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miércoles, 30 de mayo de 2012

Los evangélicos latinoamericanos y la Palabra encarnada

En América Latina los evangélicos somos conocidos como “la gente del Libro”.
Por. Francisco Rodés, CUBA
La Biblia en la mano de los creyentes que asisten al templo es la imagen que nos caracteriza. Y nosotros nos sentimos orgullosos de que esta fue la herencia que hemos recibido de nuestros padres fundadores, los cuales iniciaron sus incursiones por este continente siendo colportores, distribuidores del sagrado texto. Así comenzó nuestra historia como el pueblo del Libro.
Sin embargo, no debemos olvidar que no somos los únicos que se fundamentan en un libro sagrado. Los musulmanes tienen su Corán, el cual no solo estudian, sino que procuran memorizar. Ellos sienten una devoción especial por cada palabra que brota de él. También los judíos tienen una larga tradición de estudio reverente por la Torah o Biblia hebrea.
Estas tres grandes religiones se caracterizan por esta fe de la revelación escrita en un libro. Pero aún, cuando compartimos una devoción por la palabra escrita, aunque parezca paradójico, los cristianos consideramos el Libro como un puente que nos conduce a la revelación definitiva, que no es otra que una persona. ¨Ustedes escudriñan las Sagradas Escrituras –dice Jesús- porque les parece que en ellas tienen la vida eterna ¡Y son ellas las que dan testimonio de mí! (Juan 5.39, versión Lenguaje Actual). Lo importante de las Escrituras es el testimonio que recogen acerca de Jesús, el cual es el centro y la revelación suprema de Dios.
Esto que parece tan simple, tiene grandes implicaciones, porque la Biblia no es un fin en sí misma, ni puede convertirse en objeto de idolatría. La inclinación natural cuando se tiene un objeto sagrado, es convertirlo en un amuleto o talismán con poderes mágicos. Nos consta que hay evangélicos que la tienen como un talismán. No, la Biblia no está para ser idolatrada, sino para ser leída y entendida con reverencia, porque ella nos ilumina el camino a Jesucristo.
El Evangelio de Juan expresa, con un lenguaje que no da lugar a dudas, que la Palabra (también se llama Verbo), se hizo ¨carne y habitó entre nosotros¨ (Juan 1.14). Y en la Epístola de Juan, se afirma ¨lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos, referente al verbo de vida¨ (lra. Juan 1.1ª).
Una clara alusión no a una palabra escrita, sino a una vida, una persona humana, que trasmite la revelación divina. Esto que afirmamos en todos los credos, que creemos todos los cristianos, parece no tener un impacto serio en la forma de vivir y cumplir la misión en el mundo de muchos creyentes en América Latina.
Lo que quiero decir es que solo la vida transmite vida. El lenguaje hablado o escrito, por muy importante que sea para la comunicación de un mensaje o una enseñanza, en el caso de la evangelización se queda cojo si no hay detrás de ese lenguaje un testimonio viviente, una vida que sirva de confirmación del mismo. Y, lamentablemente, se cree que difundiendo literatura, apelando a los medios de comunicación y a las técnicas publicitarias más adelantadas se está dando a conocer a Jesucristo al mundo. No, con eso solo estamos promoviendo el consumo de un producto religioso, como se promueve la venta de un perfume o un carro nuevo. No quiero decir que no hagamos distribución de las Sagradas Escrituras o anunciemos nuestras actividades públicamente, lo que quiero decir que podemos equivocarnos si pensamos que en la propaganda radica la eficacia de la evangelización del mundo.
Por ejemplo el testimonio de unidad del pueblo de Dios es, en las propias palabras de Jesús, el respaldo para que el mundo crea (“para que todos sean uno….para que el mundo crea que tú me enviaste”, Juan 17.21) ¨Como el Padre me envió, así yo los envío a ustedes¨ (Juan 20.21). La palabra encarnada en Jesús fue el camino que escogió Dios para revelarse al mundo, es también el modo en que los cristianos están llamados a cumplir la misión en el mundo. Esta encarnación de Dios en la forma de un siervo (Filp. 2) es el modelo para vivir los cristianos la fe. Nada puede sustituir la proclamación que se hace con la propia vida.
La vida nueva se trasmitió en los primeros tiempos del cristianismo por el contagio directo de persona a persona, ganándose la admiración del pueblo que vio a los cristianos como una comunidad diferente, “!miren como se aman!” -decían en la antigüedad de los primeros cristianos. En la vida real de comunidades solidarias, fraternas, comprometidas con las causas justas, que aspiran a un mundo donde mora la justicia¨, que practican el perdón y la reconciliación, es la mejor expresión del mensaje evangélico en el mundo descreído de hoy.
Por supuesto que el camino de la encarnación es el sendero estrecho, es la negación de todo egoísmo, es la disposición a crucificar el yo en la cruz del amor divino. Es más fácil promover un evangelio de ¨bendiciones¨, de seguridades y de prosperidad personal. Es más fácil poner altoparlantes (que ya están siendo una plaga indeseable en los vecindarios), que vivir el amor de Dios que busca al enfermo, al preso, al marginado y al oprimido.
Ser un evangelio viviente, una luz en el sendero oscuro del mundo es mucho más que difundir un libro, es comunicar una vida resucitada que trae esperanza y alegría al mundo. Eso es lo que más necesitamos hoy en América Latina.



1 comentario:

Marc Pesaresi dijo...

Discrepo: somos conocidos por los pastores que "roban" por causa de los hechos de algunos. Eso es lo que dice hoy en día, mucha gente, al menos en la Patagonia, lugar donde habito. Lamentable pero verdad. También, por lo rimbombante de algunos títulos que se cuelgan: ya no basta ser pastor, ahora se requiere ser apóstol y si se es profeta, o sea, mero conjeturador del porvenir, mucho mejor. Da más chapa ante el pueblo.