Por. Juan Stam, Costa Rica
Conozco tus obras, tu duro trabajo y tu
perseverancia. Sé que no puedes soportar a los malvados, y que has puesto a
prueba a los que dicen ser apóstoles pero no lo son, y has descubierto que son
falsos. Has perseverado y sufrido por mi nombre, sin desanimarte.
Sin embargo, tengo en tu contra que has
abandonado tu primer amor... Pero tienes a tu favor que aborreces las prácticas
de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco. (Apoc 2:1-7)
Entre los muchos detalles fascinantes del mensaje
de Jesús a la iglesia de Éfeso, y las muchas lecciones que nos enseña, dos
paradojas sorprendentes me llaman poderosamente la atención.
(1) El diagnóstico de esta congregación es
impresionante: trabajo arduo, rigor doctrinal y perseverancia bajo
persecución. Pero si ellos habían perdido el primer amor, ¿cómo podía ser
una iglesia tan ejemplar? ¿Qué les movía a tanto sacrificio y tanto
servicio al Señor?
No sabemos cuál fue el amor que perdieron los
efesios (¿amor a Dios, al prójimo u otro? ¿Sentimientos de afecto o la praxis,
amor en acción?) pero la descripción de la congregación efesia nos permite
suponer que seguían con sus cultos, leían la Palabra, cantaban himnos y
evangelizaban. Tal vez habían caído en un activismo de rutinas religiosas.
De las siete congregaciones de Asia Menor, la de
Éfeso era la única que fue fundada por Pablo mismo (Hch 19). Con gran celo
y amor (Hch 20) ellos evangelizaron la provincia asiática y fundaron las otras
iglesias. Pero ya habían pasado varias décadas y ese "primer amor" ya
era "amor de segunda generación". No era igual, pero sí era
suficiente para motivar los méritos que Cristo les reconoce.
Podría ser un caso de "complejo de iglesia
madre", celosa de su control y orgullosa del éxito de su proyecto.
Cuentan que cuando alguien preguntó a un pastor bautista cómo iba su iglesia,
contestó "no muy bien, pero gracias a Dios la iglesia metodista está
peor". La rivalidad y la competencia pueden engendrar una idolatría del
éxito (exitolatría) que podría haber motivado las virtudes de la congregación
efesia.
Unos veinte años después San Ignacio, en su carta a
la iglesia de Éfeso, les felicita por su amor sincero. Parece que aceptaron la
exhortación y se arrepintieron.
(2) Si Cristo la declara una iglesia caída y los
exhorta a arrepentirse, so pena de perder su candelabro, todo por haber perdido
el primer amor (2:5), ¿cómo es posible que a continuación les felicita no por
algo relacionado con el amor que les hubiera quedado, sino que les felicita más
bien por aborrecer algo, concretamente la doctrina y las obras de los
nicolaítas? (2:6,14-15)
¿Cómo pudo Jesús reprenderlos por su falta de amor
y en seguida felicitarlos por su "odio" (gr. miseô)? A fin de
cuentas, ¿qué significan "amar" y "aborrecer"?
Es evidente -y muy sorprendente- que Jesús no ve
este odio [1] contra el nicolaitismo como una prueba más de que los efesios
habían perdido el primer amor; al contrario, lo ve como algo bueno que no
perdieron cuando abandonaron el primer amor.
Con agregar "las que yo también
aborrezco", Jesús aprueba y endosa ese odio. Se trata de odiar con
Cristo, lo que él odia, como él odia. Como actitud y acción, no puede ser una
rabia odiosa ni una cólera desenfrenada o un resentimiento amargado, pero
tampoco es un simple desacuerdo pasivo.
Creo que puede entenderse como un repudio
vehemente, expresado en palabras y acciones. Corresponde a la función de
denuncia de la vocación profética.
Los evangelios nos muestran cómo sería
"odiar como Jesús".
San Marcos cuenta dos veces que Jesús se enojó, una
vez con los fariseos (Mr 3:5) y otra vez con los mismos discípulos (Mr 10:14).
A menudo sus acciones y palabras eran fuertes y hasta ofensivas e hirientes.[2]
Con los fariseos agotó el vocabulario de insultos
(Mat 23; 16:3-4), a Pedro lo llamó Satanás (Mt 16.23) y a los discípulos
"torpes" (NVI; "insensatos" RVR). Pero ante las acusaciones
falsas en su propio juicio, cuando tenía todo el derecho de defenderse, no
abrió la boca (Mt 26:62-63; Mr 14:61).
Encendido por el celo de la casa de su Padre (Jn
2:17), actuó con energía profética, pero a la hora de defenderse ante sus
acusadores, calló. Jesús supo enojarse, pero también supo callarse
y supo perdonar.
Nuestro concepto moderno de "amor"
como ausencia de conflicto y confrontación, difiere marcadamente de la
dialéctica bíblica de amor y odio (ira, enojo) divinos, humanos y cristianos.
En el pensamiento bíblico, el odio de Dios es otra
expresión de su amor, como el Dios del amor que aborrece y el Dios del odio que
ama. Según las escrituras, Dios ama la justicia y el bien, y precisamente por
eso odia la injusticia y el mal. Veamos:
Textos sobre el odio y el enojo de Dios:
Dt 7:25-26 Dios aborrece la idolatría y nos manda
aborrecerla también
Sal 5:5 Dios aborrece a todos los que hacen maldad
(cf. Sal 11:5,7)
Prv 6:16 Seis cosas que Dios odia (la altivez,
derramamiento de sangre, etc.)
Zac 8:17 Aborrezco [dice Dios] la mentira, malicia,
maldad, trampas, falso testimonio
Sal 97:10 Dios ama a los que aborrecen el mal
Dios nos manda odiar lo que él odia:
Am 5:15 ¡Odien el mal y amen el bien! Hagan que
impere la justicia en los tribunales...
Prv 8:13 Quien teme a Yahvé aborrece lo malo
(orgullo, arrogancia, mala conducta, lenguaje perverso)
Prv 13:5 el justo aborrece la palabra de mentira.
Rom 12:9 Aborrezcan el mal, aférrense al bien.
Miq 3:2 Ustedes odian el bien y aman el mal.
David como ejemplo del amor que odia:
Sal 45:7 Tú (David) amas la justicia y odias la
maldad; por eso Dios te escogió.
Sal 119:113 Aborrezco a los hipócritas, pero amo tu
ley.
Sal 119:162-3 Aborrezco y repudio la falsedad, pero
amo tu ley.
Sal 139:21 ¿Acaso no aborrezco, Yahvé, a los que te
odian, y abomino a los que te rechazan?
Estos desafiantes textos bíblicos de ninguna manera
justifican el "odio" en el sentido moderno, pero sí cuestionan la
fuerza del amor que profesamos y la integridad de nuestro compromiso con el
reino de Dios y con el evangelio.
Es cuestión de un amor integral, lo que Camilo
Torres llamaba "amor eficaz". Entonces estaremos en primera fila
entre "los indignados" al lado de nuestro Dios y nuestro Salvador
Jesús, los primeros indignados.
En gran parte de las iglesias evangélicas de
América Latina, especialmente las mega-iglesias, está prohibido cuestionar lo
que diga el pastor, y aún peor si éste se cree "apóstol" o
"profeta". Es una especie de mordaza, de censura del derecho de
"examinarlo todo". Eso permite nacer y crecer como cizaña toda clase
de especulación y hasta herejías disfrazadas de profundas "verdades"
nunca antes sospechadas. Esta acriticidad, especialmente en asuntos de
exégesis bíblica e interpretación teológica, es una verdadera plaga en la
iglesia contemporánea.
Por otro lado, y también en parte por esa misma
situación que prohíbe la sana crítica, brota por algún otro lado la crítica
malsana e irresponsable que ha arruinado muchas congregaciones y el ministerio
de muchos pastores y pastoras. La iglesia está entre dos plagas, la acriticidad
sumisa y la criticonería mal intencionada. Ambas son peligrosas. ¡Qué Dios nos
agarre confesados!
NOTAS AL PIE
[1] El verbo misew significa, sin distinción, "aborrecer" u
"odiar". Son traducciones intercambiables.
[2] Es claro que lo mismo puede decirse de los profetas hebreos, de
Juan el Bautista, de Pablo y del libro del Apocalipsis.
Fuente: Protestantedigital, 2016
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