Por. Alex
Roig, España
Suena
siniestro leer que tras la ideología de género se encuentra el marxismo
cultural y el feminismo radical, amén de otros agentes, empeñados en acabar con
la familia tradicional y el mundo occidental tal como lo conocemos.
¿En
relación a qué es “radical” el feminismo así calificado? Según sus críticos es
“radical” en relación al feminismo moderado o tradicional de las primeras
feministas, las cuales fueron buenas chicas que portaron el estandarte de la
liberación femenina con justas reivindicaciones sociales como un salario digno
o acceso a profesiones consideradas exclusivamente de hombres. Un feminismo al
cual nada se puede objetar, sino todo lo contrario. Pero a finales de los años
sesenta surge en Estados Unidos un grupo de feministas radicales que empieza a
desmarcarse de lo que hasta ese momento había sido el movimiento feminista
reivindicativo en todo el mundo, dando lugar al feminismo agresivo contra el
hombre y toda su cultura patriarcal, cuyo germen debe buscarse en la nueva
izquierda surgida después de mayo del 68[1]. “El corpus de esta ideología totalitaria incluye
el sexo libre, el aborto, y la desaparición del matrimonio, la familia y la
religión por ser instituciones opresoras”[2].
A juzgar por lo extremado de las
afirmaciones de algunas de sus representados es fácil satanizar el feminismo
radical, sin pararse a pensar en sus causas y razones reivindicativas, tras las
que se esconden muchas experiencias de dolor, como la de, por ejemplo, la
escritora estadounidense y activista Andrea Dworkin, cuya vida es todo un
rosario de abusos. Para empezar, abusos por parte de su padre, abusos de su
primer marido. A los 18 años fue arrestada durante una protesta contra la
guerra del Vietnam y estuvo en la cárcel de mujeres del Village, donde sufrió
abusos de dos médicos. Todos estos factores dominaron sus batallas
subsiguientes contra toda forma de violencia contra la mujer. Tras licenciarse
en Literatura en 1968 por el Bennington College, dedicó todas sus fuerzas a la
lucha feminista. Básicamente, fueron batallas contra la pornografía, la
pedofilia, la violencia contra la mujer y la conducta sexual del hombre como
referente de la desigualdad imperante, ahondando en la utilización del sexo por
el hombre como vehículo del poder patriarcal. En 1999, a los 53 años, fue
drogada y violada en un hotel de París, un suceso que le hizo un daño enorme,
agravado, además, porque hubo quien no creyó su historia[3].
Es evidente que muchas mujeres no han
llegado al feminismo radical por pura teoría ni por promover caprichosamente
una ideología de género, sino sencillamente como consecuencia de su propia
experiencia de vejación y dolor. Se entiende perfectamente que sea una mujer,
monja y teóloga católica, Ivone Gebara, la que pueda escribir una teodicea
teológica hasta aquí no tratada por ningún teólogo o filósofo masculino, me
refiero a El rostro oculto del mal. Una teología desde la experiencia
de las mujeres (Trotta, Madrid 2002)[4].
Ciertamente, la experiencia de violencia
sexual o machista no justifica necesariamente las posiciones extremas o
radicales, pero ayuda a comprenderlas y obliga a buscar otras perspectivas y
hermenéuticas más comprensivas, según el principio cristiano destacado por San
Ignacio, de que antes de condenar la posición contraria, hay que intentar
salvarla. Así es como se es fiel a aquel que dijo, “no he venido a condenar al
mundo, sino a salvarlo” (Jn 12, 47).
Cuando cada día somos testigos del abuso
de la mujer, que en estos últimos meses ha tenido por protagonista a la
industria del espectáculo de Hollywood, pero que es una realidad cotidiana que
muchas niñas —y niños— llevan sufriendo desde la más tierna infancia en el seno
mismo de su familia[5]. Es triste comprobar que la violencia
contra la mujer está presente en tanto en ámbitos privados como públicos; en el
hogar y en trabajo; en la economía canalla de la prostitución, la pornografía y
la trata de blancas; en la violencia física directa; en los feminicidios[6], que muchas veces quedan impunes.
Los que señalan los años ’60 como
génesis de la ideología de género, deben recordar que aquellos fueron marcados
no solo por el movimiento feminista radical, sino también por protestas
internacionales contra la guerra en Vietnam y contra la aceptación y hasta el
apoyo de brutales dictaduras en Latinoamérica. Parte de aquella juventud se
radicalizó al no ver posibilidades de eliminar esta violencia institucional.
Protestaba por igual contra la violencia política y todo tipo de violencias,
entre ellas la violencia de género.
Dicho esto, hay que aclarar que este
tipo feminismo radical de los años 60-70 ya apenas si existe, excepto en
Estados Unidos, donde siempre ha contado con grandes representantes, cuyo
pensamiento fluctuó entre lo radical y lo moderado. Hoy muchas feministas
abogan más por la cooperación que por la confrontación. En la actualidad, se
puede decir con María Blanco, que «nadie tiene el monopolio de lo que piensan
las mujeres, ni del feminismo auténtico, ni de la feminidad» (Afrodita
desenmascarada. Una defensa del feminismo liberal. Deusto Ediciones,
Barcelona, 2017).
Cathy Young, escribiendo a mediados del
2016 para The Washington Post, afirmaba que casi nadie niega la
realidad histórica de la dominación masculina, pero la solución al problema,
que ha creado un gran fractura en nuestra cultura, pasa no sólo por la guerra
entre sexos. “Para formar parte de la curación, el feminismo debe incluir a los
hombres, no sólo como aliados sino como socios, con una misma voz y una misma
humanidad”[7].
Después de una década complicada, la
Conferencia Episcopal Española reconocía que el tiempo transcurrido desde la
publicación Directorio de la Pastoral Familiar en España (2003),
donde los obispos llamaban la atención sobre las nuevas circunstancias en las
que se desarrollaba la vida familiar, y la presencia en la legislación española
de presupuestos que devaluaban el matrimonio, en la actualidad “permite
advertir que, desde entonces, no son pocos los motivos para la esperanza. Junto
a otros factores se advierte, cada vez más extendida en amplios sectores de la
sociedad, la valoración positiva del bien de la vida y de la familia; abundan
los testimonios de entrega y santidad de muchos matrimonios y se constata el
papel fundamental que están suponiendo las familias para el sostenimiento de
tantas personas, y de la sociedad misma, en estos tiempos de crisis”[8].
Los múltiples desafíos al concepto
cristiano de la sexualidad y la familia están ahí, pero para responder a esta
problemática, amplia y compleja, a la Iglesia no le queda otra vía que volver a
reflexionar las viejas creencias a la luz de las nuevas realidades. Su labor es
la búsqueda de la paz y el bien en cada nuevo contexto y en cada nuevo momento
de la historia, sanar el egoísmo visceral que nos lleva a preferir siempre
nuestros intereses en detrimento de los demás. El ser humano, debido a lo
arraigado de su pecado, ha construido una sociedad injusta y discriminadora,
donde las esclavitudes antiguas da lugar a nuevos tipos de esclavitud, donde en
última instancia todo se reduzca a mantener la diferencia entre los de arriba y
los de abajo, entre la élite y la no-élite; entre los nuestros y los otros.
“Establecemos —como dice Ivone
Gebara—,
colores y etnias superiores unas a otras, sexos superiores a otros, orientaciones
sexuales más
normales que otras. Y quien está del lado del poder y de la normalidad no duda
en mantener relaciones excluyentes y culpabilizar a «los diferentes» por muchos
males del mundo”.
La Iglesia no es inmune a estos combates
históricos entre la igualdad y la desigualdad, lo que en la Biblia se describe
como “acepción de personas”, intolerable para el creyente. La Iglesia tiene
miedo de las feministas radicales y la feministas tienen miedo de la Iglesia.
“Las feministas —escribía Alicia Miyares—, sabemos que los valores, tanto
morales como políticos, de la igualdad y la libertad son falazmente
cuestionados por discursos religiosos que pretenden interrumpir de continuo la
marcha de la humanidad hacia modelos de democracia más perfectos” (“Que Dios nos coja
confesadas”).
Los últimos papas, comenzando por Juan
Pablo II, pasando por Benedicto XVI y llegando a Francisco, se han pronunciado
inequívocamente contra la “ideología de género”, esto no se puede negar. En la
exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia sobre el
amor a la familia, publicada en marzo de 2016, el Papa Francisco advierte:
“Otro desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente
llamada gender, que niega la diferencia y la reciprocidad natural
de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y
vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a
proyectos educativos y directrices legislativas que promueven
una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas
de la diversidad biológica entre hombre y mujer. La identidad humana viene
determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo”
(n. 86). Con ello no hace sino defender la enseñanza sustentada en la Escritura
y la Tradición sobre las relaciones hombre-mujer y el matrimonio.
Pero, téngase en cuenta una nota
importante. Para Francisco, denunciar la ideología de género no implica
negar ayuda o compañía a los homosexuales, no cierra los ojos a la urgencia
de una teología pastoral adecuada, sensible y atenta a la realidad.
En la habitual conferencia de prensa que
concede en el retorno de sus viajes internacionales, específicamente en el
vuelo de Azerbaiyán a Roma, el Papa señaló que “las personas se deben acompañar como las
acompaña Jesús. Cuando una persona que tiene esta condición llega hasta Jesús,
Jesús no le dirá seguramente vete porque eres homosexual. No. Lo que yo he
dicho, es esa maldad que hoy se hace en el adoctrinamiento de la teoría del
género”. “Antes que nada, yo he acompañado en mi vida como sacerdote, obispo y
también como Papa, he acompañado personas con tendencia homosexual y también
con prácticas homosexuales. He acompañado, los he acercado al Señor, algunos no
podían, pero yo he acompañado y nunca he abandonado a nadie, esto que quede
claro”.
Anteriormente, el 26 junio 2016,
Francisco se había atrevido a decir que la Iglesia católica debería
disculparse con las personas gays por la forma en que las ha tratado. Fue
durante el vuelo de regreso al Vaticano tras su visita a Armenia. El Papa hizo
estas declaraciones cuando le preguntaron si estaba de acuerdo con los
comentarios del cardenal alemán Reinhard Marx, quien dijo que la Iglesia debía
disculparse con los homosexuales por haberlos “marginado”. Francisco
respondió literalmente:
“Creo que la Iglesia no sólo debe pedir disculpas a una persona homosexual que
ofendió, sino que hay que pedir perdón a los pobres, a las mujeres que han sido
explotadas, a los niños obligados a trabajar, pedir perdón por haber bendecido
tantas armas”.
Por si fuera poco, el 3 de octubre de
2016, de nuevo a bordo de un avión, de regreso de su viaje a Georgia y
Azerbaiyán, Francisco
aseguró que
Jesús no abandonaría a un homosexual o un transexual. Fue en respuesta a la
pregunta sobre qué opinaba de las personas transexuales, de aquellas con
disfunciones hormonales o aquellas que cambiaban de sexo porque no aceptaban su
cuerpo de hombre o mujer. “Cuando una persona con esta condición llega delante
de Jesús, nunca le dirá vete porque eres homosexual”, dijo y agregó: “A las
personas hay que acompañarlas cómo hace Jesús siempre”.
A la luz de estas declaraciones “en
vuelo”, no es de extrañar que el Papa Francisco haya sido reconocido por la
comunidad gay como el papa más “clemente” de los últimos años. El escritor
colombiano Giuseppe Caputo, aunque no cree que es para echar las campanas al
vuelo, reconoce que “ha habido un cambio, dentro del estrecho margen de cambio
que un discurso de derecha como el católico puede tener: el suyo es un gesto
sutil, muy sutil, pero ha demostrado ser simbólico y, sobre todo, beneficioso.
Definitivamente no es lo mismo que una institución con tanto poder de
influencia hable de hogueras y penalización a que pida abiertamente que los
gays no sean marginados. Que la extrema derecha rechace las declaraciones de
Francisco, evidencia que ha habido un giro: las personas homosexuales, señores
creyentes, no pueden ser discriminadas ni tratadas con violencia, lo pide el
papa”[9].
Esta es lo diferencia de la crítica
papal de la “ideología de género” de la crítica de los que la instrumentalizan
para sus intereses particulares, principalmente políticos. En todos los países
latinoamericanos, con nula educación política en general, muchos políticos
debeladores de la “ideología de género” la utilizan interesadamente como un
instrumento muy importante para ganarse la voluntad que pueblo, siempre
dispuesto a defender la moral tradicional y sus creencias religiosas, al tiempo
que también, cómo no, excitan los prejuicios, odios y fobias populares, con el
fin de conseguir su voto, o al menos, el rechazo de aquellos partidos zurdos
señalados como defensores de la subversiva “ideología de género”. Muchos
pastores, principalmente de las iglesias evangélicas fundamentalistas,
pentecostales y carismáticas, se suman a con tal fervor a este discurso que
arrastran tras de sí a toda su congregación, llegando a traspasar el límite del
rechazo a la homosexualidad por causas doctrinales, para caer en el odio más
visceral al que es tildado de abominable y digno de la pena de muerte, según la
ley de Moisés. Imagino que aderezado con amor por la salvación del alma.
En estos casos, la “ideología de género”
se convierte en una nube de humo que no solo oculta los problemas del pueblo de
carácter social y económico, y desvía la atención del subdesarrollo y la
corrupción política, sino lo que es mucho más grave, oculta por completo el
mensaje evangélico de gracia y misericordia. El humo generado por muchos
críticos de la “ideología de género” impide ver el sentido cristiano de la
gracia y la reconciliación. En lugar de ser portadores de esperanza, se
convierten en mensajeros de odio y miedo. Han pisado el umbral de la gracia,
sí, pero se han quedado en la antesala de ley; pertenecen más en la escuela del
Juan Bautista tronante que del apacible Jesús de Nazaret. Amelia Valcárcel,
desde su posición de observadora, estos predicadores evangélicos pentecostistas
son más veterotestamentarios que neotestamentarios; son capaces de sacar
enseñanzas de los versículos más abstrusos del Antiguo Testamento, por el que
tienen especial predilección. Los Evangelios se escuchan poco, pero Josué, Jueces,
Esdras, Reyes, o Ezequiel son citados de continuo[10].
Lamentablemente, los rigoristas e
integristas, “convierten la defensa de la moral, de la vida y familia en una
ideología e ideologización que les lleva a despreocuparse o legitimar, al mismo
tiempo, otros males e injusticias sociales-globales. Como son el hambre y la
pobreza, la precariedad (explotación) laboral, el trabajo basura e indecente y
el paro, la pena de muerte, las guerras, armas e industria militar, las
violencias y destrucción ecológica.
”Es la parcialización e ideologización
de la fe y la moral que cae en la moralina burguesa e individualista,
obsesionada por las cuestiones personales como la familia o la sexualidad. Sin
enmarcarlas y responsabilizarse por las otras cuestiones sociales y éticas, que
o bien no les preocupan o quieren justificar dichas injusticias sociales. Para
ser una moral coherente, hay que defender la vida en todas sus fases,
dimensiones y aspectos, desde el inicio con la concepción-fecundación, durante
toda la existencia humana con el bien común, la dignidad y derechos de las
personas hasta el final de la misma”[11].
En
la Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre la atención
pastoral a las personas homosexuales, publicada en 1986 durante el papado
de Juan Pablo II y que estuvo a cargo del cardenal Joseph Ratzinger, entonces
prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se afirma con rotundidad
que los actos homosexuales son “intrínsecamente desordenados” y que en ningún
caso pueden recibir aprobación — enseñanza que recogía la anterior declaración
sobre la “Persona humana” y la ética sexual, del 29 de diciembre de 1975—, sin
embargo en dicha carta el cardenal Ratzinger, advierte con no menos énfasis, que
“es de deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean
todavía objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales
comportamientos merecen la condena de los pastores de la Iglesia, dondequiera
que se verifiquen” (n. 10). Importante nota pastoral que muchos parecen
ignorar. Lo grave es que aquí no están en juego ciertas doctrinas o ideas, sino
las personas, las mismas que estamos llamados a servir con amor y diligencia.
Seguiremos.
_______
[1] Mario Cely, Ideología
de género y feminismo radical (CLIR, Costa Rica 2016); Clementino
Martínez Cejudo, La ideología de género y la crisis de Occidente (Ediciones
De Buena Tinta, 2015); Francisco Serrano, La Dictadura de Género (Almuzara,
Córdoba 2012); Jesús Trillo-Figueroa, La ideología de género (LIBROSLIBRES,
Madrid 2009); Juan Varela, Origen y desarrollo de la Ideología de
Género, Alianza Evangélica Española, Barcelona 2017.
[2] Magdalena del
Amo, “Feminismo de género, una ideología totalitaria”, http://blogs.periodistadigital.com/opinion.php/2011/07/15/feminismo-de-genero-una-ideologia-totali
[3] Isel Rivero,
“Andrea Dworkin, feminista polémica”, https://elpais.com/diario/2005/04/13/agenda/1113343209_850215.html
[4] En esta obra se
analiza el mal en sus diversas manifestaciones, oculto en la familia, en los
hogares, en los prostíbulos, en los conventos, en las Iglesias y en las
teologías. Este mal no sólo sale aquí a la luz pública, sino que se convierte
en objeto de investigación científica e irrumpe en el mundo académico.
[5] A este respecto
es de felicitar la publicación del libro Rompamos el silencio.
Prevención y tratamiento de la violencia en la familia, de María Elena
Mamarian (Kairós, Bs. As. 2010), donde alza la voz y pone una luz en la
oscuridad de las relaciones violentas en la familia.
[6] Véase
“Feminicidio: De Ciudad Juárez a Europa”, http://blog.cristianismeijusticia.net/2013/01/03/feminicidio-de-ciudad-juarez-a-europa?lang=es
[7] C. Young, “Las
feministas tratan mal a los hombres” https://elpais.com/elpais/2016/07/04/opinion/1467635693_524761.html.
[8] “La verdad del
amor humano. Orientaciones sobre el amor conyugal, la ideología de género y la
legislación familiar”, XCIC Asamblea Plenaria de la CEE, Madrid, 26 de
abril de 2012.
[10] Amelia Valcárcel,
“Religiones, sectas y ganancias morales. El atractivo del fundamentalismo y la
desconfianza hacia el feminismo, en Feminismo, género e igualdad,
Pensamiento Iberoamericano, p. 212. Madrid, Septiembre 2011.
[11] Agustín Ortega,
“Con Francisco y su moral liberadora ante el rigorismo e integrismo”, http://blogs.periodistadigital.com/accion-formacion.php/2017/10/23/con-francisco-y-su-moral-liberadora-ante
Fuente:
Lupaprotestante, 2018.
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