José
Manuel González Campa, España
Romanos
1 es uno de los pasajes más serios y enjundiosos de las Escrituras referidos a
la conducta humana.
Empezaremos
citando unos textos de un pasaje del Nuevo Testamento, del que se supone, por
muchos, y a través de veinte siglos, que, en esta porción o perícopa, hay una
condena radical, de naturaleza ético-moral, de cualquier persona que tenga
tendencias o practique actividades de tipo homosexual. Yo intentaré hacerles
comprender que a la luz de una exégesis correcta de dichos textos, y de la
interpretación hermenéutica que se desprende de los mismos, esa condena no se
justifica. Transcribiremos el pasaje, que se encuentra en la carta a los
Romanos. Se trata de un pasaje muy importante en cuanto a la problemática de la
homosexualidad que venimos tratando. También hay otros, que vamos a analizar,
en la carta a los Corintios, en la 1ª carta a Timoteo y, así mismo, en la carta
a los Efesios. Pero ahora vamos a recordar Romanos 1 a partir del verso 18; se
trata de uno de los pasajes más serios y enjundiosos de las Escrituras
novotestamentarias, en términos muy amplios, y que contiene aspectos, de gran
calado etiopatogénico, en lo que se refiere a la conducta humana, y que afectan
a aquellos rasgos o caracteres que trascienden la actitud y las inclinaciones
sexuales de las personas. Pero parece ser que ciertos interpretes solo se fijan
en algunas de estas conductas, especialmente las que se relacionan con la
realización de la psicosexualidad, y no en otras. El pasaje dice así:
“Porque
la ira de Dios, -el sentido de la palabra ira no tiene el significado que
nosotros le damos habitualmente; más bien podríamos pensar en el desagrado de
Dios (ante las conductas desestructuradoras de los seres humanos, que alienan
su vida y dan al traste con la posibilidad para conseguir una realización
inmanente y trascendente)- se revela desde el cielo contra toda impiedad e
injusticia de los hombres que detienen -literalmente que reprimen- con
injusticia la verdad (reprimir algo es sacarlo o expulsarlo fuera del campo de
la conciencia; es decir, interiorizarlo y enterrarlo en la parte más
inaccesible e inconsciente de la mente, olvidándose de ello como si uno (mi YO)
nunca lo hubiese conocido). Porque lo que de Dios se conoce –o lo conocido de
Dios– les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles
de él su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación
del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no
tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios,
ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos
(gr.=reflexiones), y su necio corazón fue entenebrecido (gr.= lleno de
obscuridades escotómicas). Profesando ser sabios, se hicieron necios
–literalmente insensatos o locos–; y cambiaron -literalmente transformaron
(este término es fundamental para entender este pasaje) realizaron un acto
consciente- la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre,
(de ser humano- habría que leer si queremos ser fieles a los textos más
antiguos) corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
Por
lo cual también Dios los entregó a la inmundicia (gr= depravación), en las
concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios
cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando -
literalmente adorando- y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el
cual es bendito por los siglos. Amén.
Por
esto Dios los entregó (verbo que traducido del griego significa: dar permiso
para, conceder, permitir) a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres
–literalmente- sus féminas (para mujeres, en el Nuevo Testamento, se emplean
diversos términos, según sea una mujer casada o soltera y virgen, pero aquí se
emplea un término que es único, que define perfectamente a una mujer desde el
punto de vista físico, desde el punto de vista fisiológico, desde el punto de
vista hormonal y desde el punto de vista genital. Esta es la única vez en el
Nuevo Testamento que se emplea este término, y es importante porque en el
contexto se va a hablar de la homosexualidad) cambiaron el uso natural por el
que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso
natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo
hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la
retribución debida a su extravío.
Y
como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó-a una mente
reprobada (falsa, ilegítima) para hacer cosas que no convienen; estando
atestados de toda injusticia, fornicación, (término no original) perversidad,
avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y
malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, -literalmente
odiadores de Dios- injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males,
desobedientes a los padres, necios, -sin discernimiento- desleales, sin afecto
natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido –o conocido-
el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no
sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican”.( Rom
1: 18-32)
Hemos
visto, en capítulos anteriores, que la Ciencia no tiene dudas sobre el problema
de la bisexualidad humana. Intentaremos investigar si la Teología tampoco las
tiene. Desde el punto de vista científico los seres humanos somos todos
bisexuales. Desde el punto de vista de la revelación de Dios ¿somos también
bisexuales? Eso es lo que vamos a procurar esclarecer. Volviendo a criterios
científicos, en materia psico-sexual, todos somos bisexuales desde el punto de
vista embriológico; es decir, desde las primeras semanas de la gestación de un
ser. Todos somos bisexuales desde el punto de vista hormonal, todos tenemos en
nuestro organismo hormonas masculinas y femeninas en mayor o menor proporción
según seamos varones o mujeres. Y lo más importante, desde una concepción bíblico-teológica
de la sexualidad, descubrimos que existe, también, una bisexualidad
psicológica. Cuando estudiamos la tectónica de la personalidad, nos encontramos
con que el ser humano es una unidad psicosomática, constituida por un cuerpo
(gr= soma), un alma (gr= psique) y un espíritu (gr= pneuma). Cuando desde el
punto de vista científico hablamos de la mente, desde el punto de vista
teológico hablamos del alma-espíritu, que son las dos grandes parcelas que
constituyen la esfera de nuestra intimidad y que la Biblia llama corazón. Es
decir, cuando queremos hablar de esa esfera de la intimidad que no es materia,
pero que tiene una relación inextricable con la materia, hablamos del alma, del
alma-espíritu, del espíritu o del corazón del hombre. Al hombre (gr= antropos =
ser humano) no se le puede dicotomizar; pero cuando desde el ámbito teológico
se afirma que el hombre es un ser tripartito, se está distorsionando y
conculcando toda la enseñanza de la antropología bíblica tanto vetero como
novotestamentaria. Las doctrinas trinitarias llevadas a extremos exasperantes
constituyen una argumentación inaceptable con la finalidad de conseguir sus
fines dogmáticos y aberrantes. No se puede realizar una dicotomización de Dios,
como tampoco se puede hacer del Hombre.
El
hombre no es un ser tripartito. El hombre es uno en la medida que Dios es uno.
¿Qué dice la Escritura al respecto? La Escritura dice que Dios es uno, y para
expresar esa realidad emplea un término, el primer término de dimensión
metafísica y transcendente, que tenemos en la Biblia. La primera revelación de
Dios es su nombre: Elohim. Elohim, es un sustantivo plural, en el hebreo, y
significa Uno en el que hay Varios. En mi criterio Dios se nos revela como una
Persona Colectiva. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Cuando Dios
crea al hombre al principio, no los crea como Adán y Eva. Es importante que
entendamos esto. Ellos fueron, onomásticamente, Adán y Eva después de lo que se
conoce como la caída, o lo que yo denomino desestructuración amártica del ser
humano. En Génesis 1, 26 y 27 dice Dios: hagamos al hombre (Dios habla en
plural), a nuestra imagen, término hebreo celen que literalmente significa
copia. Pero hay que ver todo el sentido etimológico del término: el sentido,
más propio de imagen es, literalmente, como una sombra nuestra. Cuando Dios
crea al hombre le llama Adán, porque Adán es un sustantivo derivado de “adamat”
que significa tierra; es decir, aquel ser creado por Dios y tomado de la
tierra. Y esto se puede entender en sentido literal porque no hay,
orgánicamente, nada en nuestro cuerpo, que no se encuentre en el corazón de la
tierra. Estamos hablando, científicamente, de una realidad innegable, en lo que
respecta a la parte material de nuestro ser. El hombre es creado a imagen y
semejanza de Dios y en relación orgánica con el Cosmos. El hombre es,
primordialmente, la sombra de Dios en el mundo. El canal a través del cual Dios
puede transmitir su Revelación. Revelación que alcanza al hombre y a todo el
Universo. También el hombre es aquel ser que Dios crea para su propia
Realización.
Siempre
se habla de la realización del hombre y casi nunca de la realización de Dios,
pero el tema de la realización de Dios está en la Escritura explicitado
claramente. Dios se realiza en entidades colectivas, y no solo en individuos;
el primer hombre que crea es su sombra. A su semejanza, quiere decir conforme a
su apariencia. Dice en Génesis 1:27 “A imagen de Dios lo creó, varón y hembra
los creó.” En el capítulo 5 de Génesis se vuelve a repetir esta revelación: “el
día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo. Varón y hembra los
creó, y los bendijo, y llamó el nombre de ellos ADAN, el día que fueron
creados.” (Gen 5:1-2) Es decir que cuando Dios crea a la primera pareja, les
pone un solo nombre para los dos individuos que la componen; en otras palabras,
los crea como una Persona Colectiva. El nombre de Eva no se lo puso Dios a la
mujer, se lo puso el varón que se arrogó para sí mismo aquello que también le
correspondía a ella. Pero cuando Dios crea al varón y a la mujer, cuando Dios
crea al varón y a la varona, como consta en el capítulo 2 de Génesis (Gen
2:23), crea el masculino y el femenino de una misma realidad (en hebreo: Ish=
varón y Ishshah= varona). En el hebreo, tienen un solo nombre (ADAN) porque son
una persona colectiva, son una sola persona.
Yo
creo que si el pecado (la desestructuración amártica) no hubiera entrado en la
realidad antropológica llamada ADAN los seres humanos tendríamos un solo
nombre: El Hombre. Cuando se afirma que el hombre es un ser tripartito, se está
dicotomizando al mismo, dividiéndolo y diseccionándolo en un cuerpo por una
parte, un alma por otra y un espíritu por otra. Esto aparte de ser una falacia
aristotélica o cartesiana, es la expresión de una clara y manifiesta ignorancia
científica. El hombre es uno y solo la separación parentética, por la
realización tanática de la muerte, crea una ruptura psico-somática hasta que
llegue el día de la Resurrección. Pero hasta ese momento del devenir
escatológico, que afectará al hombre y al cosmos, nadie puede meter el bisturí
para separar el cuerpo del alma y el alma del espíritu. El hombre es uno y
funciona como uno, o como diríamos en el campo de la antropología y de la
medicina, funciona como UNA UNIDAD PSICOSOMÁTICA. En esa parte de la esfera de
la intimidad del hombre, en los estratos más profundos de su corazón, se
encuentran reprimidos una serie de contenidos de la mayor trascendencia que son
los que, cuando se manifiestan, contaminan la vida del hombre. También, desde
el punto de vista de la bisexualidad, la Revelación bíblica nos declara que el
hombre es un ser bisexual. Dios crea al hombre como varón y como varona y le
pone un solo nombre. Esa bisexualidad no quiere decir que el Adán que Dios
creó, a su imagen y semejanza, fuese un ser hermafrodita, dotado de aparato
masculino y femenino. Sino que el hombre fue creado como un ser bisexual con
una dimensión masculina y otra femenina conforme a los arquetipos que había en
el mismo seno de la Divinidad. Y esa dimensión masculina y femenina la llevamos
impresa, hormonalmente y psicológicamente, hasta el día de hoy. Nuestra
bisexualidad embrionaria, hormonal, bioquímica y psicológica es una
demostración de cómo Dios los creó en el principio.
Esta
bisexualidad se manifiesta en cada uno de los dos sexos y surge de lo más
profundo de la esfera de nuestra intimidad fisiológica y psicológica. En la
esfera no material y transcendente, de ese corazón del hombre, hay una parcela
consciente, que es lo que se llama el YO,(aquello que nos permite tomar
consciencia de lo que sabemos de nosotros mismos, de nuestra identidad y de la
realidad entornarte en que vivimos). A esta realidad YOICA corresponden solo el
25 por ciento de todos los contenidos de nuestra psique. El 75 por ciento de
los demás contenidos son inconscientes. Están dentro de nosotros pero no los
conocemos; de tal manera que yo no soy consciente de los impulsos, sentimientos
y pensamientos que subliminalmente pueblan y viven reprimidos en lo más
profundo de mí ser. Por el contrario, mi ello o inconsciente conoce
perfectamente lo que yo vivencio en el estrato más superficial de mi estructura
anímica. Es importante que intentemos comprender esto: Es decir, yo desconozco
los complejos psicológicos que se albergan en la zona más obscura, profunda e
inaccesible de mí ser. Aparecen en mi mente pensamientos, sentimientos y deseos
que desconozco como se gestaron. Sin embargo mi inconsciente sí sabe todo lo
que yo pienso, siento y deseo. Por consiguiente nos movemos, fundamentalmente,
por motivaciones inconscientes. De esa esfera inconsciente nacen todas las
tendencias instintivas que tenemos los seres humanos y que informan nuestra
conducta. Continuará la próxima semana…
Fuente: Protestantedigital, 2015.
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