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domingo, 27 de mayo de 2012

INCIDENCIA PÚBLICA EVANGÉLICA (II): Presencia y ausencia pública

Por Hilario Wynarczyk, Argentina*
Actualmente, por contaste con lo que hemos hablado acerca de los procesos de movilización social de protesta por la igualdad de cultos en la década de 1990, y pese a su caudaloso público, los evangélicos no tienen casi ninguna incidencia pública fuera de su propio espacio religioso. Pero debemos recalcar que aquí hablamos de incidencia pública en el sentido de una incidencia cívica. Básicamente queremos decir con esto que los evangélicos no colocan ni sostienen puntos en la agenda pública de la política, la educación, la economía.
Un dato relevante y simple que permite constatar por un camino indirecto esa afirmación, es que los evangélicos existen poco y nada en el “diálogo inter-religioso” (que no es lo mismo que el “movimiento ecuménico”, especialmente vigoroso en décadas anteriores). En efecto, están presentes los católicos, que funcionan como el motor del diálogo mencionado, los judíos y musulmanes, y algunos pastores luteranos.
Por otra parte, en votaciones que tuvieron lugar entre el 2003 y el 2009 hubo candidatos evangélicos en varios tendencias políticas, dato muy positivo desde el punto de vista del fortalecimiento del sistema democrático. Antes, sobre todo en la década de los 90, algunos evangélicos intentaron crear partidos políticos confesionales, pero sus intentos fracasaron. Ahora, otros evangélicos trataron de construir una participación electoral en partidos argentinos “seculares”.
En ese lapso, del 2003 al 2009, de 9 candidatos pentecostales ninguno obtuvo un cargo. De 5 evangelicales, y luego de varios fracasos, 3 consiguieron cargos. Después, entre julio y agosto del 2011 hubo alrededor de un centenar de candidatos de extracción evangélica, participando en varios partidos, y unas 10 de estas personas consiguieron cargos, en general cargos de menor relevancia. Mientras tanto, una figura femenina que se había constituido en emblemática de la presencia evangélica en la política, perdió el cargo que había conseguido, sin dejar por eso, ciertamente, de ser una personalidad con bastante presencia en los medios.
¿Por qué pasa todo esto?
En el ámbito de nuestro estudio existen personas que comienzan a cuestionarse esta situación y se preguntan cuál es la causa de esta ausencia, y de “la pobre imagen” de los evangélicos en la sociedad argentina. Delante de esas inquietudes aquí solamente podemos presentar algunas líneas explicativas que funcionan como hipótesis o supuestos que necesitarían toda una reunión de análisis. Son por otra parte hipótesis y reflexiones desde mi personal perspectiva. Y recordemos que estas reflexiones se refieren específicamente al numeroso y dinámico polo de las iglesias conservadoras bíblicas.
Algunas de las causas de esta situación se encuentran en el hecho de que las iglesias evangélicas crecieron en gran medida a través de sectores de la población de menores ingresos y menores niveles de instrucción, sectores que han estado cortados de la reflexión política y social.
Aquella condición, localizada en la estructura social, se vio reforzada históricamente por la difusión de la herencia teológica que inducía a las personas a apartarse del “mundo” y muy específicamente de la política.
Creo que a la fusión de las causas mencionadas, unas estructurales y otras históricas, se les sumó la influencia de corrientes periodísticas y de opinión que calificaron a los evangélicos como “sectas”, en un proceso que hallaba un fuerte sustento en la discriminación jurídica todavía vigente en la Argentina, un fenómeno de etiquetamiento infamante que resultó especialmente fuerte en las décadas de 1980 y 1990.
El conjunto de los factores pudo haber incidido en la internalización (internalización dentro de la propia conciencia de los evangélicos), de una percepción de sí mismas como iglesias socialmente subalternas o de segunda clase. Y esto pudo haber generado una consiguiente reacción de búsqueda de reconocimiento público hacia los evangélicos de parte de actores del Estado, por momentos insuficientemente reflexiva.
Como si ésta fuese una orientación hacia el cambio frente a los datos de la realidad apuntados, podríamos asumir que entre los conservadores bíblicos hay un enfoque orientado a lograr que las iglesias adquieran en la sociedad argentina alguna influencia de tipo cívico o, para decirlo en términos más característicos de su cultura religiosa, un “impacto” en la esfera cívica. Por si solo, ese parece un dato muy importante. Sin embargo, es posible advertir cierta falta de experiencia detrás de esta retórica, tal vez asociada a las marcas estructurales e históricas expuestas en los párrafos anteriores. Las condiciones del crecimiento evangélico y la fuerza explosiva de la teología de tipo carismático que nutre las iglesias (decimos carismático en sentido amplio, sin referencia a una corriente en particular), posiblemente inducen, además, a una sobrevaloración mesiánica de lo que realmente las iglesias pueden hacer o dar en la sociedad argentina. La idea de impacto no deja de estar estrechamente enlazada con la pulsión salvacionista por parte de actores que tendrían supuestamente la capacidad de purificar y mejorar la sociedad que por principio sería un lugar pecaminoso.
Tal autopercepción y sobrevaloración del propio sujeto es en sí misma discutible. Pero reúne por otra parte las condiciones para avanzar en una dirección opuesta a los valores del pluralismo propio de la democracia, y de la rica herencia protestante de pensamiento cívico. De hecho, esa clase de orientación de la conducta puede encaminarse por una vía opuesta a la herencia histórica protestante de separación de religión y Estado, una herencia que tuvo algunas figuras señeras en la historia del país. El camino señalado por ese bagaje de pensamientos y conductas es, por otra parte, el único que puede garantizar el fundamento teórico para un reclamo por la abolición de cualquier monopolio religioso instalado en el derecho eclesiástico del Estado, tema que le interesa sobre todo a las iglesias mayoritarias del campo evangélico de la Argentina.
Mientras tanto, salvo temas de moral sexual y reproductiva, numerosos ítems que preocupan a la sociedad nacional desde el punto de vista del amor, la justicia y la ética pública, continúan como áreas de vacancia cívica, y hasta de vacancia del discurso profético quizás, en el espacio de nuestro análisis.

*Hilario Wynarczyk, es reconocido como el sociólogo argentino que más exhaustivamente ha estudiado a los evangélicos. Sobre los temas de esta nota, Wynarczyk expuso sus rigurosas investigaciones en dos libros publicados en el ámbito universitario argentino, “Ciudadanos de dos mundos. El movimiento evangélico en la vida pública argentina, 1980-2001” (UNSAM Edita, empresa editorial de la Universidad Nacional de San Martín, 391 páginas) y “Sal y luz a las naciones. Evangélicos y política, 1980-2001” (Instituto Di Tella y Siglo XXI Iberoamericana, 222 páginas).

Fuente: gemrip

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