Por. Juan Stam, Costa Rica
Esta comunidad, cuyo activismo, seriedad y
"éxito" la asemejan a muchas congregaciones muy admiradas tanto en
América como en otras partes del mundo, se hubiera tomado en cualquier lugar
como modelo de lo que debe ser y hacer una iglesia.
Es más: todo hace sospechar que ellos mismos, sin darse
cuenta de su falla fatal, se creían una congregación realmente ejemplar.
El diagnóstico penetrante de Jesús les debe de haber
traído una enorme sorpresa. ¡Qué diferentes que son los criterios de
Cristo a los nuestros!
La radiografía de Éfeso nos deja muy claro que no bastan,
ante los ojos del Señor, el activismo, el éxito, ni aún la perseverancia bajo
el sufrimiento (cf 1Co 13.1-3).
Más allá de los programas, proyectos y comités, Cristo
busca la motivación más íntima del corazón.
En todo el hormiguero de su arduo labor, los efesios no
podían decir con Pablo que el amor de Cristo les constreñía (2Co 5.14).
La maquinaria eclesiástica seguía caminando, pero ya no
se movía por el impulso supremo del amor a Cristo y al prójimo. Los
programas y actividades se habían convertido en fines en sí mismos. Se había
perdido la visión de Cristo en medio de ellos; ya habían olvidado a aquel a
quien amamos sin haberlo visto (1P 1.8).
González Ruiz sugiere que los efesios perdieron el primer
amor como resultado de un proceso de institucionalización y
burocratización. Lo que antes se hacía por la pasión de amor, ahora se
hace por mera tradición y rutina.
Las ruedas oficiales siguen dando vueltas; la maquinaria
eclesial se ha convertido en su propia finalidad.
Sutilmente, el amor a Cristo y al prójimo había quedado
reemplazado por el amor al éxito, al poder, y a su congregación como
institución (algo así como el denominacionalismo de hoy).
Continuará mañana: ¿Se arrepintió la iglesia de Éfeso?
Fuente: Protestantedigital,
2016
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