Por.
Ignacio Simal Camps, España
91
años, y está con Dios, su Señor y el nuestro. Me refiero a una persona que para
Joana (para él siempre fue “Juani”) y un servidor siempre fue un estímulo en
nuestra etapa de formación, Emilio Antonio Núñez. Para nosotros siempre ha sido
y será el Dr. Nuñez. Nadie mejor que él para calificar de doctor.
Le
conocimos en España, mientras tomaba cursos de postgrado en la Facultad de
Teología de Sant Cugat. Disfrutamos de sus conferencias impartidas en las
iglesias catalanas, y en una materia que impartió en el seminario en el que
estudiábamos. Poco nos podríamos imaginar que años después gozaríamos de su
docencia en SETECA, seminario sito en Guatemala.
Teología
del Reino, Apologética y Ecumenismo fueron algunas materias que nos impartió en
nuestra querida y añorada Guatemala. Siempre hemos comentado, Joana y yo, el
ánimo que nos compartía para investigar críticamente todo lo que estudiábamos,
leíamos y reflexionábamos en aula y fuera del aula. De paso, decir que era uno
de esos profesores que trocaba en fácil de entender lo complicado de las
disquisiciones teológicas y bíblicas.
Pero
si algo quiero subrayar era su humildad y su constante cercanía. Recuerdo que
cuando regresábamos a España después de nuestro periplo formativo, él y su
esposa, doña Sarita, salieron a despedirnos al aeropuerto. Una persona de su
calibre y estatura intelectual salía a despedir a unos jóvenes españoles que
regresaban a su país de origen. Y es que el Dr. Núñez siempre amó y estuvo al
tanto de sus alumnos y alumnas. Y ese detalle vale más que cualquier
sofisticación teológica.
Dr.
Núñez, le queremos, marcó nuestras vidas y en la esperanza de la resurrección
tenemos la certeza que podremos agradecerle todo lo que significó para nosotros
mientras estuvimos a su lado. Dr. Núñez, ¡hasta pronto!
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