Por. Carlos Martínez García, México
Sí, la corrupción mata. Deforma y destruye con
distintos ritmos a personas, grupos y naciones. En América Latina tenemos
un caudal de evidencias históricas, herencias estructurales y datos
estadísticos que muestran nítidamente por todo nuestro Continente los estragos
sociales y económicos causados por prácticas corruptas en distintos gobiernos
de las más diversas orientaciones políticas.
La forma en que la actual Latinoamérica fue
obligada a integrarse en el sistema económico del siglo XVI configuró una
estructura socioeconómica que pervivió mucho más allá del régimen colonial
impuesto por España y Portugal. Estas dos naciones, potencias militares en
aquel entonces, dominaron enormes extensiones de territorios allende sus
fronteras, pero no tenían el control sobre cómo se estaba conformando y
globalizando la economía planetaria. En una obra clásica, Stanley J. y Barbara
H. Stein, sintetizaron bien la paradoja de los dos principales países de la
Península Ibérica:
En 1492, España y Portugal eran dependencias
económicas de Europa y, a pesar del surgimiento de sus imperios ultramarinos en
el siglo XVI y del control que ejercieron sobre esas regiones hasta alrededor
de 1824, siguieron siendo dependientes, Este anómalo status de colonia e
imperio determinó la historia de los países ibéricos y de sus posesiones
coloniales. Condicionó la sociedad, la economía y la política coloniales y
también el curso de la historia latinoamericana hasta los tiempos modernos.1
El régimen colonial dejó herencias malditas en
los países sojuzgados, entre ellas sociedades estratificadas y excluyentes,
en las que todo beneficiaba a los colonizadores europeos y a sus descendientes
en estas tierras. En sentido contrario, el sistema estaba diseñado para
explotar intensivamente a la población indígena, y cuando está fue
insuficiente, a los esclavos africanos traídos al Nuevo Mundo en condiciones
infrahumanas. Otra de las herencias fue la de concebir los puestos de servicio
público y nombramientos políticos como espacios para el enriquecimiento
personal y familiar.
Quienes llegaron a nuestro Continente procedentes
de España y Portugal con designaciones reales para emprender aquí actividades
político/administrativas y/o empresariales, debieron comprar su nombramiento a
la Corona respectiva. La inversión era recuperada con creces, mediante
expoliación brutal de la mano de obra a su servicio y a través de prácticas
corruptas que dejaron escuela en la conformación de las sociedades
latinoamericanas.
Al consumarse la independencia política de España y
Portugal, cada nueva nación latinoamericana prosiguió con el modelo
económico supeditado al dominio externo. Los tres siglos de Colonia dejaron
estragos culturales por la cerrazón a que en Amerindia se expresaran ideas
distintas a las permitidas oficialmente. La Santa Inquisición se encargó de hacer
efectiva la pedagogía del terror, consistente en infundir miedo a la población
con el fin de que no se dejara seducir por herejías.
La por Carlos Monsiváis llamada “aduana de las
ideas”, nos refundió en el oscurantismo, y con ello el proceso democratizador,
uno de cuyos componentes es el ejercicio de la crítica, se postergó con graves
consecuencias sociales y educativas para los pueblos. Fue así que “las aduanas
de toda índole del virreinato desvinculan a la Nueva España de los avances de
las metrópolis y gracias a eso la Ilustración no sucede en México”.2
Las independencias nacionales, en general,
cambiaron la dependencia política de España y Portugal pero hubo línea de
continuidad con el modelo económico y la forma de ejercer el poder político.
Económicamente las élites criollas reforzaron las estructuras que les
enriquecían a costa del trabajo cautivo de millones de seres humanos. En
cuanto a la administración de lo público, lo importante era mantener buenas
redes con el centro de poder, o sus representantes locales, a quienes se les
debía el nombramiento y por consecuencia lealtad irrestricta, en detrimento de
ejercer el cargo público para beneficio de hombres y mujeres de estas tierras.
En la Nueva España, el rey ejercía el control de
sus vasallos desde la Península, a través de una extensa red de instancias
burocráticas formada por un ejército de funcionarios con facultades delegadas,
que abarcaba desde el virrey y la Audiencia, hasta los alcaldes de los pueblos.
En una estructura de gobierno semejante, la adquisición y conservación de los
cargos en la administración pública dependía de la reputación y de las buenas
relaciones que se tuvieran en la capital, comúnmente llamada “corte”. Por ello
la búsqueda de vínculos favorables multiplicó las cadenas de patronazgo y
clientelismo en la ciudad de México, y a su imagen, en las principales ciudades
del virreinato.3
Los regímenes surgidos de los movimientos
independentistas resultaron igual o más corruptos que el dominio colonial
español y portugués. De nueva cuenta los pueblos de los países nacientes
fueron testigos de cómo las élites medraban los recursos públicos, continuando
con prácticas culturales que se internalizaron no solamente en las cúpulas
políticas y económicas sino también se filtraron al resto de la sociedad.
Las independencias nacionales del siglo XIX, y los
movimientos sociales revolucionarios que acontecieron durante el siglo XX en
distintos momentos y naciones, prometieron construir nuevas bases para la
transformación de las estructuras corporativistas y clientelares, para, en su
lugar mejorar los niveles de vida de la población al desterrar, entre otros
elementos, el caudal de corruptelas de quienes los citados movimientos
combatieron.
El caso mexicano es ilustrativo de cómo
desde el poder, supuestamente revolucionario, se siguió una política en la cual
la corrupción era un elemento central. El general Álvaro Obregón, presidente
del país de 1920 a 1924, acuñó una frase de realpolitik que resumía la forma y
fondo de cómo cooptaba a los generales de las otras facciones revolucionarias
que le disputaban el poder. Ante la sublevación consideraba que la mejor arma
era el soborno: “No hay general que resista un cañonazo de 50 mil pesos”.
Por toda América Latina quienes sostenían los
ideales revolucionarios, de transformación social y económica sucumbieron ante
cañonazos como los pregonados por el general Obregón. La corrupción mostró su
poder corrosivo de ideales y potenció el síndrome de Sísifo, consistente en una
y otra vez trabajosamente empujar una voluminosa y pesada piedra hacia la cima
de la montaña, y cuando estaba a punto de lograrse el objetivo perder las
fuerzas y ver desolado cómo la piedra rodaba en cada ocasión cuesta abajo.
Estadísticas y un amplio número de investigaciones
han mostrado el escalofriante costo de la corrupción en cada país de América
Latina, así como en lo que podría haberse invertido y el bienestar que un
gasto público bien orientado habría traído en creación de infraestructura y
servicios sociales. Periódicamente Transparencia Internacional publica el
índice de percepción de corrupción por país, y en la medición las naciones
latinoamericanas, con escasas excepciones, tienen números que reflejan alta
corrupción.4
Los indicadores económicos, el porcentaje del
Producto Interno Bruto que se va por la cañería de la corrupción, el
enriquecimiento multi millonario de los beneficiarios del sistema de sobornos,
coimas, cochupos, cohechos (y tantas otras palabras que describen la práctica
cotidiana de la corrupción), son números que podemos conocer y ayudan a
dimensionar el tamaño del monstruo que a diario da tarascadas al bienestar de
los latinoamericanos.
Notas bibliográficas
1.Stanley J, y
Barbara H. Stein, La herencia colonial de América Latina, Siglo XXI Editores,
México, 1970, p. 7.
2. Carlos Monsiváis,
“Notas sobre el destino (a fin de cuentas, venturoso) del laicismo en México”,
Fractal, número 26, julio-septiembre 2002. Está disponible en línea (http://www.mxfractal.org/F26monsivais.html).
3. Salvador Cárdenas
Gutiérrez, “La lucha contra la corrupción en la Nueva España según la visión de
los neoestoicos”, Historia Mexicana, vol. LV, núm. 3, enero-marzo 2006, p. 720.
Fuente: Protestantedigital, 2016
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