Por. Pr. Pedro Álamo, España*
Uno de los grandes peligros que acechan la libertad cristiana tiene que ver con aquellos que pretenden introducirse en la vida de los demás, imponiendo normas y conductas al más puro estilo farisaico. Son los saqueadores de mentes.
El apóstol Pablo ya habló de ellos en su carta a los Gálatas, capítulo 5, versos 7 al 12.
Si bien, en los versos anteriores, el apóstol ha señalado otro peligro, con unas connotaciones más ideológicas, el del retroceso que busca la seguridad de lo ya establecido, de lo tradicional, de lo transmitido por generaciones…, ahora Pablo se centra en el terreno personal, el de los instigadores, los saqueadores de mentes, los perturbadores (v.12), para los que ya tiene una sentencia: ¡Que se mutilen!.
El peligro de los saqueadores de mentes es muy dañino porque afecta a todos los que les rodean (v.9: “un poco de levadura leuda toda la masa”). El tema es grave, porque el apóstol denuncia que eso es ir en contra de la verdad del evangelio (vs.7-8).
Los saqueadores de mentes son sutiles, sibilinos. Con apariencia de verdad destruyen la doctrina cristiana. Su lenguaje es espiritual, bíblico, evangélico, casi celestial, pero su enseñanza es diabólica y, el resultado, es totalmente destructivo. Su centro de atención reiterativo es definir y delimitar lo que es pecado; es su tema favorito, al punto de arrastrar a los creyentes hacia su manera de pensar a través de los complejos de culpa. Son saqueadores de mentes.
Estos perturbadores, víctimas de la envidia, pueden estar “machacando” a otros cristianos para que no disfruten de lo que Dios les ha concedido tener y tratarán de que no vivan en libertad, la que se ha recibido de Cristo. Por ello, constantemente, están buscando normas que aseguren la estabilidad, provocando una huída de la reflexión y señalando los peligros del progreso y las nuevas ideas, mientras se mantiene una actitud paternalista. Todo ello hará que se cercene nuestra más importante herencia recibida: la libertad.
Los saqueadores de mentes intentan llevar a los miembros de la comunidad al terreno del pecado, nunca al de la gracia y el perdón de Dios. No quiero decir que no haya que hablar del pecado, pero sí deseo enfatizar que hay que hablar, sobre todo, de la misericordia del Señor que es capaz de perdonar y restaurar al que tropieza. Esto es puro evangelio.
Jesús de Nazaret se hacía seguir de publicanos, pecadores, mujeres sospechosas de vidas ligeras… No tuvo palabras duras para ellos, sino para los saqueadores de mentes que pretendían imponer los criterios esclavizantes para mantener sometido al pueblo.
¿Qué hacen los saqueadores de mentes?
Enseñan la ley y ponen norma sobre norma. Hacen sentir mal al pueblo que no sigue sus directrices. Señalan con el dedo para que no se junten con el que piensa de otra manera. Juzgan a los que no se ajustan a sus enseñanzas y lo harán en nombre del evangelio. Condenan al que no se arrepiente de lo que ellos consideran un atentado a la palabra de Dios y a la sana doctrina… No hacen más que perturbar la paz que tenemos en Cristo.
El peligro de los saqueadores de mentes está al acecho para buscar la uniformidad entre los cristianos, con el fin de que no haya disidentes. Pero los que creemos en la libertad, no tenemos miedo a la discrepancia, ni al diálogo abierto porque pensamos que eso nos hace crecer como personas y nos ayuda a ser tolerantes con el prójimo. La apertura ideológica nos permite cuestionar las cosas sin tabúes y, así, permitimos el desarrollo integral de nuestra existencia.
Ni siquiera tenemos miedo a reconsiderar lo que nos han enseñado en el pasado como Palabra de Dios y concluir que, en algunas ocasiones, ha sido palabra de hombres. Somos libres porque Cristo nos ha hecho libres y nos ha dado una mente libre, un pensamiento libre, una conciencia libre y una voluntad libre. Por eso, no nos da miedo enfrentarnos a los saqueadores.
Sobre el autor:
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*Pedro Álamo es Bachiller en Teología, Licenciado en Psicología, Pastor y Profesor de Teología hasta el año 2001. Actualmente ejerce como delegado comercial en una Compañía de servicios tecnológicos para editoriales. Autor de "La iglesia como comunidad terapéutica", publicado por la Editorial Clie y "Llamados a restaurar", pendiente de edición. Miembro de la Iglesia Betel, en L'Hospitalet de Llobregat, Barcelona. Ha participado en tertulias radiofónicas sobre temas especializados de Teología en Onda Rambla, Barcelona.
Uno de los grandes peligros que acechan la libertad cristiana tiene que ver con aquellos que pretenden introducirse en la vida de los demás, imponiendo normas y conductas al más puro estilo farisaico. Son los saqueadores de mentes.
El apóstol Pablo ya habló de ellos en su carta a los Gálatas, capítulo 5, versos 7 al 12.
Si bien, en los versos anteriores, el apóstol ha señalado otro peligro, con unas connotaciones más ideológicas, el del retroceso que busca la seguridad de lo ya establecido, de lo tradicional, de lo transmitido por generaciones…, ahora Pablo se centra en el terreno personal, el de los instigadores, los saqueadores de mentes, los perturbadores (v.12), para los que ya tiene una sentencia: ¡Que se mutilen!.
El peligro de los saqueadores de mentes es muy dañino porque afecta a todos los que les rodean (v.9: “un poco de levadura leuda toda la masa”). El tema es grave, porque el apóstol denuncia que eso es ir en contra de la verdad del evangelio (vs.7-8).
Los saqueadores de mentes son sutiles, sibilinos. Con apariencia de verdad destruyen la doctrina cristiana. Su lenguaje es espiritual, bíblico, evangélico, casi celestial, pero su enseñanza es diabólica y, el resultado, es totalmente destructivo. Su centro de atención reiterativo es definir y delimitar lo que es pecado; es su tema favorito, al punto de arrastrar a los creyentes hacia su manera de pensar a través de los complejos de culpa. Son saqueadores de mentes.
Estos perturbadores, víctimas de la envidia, pueden estar “machacando” a otros cristianos para que no disfruten de lo que Dios les ha concedido tener y tratarán de que no vivan en libertad, la que se ha recibido de Cristo. Por ello, constantemente, están buscando normas que aseguren la estabilidad, provocando una huída de la reflexión y señalando los peligros del progreso y las nuevas ideas, mientras se mantiene una actitud paternalista. Todo ello hará que se cercene nuestra más importante herencia recibida: la libertad.
Los saqueadores de mentes intentan llevar a los miembros de la comunidad al terreno del pecado, nunca al de la gracia y el perdón de Dios. No quiero decir que no haya que hablar del pecado, pero sí deseo enfatizar que hay que hablar, sobre todo, de la misericordia del Señor que es capaz de perdonar y restaurar al que tropieza. Esto es puro evangelio.
Jesús de Nazaret se hacía seguir de publicanos, pecadores, mujeres sospechosas de vidas ligeras… No tuvo palabras duras para ellos, sino para los saqueadores de mentes que pretendían imponer los criterios esclavizantes para mantener sometido al pueblo.
¿Qué hacen los saqueadores de mentes?
Enseñan la ley y ponen norma sobre norma. Hacen sentir mal al pueblo que no sigue sus directrices. Señalan con el dedo para que no se junten con el que piensa de otra manera. Juzgan a los que no se ajustan a sus enseñanzas y lo harán en nombre del evangelio. Condenan al que no se arrepiente de lo que ellos consideran un atentado a la palabra de Dios y a la sana doctrina… No hacen más que perturbar la paz que tenemos en Cristo.
El peligro de los saqueadores de mentes está al acecho para buscar la uniformidad entre los cristianos, con el fin de que no haya disidentes. Pero los que creemos en la libertad, no tenemos miedo a la discrepancia, ni al diálogo abierto porque pensamos que eso nos hace crecer como personas y nos ayuda a ser tolerantes con el prójimo. La apertura ideológica nos permite cuestionar las cosas sin tabúes y, así, permitimos el desarrollo integral de nuestra existencia.
Ni siquiera tenemos miedo a reconsiderar lo que nos han enseñado en el pasado como Palabra de Dios y concluir que, en algunas ocasiones, ha sido palabra de hombres. Somos libres porque Cristo nos ha hecho libres y nos ha dado una mente libre, un pensamiento libre, una conciencia libre y una voluntad libre. Por eso, no nos da miedo enfrentarnos a los saqueadores.
Sobre el autor:
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*Pedro Álamo es Bachiller en Teología, Licenciado en Psicología, Pastor y Profesor de Teología hasta el año 2001. Actualmente ejerce como delegado comercial en una Compañía de servicios tecnológicos para editoriales. Autor de "La iglesia como comunidad terapéutica", publicado por la Editorial Clie y "Llamados a restaurar", pendiente de edición. Miembro de la Iglesia Betel, en L'Hospitalet de Llobregat, Barcelona. Ha participado en tertulias radiofónicas sobre temas especializados de Teología en Onda Rambla, Barcelona.
Fuente: Lupaprotestante, España.
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