«A los seis meses, Dios envió al ángel Gabriel a Nazaret, pueblo de Galilea, a visitar a una joven virgen comprometida para casarse con un hombre que se llamaba José, descendiente de David. La virgen se llamaba María». Lucas 1.26–27 – NVI
La escena trascurre entre la mayor sencillez posible; nada extraordinario a la simple y común apariencia humana: un pueblo cualquiera de la vieja Galilea, una mujer joven (una de las tantas que vivían en Nazaret) y un noviazgo entre la joven y uno de los carpinteros del pueblo. Con este telón de fondo ocurre lo extraordinario (lo que está más allá de lo cotidiano): un ángel anuncia el nacimiento del Hijo del Altísimo (1.32).Por cierto, todas las escenas de la Navidad son protagonizadas por gente común; ocurren en lugares periféricos sin destacada resonancia cultural o política. El Hijo del hombre no nace en los palacios del rey, ni en los alrededores del gran templo.
El nacimiento de Jesús no se respalda por una sofisticada campaña publicitaria, ni por técnica alguna de esas que abundan hoy en los medios religiosos. Ni vestidos llamativos, ni lugares reconocidos, ni gente famosa. Así decidió Dios hacerse un ser humano y así desarrolló su plan de redención.
Dios anda entre lo sencillo y a la gente sencilla la convierte en instrumentos de su Reino. Lección para tener en cuenta en medio de nuestros afanes de mercadeo eclesiástico.
Para seguir pensando:
«El niño de Belén, el joven desconocido de Nazaret, el predicador rechazado, el hombre desnudo en la cruz, él pide mi atención completa. La tarea de nuestra salvación se lleva a cabo en medio de un mundo que continúa gritando y abrumándonos con sus demandas y promesas. Pero la promesa se esconde en la rama que saldrá del tronco, una rama a la que nadie le presta atención».
Henry Nouwen
Oración:
Para que el Espíritu nos haga personas agradecidas que podamos descubrir las señales de la gracia de Dios en los sucesos más cotidianos y sencillos de esta vida.
«El niño de Belén, el joven desconocido de Nazaret, el predicador rechazado, el hombre desnudo en la cruz, él pide mi atención completa. La tarea de nuestra salvación se lleva a cabo en medio de un mundo que continúa gritando y abrumándonos con sus demandas y promesas. Pero la promesa se esconde en la rama que saldrá del tronco, una rama a la que nadie le presta atención».
Henry Nouwen
Oración:
Para que el Espíritu nos haga personas agradecidas que podamos descubrir las señales de la gracia de Dios en los sucesos más cotidianos y sencillos de esta vida.
Adviento, día 8: En la aridez de nuestro desierto
«En el año quince del reinado de Tiberio César, Poncio Pilato gobernaba la provincia de Judea, Herodes era tetrarca en Galilea, su hermano Felipe en Iturea y Traconite, y Lisanias en Abilene; el sumo sacerdocio lo ejercían Anás y Caifás. En aquel entonces, la palabra de Dios llegó a Juan hijo de Zacarías, en el desierto».
Lucas 3.1–2 – NVI
Lucas 3.1–2 – NVI
La ubicación histórica del texto es exacta y no deja lugar a dudas: se ofrece el nombre del emperador, del gobernador de la provincia, del tetrarca y se muestran las relaciones familiares entre estos. Además, se ofrece información acerca de la jerarquía religiosa del momento; igual, con nombres propios.
Nada de esta historia tan divina sucede fuera de esta tierra. La llamada historia sagrada no se desarrolla en una realidad distinta a la nuestra. Para que Dios manifieste su amor no necesita un escenario celestial desprovisto de los trucos políticos y las simulaciones de los religiosos. No; la palabra de Dios llega, como le llegó a Juan (3.2), entre Tiberio, Herodes, Anás y Caifás, para ofrecer alternativas de vida que den esperanza.
El evangelio de Jesús, siguiendo la tradición de los profetas del Antiguo Testamento, no nos invita a escapar de la realidad terrenal, sino a escuchar en medio de ella la voz de Dios y a ser agentes de trasformación. Juan, hijo de Zacarías, recibió el encargo de ser una «voz de uno que grita en el desierto» (3.4). Ese es también nuestro encargo; gritar que hay agua viva (Jn 7.38) en este desierto árido de nuestra época.
Nada de esta historia tan divina sucede fuera de esta tierra. La llamada historia sagrada no se desarrolla en una realidad distinta a la nuestra. Para que Dios manifieste su amor no necesita un escenario celestial desprovisto de los trucos políticos y las simulaciones de los religiosos. No; la palabra de Dios llega, como le llegó a Juan (3.2), entre Tiberio, Herodes, Anás y Caifás, para ofrecer alternativas de vida que den esperanza.
El evangelio de Jesús, siguiendo la tradición de los profetas del Antiguo Testamento, no nos invita a escapar de la realidad terrenal, sino a escuchar en medio de ella la voz de Dios y a ser agentes de trasformación. Juan, hijo de Zacarías, recibió el encargo de ser una «voz de uno que grita en el desierto» (3.4). Ese es también nuestro encargo; gritar que hay agua viva (Jn 7.38) en este desierto árido de nuestra época.
Para seguir pensando:«Haz, Dios mío, que pueda ser en el mundo el sacramento tangible
de tu amor: ser tus brazos, que atraen y llegan a convertir en amor toda la soledad del mundo».
Chiara Lubich
Oración:
Más de 167 millones de personas viven en situaciones de pobreza en América Latina. Oremos para que el cumplimiento de la Misión cristiana en estas tierras contribuya a crear condiciones de mayor justicia y equidad.
de tu amor: ser tus brazos, que atraen y llegan a convertir en amor toda la soledad del mundo».
Chiara Lubich
Oración:
Más de 167 millones de personas viven en situaciones de pobreza en América Latina. Oremos para que el cumplimiento de la Misión cristiana en estas tierras contribuya a crear condiciones de mayor justicia y equidad.
Adviento, día 9: Creatividad solidaria
«Entonces llegaron unos hombres que llevaban en una camilla a un paralítico. Procuraron entrar para ponerlo delante de Jesús, pero no pudieron a causa de la multitud. Así que subieron a la azotea y, separando las tejas, lo bajaron en la camilla hasta ponerlo en medio de la gente, frente a Jesús».
Lucas 5.18–19 – nvi
La necesidad es la madre de la inventiva, reza el viejo proverbio. E inventiva, por cierto, es lo que sobra en estas tierras de tantas necesidades. Las personas que viven en condiciones de pobreza, inventan mil maneras de sobrevivir con míseros ingresos; las madres, cabeza de familia, idean soluciones extraordinarias para sostener a sus hijos e hijas… y la lista continúa, y es extensa, de originalidades sobrehumanas.Lucas 5.18–19 – nvi
En el texto de hoy nos encontramos frente a un grupo de hombres que usó su inventiva para acercar a su amigo paralítico a Jesús, fuente de la vida. Es la creatividad por solidaridad; esa que tanta falta nos hace.
La solidaridad no es un patrimonio exclusivo de los ricos (grandes donantes); es un valor humano que nos moviliza a tomar acciones en favor de alguien en particular o grupo de personas necesitadas. Y tanto pueden lograr los ricos (y deben hacerlo) como las demás personas sin importar su condición social o económica.
Las grandes trasformaciones humanas que favorecen el desarrollo de los pueblos vienen de la mano de quienes, con creatividad y decisión, actúan para beneficiar al prójimo, como aquel grupo que sube «a la azotea y, separando las tejas», cambian la historia de su amigo.
Para seguir pensando:
«Vamos a andar, vamos a andar,
Hijos con hijos del cielo, ¡busquemos juntos la paz!
Las iglesias son sepulcros si no proclaman verdad
Si no cierran las heridas y si no enseñan a andar».
Federico Pagura
«Vamos a andar, vamos a andar,
Hijos con hijos del cielo, ¡busquemos juntos la paz!
Las iglesias son sepulcros si no proclaman verdad
Si no cierran las heridas y si no enseñan a andar».
Federico Pagura
Oración:
Cada año, alrededor de todo el mundo, mueren más de siete millones de niños y niñas menores de cinco años; eso equivale a la muerte de novecientos infantes por hora. Pidamos a Dios que nos dé creatividad para revertir en vida la historia de muerte de los niños y niñas de esa edad que viven en los países más pobres. Oremos para que renazca en todos nosotros la solidaridad.
Cada año, alrededor de todo el mundo, mueren más de siete millones de niños y niñas menores de cinco años; eso equivale a la muerte de novecientos infantes por hora. Pidamos a Dios que nos dé creatividad para revertir en vida la historia de muerte de los niños y niñas de esa edad que viven en los países más pobres. Oremos para que renazca en todos nosotros la solidaridad.
*Harold Segura C., pastor y teólogo colombiano, Director de Relaciones Eclesiásticas de World Vision International. Reside en San José, Costa Rica
Fuente: Lupaprotestante
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