Por. Carlos Martínez García, México
Hubmaier era párroco católico romano en Waldshut
(ciudad austriaca en la frontera con Suiza1), cuando inició su inclinación
hacia el anabautismo. Doctor en teología, sería uno de los pocos líderes
anabautistas con alta preparación académica.
Nació en 1480 o 1481, en Friburgo, Alemania.
Recibió su doctorado en teología el 29 de septiembre de 1512.2
A partir de la Pascua de 1515 tuvo a su cargo la
vicerrectoría de la Universidad de Ingolstadt, en la que estuvo menos de un año
porque el 25 de enero de 1516 aceptó ser el predicador principal de la nueva
Catedral de Regensburgo.3 Permaneció por cinco años en la
ciudad, durante los cuales alcanzó fama entre el pueblo como un gran
predicador. Fue parte importante del movimiento anti judío que se desató en
Regensburgo, predicaba ante grandes audiencias de peregrinos en una capilla que
se levantó en un terreno antes ocupado por una sinagoga. A finales de 1520,
Hubmaier salió de Regensburgo para dirigirse a Waldshut.4
Hacia la primavera de 1523 inicia contactos con el
reformador de Zúrich, Ulrico Zwinglio, y Ecolampadio que estaba en Basilea. El
trato con ellos y la lectura constante de la Biblia que había iniciado meses
antes le llevaron a poner en práctica cambios eclesiásticos y litúrgicos en
Waldshut. Participó en la Segunda Disputa de Zúrich, octubre de 1523, en la que
apoyó a Zwinglio sobre la “falta de apoyo bíblico para el bautismo de
infantes”.5
En marzo de 1528, Hubmaier redactó 18 artículos
(tesis para el debate) e invitó a clérigos de Waldshut a dialogar sobre sus
propuestas bíblico/teológicas. Marcó su distancia con la Iglesia católica, hizo
eco a las posturas de Zwinglio. En mayo del mismo año las tesis de Hubmaier
fueron impresas y comenzaron a circular con cierta amplitud. En la última línea
escribió una frase que llegó a ser su lema: “La verdad es inmortal”.6
En las postrimerías de 1524 Baltasar Hubmaier dio
pasos firmes en su alejamiento del catolicismo romano: retiró de la capilla en
la que predicaba cuadros e imágenes, contrajo matrimonio con Elizabeth Hügline.
Presiones de Fernando I al Concejo de Waldshut para que dejara de apoyar la
reforma de Hubmaier, resultaron en la salida del personaje, quien tuvo que
refugiarse en Schaffhausen a partir del 1 de septiembre de 1524. Bajo
persecución escribió en septiembre/octubre de 1524 el tratadito Sobre los herejes
y quienes los queman, probablemente el “primer texto de la Reforma dirigido
específicamente al tema de la libertad de disentir”.7
Por una carta que le escribió a Ecolampadio se sabe
que estaba en franco camino hacia posiciones anabautistas. En la misiva del 16
de enero de 1525, Hubmaier daba a conocer que enseñaba públicamente “que los
niños no deben ser bautizados. ¿Por qué hemos estado bautizando a los niños? El
bautismo, dicen ellos [Zwinglio y León Jud], es un mero signo [de inclusión en
la alianza]. ¿A qué tanto afanarse por un signo? Ciertamente el bautismo es un
signo y un símbolo, instituido por Cristo con estas palabras augustas, preñadas
de sentido: ‘En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo’ [Mateo
28:19]. Todos cuantos atenúan ese signo, o de cualquier otra manera hacen mal
uso de él, están haciendo violencia a las palabras de Cristo pronunciadas en el
momento de instituir esta acción simbólica, puesto que el significado de ese
signo y de ese símbolo es un compromiso mediante el cual se obliga uno para con
Dios, bajo el impulso de la fe, y en la esperanza de la resurrección a una vida
futura, de manera que la acción interior no debe llevarse a cabo con menos
seriedad que el signo exterior. Este significado no tiene nada que ver con los
niños recién nacidos; por lo tanto, el bautismo de los infantes no tiene
realidad alguna […] En vez de celebrar el bautismo [de infantes], hago que los
fieles se congreguen en la iglesia y que los padres presenten al niño, y
explico en alemán el Evangelio”.8
En su respuesta Ecolampadio externó desacuerdo con
las enseñanzas de Hubmaier. Éste dio un paso decisivo con el bautismo de
creyentes cuando lo recibió a manos de Guillermo Reublin, quien llevó noticias
a Waldshut de lo acontecido en Zúrich unos cuantos días después del día en que
Hubmaier había escrito la carta que he mencionado. Reublin formó parte de los
discípulos de Zwinglio, entre ellos estaban Conrado Grebel y Félix Mantz, que
tuvieron discrepancias con su mentor sobre el bautismo de infantes y la
simbiosis Estado-Iglesia en Zúrich. La ruptura con Zwinglio tuvo un punto de
quiebre el 21 de enero de 1525, cuando Grebel, Mantz y Jorge Cajacob, entre
otros, llevaron a cabo el bautismo de creyentes, iniciando así las congregaciones
anabautistas.
Reublin bautizó en Waldshut a Baltasar Hubmaier y
otras sesenta personas el 16 de abril de 1525 (domingo de Resurrección).9 El anabautismo tuvo un importante
número de integrantes en Waldshut. Días después de haber sido bautizado por
Reublin, Hubmaier impartió el bautismo a más de trescientas personas.
Aunque Hubmaier, como anota John Howard Yoder,10 produjo una obra numerosa y sobre
distintos aspectos de la vida cristiana, “su preocupación principal […] fue el
del orden de una iglesia renovada: bautismo, santa cena, catequesis,
disciplina”. Éste interés en los mencionados tópicos lo muestra nítidamente en
Suma de la vida cristiana, “fue escrito a fines de 1525. Representa así la
primera expresión de Hubmaier como anabautista y, por lo tanto, el primer texto
impreso de todo el anabautismo”.11
El escrito de Baltasar Hubmaier fue dirigido a tres
iglesias, localizadas en Ratisbona, Ingolstadt y Friburgo. Lo inició
reconociendo que antes, como sacerdote católico, había tenido una vida disoluta
y enseñado una “doctrina falsa, sin fundamento e impía”. Confesaba que “como
Pablo, haberlo hecho por ignorancia”. Había dejado atrás todo lo que
consideraba falso y con nuevas convicciones procedió a elaborar un resumen de
lo que implicaba ser cristiano.
Como los anabautistas de Zúrich, con quienes
mantenía contacto y conversaciones, Hubmaier consideraba esencial tener en
claro que el seguimiento de Cristo iniciaba con la conversión. Las personas no
nacían cristianas, sino que debían decidir en algún momento seguir o no el
Evangelio proclamado por Jesús. La conversión implicaba comprender que antes de
la misma habían tenido lugar seguimiento de ideas y prácticas distintas a los
principios normados por Jesucristo para quienes querían ser sus discípulos.
Después de renunciar a la antigua vida y nacer a
una nueva en Cristo, argumentaba Hubmaier, correspondía dar testimonio público
de la conversión. La demostración del cambio interno, espiritual, debía hacerse
mediante el bautismo de creyentes, por lo que el converso/conversa “se hace
bautizar con el aguan exterior, con lo cual da público testimonio de su fe e
intención: de que cree que tiene un Dios y Padre clemente, benigno y
misericordioso, en el cielo, a través de Jesucristo; de que está conforme y
satisfecho con eso; de que se ha propuesto y se ha comprometido ya
interiormente a enmendar y perfeccionar su vida en adelante”.
La confesión de compromiso con una nueva vida y
recibir el bautismo debían tener lugar para Hubmaier en una comunidad de
creyentes. La decisión personal no era individualista y sin conexiones con
otros/otras que habían tomado el mismo compromiso, sino un acto libre que
marcaba el inicio del caminar colectivo con quienes sostenían la convicción de
seguir a Cristo en los términos propuestos por él.
Ya que Jesús había instituido también la conocida
como Última Cena, Hubmaier instaba a sus destinatarios para que examinaran el
significado de esta ordenanza. El propósito era, subrayaba, recordar lo
realizado por Jesús en su ministerio. Frente a quienes sostenían que en la Cena
del Señor celebrada en las comunidades cristianas acontecía la
transubstanciación o consubstanciación, Baltasar Hubmaier afirmaba “que el pan
no es el cuerpo de Cristo sino una rememoración del mismo. De igual manera, el
vino no es la sangre de Cristo, sino también un recuerdo de que él derramo su
sangre y la repartió en la cruz para lavar los pecados de todos los fieles”.
La comunidad de fe, a la que se ingresaba
voluntariamente y en la cual la norma era la ética de Cristo, debía contrastar
con la sociedad en que estaba inmersa. Por ello para los anabautistas, y por
ser uno de ellos para Hubmaier, un resultado del compromiso radical con el
Evangelio era “la persecución, la cruz y todas las tribulaciones en el mundo, a
causa del Evangelio porque el mundo odia la luz y ama las tinieblas”.
Antes de identificarse con el anabautismo Hubmaier
simpatizó con las propuestas de los campesinos por ir más allá de una reforma
religiosa y hacer también la reforma de la sociedad en lo político y lo
económico. Como se sabe, la Guerra de los Campesinos (1524-1525) terminó
trágicamente y a favor de las autoridades gubernamentales que reprimieron
bárbaramente a los participantes en el movimiento. Hubmaier, en su pastorado en
Waldshut, impulsó reformas sociales y algunos anabautistas de esta ciudad
hicieron alianza con los campesinos sublevados.12
Entre los bautizados por Hubmaier en Waldshut
estuvo la mayoría de la población, incluso varios integrantes del Concejo de la
ciudad. Entonces Waldshut llegó a ser conocida como una ciudad anabautista.13 A diferencia del grupo anabautista
de Zúrich, liderado por Conrado Grebel y Félix Mantz, comprometido con el
pacifismo, Baltasar Hubmaier apoyó la participación de ciudadanos de Waldshut
en la Guerra de los Campesinos. Dejó constancia de su desacuerdo con la vía
impulsada por los anabautistas de Zúrich en un escrito titulado Sobre la espada
(24 de junio de 1527).14 Este escrito de Hubmaier en el que
concuerda en el uso de la espada para defender causas justas, es el único en el
anabautismo inicial que propuso tal posibilidad.15
Baltasar Hubmaier, confiado en lo alcanzado en
Waldshut, buscó extender los principios anabautistas hacia otras ciudades
cercanas. Por ello escribió al reformador de Zúrich, Ulrico Zwinglio, retándole
a un debate entre ambos. Esta acción de Hubmaier muestra que o conocía
escasamente lo sucedido con los anabautistas en Zúrich o eran muchas sus
esperanzas de que el ayuntamiento de esa ciudad obligara a Zwinglio para que
debatiera con él. Las autoridades de Zúrich habían decretado que sus ciudadanos
comprometidos con el anabautismo fueran encarcelados, y los extranjeros
involucrados en la causa fueron expulsados, como en el caso de Guillermo
Reublin.
Waldshut cayó en manos de las tropas imperiales y
Hubmaier anduvo peregrinando por varias partes hasta encontrar refugio en
Nicholsburg (Moravia), a donde también llegaron otros anabautistas huyendo de
sus perseguidores. Hubmaier se instaló en Nicholsburg en julio de 1526, y tras
unos meses logró que la ciudad orientada hacia principios reformados
zwinglianos se transformara en bastión anabautista. Bautizó a cerca de dos mil
personas, entre ellas al gobernante de la población, Leonhard von
Liechtenstein.16
En julio de 1527 Baltasar Hubmaier fue arrestado
por autoridades católicas austriacas, juzgado y condenado a muerte fue llevado
a la hoguera en Viena el 10 de marzo de 1528. En Sobre los herejes y quienes
los queman, Hubmaier había escrito que la fe no puede ser impuesta ni condenado
a muerte quien no comparte la fe oficial de un determinado territorio: “Quemar
a un hereje es aparentemente confesar a Cristo (Tito 1). Pero en realidad es
negarlo y ser más detestable que Joacim, rey de Judá (Jeremías 36)”.17 Tres días después Elisabeth, su
esposa, fue ahogada por los verdugos en el río Danubio.
Habían pasado tres décadas y media de la ejecución
de Hubmaier cuando el Índice de libros prohibidos por el Concilio de Trento lo
condenó a él y a sus escritos y prohibió su lectura. La prohibición fue
reforzada, cincuenta y seis años después, en el Índice de libros vedados por la
Inquisición española, el que se aplicó rigurosamente en la Nueva España (México).18 Aquí llegó el conocimiento de
Hubmaier mediante sus perseguidores, cuando lo catalogaron en la lista de los
que consideraban herejes.
En el siglo XVI la reacción de la Iglesia católica
romana contra los movimientos de las distintas reformas tuvo lugar en variadas
formas. Una de éstas fue proscribir la circulación y lectura de literatura
considerada herética por los censores de la mencionada institución religiosa.
En 1520 fueron vetadas oficialmente por Roma las 95
tesis contra las indulgencias de Martín Lutero. La censura católica arreció y
el Concilio de Trento (1545-1563) publicó un Índice de diez reglas que debían
cumplirse para evitar que fuesen leídas obras contrarias a los dogmas aceptados
por Roma.
En el Índice tridentino se estableció (Regla I) la
prohibición contra “todos los libros que los sumos Pontífices o los Concilios
Ecuménicos censuraron antes del año de 1515”. La Regla II proscribía
“completamente los libros que existan de los heresiarcas, tanto los que después
de dicho año inventaron o renovaron herejías, como de quienes fueron guías de
herejes, o de quienes son o fueron jefes, como Lutero, Zwinglio, Calvino,
Baltasar Hubmaier, Schwenckfeld y similares a estos”.
La Inquisición española adoptó y amplió el Índice
tridentino y “más tarde, en 1583-1584, […] el tribunal español estableció 16
reglas en las que sintetizó las características de los textos que no debían
leerse”19 tanto en España como en sus
posesiones en el Nuevo Mundo. El Novissimus Librorum et Expurgandorum Index, en
su Regla III reprobaba las obras de los siguientes personajes, castellanizando
sus nombres: “Martín Lutero, Huldrico Zuvinglio, Juan Calvino, Baltasar
Pacimontano [Hubmaier], Gaspar Schuvencfeldio, y otros semejantes de cualquier
título, o argumento, se prohíben del todo, mas no se prohíben los libros de
católicos, en que andan, y están insertos fragmentos, o tratados de
heresiarcas, pues para refutar sus errores se permite nombrarlos, como también
en los libros de historia, lo cual se declara para evitar escrúpulos”.20
La mención de Hubmaier tanto en el Índice
tridentino como en el Índice español demuestra la acuciosidad de los
inquisidores para detectar escritos de quienes llamaban heresiarcas. No es de
sorprender que apareciesen prohibidos los escritos de conocidos reformadores
protestantes, Lutero y Calvino preponderantemente, pero sí llama la atención
que estuviera en el listado alguien como Baltasar Hubmaier, personaje sin tanta
influencia en Europa como la que sí tuvieron Lutero y Calvino.
Baltasar Hubmaier fue considerado heresiarca tanto
en el Índice de libros prohibidos elaborado por el Concilio de Trento
(1545-1563) como por el Índice de la Inquisición española (1583-1584). Al igual
que muchos otros en busca de la reforma/restitución del cristianismo, Hubmaier
fue sacerdote católico romano y la lectura de la Biblia le llevó a coincidir
con los postulados de otros anabautistas sobre el libre acceso a la Palabra y
el derecho a interpretarla.21 Perseguido en vida en Europa
terminó condenado a muerte en la hoguera. En el Nuevo Mundo la persecución fue
contra sus escritos. Ni allá, ni acá lograron silenciarlo, porque como él mismo
escribió, “la verdad es inmortal”.
Notas bibliográficas
1. John Howard Yoder, Textos escogidos de la Reforma
radical, Editorial La Aurora, Buenos Aires, 1976, p. 21.
2.William R. Estep, La historia de los
anabaptistas, revolucionarios del siglo XVI, Publicadora Lámpara y Luz,
Farmington, New Mexico, 2008, p. 87-88.
3.
Ibíd., p. 89.
4.H.
Wayne Pipkin y John H. Yoder (traductores y editores), Balthasar Hubmaier,
Theologian of Anabaptism, Herald Press, Scottdale, PA, 1989, p. 16.
5.William
R. Estep, op. cit., p. 91. Texto de la participación de Hubmaier en la
Disputa lo reproducen Pipkin y Yoder, op. cit., pp. 21-29.
6. Pipkin y Yoder, incluyen completo el documento,
pp. 30-34.
7. Ibíd., p. 58. El tratado completo en la misma
obra pp. 58-66
8. George H. Williams, La Reforma radical, Fondo de
Cultura Económica, México, 1983, pp. 162-16
9. Ibíd., p. 164.
10. Textos escogidos de la Reforma radical,
Editorial La Aurora, Buenos Aires, 1976, pp. 179-180.
11. Ibíd., p. 180.
12.
C. Arnold Snyder, Anabaptist History and Theology, Pandora Press, Waterloo,
Ontario, 2002, pp. 32 y 51.
13. Ibíd., p. 56.
14. Ibíd., p. 58.
15. Pipkin y Yoder, p. 493. El escrito se localiza
en las páginas 494-523.
16.
C. Arnold Snyder, op. cit., p. 118.
17. William R. Estep,
18.José Abel Ramos Soriano, Los delincuentes de
papel, Inquisición y libros en la Nueva España (1571-1820), Instituto Nacional
de Antropología e Historia-Fondo de Cultura Económica, México, 2011
19.José Abel Ramos Soriano, Los delincuentes de
papel, Inquisición y libros en la Nueva España (1571-1820), Instituto Nacional
de Antropología e Historia-Fondo de Cultura Económica, México, 2011, p. 46.
20.
Ibid., p. 328. 21[1]
Stuart Murray, Biblical Interpretation in the Anabaptist Tradition, Pandora
Press, Waterloo, Ontario, 2000, p. 37.
Fuente: Protestantedigital, 2016
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