Tengan cuidado, no sea que se les endurezca el corazón por el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida. […] Estén siempre vigilantes, y oren para que puedan escapar de todo lo que está por suceder, y presentarse delante del Hijo del hombre». Lucas 21.34, 36 – nvi
Las primeras comunidades cristianas vivieron animadas por la esperanza del inminente regreso de Jesús. Esta esperanza caracterizó su fe y definió sus estilos de vida.
Seguir a Jesús significa vivir a la espera; significa vivir bajo la certeza de que existe un mañana mejor. Ni las alegrías fugaces de este mundo, ni las tristezas duraderas tienen la última palabra. Ni las prosperidades de los pocos, ni las miserias de los muchos se mantendrán así por siempre. Creer en Jesús es creer en el triunfo de la justicia sobre la injusticia, de la paz sobre las guerras, del amor sobre el odio.
Pero la esperanza cristiana no es como aquellas que nos invitan a mirar el futuro sin hacer nada que cambie el presente. Es, por el contrario, una esperanza que trasforma nuestra manera de ser y de estar en este mundo. Por creer que el mañana será mejor, ya no se soporta cualquier presente y se lucha para transformarlo.
«Tengan cuidado» y «estén siempre vigilantes y oren» son las advertencias para quienes viven con esperanza en este mundo. Esta es una esperanza que moldea nuestra espiritualidad y nuestra ética.
Para seguir pensando:
«[…] poseer una esperanza que ensancha el corazón significa ampliar el espacio de la libertad, mira el camino que hay por delante y capta el perfume del aire mañanero que alborea después del día gris».
Oración:
Por las iglesias (católica, evangélicas y otras cristianas) en América Latina y El Caribe, para que el Espíritu aliente su responsabilidad social y las haga portadoras de esperanza
Autor: Harold Segura C. Pastor y teólogo colombiano, Director de Relaciones Eclesiásticas de World Vision International. Reside en San José, Costa Rica.
Fuente: Lupaprotestante & su blog
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