Por. Miguel Juez, España
Quisiera mostrarles una foto, origen de este sueño a compartir. La pueden
ver sobre estas líneas. Al observar esta foto, se mueve el corazón precisamente
por lo que no se ve en ella. Es la historia de toda una cultura milenial, atada
a tradiciones ancestrales donde el peso de las revelaciones condicionan la
historia, la cultura, las tradiciones y los sueños íntimos de millones de
mujeres. La imagen evidencia la historia de los pueblos, de las razas, y sobre
todo, de las personas. En las redes sociales se solicitó que las personas
dejaran por escrito lo que cada una podía llegar a percibir en esta imagen. Ha
sido interesante recibir sus muchas respuestas. Sus expresiones, algunas
reiteradas, fueron: Soledad e indiferencia; Abandono, soledad, desamparo;
Silencio, tristeza, dolor, soledad; Amputación antropológica; Soledad y espera;
Soledad, tristeza, esperanza; Incomunicación; y así muchísimas expresiones más
o menos similares.
En otra ronda de preguntas, también por las redes sociales, se intentó
analizar los tres tiempos verbales que se observan en la imagen.
Un pasado, de espaldas a
ellas donde ya nada se puede hacer. Todo lo vivido ha quedado atrás. Su pasado
ha condicionado su presente y frustrado su futuro.
Su presente es el que es. El
peso de sus historias personales inclinan sus espaldas agobiadas por el dolor
de sus propias frustraciones. En ese presente se muestra una esperanza que no
se sabe de dónde vendrá.
Y su futuro. Su futuro está
representado por ese gran muro a pocos metros de ellas. Un muro infranqueable
por el peso de su historia y cultura. Un muro que limita y hace añicos el sueño
de libertad para sus propios hijos y nietos. Un futuro sin futuro. Un muro que
sólo le permite vislumbrar un futuro cercenado de libertad para decidir, para
escoger, para proyectarse.
Es un presente y un futuro que sólo les autoriza a aceptar la orden de
que sus hijas y nietas de nueve años puedan ser dadas en matrimonio. Que ellas
mismas no puedan salir a la calle sin estar acompañadas por un familiar
cercano. Que el goce de una relación íntima sólo debe ser para el hombre, por
lo tanto ellas deberán sufrir una ablación de sus órganos íntimos por esa
causa. Y un sin fin de presentes torturantes. Y al mirar esta realidad y la
de nuestra propia sociedad evidenciamos cuánto valor tiene para nosotros el
futuro. Nuestra mirada es el horizonte. Nada nos limita a soñar y alcanzar.
Trabajamos hoy para mejorar el futuro propio y de nuestras familias. Nos
esforzamos hoy para darles a los nuestros un futuro mejor. Nos movemos y
esforzamos en función del futuro. Sin embargo, la realidad es que más de 600
millones de mujeres hoy no tienen futuro. Recordamos el ejemplo la Iglesia
primitiva.
Fue
necesario insertarse en la misma. Tomaron partido en las necesidades sentidas
de la gente. No fueron ajenos a los vaivenes sociales de los agentes de turno
que sojuzgaba la libertad y la dignidad de las personas. En verdad fueron sal
para preservar la esencia con las que Dios dotó al hombre y a la mujer desde el
mismo inicio de la creación, su libertad y dignidad. Consideraron que todo
precio a pagar valía la pena y estuvieron de acuerdo con ello.
PLANTEAMIENTO
PRÁCTICO
Y la Iglesia, el Pueblo de Dios, ¿cuál es nuestra lucha –no ya por el
objetivo que las personas conozcan a Cristo– sino para ser agentes de cambios
de historias, culturas y pueblos, para traer la libertad y la dignidad que
todas las personas recibieron del Creador? Es la libertad, la misma que Dios
Creador dotó al hombre y a la mujer en el Edén, la que el Pueblo de Dios debe
anhelar para todo ser humano sobre la faz de la tierra. Puede ser que esa
libertad, que incluye la libertad de decidir, le dé una oportunidad de
encontrarse con su Salvador. O no. Tal vez su libertad de decisión, le lleve a
continuar su propia decisión de vivir de espaldas a Dios. No importa. Es dueña
de esa libertad.
La Iglesia no puede extender su mano de ayuda al mismo tiempo que
extiende la otra para recibir a cambio una decisión por el Salvador. No sería
ético y no tenemos ese ejemplo del Salvador. No hubo reproches para los nueve
que no regresaron a Él, después de ser sanados. Respetó su libertad de ser
agradecidos o no. También creo que éste es un desafío que deberán asumir como
propio las mujeres del Pueblo de Dios. Es una lucha de la mujer a favor de la
mujer. Es el llorar con la que llora y sufrir con la que sufre. Es padecer los
dolores de un parto para que otra goce de su hija llamada Libertad.
La pregunta
que surge ante esta realidad es:
- ¿Cuánto me afecta en lo personal e íntimo esta imagen?
- ¿Es una realidad más, de las muchas que me ofrecen tristemente los medios de comunicación?
- ¿Será que esto es sólo un área de políticos y políticas de los pueblos? ¿Paso página y ya está? ¿Me olvido?
- ¿O quizás, me duele la frustración ajena? ¿Hago mío el dolor de una madre o de una abuela que ve el mismo futuro sin futuro para los suyos?
- ¿Seré, seremos capaces las mujeres cristianas evangélicas de hacer un frente común ante un mundo que poco o nada le importa la libertad y la dignidad de millones de mujeres?
- ¿Podremos llegar a decir y creer que nuestras manos sólo sostienen una vara, tan sólo una vara, capaz de traer libertad, dignidad, futuro para millones de mujeres? ¿Por qué, no?
- ¿El cómo hacer? ¿Qué hacer?… Habla, Señor, que tu hija oye.
COMPARTIENDO
UN SUEÑO
Para concluir, sólo puedo decir: ¡cuán difícil se nos hace compartir un
sueño! Es todo tan subjetivo y personal que se complica para encontrar la línea
de los pensamientos a comunicar. No obstante, aun así hay certezas en algunos
extremos de este sueño.
Una de las certezas es que debe ser compartido; otra certeza es el
reconocimiento de la dificultad o capacidad personal para hacerlo. Otra es que
no depende de uno el verlo hecho realidad, pero sí el deber de compartirlo.
Otra certeza es que entre el tiempo invertido hoy y el momento de ver cambios
en el futuro pasarán años. Otra certeza, y quizás la mayor, es que vale la pena
emprender este desafío de fe.
En verdad es un sueño que quita el sueño. Paradojas de nuestro interior.
Para ubicarnos en el espíritu de este momento y de estas palabras, consideremos
esta imagen.
Todo un
pueblo, miles de hombres, mujeres y niños. Cuatrocientos treinta años viviendo
en tierra ajena. En realidad, no tenían tierra propia, sólo una promesa de
poseerla de Alguien que parecía haberse olvidado de ellos. En los últimos años,
uno se levantó en nombre de otro que dice llamarse "Yo Soy el que Soy"
y vino a nosotros. No podemos, dice el pueblo, negar que hizo milagros y
prodigios, pero quién sabe… el peso de nuestra historia de dolor y sufrimiento
nos hace dudar. Y salieron por orden de aquél que tenía un Nombre no común
entre ellos. Su salir fue apresurado, hasta glorioso y expectante. Caminaron
por horas y días tal vez, hasta llegar al final del camino.
Frente a
ellos un mar imposible de cruzar. ¿Dificultad? Ésta es la menor. Un raro ruido
y un perceptible temblor de tierra les hizo volver sus ojos atrás, para divisar
a lo lejos un ejército arrepentido de haber dejado ir a una multitud de
esclavos y con la sangre en sus ojos para vengarse por la humillación sufrida.
Un mar al frente y un ejército con sed de venganza que se aproxima por detrás.
¿Qué hacemos? ¿No hubiese sido mejor morir en vergüenza que aquí sin saber qué
hacer? Para colmo, delante nuestro el “iluminado” que nos dice: No temáis. Sin
embargo, este “iluminado” contaba, para tamaña aventura, con el arma más
poderosa conocida ayer y hoy. Una simple vara. Sí, una simple vara. Y con esta
simple vara y en obediencia a la Palabra de aquél que tenía un nombre poco
conocido, abrió el mar en seco, pasó Israel y sucumbió bajo las aguas el
poderoso ejército egipcio. Para enfrentar el desafío de compartir este sueño,
no contamos con nada. Sólo con una vara llamada “convicción” y un "Yo Soy
el que Soy" capaz de producir cambios en la historia y las culturas de los
pueblos. ¿Acaso no es suficiente?
CONVICCIÓN
FINAL
Hay una mujer, entre las siervas de Dios, que oirá como un trueno el
susurro de la voz de un Mardoqueo que dice: … ¿Y quién sabe si para esta hora
has llegado al reino?
Fuente: Protestantedigital
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