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sábado, 28 de noviembre de 2009

Evangélicos, sociedad y estado. Los que salieron del templo

Por Hilario Wynarczyk (*)

Un nuevo actor social en el ámbito cívico.

Las iglesias evangélicas argentinas protagonizaron importantes cambios en sus relaciones con la sociedad y el Estado a partir de 1990. Usualmente estas iglesias salían de los límites de los templos para predicar y conseguir nuevos adeptos. Pero finalmente salieron a protestar. En su nueva dinámica los propulsaba la demanda de una nueva ley de culto que estableciese una real igualdad entre las religiones; pero obviamente, sobre todo para las iglesias evangélicas en comparación con la Iglesia Católica, beneficiaria de privilegios establecidos desde el segundo artículo de la Constitución Nacional. De este modo a través de sus federaciones, las iglesias evangélicas se constituyeron en un actor colectivo que fue reconocido por el periodismo como una fuerza nueva en la escena nacional.
Detrás de estos hechos se encuentra el peso demográfico que adquirieron. Las estadísticas disponibles muestran que los evangélicos son cuatro millones de personas, muy activas en sus iglesias. Si agregamos a los mormones, Testigos de Jehová, adventistas, y seguidores de la Iglesia Universal del Reino de Dios (de origen brasileño, que no está asociada con los otros evangélicos) superan esa cantidad. Por otra parte, el número varía mucho con el nivel socioeconómico. En los sectores urbanos de clase media-alta y alta, los evangélicos no alcanzan el 4 %. Pero superan el 20 % en barrios populares. La mayoría de los evangélicos son pentecostales, y los pentecostales se difunden mejor en los estratos inferiores de la pirámide social.
Grupos de iglesias, creencias y federaciones.
Las iglesias evangélicas resultan difíciles de comprender desde afuera de su propia tradición, porque forman un calidoscopio, muy contrastante con la percepción de gran unidad que produce la Iglesia Católica. Para comprenderlas mejor es posible agruparlas en tres sectores. Será importante aclarar que este sistema clasificatorio proviene de la perspectiva sociológica; no es el que utilizan las iglesias; de hecho, sin embargo, coincide bastante con el de las iglesias. Las principales diferencias pueden encontrarse en la nomenclatura.
1. Históricas liberacionistas. Se trata de las iglesias descendientes de la Reforma de Lutero y Calvino, y del cisma anglicano. En general no aceptan el culto a los santos y la devoción mariana. En estos puntos hay diferencias entre los anglicanos. Estas iglesias, que en Europa funcionan como iglesias características de ciertas naciones, llegaron al Río de la Plata con los funcionarios británicos y prusianos desde la primera mitad del siglo XIX. Después continuaron llegando con los inmigrantes, favorecidas por las políticas liberales posteriores al año 1850. Aunque son minoritarias desde el punto de vista demográfico en comparación con las otras iglesias evangélicas, gozan de gran capital intelectual y prestigio. Adhieren a los valores de la Modernidad y la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Mantienen vínculos ecuménicos con la Iglesia Católica. Las representa FAIE, Federación Argentina de Iglesias Evangélicas.
2. Evangelicales. Llegaron como iglesias misioneras desde los finales del siglo XIX. Descienden de la Reforma Radical, que trató de profundizar las propuestas de la reforma luterana y calvinista, con el consiguiente mayor alejamiento de las creencias y rituales del catolicismo. Posiblemente abarcan entre el 30 y el 40 % del total de la población evangélica de la Argentina. Sus iglesias más importantes son la bautista, de los hermanos libres y menonita. Colocan su énfasis en la conversión interior de las personas por medio de un encuentro personal con Jesucristo. Este encuentro interior (y no los sacramentos como la eucaristía y otros) sería el único medio de gracia y santificación. Un aspecto muy importante de sus creencias es el literalismo bíblico. Los evangelicales sostienen que la Biblia es un libro inspirado totalmente por Dios y que en ese libro se encuentra expresado un Plan de Salvación. Este plan les da un modelo de lo que será el futuro y también un método y un disciplinamiento personal. Debido a su rechazo del “mundo” como un plano corrupto de la existencia, los evangelicales tienden a negar la participación política. A sus iglesias las representa FACIERA, Federación Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina. Otra entidad, FICEA, Federación de Iglesias e Instituciones Cristianas Evangélicas Argentinas, representa un vasto sector de los Hermanos Libres.
3. Pentecostales. Descienden del movimiento que apareció a comienzos del siglo XX en los Estados Unidos y se difundió por México y resto de América Latina. Vinieron como iglesias misioneras, que al comienzo se insertaron entre los italianos de la Isla Maciel, y después desarrollaron formas autóctonas. Los ejemplos más importantes en nuestro país son las iglesias Unión de las Asambleas de Dios, Asambleas de Dios, Iglesia de Dios, Visión de Futuro, y la polémica Ondas de Amor y Paz. Posiblemente abarcan entre el 60 y el 70 % de la población evangélica, pero es en los sectores populares donde alcanzan su mayor difusión. Comparten creencias básicas de los evangelicales, y enfatizan como ellos la conversión mediante el encuentro personal con Jesucristo. Pero los distingue la creencia en que Dios sigue actuando. Por medio del Espíritu Santo produce circunstancias milagrosas en la salud, la vida emocional y la economía de las personas y las iglesias. El Espíritu les infunde un poder capaz de torcer el curso de la naturaleza, y de ahí surgen los milagros de sanidad y liberación de espíritus que producen perturbaciones. Una corriente de “neopentecostales” exacerba estos rasgos y tiende inclusive a superar las fronteras denominacionales, con tres clases de grandes líderes, maestros predicadores, profetas que entienden mensajes de Dios y apóstoles que guían al pueblo con poder del Espíritu Santo. FECEP, Federación Confraternidad Evangélica Pentecostal, representa a las iglesias pentecostales. Los polos. Ahora bien, los sectores segundo (evangelicales) y tercero (pentecostales) forman el agregado más conservador en materia teológica y el más numeroso, por encima del 90 % del total del pueblo evangélico. A este gran conjunto lo consideramos el “polo conservador bíblico”, por contraste con el primer conjunto, que constituye el polo histórico liberacionista.
La gran paradoja de los conservadores.
En su rechazo del mundo, los evangélicos conservadores bíblicos proyectan sus esperanzas religiosas en un más allá de carácter sobrenatural. No es una metáfora. Es el Reino prometido de acuerdo con el plan de salvación. De ahí se derivan tendencias abstencionistas hacia la participación cívica. Sin embargo, a partir de 1990 pusieron en marcha un movimiento de protesta por la igualdad de culto y lograron la plasmación de un frente de todos los evangélicos ante la sociedad y el Estado, con masivas concentraciones públicas. Reclamaban una modificación en el régimen jurídico de la nación. Para explicar esta paradoja es necesario describir una cadena de factores que la impulsaron.
1. Barreras contra el proselitismo religioso. En 1978 la dictadura estableció un Registro Nacional de Culto para “supervisar” y “establecer un control efectivo” sobre los cultos no católicos (Ley de Culto 21.745). Las agrupaciones religiosas no católicas debían proveer información sobre su doctrina, rituales, organización, historia, y nombres de sus autoridades locales e internacionales. Luego de estas operaciones de “fichado”, debían inscribirse en la Inspección General de Justicia. Así obtenían un estatus legal de asociaciones civiles. Igual que los clubes.
2. Formación de un caudal demográfico importante. Con la vuelta del sistema democrático, desde la primera mitad de la década del 80 comenzó una etapa de activismo religioso evangélico, en carpas, cines convertidos en iglesias, y estadios de fútbol. El alfonsinismo no aplicó la norma jurídica de facto para coaccionar a las iglesias. La Secretaría de Culto era conducida por juristas católicos con ideas democráticas. El colectivo evangélico se movilizaba para “conquistar la Argentina para Cristo” alrededor de la creencia en la “visitación del Espíritu Santo” a la Argentina. El Espíritu Santo estaba difundiendo su poder sobre el país y levantaba grandes predicadores con dones proféticos. Entre ellos sin dudas el más destacado fue Carlos Annacondia, oriundo de Quilmes. Encarnaba el ejemplo más puro del converso pentecostal. Empresario de nivel PYME, vivía una vida sin sentido, entró en crisis, pasó por una experiencia de conversión interior, y se desarrolló como predicador y “guerrero espiritual” contra demonios capaces de ocasionar enfermedades y divisiones familiares.
3. Acciones para controlar el crecimiento de los evangélicos y otros cultos. En 1986, las principales revistas y diarios prestaron atención a las campañas de los evangélicos. A partir de octubre, se convirtió en un éxito editorial el libro “Las sectas invaden la Argentina”, del periodista Alfredo Silleta. Desde entonces se difundieron dos modelos para explicar qué son “las sectas” y estigmatizar a los evangélicos. El primero les atribuía el rol de agentes de la política imperial de los Estados Unidos, un argumento difícil de sostener con datos concretos. Los pentecostales, que son los evangélicos más numerosos y de mayor expansión en el campo popular, simpatizan bastante con el peronismo. Además, juntan su propio dinero y no estudian en otros países. A partir de 1989, comenzó a imponerse otro modelo, de origen estadounidense (¿acaso otra paradoja?): las sectas separan de sus familias a los jóvenes insatisfechos, mediante “lavado de cerebro”. Parecía científico. Este modelo del brainwashing le apuntaba a pequeñas agrupaciones que no eran evangélicas (seguidores del reverendo Moon, Niños de Dios, Lineamiento Universal Superior, Escuela Argentina de Yoga). Algunas de esas organizaciones eran tan desviantes que permitían suscitar escandalosas intervenciones judiciales, suficientes para instalar desde los medios el pánico antisectario en la sociedad, y el miedo al advenimiento de futuras restricciones jurídicas de alcance general, que terminarían por alcanzar a los evangélicos.
Desde 1991, durante la primera presidencia de Carlos Saúl Ménem, el Estado se hizo eco del problema. Las federaciones de los evangélicos conservadores, FACIERA y FECEP, fueron consultadas por la Secretaria de Culto, acerca de un proyecto de nueva ley de culto. La cita a los evangélicos confirma la importancia que habían alcanzado, a través del proselitismo religioso y su presencia en la radio y la televisión. Luego de pacientes negociaciones, el proyecto se empantanó, de todos modos. El fracaso se debió al empate alcanzado por la presión sobre los legisladores, de parte de los pastores evangélicos más radicalmente opuestos a los privilegios de la Iglesia Católica, y los obispos católicos más radicalmente opuestos a la perdida de estatus de su iglesia. La piedra angular de la discordia era el artículo 2 de la Constitución Nacional, cuyo texto establece que el Estado nacional “sostiene el culto católico”.
4. El salto cualitativo. Mientras tanto la experiencia de las campañas religiosas fortaleció las aspiraciones de los evangélicos. Ya no querían seguir aceptando un estatus de “iglesias de segunda”. A partir de los 90 comenzaron el despliegue de variadas técnicas de acción civil para conseguir la igualdad. Lobby legislativo, diálogos con obispos católicos, marchas públicas. También adaptaron la retórica al ambiente cívico de la protesta. El discurso adquirió formas jurídicas. La agenda de reclamos agregó temas en favor de los sectores postergados de la ciudadanía. Nunca, sin embargo, los pastores dirigentes abandonaron la idea central: Jesucristo es el que sana a la nación. Para aumentar la eficacia, instrumentaron una federación de federaciones (primero se llamó Comisión Tripartita, después Concejo Nacional Cristiano Evangélico, CNCE). “Estrategia de unidad”, pasó a llamarse la respuesta de activistas que reconocían en sus iglesias un conglomerado muy heterogéneo frente a una sociedad acostumbrada a la percepción unitaria de la Iglesia Católica.
Las acciones colectivas más importantes del pueblo evangélico liderado por las federaciones reunidas en el CNCE, fueron los megaeventos en el Obelisco de Buenos Aires, el 15 de septiembre de 1999 y del 2001. Aquel bienio marcó el punto máximo de adecuación del movimiento social a las condiciones cívicas de la protesta, por contraste con la experiencia forjada al interior de los templos y en las campañas religiosas. El periodismo los percibió a los evangélicos como una fuerza, entonces, y los pastores dirigentes tuvieron plena conciencia de lo que estaban consiguiendo. Pero los efectos caóticos en la historia cambian los caminos de la gente. El encuadre social marcado por la Alianza de centroizquierda en el gobierno, mudó con la abrupta renuncia del Presidente Fernando de la Rúa. Luego del crítico diciembre del 2001, la asunción transitoria del poder por el partido peronista, aparejó en la Secretaría de Culto, un reemplazo del equipo de funcionarios católicos aperturistas hacia la diversidad religiosa. En su lugar desembarcaron funcionarios dispuestos a mantener y reforzar el control del Estado sobre las actividades religiosas no católicas.
Situación actual.
Los evangélicos organizaron un “Tercer Obelisco” el 1 de noviembre del 2003, cuyo impacto multitudinario resultó modesto. La Secretaría de Culto, a su vez, sufrió otro cambio a partir del 2004 con la asunción de la presidencia de Néstor Kirchner. Considero que se produjo un quiebre de la secuencia histórica, de idas y venidas de elencos de católicos militantes al frente de la Secretaría de Culto. En esta nueva etapa no hubo un predominio de los elencos de funcionarios católicos, ni aperturistas ni restriccionistas hacia los otros cultos. Pero algo siguió como siempre. De nuevo comenzó a girar la rueda de interacciones para producir una nueva ley de culto, mientras la norma de facto de 1978 mantiene su vigencia, más o menos aplicada. Los evangélicos no ganaron lo que se proponían. Sin embargo constituyeron un nuevo actor colectivo en la esfera cívica argentina, con el cual la Secretaría de Culto mantiene diálogos regulares.
La aventura política.
Una parte de este actor colectivo hizo un intento de crear un partido político evangélico, que finalmente fracasó, pero dejó varias enseñanzas (1). Entre 1981 y 1982, un grupo de evangélicos de clase media, mayormente abogados de la Capital Federal, pertenecientes a las iglesias bautista y de los hermanos libres (evangelicales), se propuso trabajar una entrada de los evangélicos en la esfera cívica, teniendo en cuenta que la vuelta a la democracia les abriría una oportunidad para llevar su ética a la política. El proyecto no progresó pero varios de los activistas se integraron a los partidos Demócrata Progresista y Socialista Democrático. En el Demócrata Progresista todavía tienen presencia en algunos cargos importantes.
Diez años más tarde, en 1991, un grupo de las mismas personas hizo un nuevo intento, que derivó en la creación del Movimiento Cristiano Independiente, MCI. Para aumentar la movilización convocaron pentecostales con actuación en el Conurbano Bonaerense, que tampoco eran pastores, pero colaboraban en roles subsidiarios, como es usual en el ambiente pentecostal. Finalmente, ambos grupos tenían estilos diferentes, los evangelicales se fueron y los pentecostales siguieron adelante. Al MCI le dieron un carácter muy rígido, querían reconstruir la sociedad bajo los mandatos de la Biblia, especialmente los del Antiguo Testamento. Así y todo en las elecciones parlamentarias nacionales de 1993 consiguieron 44.540 votos en la Provincia de Buenos Aires (un porcentaje parecido al del MAS, Movimiento al Socialismo), y 12.854 en la provincia de Córdoba. Pero las cifras eran insuficientes para conseguir cargos. Finalmente, luego de participar en tres elecciones sin alcanzar cargos, el MCI perdió la personería jurídica, de acuerdo con las leyes electorales.
Entonces un segmento del MCI creó el Movimiento Reformador, MR, que se orientó hacia la convivencia con el peronismo disidente ético y con dirigentes católicos. Estos activistas se integraron a la Democracia Cristiana como una fracción evangélica, y se propusieron, con cierto éxito, conseguir que otros evangélicos llenasen fichas de afiliación al partido. Con la DC participaron de la Alianza y posteriormente del Polo Social del padre Luis Farinello. En todos los escalones del proceso, sus intentos de conseguir cargos electorales fracasaron, y finalmente desistieron. El proyecto de crear un partido evangélico literalmente se esfumó. Uno de los obstáculos que tuvieron, fue que los pastores no colaboraron con ellos para que pudiesen conseguir adherentes en las iglesias. Su fracaso deja varias enseñanzas. La mayoría de los evangélicos no vota de acuerdo con su religión sino con su pertenencia social. De acuerdo con algunos estudios (no muy precisos pero que marcan tendencias) la mayoría de los pentecostales parece inclinarse hacia el voto peronista. Por otra parte, los pastores son líderes que cuidan fronteras institucionales, y no están dispuestos a dejar que las congregaciones sean divididas por cuestiones partidarias, traídas desde afuera.+ (PE)
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(*) Publicado en Le Monde Diplomatique, Número 121, Julio del 2009.
Hilario Wynarczyk es Doctor en Sociología y autor del libro “Ciudadanos de dos mundos. El movimiento evangélico en la vida pública argentina. 1980-2001” (391 páginas). Recientemente lanzado por UNSAM EDITA, sello editorial de la Universidad Nacional de San Martín.

(2) Para un tratamiento más amplio de este tema el lector puede consultar: Wynarczyk Hilario, 2009. Partidos políticos evangélicos conservadores bíblicos en la Argentina: formación y ocaso 1991-2000. Publicado em Civitas, Revista de Ciencias Sociais. Pontifícia Universidade Católica do Rio Grande do Sul, Porto Alegre. Volumen 6, número 2, julio-diciembre 2006. Páginas: 11-42. Para consultar la edición digital cliquear en: www.revistaseletronicas.pucrs.br/ojs/index.php/civitas/article/view/54

Fuente: www.ecupres.com.ar Revista Pentecostal asicardi@ecupres.com.ar Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla

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