Por.
Juan Simarro, España
En
algunas cartas a la redacción a veces algunos han opinado que no se debe
mezclar el Evangelio o, simplemente, la religión con la política. Ardua tarea
cuando la denuncia profética de la que se nos habla en la Biblia y la propia
denuncia que muchas veces hace Jesús durante su ministerio podía afectar a
todos los ámbitos de la vida: ámbito político, social, económico, cultural y
otros. Tampoco es tan sumamente fácil o responsable el decir que ambos campos,
el de la religión y el de la política deben estar totalmente separados cuando
los valores del Reino afectan a todas las facetas de la vida, tanto económicas,
como políticas, como sociales o culturales.
Muchas
veces vemos a religiosos que no pueden dejar de denunciar ciertos valores
sociopolíticos injustos y, por el contrario, podemos observar ámbitos políticos
que están pendientes del hecho religioso, sus valores y sus manifestaciones.
¿Hasta dónde se puede llegar en estas dinámicas y quién es el que va a marcar o
definir las líneas rojas? ¿Cuándo es denuncia profética o cuándo intrusión si
hablamos desde los valores cristianos? ¿Cuándo es interés sano o cuándo intento
de control de lo político sobre lo religioso?
Hoy,
tanto la religión como la política se considerarían facetas autónomas o
independientes. Creo que ambas esferas de la vida reclamarían una
autorregulación propia sin injerencias de ningún tipo, pero nos podríamos
preguntar si esto es posible. Muchas veces el orden religioso denuncia al orden
temporal y puede ocurrir que también el temporal puede chocar con la defensa de
ideas religiosas o que muchos creen que dependen del orden espiritual que
marcan los valores bíblicos. Hay temas como el aborto, la homosexualidad, la
acumulación de bienes, los desiguales repartos de las riquezas del planeta
tierra, las injusticias, las opresiones, las torturas, las guerras y muchos
otros temas que ambos, tanto el orden espiritual o religioso como el temporal o
político podrían reclamar competencias para tratar estos temas.
¿Se
puede aprobar y practicar la denuncia profética contra áreas que parecen
corresponder al orden temporal político o socioeconómico cuando muchas de estas
áreas están reclamando su autonomía y su independencia? Quizás en épocas
antiguas donde parecía que todo el mundo estaba lleno de dioses y donde la
creencia religiosa era el undamento totalizante de todo, se podría entender
mejor.
Hoy
algunos quieren que la religión sea algo privado, en lo reservado de las
iglesias e impregnado del olor del cirio y de la sacristía, pero los cristianos
siguen preguntándose si es parte de su misión profética, tanto de la iglesia
como de los cristianos, analizar y pasar por el prisma de los valores del
reino, de la ética o de los principios morales que dimanan de la Biblia, todas
las actividades que afectan a las personas dentro de este orden de las cosas
temporales que rigen la vida de los hombres y de los pueblos.
Quizás
no habría que interpretar nunca el análisis y la acción de los cristianos en la
esfera sociopolítica como una intrusión, sino como parte de la vivencia de su
fe y, en su caso, como parte de la denuncia profética que se les ha encomendado
en relación con la política, la economía y las temáticas sociales en general.
Creo que el cristiano debe tener un criterio basado en los valores y principios
éticos del Reino de Dios, por el cual debe filtrar toda la realidad temporal en
la que vive y trabaja. Eso le impide permanecer al margen del hecho
sociopolítico en sí.
Por
otra parte, ante el análisis de la realidad desde el prisma de la fe, están los
temas como el pecado de omisión de la ayuda, el silencio que nos hace cómplices
de las injusticias del mundo, el pecado de dar la espalda al grito de los
pobres y sufrientes, el hecho de que la Biblia a través de los profetas nos
animan a no callar ante las injusticias y a mancharnos las manos con lo que es
justo, hasta el punto de que se rechaza el ritual que es insolidario con los
apaleados de la historia.
Yo
creo que desde estos postulados no es fácil decir sin más que muchas denuncias
desde el Evangelio de los posibles errores que se puedan cometer desde la
política, desde la economía o desde las estructuras sociales injustas, sean
simples intrusiones en el ámbito sociopolítico o injerencias que no deberían
darse. Para los políticos vendría muy bien el silencio insolidario de los
cristianos y que estos se redujeran a alabar y a trabajar intramuros de las
iglesias.
Actuaríamos
contra el mandato bíblico si nos callamos y damos la espalda al mundo
sociopolítico y económico. Lo que algunos podrían ver una intrusión o injerencia,
para los cristianos debe ser la respuesta a ser sal y luz, aunque a veces nos
convirtamos en jueces molestos o maestros cansinos, pero siempre desde la
humildad, sin prepotencias y sabiendo que somos agentes del Reino, seguidores
del Maestro y a su servicio. Ser jueces molestos, pero comprometidos con la
justicia y con una acción misericordiosa que convierta la acción social en un
componente evangelístico. No se puede ni se debe hablar sin dar trigo. Los
hombres pueden pensar que hacemos política cuando denunciamos la injusticia,
pero hacemos algo mucho más trascendente que la propia política en sí. Por
tanto, hemos de ser cuidadosos cuando de un cristiano decimos que está
mezclando el Evangelio con la política o el hecho religioso con el hecho sociopolítico
o económico. Los cristianos somos humanos, profundamente humanos y, por ende,
nada humano nos es ajeno.
Fuente:
protestantedigital, 2015.
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