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miércoles, 15 de abril de 2015

El Nuevo Testamento y su enseñanza sobre homosexualidad



José Manuel González Campa, España
Romanos 1 es uno de los pasajes más serios y enjundiosos de las Escrituras referidos a la conducta humana.
Empezaremos citando unos textos de un pasaje del Nuevo Testamento, del que se supone, por muchos, y a través de veinte siglos, que, en esta porción o perícopa, hay una condena radical, de naturaleza ético-moral, de cualquier persona que tenga tendencias o practique actividades de tipo homosexual. Yo intentaré hacerles comprender que a la luz de una exégesis correcta de dichos textos, y de la interpretación hermenéutica que se desprende de los mismos, esa condena no se justifica. Transcribiremos el pasaje, que se encuentra en la carta a los Romanos. Se trata de un pasaje muy importante en cuanto a la problemática de la homosexualidad que venimos tratando. También hay otros, que vamos a analizar, en la carta a los Corintios, en la 1ª carta a Timoteo y, así mismo, en la carta a los Efesios. Pero ahora vamos a recordar Romanos 1 a partir del verso 18; se trata de uno de los pasajes más serios y enjundiosos de las Escrituras novotestamentarias, en términos muy amplios, y que contiene aspectos, de gran calado etiopatogénico, en lo que se refiere a la conducta humana, y que afectan a aquellos rasgos o caracteres que trascienden la actitud y las inclinaciones sexuales de las personas. Pero parece ser que ciertos interpretes solo se fijan en algunas de estas conductas, especialmente las que se relacionan con la realización de la psicosexualidad, y no en otras. El pasaje dice así:
“Porque la ira de Dios, -el sentido de la palabra ira no tiene el significado que nosotros le damos habitualmente; más bien podríamos pensar en el desagrado de Dios (ante las conductas desestructuradoras de los seres humanos, que alienan su vida y dan al traste con la posibilidad para conseguir una realización inmanente y trascendente)- se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen -literalmente que reprimen- con injusticia la verdad (reprimir algo es sacarlo o expulsarlo fuera del campo de la conciencia; es decir, interiorizarlo y enterrarlo en la parte más inaccesible e inconsciente de la mente, olvidándose de ello como si uno (mi YO) nunca lo hubiese conocido). Porque lo que de Dios se conoce –o lo conocido de Dios– les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos (gr.=reflexiones), y su necio corazón fue entenebrecido (gr.= lleno de obscuridades escotómicas). Profesando ser sabios, se hicieron necios –literalmente insensatos o locos–; y cambiaron -literalmente transformaron (este término es fundamental para entender este pasaje) realizaron un acto consciente- la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre, (de ser humano- habría que leer si queremos ser fieles a los textos más antiguos) corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia (gr= depravación), en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando - literalmente adorando- y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.
Por esto Dios los entregó (verbo que traducido del griego significa: dar permiso para, conceder, permitir) a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres –literalmente- sus féminas (para mujeres, en el Nuevo Testamento, se emplean diversos términos, según sea una mujer casada o soltera y virgen, pero aquí se emplea un término que es único, que define perfectamente a una mujer desde el punto de vista físico, desde el punto de vista fisiológico, desde el punto de vista hormonal y desde el punto de vista genital. Esta es la única vez en el Nuevo Testamento que se emplea este término, y es importante porque en el contexto se va a hablar de la homosexualidad) cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.
Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó-a una mente reprobada (falsa, ilegítima) para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, (término no original) perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, -literalmente odiadores de Dios- injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, -sin discernimiento- desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido –o conocido- el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican”.( Rom 1: 18-32)
Hemos visto, en capítulos anteriores, que la Ciencia no tiene dudas sobre el problema de la bisexualidad humana. Intentaremos investigar si la Teología tampoco las tiene. Desde el punto de vista científico los seres humanos somos todos bisexuales. Desde el punto de vista de la revelación de Dios ¿somos también bisexuales? Eso es lo que vamos a procurar esclarecer. Volviendo a criterios científicos, en materia psico-sexual, todos somos bisexuales desde el punto de vista embriológico; es decir, desde las primeras semanas de la gestación de un ser. Todos somos bisexuales desde el punto de vista hormonal, todos tenemos en nuestro organismo hormonas masculinas y femeninas en mayor o menor proporción según seamos varones o mujeres. Y lo más importante, desde una concepción bíblico-teológica de la sexualidad, descubrimos que existe, también, una bisexualidad psicológica. Cuando estudiamos la tectónica de la personalidad, nos encontramos con que el ser humano es una unidad psicosomática, constituida por un cuerpo (gr= soma), un alma (gr= psique) y un espíritu (gr= pneuma). Cuando desde el punto de vista científico hablamos de la mente, desde el punto de vista teológico hablamos del alma-espíritu, que son las dos grandes parcelas que constituyen la esfera de nuestra intimidad y que la Biblia llama corazón. Es decir, cuando queremos hablar de esa esfera de la intimidad que no es materia, pero que tiene una relación inextricable con la materia, hablamos del alma, del alma-espíritu, del espíritu o del corazón del hombre. Al hombre (gr= antropos = ser humano) no se le puede dicotomizar; pero cuando desde el ámbito teológico se afirma que el hombre es un ser tripartito, se está distorsionando y conculcando toda la enseñanza de la antropología bíblica tanto vetero como novotestamentaria. Las doctrinas trinitarias llevadas a extremos exasperantes constituyen una argumentación inaceptable con la finalidad de conseguir sus fines dogmáticos y aberrantes. No se puede realizar una dicotomización de Dios, como tampoco se puede hacer del Hombre.
El hombre no es un ser tripartito. El hombre es uno en la medida que Dios es uno. ¿Qué dice la Escritura al respecto? La Escritura dice que Dios es uno, y para expresar esa realidad emplea un término, el primer término de dimensión metafísica y transcendente, que tenemos en la Biblia. La primera revelación de Dios es su nombre: Elohim. Elohim, es un sustantivo plural, en el hebreo, y significa Uno en el que hay Varios. En mi criterio Dios se nos revela como una Persona Colectiva. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Cuando Dios crea al hombre al principio, no los crea como Adán y Eva. Es importante que entendamos esto. Ellos fueron, onomásticamente, Adán y Eva después de lo que se conoce como la caída, o lo que yo denomino desestructuración amártica del ser humano. En Génesis 1, 26 y 27 dice Dios: hagamos al hombre (Dios habla en plural), a nuestra imagen, término hebreo celen que literalmente significa copia. Pero hay que ver todo el sentido etimológico del término: el sentido, más propio de imagen es, literalmente, como una sombra nuestra. Cuando Dios crea al hombre le llama Adán, porque Adán es un sustantivo derivado de “adamat” que significa tierra; es decir, aquel ser creado por Dios y tomado de la tierra. Y esto se puede entender en sentido literal porque no hay, orgánicamente, nada en nuestro cuerpo, que no se encuentre en el corazón de la tierra. Estamos hablando, científicamente, de una realidad innegable, en lo que respecta a la parte material de nuestro ser. El hombre es creado a imagen y semejanza de Dios y en relación orgánica con el Cosmos. El hombre es, primordialmente, la sombra de Dios en el mundo. El canal a través del cual Dios puede transmitir su Revelación. Revelación que alcanza al hombre y a todo el Universo. También el hombre es aquel ser que Dios crea para su propia Realización.
Siempre se habla de la realización del hombre y casi nunca de la realización de Dios, pero el tema de la realización de Dios está en la Escritura explicitado claramente. Dios se realiza en entidades colectivas, y no solo en individuos; el primer hombre que crea es su sombra. A su semejanza, quiere decir conforme a su apariencia. Dice en Génesis 1:27 “A imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó.” En el capítulo 5 de Génesis se vuelve a repetir esta revelación: “el día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo. Varón y hembra los creó, y los bendijo, y llamó el nombre de ellos ADAN, el día que fueron creados.” (Gen 5:1-2) Es decir que cuando Dios crea a la primera pareja, les pone un solo nombre para los dos individuos que la componen; en otras palabras, los crea como una Persona Colectiva. El nombre de Eva no se lo puso Dios a la mujer, se lo puso el varón que se arrogó para sí mismo aquello que también le correspondía a ella. Pero cuando Dios crea al varón y a la mujer, cuando Dios crea al varón y a la varona, como consta en el capítulo 2 de Génesis (Gen 2:23), crea el masculino y el femenino de una misma realidad (en hebreo: Ish= varón y Ishshah= varona). En el hebreo, tienen un solo nombre (ADAN) porque son una persona colectiva, son una sola persona.
Yo creo que si el pecado (la desestructuración amártica) no hubiera entrado en la realidad antropológica llamada ADAN los seres humanos tendríamos un solo nombre: El Hombre. Cuando se afirma que el hombre es un ser tripartito, se está dicotomizando al mismo, dividiéndolo y diseccionándolo en un cuerpo por una parte, un alma por otra y un espíritu por otra. Esto aparte de ser una falacia aristotélica o cartesiana, es la expresión de una clara y manifiesta ignorancia científica. El hombre es uno y solo la separación parentética, por la realización tanática de la muerte, crea una ruptura psico-somática hasta que llegue el día de la Resurrección. Pero hasta ese momento del devenir escatológico, que afectará al hombre y al cosmos, nadie puede meter el bisturí para separar el cuerpo del alma y el alma del espíritu. El hombre es uno y funciona como uno, o como diríamos en el campo de la antropología y de la medicina, funciona como UNA UNIDAD PSICOSOMÁTICA. En esa parte de la esfera de la intimidad del hombre, en los estratos más profundos de su corazón, se encuentran reprimidos una serie de contenidos de la mayor trascendencia que son los que, cuando se manifiestan, contaminan la vida del hombre. También, desde el punto de vista de la bisexualidad, la Revelación bíblica nos declara que el hombre es un ser bisexual. Dios crea al hombre como varón y como varona y le pone un solo nombre. Esa bisexualidad no quiere decir que el Adán que Dios creó, a su imagen y semejanza, fuese un ser hermafrodita, dotado de aparato masculino y femenino. Sino que el hombre fue creado como un ser bisexual con una dimensión masculina y otra femenina conforme a los arquetipos que había en el mismo seno de la Divinidad. Y esa dimensión masculina y femenina la llevamos impresa, hormonalmente y psicológicamente, hasta el día de hoy. Nuestra bisexualidad embrionaria, hormonal, bioquímica y psicológica es una demostración de cómo Dios los creó en el principio.
Esta bisexualidad se manifiesta en cada uno de los dos sexos y surge de lo más profundo de la esfera de nuestra intimidad fisiológica y psicológica. En la esfera no material y transcendente, de ese corazón del hombre, hay una parcela consciente, que es lo que se llama el YO,(aquello que nos permite tomar consciencia de lo que sabemos de nosotros mismos, de nuestra identidad y de la realidad entornarte en que vivimos). A esta realidad YOICA corresponden solo el 25 por ciento de todos los contenidos de nuestra psique. El 75 por ciento de los demás contenidos son inconscientes. Están dentro de nosotros pero no los conocemos; de tal manera que yo no soy consciente de los impulsos, sentimientos y pensamientos que subliminalmente pueblan y viven reprimidos en lo más profundo de mí ser. Por el contrario, mi ello o inconsciente conoce perfectamente lo que yo vivencio en el estrato más superficial de mi estructura anímica. Es importante que intentemos comprender esto: Es decir, yo desconozco los complejos psicológicos que se albergan en la zona más obscura, profunda e inaccesible de mí ser. Aparecen en mi mente pensamientos, sentimientos y deseos que desconozco como se gestaron. Sin embargo mi inconsciente sí sabe todo lo que yo pienso, siento y deseo. Por consiguiente nos movemos, fundamentalmente, por motivaciones inconscientes. De esa esfera inconsciente nacen todas las tendencias instintivas que tenemos los seres humanos y que informan nuestra conducta.  Continuará la próxima semana…

Fuente: Protestantedigital, 2015.

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