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miércoles, 26 de diciembre de 2012

Navidad, algo más que caridad

Por.  Manuel López, España*
“¡Dime cómo es tu Adviento y te diré la Navidad que esperas!”, leo en una web de doctrina social cristiana. Qué bien… si no fuera porque ahí nos duele cuando bajamos del arrebatamiento emocional de las alturas espirituales a la cruda realidad de este valle de lágrimas.
A ver. A uno de cada dos jóvenes españoles, desearle “Feliz Navidad” puede sonarle a frase hueca, cuando no a broma pesada. No tener trabajo ni esperanza de conseguirlo, tan solo la perspectiva de tener que salir del país a buscarse la vida a saber dónde no parece panorama propicio para el goce del espíritu navideño que estos días nos recuerdan a todas horas la musiquilla y los estribillos de los villancicos.
Se dice pronto, pero ahora mismo ya son 1,7 millones de familias las que tienen a todos sus miembros en paro. Uno de cada cuatro españoles está en el desempleo: seis millones sobre una población activa de 23 millones de ciudadanos en edad laboral. 2.500 parados nuevos cada día.
“Los mercados”, ya se sabe, tan contentos: la destrucción de empleo, acompañada de los brutales recortes en educación, sanidad, servicios sociales, escalada de subida de impuestos y tasas, corrupción, represión policial, etc., en un escenario obsceno de orgía de la usura bancaria está siendo un “éxito” rotundo.
Mal que pese en los despachos eclesiásticos, lo cierto es que “adviento” no es palabra que esté de moda. “En algunas iglesias cristianas”, define el Diccionario, “tiempo litúrgico de preparación de la Navidad, en las cuatro semanas que la preceden”.
Muy generosa definición, por cierto, pues así como está claro que adviento no es voz familiar entre la ciudadanía laica, hemos de convenir que en el imaginario de los creyentes cristianos el adviento se focaliza en el encendido de una nueva vela en el culto del domingo y poco más. Terminado el culto, cada cual a su casa y hasta el siguiente domingo.
Urge -entre tantas otras cosas, pero esto es lo que toca ahora- reivindicar el sentido del Adviento. En las iglesias -excepto en la tuya y la mía, que son perfectas- el tiempo de Adviento va ligado a postales cursis con las consabidas leyendas en obsoleta caligrafía de colegio de señoritas bien. La “celebración” queda limitada a un acto rutinario en el orden de culto para el que tantas veces el mayor interés que se pone es en que haya una caja de cerillas a mano, ahora que cada vez fuma menos gente, por lo que raro es que alguien lleve un mechero encima.
O sea, que, exagerando un poco -o no tanto-, puede decirse que en no pocos casos -hablo de las iglesias en general, insisto, no de la tuya y la mía, que, como nadie ignora, son perfectas- el Adviento se queda en un punto digamos protocolario del programa del “espectáculto” con el encendido de la vela. Cuando, a eso de las 13:15 horas acaban en la acera las despedidas tras el culto, la vela del Adviento ya ha sido apagada hasta la reedición del trámite del encendido de las antiguas y la nueva vela en el culto del domingo siguiente…
“San” Lunes, y los siguientes santos días de la semana son teórico adviento en el Diccionario. Adviento práctico, menos.
Dejé dicho en mi Café para todos del número anterior -“Aburre Calvino” (“…y Lutero”)- que tenía unos parrafillos medio redactados en torno a la manipulación a mi juicio flagrantemente interesada, tan pseudocalvinista como pseudoluterana, de conceptos manipulables como son la Fleissigkeit y la Strenge. “Lo llaman laboriosidad y austeridad”, añadía, “pero no es sino codicia e inmisericordia”.
En mala hora mezclaron a Calvino y Lutero en esta ofensiva criminal contra nosotros los europeos del Sur. Y en peor hora, si cabe, incautos y desmemoriados creyentes van y se apresuran a hacer coro a los depredadores del Estado del Bienestar que tan caro nos costó conseguir.
“Noche de paz”… y justicia social
Tiempo de paz, tiempo de amor… Alegría, alegría, llega la Navidad. Es el tiempo de confraternizar, de acordarse de las buenas obras los que tienen los posibles que no las conciencias a salvo. Sentar un pobre a la mesa por Navidad molaba entre lo más selecto y piadoso de la cristiana gente pudiente en épocas pasadas. Ahora, imposible, con 200 nuevos parados cada hora.
Un año más -salvo en tu iglesia y la mía, claro está- muy mucho me temo que siga sin registrarse allá un gran entusiasmo por incluir en el orden de culto la lectura del Magnificat de María:
Hizo proezas con su brazo; esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos… Lc. 1:51-53.
Los poderes fácticos, ya se sabe, tan contentos con que iglesias, oenegés, organizaciones caritativas y demás le hagan al Estado el trabajo sucio de sustituir derechos por caridad.
El debate de fondo latente caridad vs. derechos sociales -el germen de una “Operación Magnificat”- sigue estando ahí a la espera de que de una vez por todas nos atrevamos a ponerlo sobre el tapete….
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Publicado en la sección del autor “Café para todos”, El Eco Bautista, 4/2012.

Autor: Manuel López es periodista, fotógrafo, profesor de Comunicación e Imagen y consultor de prensa. Editor adjunto de "Periodistas en Español" (www.periodistas-es.org). Bautista. Miembro de Cristianos Socialistas.

Fuente: Lupaprotestante

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