(Fuente: Cristianisme i
Justicia. Autor: Jaume Flaquer, S.J.) Con este grito disparaba a
discreción uno de los terroristas en las oficinas del semanario satírico Charlie
Hebdo, una especie de “El Jueves” francés, provocando al menos doce
muertos. Este semanario ya había recibido diversas amenazas y había sido
atacado en noviembre de 2011 después de sacar una edición especial titulada
“Charia Hebdo” sobre el triunfo de los islamistas en Túnez.
Recordemos
unos años antes, en 2005, el diario danés Jyllands Posten publicó doce
caricaturas de Muhammad, una de ellas con un turbante-bomba, que incendiaron de
cólera el mundo islámico a inicios de 2006. Dos años después, la policía evitó
el asesinato del dibujante.
A
raíz de todo esto, Charlie Hebdo sacó pecho y denunció satíricamente el
fundamentalismo islámico con una explosiva portada en la que se veía a Muhammad
diciendo: “¡Es duro ser amado por estúpidos!”. Esto sucedía también en
2006. Más recientemente, leíamos “El Corán es una mierda, no detiene las
balas”, en la portada del 19 de julio de 2013, dónde un islamista egipcio
intentaba defenderse con el Corán de unos disparos. En otro número presentaba
una “vida de Muhammad” no menos desagradable.
A
pesar del mal gusto de este tipo de periodismo, y del humor-denuncia a través
del insulto que se extiende hacia todas las demás religiones, nada
puede justificar un atentado terrorista. Así lo ha entendido el presidente de
la conferencia de los imanes de Francia cuando se ha apresurado a
considerar a las víctimas del semanario como verdaderos “mártires” y
denunciando a los terroristas diciendo: “Pero ¿de qué Profeta están hablando?
No tenemos el mismo profeta. Su profeta es el del odio y del horror”. El imán
de al-Azhar y la Liga Árabe también han condenado firmemente el atentado.
La
actual situación del Próximo Oriente debe prepararnos en Europa para este tipo
de atentados, y mayores incluso. El Estado Islámico ha hecho un llamamiento a
todos los musulmanes a incorporarse al Estado Islámico en Siria y a legitimar
únicamente su estancia en Europa con atentados.
Pero,
no nos engañemos, la guerra no es entre el islam y Occidente sino que en
realidad se trata de una verdadera guerra civil en el interior del
islam entre diversas maneras de entender el mensaje del Profeta. En
ésta guerra, lo que está en juego es si de verdad se ha de aplicar literalmente
la ley islámica medieval o bien debe existir una nueva legislación para los
tiempos actuales. La respuesta no es tan sencilla puesto que la mayoría de los
musulmanes han sido educados en una mitificación de sus orígenes, en una
exaltación de la expansión musulmana y en un principio de fe según el cual la
última legislación revelada es la descendida sobre el Profeta Muhammad. Ésta ha
sido demasiado rápidamente identificada con los códigos jurídicos de los s.IX y
X. En la práctica, lo que sucede en el interior del islam es que la mayoría de
musulmanes continúa leyendo esta literatura medieval, que llena las librerías
islámicas, pero considerando que no deben aplicarse en su gran mayoría, sino
que deben presentarse como una “advertencia” de Dios sobre la gravedad de
ciertos comportamientos humanos. Por ello, la mayor parte de los países
musulmanes combina elementos del derecho occidental (especialmente el francés)
con algunos inspirados (no literalmente) en la ley islámica tradicional.
Este
“gap”, este salto entre la literatura medieval leída y admitida, y su no
aplicación es el punto de apoyo ideológico del fundamentalismo islámico actual.
Por
ello, contra lo que cree una parte de la opinión pública occidental,
los musulmanes sí condenan los atentados, sí condenan el terrorismo islámico,
puesto que en la mayoría de los casos son ellos mismos los que lo sufren y son
víctimas. Pero su voz no llega oírse porque, creo yo, no llega a tocar el
verdadero problema: el estudio científico sobre el origen del islam, sobre la
historia de redacción del Corán y sobre el verdadero proceso de formación de
los códigos jurídicos medievales. El fruto de todo ello no será otro que el
recentramiento en la pura adoración de la unicidad divina.
Mientras,
Occidente ha de ser cauta e inteligente para distinguir el mundo salafí
fundamentalista del tradicionalismo islámico (pero pacífico) que domina el
panorama europeo. De lo contrario, dejaremos crecer la islamofobia con la
ingenua creencia que estamos culturalmente tan desarrollados que no podemos
volver al pasado, al oscuro pasado que dio lugar a la expulsión de los
moriscos.
Fuente
citada&Lupaprotestante, 2015.
VIDEO DEL ATAQUE
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