junio de 2015

Predicación y Espíritu de Dios



Por. Juan Stam, Costa Rica
Por todo lo que hemos expuesto hasta ahora, queda claro que la predicación es una tarea muy seria, sin duda mucho más grande de lo que solemos pensar. Con razón observa Karl Barth, en su tratado sobre nuestro tema, que la predicación es una tarea imposible; para ella, observa, todo ser humano es incapaz e indigno (1969:48,52). Es aún imposible que sepa de antemano qué está pasando en la predicación, porque depende enteramente de Dios (1969:48). Tenemos que exclamar con San Pablo, "¿Quién es competente para semejante tarea?" (2 Cor 2:16). Pero gracias al Señor, la palabra de Dios nunca corre sin que la acompañe el Espíritu divino que la ha inspirado. Un tema constante en la teología de los Reformadores fue el de "La Palabra y el Espíritu". La palabra sin el Espíritu conduce a una ortodoxia muerta; el Espíritu sin la palabra llevaba, en la frase de ellos, al "entusiasmo" desordenado. Los Reformadores enseñaban también el testimonium spiritus sancti, sin el que la letra escrita es letra muerta. En un brillante estudio de este tema, Bernard Ramm afirma que fue con esta doctrina que los Reformadores evitaron un concepto cuasi-mágico de la eficacia de la Biblia que podría compararse con el ex opere operato del tradicional sacramentalismo católico. La palabra escrita no opera sola sino vivificada por el Espíritu de Dios.
En nuestro tiempo, Karl Barth ha reformulado esta doctrina en términos muy impresionantes. La palabra de Dios, para él, ocurre en su sentido pleno cuando Dios habla y el pueblo escucha (1969:71). La predicación hace presente a la palabra en forma viva; "cuando se predica el evangelio, Dios habla" (1969:19) y entonces, en la frase de Lutero, "La palabra trae a Cristo al pueblo" (1/1 61). En ese acto de Dios, el "Dios que habló" del pasado se convierte en un presente "Dios que habla", siempre por las escrituras. Por la acción del Espíritu Santo, la Palabra toma vida, como si fuera una resurrección del texto. La predicación, así entendida, es un acto de Dios, totalmente imposible para un ser humano (1969:21,48,52). El predicador no tiene ningún control sobre la acción de Dios, ni puede garantizar que Dios hablará por medio de su homilía. Eso queda totalmente en manos de Dios y ocurre cuando Dios quiere y dónde Dios quiere. Por eso -y esto es lo sorprendente- la Palabra de Dios por medio de un predicador y su sermón es siempre un milagro (1969:23,101). "En esta situación concreta puede suceder que Dios hable y realice un milagro. Pero nosotros no debemos incluir un milagro, por anticipado, en nuestra predicación" (1969:23). Al predicador sólo le toca anunciar que Dios está por hablar (1969:14) y proclamar a la comunidad lo que Dios mismo los quiere decir, mediante la explicación, en sus propias palabras, de un pasaje de las escrituras (1969:13).
Esta comprensión radicalmente teocéntrica y pneumatológica nos hace entender que la única fuerza verdadera de la buena predicación es la obra del Espíritu Santo. A fin de cuentas, el predicador no puede confiar en la elocuencia de su oratoria ni el carisma y encanto de su atractiva personalidad ni nada parecido. Reconocer que el poder del sermón no pertenece a nosotros mismos, pero que Dios ha prometido el obrar eficaz de su Espíritu, y confiar en el Espíritu y sólo el Espíritu, no nos permitirá emplear mecanismos de manipulación para tratar de persuadir a los oyentes (1 Cor 1:18-2:2; 2 Cor 4:2; 12:16-17; Ef 4:14). No harán falta gritos y gemidos simulados, ni pegajosa música de trasfondo, ni pavonearse de un lado a otro, micrófono en mano. Es el Espíritu Santo quien penetrará en los corazones, y nosotros los predicadores sabremos confiar en su actuar y no interferir contra su eficaz actuar.
Por otra parte, nunca tomaremos la promesa del Espíritu como un pretexto para la pereza. Convencidos del inmenso privilegio de ser instrumentos del Espíritu, estudiaremos las escrituras con mayor ahínco y prepararemos los sermones con todo cuidado y pasión. El texto favorito de algunos predicadores, "no se preocupen de qué van a decir; el Espíritu Santo los enseñará lo que deben responder" (Lc 12:11-12), no se aplica a la preparación de sermones ni al estudio sistemático de las escrituras sino a casos de arresto y persecución, cuando uno no tiene tiempo para preparar su defensa. La exégesis bíblica no aparece entre los dones carismáticos de la iglesia. El Espíritu Santo nos acompañará con su luz en nuestro estudio de la palabra, pero sólo si de hecho la estudiamos (2 Tim 2:15; 1 P 3:15; Hch 17:11; 1 Tes 5:21; Mat 22:37).

Fuente: Protestantedigital, 2015.

sábado, 20 de junio de 2015

Los mártires de Charleston: Indignación y algo más



Por Carmelo Álvarez, EE UU
Esta fe nos puede dar valor para enfrentar las incertidumbres del futuro. (Martin Luther King Jr. Discurso, Premio Nobel de la Paz, 1964)
Es con una profunda sensación de amargura (que no puedo transformar en odio) que tomo esta mañana la palabra escrita. Conozco la Iglesia Africana Metodista Episcopal de Estados Unidos. Su historia se remonta a las luchas de Richard Allen y Absalón Jones y otros, contra la esclavitud en el siglo XVIII y nos ubica hoy en esta encrucijada de atropello, odio racial y violencia brutal, contra el corazón de la espiritualidad afroamericana en Estados Unidos y todos y todas las creyentes que intentamos vivir una fe iluminada.
Esta congregación de Charleston tiene tras sí una larga historia de lucha y resistencia contra el racismo y a favor de la reconciliación. Por algo le llaman, “Mother Emanuel” (Iglesia Emanuel), emblema de una presencia edificante en el sur de Estados Unidos, más que centenaria. Quisiera destacar, entonces, las dimensiones testimoniales de este suceso y las implicaciones que tiene. Subrayaré el martirio de estos hermanos y hermanas como un referente primordial de lo que pasa y ha pasado en Estados Unidos con los que profesamos ser creyentes y somos personas de diversas razas y culturas. Planteo un sentido de indignación, destacando las manifestaciones del racismo en la sociedad norteamericana, la responsabilidad moral y espiritual que tenemos para superar las fuerzas del mal que nos asedian. Y la necesidad urgente de un llamado a la reconciliación.
El martirio es la expresión más auténtica del testimonio cristiano. Es una expresión pública de la fe y su eficacia. Evidentemente los y las mártires de Charleston son una prueba clara de ello. A un grupo de creyentes (de diversas edades) a la búsqueda de Palabra de Dios para la vivencia cotidiana de esa fe, les sorprende la muerte, fruto de una violencia implacable y una mente desquiciada. ¡Y nos dejan un legado valiosísimo para profundizar en nuestros propios compromisos y desafíos! Asumo que esta congregación, ya enmarcada como faro luminoso del Evangelio, ahora amplía su visión y su misión en medio de la crisis que vivimos. Esa es otra dimensión de lo que significa el seguir a Jesús hasta las últimas consecuencias. El martirio se asume, nos llega. Muchas veces nos sorprende, y nos duele. Pero ahí está la profundidad del Evangelio que desde la cruz de Jesucristo, por su resurrección, nos coloca en la dinámica del reinado de Dios y sus valores. Destacamos a los mártires no sus victimarios.
La indignación profética está fundamentada en el llamado ineludible de Dios a una misión compleja y conflictiva. Tenemos una larga tradición judeo-cristiana que nos impele y reclama. Y en esa tradición profética afortunadamente podemos nombrar desde Jeremías, Isaías, Amós, Oseas hasta Jesús, Martin Luther King, Jr., Dorothy Day, Reies López Tijerina, César Chávez, Dolores Huerta, Antulio Parrilla, Oscar Romero, Julia Esquivel, y muchos y muchas más que forman parte de una gran “nube de testigos”.
Un elemento esencial de la indignación profética es el juicio de Dios ante los acontecimientos injustos, los pecados personales y colectivos, incluyendo la apatía, la indiferencia y el cinismo. Aunque seamos tentados y tentadas a claudicar debemos asumir esa vocación profética al servicio del pueblo y bajo la dirección de Dios. En la hora decisiva Dios sigue hablando, nos continúa cuestionando y nos ofrece el antídoto contra toda desesperanza: el amor esperanzado hacia un futuro distinto y mejor. En sociedades más justas.
El racismo tiene una larga historia en Estados Unidos. No es nunca algo accidental o pasajero. Cala profundo en la psiquis y el comportamiento de la sociedad como tal. Se expresa en ideologías que intentan justificar lo injustificable. Busca perpetuarse en estructuras culturales, educativas, sociales, religiosas y políticas, en un sistema reproductor de leyes injustas (como nos enseñara elocuentemente Martin Luther King, Jr.) con antivalores que solo promueven el odio. Así se va creando el ambiente de división, con la consabida marginación y desprecio a lo diferente y distinto. A ello se une el miedo colectivo, también propiciado por actitudes de intolerancia e incomprensión, con la consecuente proliferación de grupos radicales violentos y racistas, desafortunadamente reclamando “principios cristianos”.
Entonces, hay que resaltar la fuerza moral y espiritual en el compromiso por la paz con justicia para toda la creación. De la indignación profética pasamos a la ética activa en el amor, en la construcción de nuevos espacios para la convivencia humana. Las iglesias, particularmente las norteamericanas en esta hora crucial, deben levantar un mensaje de esperanza y asumir los retos de ser agentes morales, espirituales y éticos en una sociedad tan conflictuada.
El camino de la reconciliación es la respuesta. En contextos de profunda división, la búsqueda de unidad es clave. Dios en su gran misericordia vuelve a insistir en la fuerza de su amor. Nos pide que trabajemos para derrumbar las barreras del mal, la violencia, la segregación y los atropellos que nos rodean. Construir jardines de confraternidad y círculos de amistad son proyectos deseables. En el cristianismo la verdadera comunión propicia la solidaridad, el afecto, la aceptación de los otros y las otras.
La palabra del profeta Martin Luther King Jr. nos vuelve a iluminar:
Cuando dejemos que la libertad nos llame, cuando dejemos que nos llame desde todos los pueblos y aldeas, desde todos los estados y todas la ciudades, entonces podremos impulsar y hacer emerger el día en que los hijos de Dios, hombres negros y hombres blancos, judíos y gentiles, católicos y protestantes, podrán unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: ¡Por fin libres! ¡Por fin libres! ¡Gracias al Dios Todopoderoso por fin somos libres! (Juan María Alponte, Los liberadores de la conciencia. Lincoln, Gandhi, Luther King, Mandela (México: Aguilar, 396).
En medio de nuestra consternación, asombro y congoja hemos de resaltar el gesto martirial de las hermanas y los hermanos de Charleston. Con nuestra indignación profética y una ética radical de compromiso por la paz, la cordura y la sensatez, debemos marcar el mapa hacia una ruta que nos permita soñar, para construir una sociedad de plena humanidad en los Estados Unidos y todo el mundo. La llamada de la libertad nos obliga. Seremos agentes de transformación con fuerza, imaginación y certeza. ¡Yo me comprometo y lo busco!

Fuente: ALCNOTICIAS, 2015.

viernes, 19 de junio de 2015

CÓMO LA TEOLOGÍA GAY MANIPULA EL LIBRO DE LEVÍTICO



Por. Will Graham, España
Como recién convertido, me costó la mismísima vida entender el libro de Levítico. Era como intentar descifrar jeroglíficos egipcios. ¡Madre mía! Fue tan diferente a Génesis y Éxodo. Conforme iban pasando los años, pensé: “Tengo que hacer algo al respecto”. Así que entre 2010 y 2011 mientras servía en la preciosa iglesia Centro cristiano (Castellón), me dediqué a estudiar el libro a fondo. ¡Sí, señor! ¡Un año entero con un solo libro de la Biblia! (Como soy tontito, tardo en asimilar bien las cosas). Estudié el libro tan a fondo que decidí escribir mi propio comentario sobre Levítico, el cual tengo archivado en mi biblioteca personal. Vamos, algunos se quedan contentos con millones en el banco; otros con fama internacional; yo, con entender el libro de Levítico. Los pelirrojos somos así de raros… A lo largo de aquel año empecé a cultivar un amor por el mensaje de Levítico y es precisamente esta pasión la que me ha hecho saltar en estos últimos años. He saltado una y otra vez porque hay una nueva corriente teológica dándose a conocer en España que está machacado el libro de Levítico de una forma brutal. Me refiero, claro está, a la teología Queer (gay/ homosexual). Hoy, todo lo que quiero hacer es enfrentar cinco argumentos que la comunidad gay emplea para derribar las enseñanzas anti-homosexuales de mi querido libro.
Espero que os sea de ayuda…
1.- ¡No puedes interpretar el libro de Levítico literalmente!
El primer argumento es que no hay que entender los pasajes anti-homosexuales de Levítico literalmente. ¿De qué pasajes estamos hablando? Por un lado Levítico 18:22: “No te echarás con varón como con mujer; es abominación”. Y por el otro, Levítico 20:13: “Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron”. El problema con este punto de vista es que Levítico es un libro de legislación judía. No es literatura poética ni apocalíptica.
El libro se escribió para ser entendido literalmente. Cuando Dios tacha la homosexualidad de “abominación”, no está hablando alegórica ni simbólicamente. Leer un libro literal de forma literal no significa que el lector sea fundamentalista. Significa que es una persona intelectualmente honesta. Por cierto, ¿cómo es que nadie tiene ningún problema con la literalidad del resto del libro de Levítico? ¿Por qué son precisamente estos dos capítulos (el 18 y el 20) que no hay que interpretar de forma literal? Se tratan, pienso yo, de auténticas “acrobacias exegéticas”. No dejo de alucinar con las interpretaciones alejandrinas ofrecidas por la teología gay. ¡En serio, estos escritores merecen un premio o algo! Son una señal indubitable de que el don de la creatividad sigue con nosotros en el siglo XXI. De todas maneras, ¿cómo se sentirían estos teólogos si nadie los leyese de forma literal? Acaso no se enfadarían diciendo: “¿Por qué siempre malinterpretáis todo lo que os digo?” Creo que el Señor tendría algo parecido que decir a la teología Queer hoy en día.
2.- Tienes que entender el contexto socio-histórico del libro
El segundo argumento es que no podemos citar el libro de Levítico sin saber algo de su contexto socio-histórico. Aquí estoy en total acuerdo con la teología gay. De eso no hay duda. No obstante, creo que se trata de un argumento que perjudica la postura homosexual. La idea común es que el libro de Levítico condenó la homosexualidad porque en aquel entonces todos eran heterosexuales (no como nosotros en la Europa actual) y por lo tanto, estaban en contra de la homosexualidad. Pero si leemos bien el contexto de estos mandatos divinos en Levítico 18 y 20, veremos que el Señor mandó lo que mandó para que los hebreos fuesen en contra de las prácticas homosexuales que prevalecían en las culturas vecinas (como en Egipto y Canaán). A la luz de semejante perversión sexual en las naciones paganas, Dios llamó su pueblo a la santidad. En estos capítulos el Todopoderoso no está dirigiéndose exclusivamente a los levitas; sino a todos los hebreos. En fin, el Señor estaba bien consciente de la homosexualidad mucho antes del siglo XXI y habló muy claro al respecto. ¿Por qué tendría que cambiar de parecer en nuestra generación? ¿En qué fecha de la historia decidió Dios aceptar la homosexualidad?
3.- Sólo Levítico condena la homosexualidad
Otro malentendido con el cual me he topado ha sido el siguiente: “Sólo el libro de Levítico condena la homosexualidad”. Evidentemente es un argumento que apenas necesita ser refutado. Hay muchos otros pasajes bíblicos que condenan la homosexualidad tanto en el Antiguo como el Nuevo Pacto. Pero aquí está el quid de la cuestión. Aun si no tuviéramos ningún texto bíblico denunciando la homosexualidad en términos explícitos; la Biblia seguiría siendo un libro heterosexual. Las Escrituras fueron escritas en el contexto de una cosmovisión judía, la cual profesó fe en el Creador que había colocado a un varón junto con una mujer en el Edén. El judaísmo presupone la heterosexualidad.
Toda la Biblia, pues, promueve el matrimonio heterosexual independientemente de los versículos aislados que condenan la fornicación, el adulterio y la homosexualidad. Hay que entender a Jesús contra este telón de fondo también. Si Jesús hubiera estado a favor de la homosexualidad, en algún lugar lo habría dicho. Pero el amado Salvador sí dijo: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los creó?” (Mateo 19:4). Así que Levítico no es el único libro que censura la homosexualidad; toda la Biblia lo hace. Y no lo hace por ser anti-gay sino que lo hace porque es pro-Dios, pro-Edén, pro-heterosexual. Hasta el rey de los teólogos liberales contemporáneos, el obispo episcopal pro-gay John Shelby Spong, ha confesado abiertamente que la Biblia es un libro anti-gay. No es por nada que hace dos meses el periodista homosexual Frank Bruni (New York Times) pidió que se volviese a escribir la Biblia.
4.- ¡Pero tú comes marisco!
Otro argumento es la típica respuesta gay cuando alguien cita el libro de Levítico: “No puedes decirme que la homosexualidad es pecaminosa si sigues zampando marisco”. De nuevo, tal comentario –entre otras cosas- presupone que Levítico sea el único lugar de la Biblia donde se condena la homosexualidad. [Vicky Beeching, cantante británica] Vicky Beeching, cantante británica Esta fue la respuesta que dio la cantante evangélica Vicky Beeching cuando le preguntaron en Sky News sobre cómo poder reconciliar lo que decía la Biblia con su estilo de vida lesbiana: “En Levítico dice que los hombres no deben echarse con varones. Pero también dice que no hay que comer marisco ni ponerse ropa hecha con telas de materiales mezclados […] Hay que entender todo en su contexto”. Tristemente Beeching no ha aprendido a distinguir entre la ley teocrática de Israel (la cual fue temporal) y la ley moral (la cual es eterna y vigente). Dentro de la ley teocrática está todo lo relacionado con la ley ceremonial.
Hoy día, por ejemplo, ¿quién sigue sacrificando animales por sus pecados? ¡Nadie! La ley ceremonial fue abolida en Cristo. No obstante, la ley moral sigue en pie. Cuando leemos de leyes sobre barbas, marisco, cerdo y ropa hemos de recordar que Dios estaba hablando al pueblo étnico de Israel; no a la Iglesia del Señor de nuestro siglo. Pero cuando leemos los textos que apelan a la ética universal –la condena del incesto, por ejemplo- dichos textos sí siguen vigentes. Aunque el Nuevo Testamento no diga absolutamente nada sobre el incesto, no quiere decir que ahora sea algo bueno y agradable ante los ojos de Dios. Sigue siendo una abominación moral. Otra cosa que hay que tener en mente es que Dios nunca castigó a las naciones vecinas por comer marisco ni cerdo. Pero sí los condenó por su corrupción sexual. “En ninguna de estas cosas [sexuales] os amancillaréis; pues en todas estas cosas se han corrompido las naciones que echo de delante de vosotros, y la tierra fue contaminada; y yo visité su maldad sobre ella, y la tierra vomitó sus moradores” (Levítico 18:24-25). Comer marisco es una cosa; entregarse al pecado homosexual es otra.
5.- Eres un homófobo fundamentalista
El último argumento es un poco más personal (pero nos pasará a todos). Cuando hablo sobre el contenido de Levítico con alguien pro-gay, en un 90-95% de los casos esa persona siempre acaba el diálogo insultándome. En vez llamarlo un argumento, sería más correcto etiquetarlo como una acusación. Me refiero a la típica frase que he oído cien mil veces: “Eres un homófobo fundamentalista”. ¡Hasta alguien me dijo recientemente que va a orar para que mis hijos salgan homosexuales! En el mundo filosófico llamamos semejantes argumentos ad hominem. Es un argumento que se usa contra la integridad o el carácter de la persona con la cual se está dialogando con el fin de derribar su postura. Por ejemplo, digamos que un político afirma que existe la ley de la gravedad. Pero hay otro plenamente convencido de que no hay tal ley. Puesto que éste no sabe cómo ganar el debate, empieza a atacar el carácter del político para dar la sensación de que ha ganado el argumento. “Eres un mentiroso y corrupto con millones escondidos en tu cuenta privada en Suiza”.
En realidad no ha ganado el argumento a nivel lógico porque la gravedad sigue existiendo, pero a nivel popular, tales tácticas funcionan de maravilla. Lo mismo sucede con la cuestión gay. Por muy sinvergüenza, feo, maloliente y manipulador que yo sea, no va a cambiar lo que dice la Biblia para nada. Esto hay que tenerlo bien claro. Fijaos, no escribo ni hablo sobre la homosexualidad por gusto personal. Lo hago porque está en la Biblia, es la Palabra de Dios y no puedo soportar que ciertas personas tomen el nombre del Dios de la Biblia en vano para bendecir algo que Dios ha condenado. Es por esta razón que puedo profetizaros a todos ahora mismo (seáis cesacionistas o continuacionistas), sabiendo a ciencia cierta que mi profecía se cumplirá al pie de la letra en no muchos días.
Mi profecía es: que me van a tachar de todo por escribir este artículo. Ya veréis la falta de crítica constructiva y una avalancha de insultos, palabrotas, acusaciones y amenazas. Es lo que hay. Pero no dejan de ser ataques ad hominem. El tema que tenemos que estudiar en España no es cómo tratar a los gays. Todos estamos de acuerdo en que hay que amarlos, orar con ellos, sufrir con ellos y tener compasión de ellos. Esto está clarísimo. Pero ésta no es la pregunta. La pregunta es: ¿agrada la homosexualidad a Dios o no? No es una pregunta de metodología, sino de contenido. Y mientras esta línea se quede oscurecida, los típicos insultos de siempre se van a lanzar. ¿Qué hacemos, pues, cuando nos insultan llamándonos homófobos fundamentalistas? Bueno, podríamos responder diciendo que nuestros enemigos son bibliófobos fundamentalistas, Levíticófobos fundamentalistas o santidadófobos fundamentalistas o, en amor, podríamos callarnos la boca y sufrir en silencio.
Conclusión
Con todo lo antedicho, si alguien no está dispuesto a reconocer que Dios condena la homosexualidad en el libro de Levítico (o en la Biblia entera), habría que hacerle la siguiente pregunta (y con ella os dejo hasta la semana que viene): Si Dios estuviese en contra de la homosexualidad, ¿qué tendría que decir textualmente para convencerte de que lo está?

Fuente: Protestantedigital, 2015.