Por. Leopoldo Cervantes-Ortiz, México
Rute Salviano Almeida nació en Belo Jardim,
Pernambuco, Brasil. Casada, con tres hijos, es miembro de la Iglesia Bautista
de Cambuí, en Campinas. Fue profesora de la Facultad Teológica Bautista de
Campinas por casi 20 años. Conversó con Leopoldo Cervantes-Ortiz sobre las
mujeres y la Reforma Protestante en la siguiente entrevista.
P. Estimada Rute, háblenos de usted, de su experiencia
como creyente bautista.
R. Nací en un hogar cristiano. Mi padre era un hombre
temeroso de Dios que fue expulsado de casa por su conversión al Evangelio de
Cristo. Pero, gracias a Dios pudo ver a toda su familia convertida. He vivido
mucho tiempo en São Paulo, donde a partir de los 10 años, cuando fui bautizada,
sentí alegría por participar en toda la obra de la iglesia. A los 13 años ya
era maestra de niños, y ya más grande, ocupé otros puestos. Me encanta la
iglesia bautista: sus doctrinas sólidas basadas en el Nuevo Testamento, su
bautismo sólo después de una declaración personal de fe y su autonomía
administrativa.
P. Díganos cómo surgió su vocación de historiadora,
especialmente en el ámbito religioso protestante.
R. Cuando me mudé a Campinas, ya casada y con hijos,
tuve la oportunidad de enseñar en el Colegio Teológico Bautista de la ciudad.
Ya tenía un título en Estudios Sociales, suficiente para enseñar mi primer
curso de historia sobre los bautistas. A continuación, hice una licenciatura en
Teología y también enseñé otros temas. Me enamoré de la historia del
cristianismo, pero siempre echaba de menos los relatos del sexo femenino. De
modo que, al iniciar los cursos de maestría, decidí investigar más sobre ese
tema y escribí una tesis sobre el papel de la mujer en la Reforma Protestante.
De allí surgió mi primer libro, Una voz femenina en la Reforma. Puedo
decir que soy una historiadora de la iglesia, sólo por ser protestante, debido
a que esta es la historia que me apasiona, pues presenta los acontecimientos y
personajes que hicieron la historia del cristianismo.
P. En su larga experiencia como docente, ¿considera
usted que a las iglesias les interesa profundizar en lo sucedido en la historia
anterior de las mismas?
R. Por desgracia, no. Ni las iglesias en su conjunto, ni
las personas tienen interés en el pasado, con raras excepciones. Muchos ven la
historia pasada como algo que ya ha ocurrido y que no les dice nada. Falta la
visión de la función pedagógica de la historia, percibir cómo podemos aprender
de ella y cómo podemos enriquecer nuestro presente y mejorar nuestro futuro con
una comprensión de lo que hicieron nuestros antepasados. Escribí revistas sobre
la historia de nuestras iglesias: Celebrando el Centenario, que
conmemora el centenario de la Primera Iglesia Bautista de Campinas, y Celebrando
el pasado, desafiados ante el futuro, en conmemoración del 80º aniversario
de la Iglesia Bautista de Cambuí, mi comunidad actual. Fue impactante la visión
de los logros de nuestros fundadores y de todo lo realizado, pero el acto se
convirtió en una conmemoración restringida a la temporada y un recuerdo
bastante fugaz.
P. Vemos que ha estudiado concienzudamente la historia
de la Reforma Protestante. ¿Cuál considera usted que es su vigencia ahora que
se acercan los 500 años de sus inicios?
R. Me alegra ver que la Reforma sigue siendo relevante
para la mayoría de los protestantes. En Brasil, tenemos iglesias y movimientos
que celebran todos los años este movimiento. Tuve la alegría de participar en
el primer Congreso “Reforma Hoy”, en Caruaru, Pernambuco (mi estado natal) en
octubre del año pasado. Fue un evento muy bueno pues llevó a mucha gente a
celebrar la Reforma, y en especial a ser conscientes de la importancia de la
gracia de Dios que otorga la salvación sólo en Cristo y es sólo mediante la fe,
dado que solamente la Biblia es la Palabra de Dios y sólo a él se debe todo
honor y gloria. Sin la Reforma, sabemos que no podríamos existir como iglesias.
P. ¿Cómo inició su interés en las mujeres relacionadas
con la Reforma Protestante?
R. Siempre me ha apasionado la Reforma, pues cuando
tenía que hacer alguna prueba para enseñar en las escuelas seculares, elegía
este movimiento como tema. Vibro mucho al leer acerca de cómo Dios guió a
aquellos hombres tan valientes en sus cargos eclesiásticos a dejar todo por la
simple fe en el Evangelio. Me emociona leer las historias de cómo, sólo leyendo
la Biblia, sus ojos se abrieron a para verse por sí mismos los errores de la
Iglesia, y sobre todo para entender la maravillosa gracia de Dios. Así que, al
empezar mis estudios de posgrado, ya tenía la convicción de que la época que
estudiaría sería la de los inicios de la era moderna y el movimiento de Reforma.
Las mujeres surgieron ante mí como algo natural. Advertí que hacían falta
relatos sobre ellas. Los historiadores positivistas, cuyos libros se utilizan
más, no hablan nada sobre ellas. Algunos las citan únicamente cuando están
asociadas a hombres poderosos. Necesitaba descubrirlas, me urgía conocerlas y
eso fue lo que hice.
P. La figura de Margarita de Navarra, a la que dedicó
usted un libro completo, no es muy conocida en América Latina. ¿Cómo la
presentaría usted a las lectoras evangélicas?
R. Cuando “descubrí” a Margarita de Navarra, me quedé
impresionada. A pesar de que era profesora de historia del cristianismo, no
sabía nada al respecto. Estaba preparando una conferencia sobre Calvino y
encontré a este maravilloso personaje, porque fue ella quien dio cobijo al
reformador cuando huyó de la persecución en Francia. La presento como una mujer
humanitaria, alguien a quien se le dio el título de “primera ministra de los
pobres”, a pesar de que era la reina de Navarra. También la presenté como una
escritora creativa. En una época tan inmoral, cuando la corte francesa se
deleitaba con la lectura de los cuentos del Decamerón, de Boccaccio,
ella escribió el Heptamerón, en el que denunció a los clérigos
inmorales, por lo que se arriesgó a ser asesinada. Ése fue su recurso,
introducir la moralidad, el modelo bíblico para un público que no leía la
Biblia. Al final de cada cuento puso un comentario, un versículo de la Biblia.
La presenté, además, como hija, hermana, esposa y madre dedicada, una mujer
como nosotros. Se apegó mucho a los suyos, independientemente de sus defectos.
Y finalmente la presenté como una reformadora que luchó por la causa, creando
en su reino un ambiente propicio para el movimiento. Dio refugio a perseguidos
reformadores, solicitó y consiguió de su hermano Francisco I, rey de Francia, a
quien Calvino dedicó la Institución, el perdón y la cancelación de
muchos procesos, incluyendo del propio Calvino, con quien mantuvo
correspondencia. En su reino de Navarra, la cena se distribuía en sus dos partes,
los sacerdotes podían casarse y llevaban ropa de calle, además de que el idioma
para el culto no era el latín, sino el de la gente. Cuando murió, el tributo
más importante que se le ofreció fueron las lágrimas derramadas por su pueblo
alrededor de su tumba.
P. También ha estudiado a las beguinas y, en
particular, a Margarita Porette. ¿Qué importancia tienen movimientos femeninos
como ése en la historia de la cristiandad en general?
R. Me encontré con las beguinas al final de la Edad
Media, personajes sobre las que trata mi libro Una voz femenina sometida por
la Inquisición. Las beguinas eran intensamente religiosas. Querían servir a
Dios, no enclaustradas, sino en el servicio a los demás. Se reunieron en
pequeñas casas llamadas beguinarias, donde daban la bienvenida a los grupos más
necesitados, enfermos y despreciados por la sociedad, como las prostitutas y
los leprosos. Fueron pastoras de rebaños sin pastor. Alimentaron el cuerpo, se
hizo cargo del físico y también del alma, enseñando la Palabra de Dios en su
idioma. Esto fue considerado un sacrilegio porque el lenguaje permitido para el
mensaje sagrado era solamente el latín. Y, por escribir y predicar en el idioma
de la gente fue la beguina itinerante Margarita Porette fue acusada por la
Inquisición y llevada a la hoguera. Ella escribió el Espejo de las almas
simples y aniquiladas por amor a Dios, que describe la trayectoria de un
alma hasta la aniquilación total. Eran ideas contrarias a la predicación de la
Iglesia e incluso contrarias a nuestra propia comprensión y a la posterior
predicación de la Reforma sobre la salvación por la fe y no por obras. Para
Porette, había que hacer un esfuerzo, un camino a seguir para que la persona
alcanzase la salvación. No era un mensaje ortodoxo, pero tampoco debió ser
razón para un castigo tan severo. Pero esa época fue de fuerte persecución
contra todo pensamiento rebelde. Su libro fue quemado, y a ella se le prohibió
difundir su mensaje, pero no obedeció y fue quemada por no retractarse de sus
creencias. Serenamente llegó hasta la hoguera y muchos lloraron al verla en sus
últimos momentos.
P. Sobre otra de sus obras, ¿qué conclusiones obtuvo
usted luego de estudiar las “voces femeninas en los inicios del protestantismo
brasileño”, tal como se titula su libro?
R. Mi tercer libro fue sobre Brasil, mi país, acerca del
período del emperador Don Pedro II, sobre la esclavitud, y el difícil inicio
del protestantismo: persecuciones, discriminación, epidemias y tantas otras
cosas que sirvieron para desalentar a los menos constantes. Sin embargo, las
mujeres que se estudian allí cumplieron ampliamente sus papeles como
educadoras, esposas de pastores, evangelistas, misioneras a la gente del campo
y de los indígenas, investigadoras, maestras de música, etcétera. Enfrentaron con
fe la pérdida de hijos y de maridos, enfermedades, inundaciones, dificultades
financieras, largas distancias a recorrer en lomos de caballos, barcos,
etcétera, a fin de llevar el Evangelio. Creo que quienes aprenden más sobre
esta historia son los investigadores. He aprendido mucho de estas mujeres.
Aprendí a tener más fe, a no desanimarme tan fácilmente, a centrarme y
desarrollar el don espiritual otorgado por Dios. Y aprendí que la vida en
comunión con Dios es lo más preciado que tenemos en esta vida terrenal y que es
lo que nos garantiza la paz, la alegría y la fe, mucha fe. Llegué a la
conclusión de que las verdaderas cristianas sólo necesitan la autorización de
Dios para llevar a cabo con excelencia sus ministerios. Ellas no buscan
títulos, posiciones prominentes ni nada que las haga destacar aquí en la
tierra. Como ciudadanas del cielo, buscan la santificación y están dispuestas a
ayudar a los necesitados de cuerpo y alma.
P. ¿Considera usted que algunas de esas mujeres
pioneras pueden ser modelos para las mujeres evangélicas de la actualidad?
R. No hay duda. Estoy muy feliz, al comenzar a divulgar
este libro, porque mi objetivo al escribirlo se está cumpliendo totalmente. Lo
que deseaba al investigar y escribir, y todavía anhelo ardientemente, era exactamente
eso: que las vidas de nuestras pioneras sirvan de inspiración y modelo para
otras mujeres. La semana pasada recibí un mensaje de una lectora que presentó
algunos personajes en un “Café de mujeres” y dijo que había sido un momento muy
inspirador. Gracias a Dios, estoy desempeñando un papel asignado por Cristo al
hablar de la mujer que lo ungió: “De cierto os digo: dondequiera que se
predique en todo el mundo este Evangelio, también se contará lo que ella hizo,
en memoria suya” (Mateo. 26.13). Cuento historias de mujeres cristianas,
investigo y escribo sobre ellas para mantener vivo su recuerdo y como fuente de
inspiración para todos los que vivimos en este siglo.
P. Finalmente, ¿qué le diría usted a las mujeres
cristianas que en los diversos países latinoamericanos están en busca de
identidad para consolidar una mayor presencia en el ámbito eclesial y pastoral?
R. Déjeme hablar primero de los libros que aún no han
sido publicados. Para completar la serie “Voces femeninas en la historia del
cristianismo”, falta el de Voces femeninas en el comienzo del cristianismo,
que ya está escrito y se publicará en 2017, al que le seguirá Voces
femeninas en los avivamientos, que aún estoy preparando. Bueno, lo que
puedo decir a nuestras queridas mujeres a las cuales admiro mucho por la fe,
por los servicios prestados a sus iglesias y porque no se desaniman, no importa
cuáles sean las circunstancias.
Quiero decirles, amadas hermanas, que al aprender con
la historia, con todo lo que ya hicieron aquellas que nos precedieron en el
servicio del Reino, tengo una sola interpretación: independientemente de
cualquier cosa, las mujeres entendieron que importa más obedecer a Dios que a
los hombres. Las mujeres de los inicios del cristianismo no fueron destacadas
sino hasta que colaboraron incluso en la traducción de la Biblia al latín, la Vulgata;
Paula y Eustoquia fueron auxiliares competentes de San Jerónimo. Las mártires
dieron sus vidas con alegría porque para ellas lo que importaba era ser
reconocidas como cristianas.
Las mujeres de finales de la Edad Media que fueron
perseguidos e incluso quemadas por la Inquisición, estaban preocupadas por
socorrer a los más necesitados, por darse a sí mismas, por amar, y con ello
demostraron que eran discípulas de Cristo. Las más eruditas en la época de la
Reforma, que tuvieron acceso a los nuevos conocimientos, difundieron la fe
cristiana en su forma más pura y con gran creatividad. Margarita de Navarra
dijo que ansiaba una religión de amor, y que ella no le gustaban las
discusiones ostentosas. Las mujeres son diferentes, sus discursos y escritos
son diferentes, pero también presentan las buenas nuevas. Las mujeres de un
pasado más reciente, pioneras en países que aún no conocían el protestantismo,
entregaron sus vidas para evangelizar y civilizar a otros pueblos.
Todos ellas nos inspiran y nos dejaron una importante
lección: “Mujer, no entierres tu talento, si se le impide ejercer su don
espiritual por cualquier razón, sabe que Dios te dará la oportunidad de
hacerlo, de acuerdo con su voluntad. Recuerda que su voluntad es buena,
perfecta y agradable. En el tiempo de Dios y, por tanto, en el momento
adecuado, creo que se abrirán más puertas para nosotros para ejercer nuestra
vocación y sin tantos impedimentos. Si las puertas de nuestras iglesias se
cierran para que el cuerpo de Cristo pueda ser construido por medio de
nosotras, no te aflijas, Dios conoce todas las cosas y solamente en la
eternidad será aquilatada la pérdida, el daño producido por la falta de
libertad en el ejercicio de los dones espirituales dados también para todos los
creyentes en Cristo. Dios es quien nos capacita, y a él se debe dar todo honor
y gloria. Alegrémonos en Él y busquemos su gracia, que es suficiente para
nosotras y su poder se perfecciona en nuestra debilidad. Que Dios las bendiga”.
MÁS SOBRE RUTE SALVIANO ALMEIDA
Rute Salviano Almeida es licenciada en Estudios
Sociales, licenciada en Teología (especializada en Educación Cristiana),
maestra en Teología (énfasis en Historia de la Iglesia) y posgraduada en
Historia del Cristianismo por la Universidad Metodista de Piracicaba (Unimep).
Fue redactora de las revistas Celebrando o
centenário, conmemorativa de los 100 años de la Primera Iglesia Bautista de
Campinas, y de la Celebrando o passado, desafiados pelo futuro, conmemorativa
de los 80 años de la Iglesia Bautista de Cambuí. Ha publicado poemas en la
Editorial Litteris. Escribió el libro Una voz femenina en la Reforma. La
contribución de Margarita de Navarra a la reforma religiosa (2010), Una
voz femenina sometida por la Inquisiçión: la religiosidad al final de la Edad
Media. Las beguinas y Margarita Porette (2012), y Voces femeninas en los
inicios del protestantismo brasileño. Esclavitud, imperio, religión y el papel
femenino, 2014, por la Editorial Hagnos (São Paulo).
Su sitio
web personal. Tres entrevistas con ella pueden leerse aquí.
Fuente: Protestantedigital, 2016
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