Por. Carlos
Martínez García, México
Es una
obra muy valiosa acerca del entorno, persona y obra de Casiodoro de Reina. El
volumen llegó en los últimos días del año pasado, de inmediato me di a la tarea
de leerlo cuidadosamente. La autora es Doris Moreno y tiene por título
Casiodoro de Reina: libertad y tolerancia en la Europa del siglo XVI (Sevilla,
Fundación Pública Andaluza Centro de Estudios Andaluces, 2017). En la segunda
de forros se informa que Doris Moreno es profesora de historia de la
Universidad Autónoma de Barcelona. Ha investigado y publicado libros y
numerosos artículos sobre la Inquisición española, la Compañía de Jesús y el
apasionante mundo de los heterodoxos españoles de la época moderna, de los
protestantes a las brujas pasando por los fenómenos de profecía y misticismo.
Planea sobre todas estas temáticas un intenso interés por el estudio de la
frontera entre ortodoxia y heterodoxia y entre tolerancia e intolerancia, su
teorización y sus prácticas. Entre sus libros destacan: La invención de la
Inquisición (Madrid, 2004) e Inquisición. Historia crítica (con R. García
Cárcel, Madrid, 2000). Es coautora de Protestantes, visionarios, profetas y
místicos: herejes (Barcelona, Ediciones de Bolsillo, 2005), libro que he
querido conseguir, infructuosamente, desde hace algunos meses. La obra
que en esta ocasión comento es de miras amplias. Busca, y lo hace sobradamente,
indagar sobre la trayectoria de Casiodoro de Reina más allá de su labor como
traductor de la Biblia al castellano. Doris Moreno sitúa a Reina en su contexto
histórico, cultural y religioso, de tal manera que el suyo es un acercamiento
que incluye datos del personaje y al mismo tiempo describe muy bien las
corrientes de pensamiento existentes en España, sobre todo en Sevilla, en las
que abrevó el monje isidoro.
La
autora reconoce el legado historiográfico de quienes han estudiado a Casiodoro
de Reina y publicado sobre él, como Benjamin Wiffen y Edward Bohemer (quienes
rescataron documentación), A. Gordon Kinder, Paul Hauben, José C. Nieto, Carlos
Gilly, Rady Roldán-Figueroa. Cada uno de ellos ha contribuido para trazar con
más detalles el perfil del pensamiento y obra de Casiodoro. Tal vez se debe a
Arthur Gordon Kinder el mayor aporte para delinear la ruta intelectual y
espiritual seguida por Reina desde sus años en el monasterio de San Isidoro del
Campo, la salida de Sevilla para huir de las fuerzas inquisitoriales, las
peripecias para ver en 1569 publicada su traducción de la Biblia y su apertura
hacia teólogos considerados heterodoxos por calvinistas y luteranos. El verano
pasado pude hacerme de un ejemplar del libro de Kinder, Casiodoro de Reina:
Spanish Reformer of the Sixteenth Century (London, Tamesis Books Limited,
1975).
La
obra de Kinder, más de cuatro décadas después de haber sido publicada, no ha
sido traducida al castellano. Una vez que Casiodoro de Reina abrazó la fe
evangélica en los últimos años que estuvo en el monasterio (salió de Sevilla
hacia finales de 1557), tuvo disposición para ir construyendo una teología que
tomaba contribuciones de distintos autores dentro del abanico protestante.
Afirma Doris Moreno que él fue un hombre de fronteras: “en su tiempo de
definición de ortodoxias, de ansiedades dogmáticas por definir claramente
identidades confesionales frente a los oponentes en pugna, Casiodoro se alineó
con todos aquellos que en nombre de la paz, la concordia y la unidad de los
cristianos defendieron que las certezas dogmáticas que se podían desprender del
texto bíblico eran en realidad pocas, mientras que el terreno de lo
interpretable era extenso. Y en el campo de lo interpretable los criterios que
debían regir eran el amor cristiano y la paz con el sermón del monte del Evangelio
de Mateo como estándar de conducta moral. Por ello mismo, las diferencias
teológicas o dogmáticas en el seno de una comunidad, en última instancia, solo
debían merecer disciplina religiosa, en ningún caso castigo corporal”.
En
algunas secciones la historiadora hace ejercicios de imaginación, las llama
ficciones “aposentadas sobre la realidad del espacio y el tiempo”, que
anteceden la presentación del material basado en fuentes y esto permite que lo
imaginativo sea un recurso literario factible donde se presentan las
disyuntivas del personaje en distintas circunstancias. Una cuestión es asegurar
que las personas, dudas y convicciones no surgen en un vacío histórico, y otra
hurgar en el contexto donde se desenvolvieron para comprender la influencia del
mismo en la forja de inquietudes y nuevos horizontes por parte de colectivos y
personas. Doris Moreno realizó una ágil reconstrucción de lo que denomina “el
entorno sevillano” en el cual vivieron Casiodoro de Reina y otros monjes
isidoros que huyeron de territorio sevillano con la idea de asentarse en otras
partes de Europa donde pudiesen vivir libremente su fe evangélica.
A los
26 años, en 1546, Casiodoro ingresó en el monasterio de San Isidoro del Campo.
Para entonces Sevilla era un hervidero comercial y de ideas, que tenía
pobladores de muy diversos trasfondos. La ciudad contaba con aproximadamente
cien mil habitantes y el intercambio de imaginarios era intenso. Fue la
existencia de intensas corrientes espirituales, que implicaban deseos de
renovación de una religiosidad anquilosada, el terreno fértil en donde se dio
bienvenida a críticas y propuestas como las de Erasmo. Acierta Doris Moreno
cuando observa que en España “las ansias de una reforma de la Iglesia eran
compartidas por muchos cristianos y de ahí la extraordinaria recepción de la
devotio moderna flamenca y de Erasmo de Rotterdam […] Desde la segunda década
del siglo XVI muchos sevillanos, y entre ellos muchos conversos, habían leído
con gusto y devoción las obras de Erasmo, con su rechazo al fariseismo clerical
o a las devociones supersticiosas y, sobre todo, su reivindicación de un
cristianismo éticamente renovado”. El “hervidero” de ideas en Sevilla, la forja
de un erasmismo en sectores universitarios y del clero, la consolidación del
movimiento de los alumbrados y las repercusiones en España de la Reforma
protestante (de la que se enteraron no pocos mediante el contrabando de libros
y reportes de españoles que por sus viajes conocieron del movimiento), fueron
cruciales para fertilizar núcleos como del que formaba parte Casiodoro de Reina
en el monasterio sevillano. La incidencia de las anteriores corrientes entre
los monjes tuvo resultados que traza Doris Moreno en su obra, a los cuales
intentaré referirme en la próxima entrega.
Fuente:
Protestantedigital, 2018.
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