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viernes, 14 de agosto de 2015

Job, el dolor sin respuesta



Libros sapienciales (I): Job (II): capítulos 3-31. Nadie escucha realmente a Job para interesarse por ahondar en su sufrimiento; nadie muestra compasión.
Por. Cesar Vidal, España
En la última entrega sobre Job y a sus amigos, les dejamos planteando el conflicto del mal en una de sus manifestaciones más terribles, la del mal que cae sobre alguien que no sólo es inocente sino que además es íntegro. Los amigos de Job –no precisamente los que uno desearía en una situación semejante– no van a intentar en ningún momento comprender a Job.
Por el contrario, se acercan a su inmenso dolor desde el prejuicio. Para Elifaz, el prejuicio es de corte espiritualista o místico (4: 12-16); para Bildad, es la tradición religiosa (8: 8-10) y para Zofar es el dogma. Nadie escucha realmente a Job; nadie se interesa por ahondar en el sufrimiento que se extiende ante sus ojos; nadie muestra compasión. En realidad, todo queda reducido a un “Job, eres culpable –tienes que serlo porque así lo muestra la tradición, e dogma o mi experiencia mística– reconoce tu pecado y podrás salir de esta situación”. Para colmo, tras el primer ciclo de discursos, no se puede evitar tener el regusto amargo de que todos y cada uno de los amigos ha pretendido hablar en nombre de Dios (c. 3-14). Todo ello, por supuesto, sin ayudar lo más mínimo a Job y sin intentar siquiera comprenderlo.
El segundo ciclo de discursos es todavía más duro (c. 15-21) porque los tres amigos ahora no sólo intentan encajar a Job en sus prejuicios sino que incluso se atreven a decir que se merece lo que le sucede. Sólo en un momento de lucidez Job se confía a Dios pensando que es el único que puede ayudarlo (19: 23-29), pero incluso esa proclamación de Job es breve y efímera.
El tercer y último ciclo de discursos resulta aún más frustrante (c. 22-29). Los amigos de Job -Zofar ni siquiera se molesta en intentar ya refutarlo– carecen de razones para discutir y, bajo su palabrería, sólo hay violencia y falta de fuerza espirituales. El mismo Job discute menos que antes y clama más que nunca porque su dolor se le hace insoportable, porque está terriblemente solo y porque ha padecido los ataques de los que se supone que tendrían que respaldarlo.
Job sabe que hay gente malvada a la que le va bien (c. 23-24) mientras que a él, a pesar de su integridad, la desgracia no ha dejado de golpearlo. El capítulo 29 es un canto amargo a los viejos tiempos más prósperos que contrastan con el terrible presente (c. 30).
En el capítulo 31, Job incluso realiza un canto extraordinario a la integridad y a la sabiduría, pero, a la vez, todas las cuestiones que le atañen quedan en el aire. La religión –sea en forma tradicional, mística o dogmática– no ha dado respuesta a Job que sigue sumido en un dolor inmenso.
Textos recomendados: Capítulos 19 y capítulos 29, 30 y 31.

Fuente: Protestantedigital, 2015.

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