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viernes, 7 de agosto de 2015

¿Denuncia profética o intrusión política?



Por. Juan Simarro, España
En algunas cartas a la redacción a veces algunos han opinado que no se debe mezclar el Evangelio o, simplemente, la religión con la política. Ardua tarea cuando la denuncia profética de la que se nos habla en la Biblia y la propia denuncia que muchas veces hace Jesús durante su ministerio podía afectar a todos los ámbitos de la vida: ámbito político, social, económico, cultural y otros. Tampoco es tan sumamente fácil o responsable el decir que ambos campos, el de la religión y el de la política deben estar totalmente separados cuando los valores del Reino afectan a todas las facetas de la vida, tanto económicas, como políticas, como sociales o culturales.
Muchas veces vemos a religiosos que no pueden dejar de denunciar ciertos valores sociopolíticos injustos y, por el contrario, podemos observar ámbitos políticos que están pendientes del hecho religioso, sus valores y sus manifestaciones. ¿Hasta dónde se puede llegar en estas dinámicas y quién es el que va a marcar o definir las líneas rojas? ¿Cuándo es denuncia profética o cuándo intrusión si hablamos desde los valores cristianos? ¿Cuándo es interés sano o cuándo intento de control de lo político sobre lo religioso?
Hoy, tanto la religión como la política se considerarían facetas autónomas o independientes. Creo que ambas esferas de la vida reclamarían una autorregulación propia sin injerencias de ningún tipo, pero nos podríamos preguntar si esto es posible. Muchas veces el orden religioso denuncia al orden temporal y puede ocurrir que también el temporal puede chocar con la defensa de ideas religiosas o que muchos creen que dependen del orden espiritual que marcan los valores bíblicos. Hay temas como el aborto, la homosexualidad, la acumulación de bienes, los desiguales repartos de las riquezas del planeta tierra, las injusticias, las opresiones, las torturas, las guerras y muchos otros temas que ambos, tanto el orden espiritual o religioso como el temporal o político podrían reclamar competencias para tratar estos temas.
¿Se puede aprobar y practicar la denuncia profética contra áreas que parecen corresponder al orden temporal político o socioeconómico cuando muchas de estas áreas están reclamando su autonomía y su independencia? Quizás en épocas antiguas donde parecía que todo el mundo estaba lleno de dioses y donde la creencia religiosa era el undamento totalizante de todo, se podría entender mejor.
Hoy algunos quieren que la religión sea algo privado, en lo reservado de las iglesias e impregnado del olor del cirio y de la sacristía, pero los cristianos siguen preguntándose si es parte de su misión profética, tanto de la iglesia como de los cristianos, analizar y pasar por el prisma de los valores del reino, de la ética o de los principios morales que dimanan de la Biblia, todas las actividades que afectan a las personas dentro de este orden de las cosas temporales que rigen la vida de los hombres y de los pueblos.
Quizás no habría que interpretar nunca el análisis y la acción de los cristianos en la esfera sociopolítica como una intrusión, sino como parte de la vivencia de su fe y, en su caso, como parte de la denuncia profética que se les ha encomendado en relación con la política, la economía y las temáticas sociales en general. Creo que el cristiano debe tener un criterio basado en los valores y principios éticos del Reino de Dios, por el cual debe filtrar toda la realidad temporal en la que vive y trabaja. Eso le impide permanecer al margen del hecho sociopolítico en sí.
Por otra parte, ante el análisis de la realidad desde el prisma de la fe, están los temas como el pecado de omisión de la ayuda, el silencio que nos hace cómplices de las injusticias del mundo, el pecado de dar la espalda al grito de los pobres y sufrientes, el hecho de que la Biblia a través de los profetas nos animan a no callar ante las injusticias y a mancharnos las manos con lo que es justo, hasta el punto de que se rechaza el ritual que es insolidario con los apaleados de la historia.
Yo creo que desde estos postulados no es fácil decir sin más que muchas denuncias desde el Evangelio de los posibles errores que se puedan cometer desde la política, desde la economía o desde las estructuras sociales injustas, sean simples intrusiones en el ámbito sociopolítico o injerencias que no deberían darse. Para los políticos vendría muy bien el silencio insolidario de los cristianos y que estos se redujeran a alabar y a trabajar intramuros de las iglesias.
Actuaríamos contra el mandato bíblico si nos callamos y damos la espalda al mundo sociopolítico y económico. Lo que algunos podrían ver una intrusión o injerencia, para los cristianos debe ser la respuesta a ser sal y luz, aunque a veces nos convirtamos en jueces molestos o maestros cansinos, pero siempre desde la humildad, sin prepotencias y sabiendo que somos agentes del Reino, seguidores del Maestro y a su servicio. Ser jueces molestos, pero comprometidos con la justicia y con una acción misericordiosa que convierta la acción social en un componente evangelístico. No se puede ni se debe hablar sin dar trigo. Los hombres pueden pensar que hacemos política cuando denunciamos la injusticia, pero hacemos algo mucho más trascendente que la propia política en sí. Por tanto, hemos de ser cuidadosos cuando de un cristiano decimos que está mezclando el Evangelio con la política o el hecho religioso con el hecho sociopolítico o económico. Los cristianos somos humanos, profundamente humanos y, por ende, nada humano nos es ajeno.

Fuente: protestantedigital, 2015.

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