Libros
sapienciales (I): Job (II): capítulos 3-31. Nadie escucha realmente a Job para
interesarse por ahondar en su sufrimiento; nadie muestra compasión.
Por.
Cesar Vidal, España
En
la última entrega sobre Job y a sus amigos, les dejamos planteando el conflicto
del mal en una de sus manifestaciones más terribles, la del mal que cae sobre
alguien que no sólo es inocente sino que además es íntegro. Los amigos de Job
–no precisamente los que uno desearía en una situación semejante– no van a
intentar en ningún momento comprender a Job.
Por
el contrario, se acercan a su inmenso dolor desde el prejuicio. Para Elifaz, el
prejuicio es de corte espiritualista o místico (4: 12-16); para Bildad, es la
tradición religiosa (8: 8-10) y para Zofar es el dogma. Nadie escucha realmente
a Job; nadie se interesa por ahondar en el sufrimiento que se extiende ante sus
ojos; nadie muestra compasión. En realidad, todo queda reducido a un “Job, eres culpable –tienes que serlo
porque así lo muestra la tradición, e dogma o mi experiencia mística–
reconoce tu pecado y podrás salir de esta situación”. Para colmo, tras el
primer ciclo de discursos, no se puede evitar tener el regusto amargo de que
todos y cada uno de los amigos ha pretendido hablar en nombre de Dios (c.
3-14). Todo ello, por supuesto, sin ayudar lo más mínimo a Job y sin intentar
siquiera comprenderlo.
El segundo ciclo de discursos es
todavía más duro (c.
15-21) porque los tres amigos ahora no sólo intentan encajar a Job en sus
prejuicios sino que incluso se atreven a decir que se merece lo que le sucede.
Sólo en un momento de lucidez Job se confía a Dios pensando que es el único que
puede ayudarlo (19: 23-29), pero incluso esa proclamación de Job es breve y
efímera.
El tercer y último ciclo de discursos
resulta aún más
frustrante (c. 22-29). Los amigos de Job -Zofar ni siquiera se molesta en
intentar ya refutarlo– carecen de razones para discutir y, bajo su palabrería,
sólo hay violencia y falta de fuerza espirituales. El mismo Job discute menos
que antes y clama más que nunca porque su dolor se le hace insoportable, porque
está terriblemente solo y porque ha padecido los ataques de los que se supone
que tendrían que respaldarlo.
Job sabe que hay gente malvada a la
que le va bien (c. 23-24) mientras que a él, a pesar de su integridad, la
desgracia no ha dejado de golpearlo.
El capítulo 29 es un canto amargo a los viejos tiempos más prósperos que
contrastan con el terrible presente (c. 30).
En
el capítulo 31, Job incluso realiza un canto extraordinario a la integridad y a
la sabiduría, pero, a la vez, todas las cuestiones que le atañen quedan en el
aire. La religión –sea en forma tradicional, mística o dogmática– no ha dado
respuesta a Job que sigue sumido en un dolor inmenso.
Textos
recomendados: Capítulos 19 y capítulos 29, 30 y 31.
Fuente:
Protestantedigital, 2015.
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