Por.
Leopoldo Cervantes-Ortiz, México.
La
muy anunciada visita del actual obispo de Roma a México de los próximos días ha vuelto a producir sentimientos
encontrados y análisis reiterados, de manera similar a las anteriores ocasiones
en que el entusiasmo popular siempre rebasó las expectativas.
Lo
cierto es que el hecho de que se trata del primer papa latinoamericano no ha
sido un factor suficientemente explotado por los medios o los organizadores.
Estos últimos han optado por repetir el esquema de las otras visitas, aunque no
se percibe el furor de la época de Karol Wojtyla (1979, 1990, 1993,
1999 y 2002), quien con su carisma, sus gestos y sus expresiones despertó
siempre gran pasión.
No
sucedió lo mismo con Joseph Ratzinger en 2012, cuyo único viaje estuvo
marcado por una fuerte polémica debido al caso de los abusos de Marcial Maciel,
fundador de los Legionarios de Cristo. En la ciudad de León, Guanajuato, fuerte
bastión del catolicismo conservador, muy cerca de donde se encontraba el papa
se presentó un libro sumamente crítico sobre Maciel. Asimismo, causó enorme
decepción que no se reuniera con las víctimas de abuso y sus familias. Ese
antecedente sigue pesando ante esta nueva visita, máxime por el pretendido
perfil renovador con que se quiere presentar a Bergoglio, pero que no se ha
comprobado totalmente en los hechos. Una nota de La Jornada se refiere a
eso mismo (Blanche Petrich, “Víctimas de abuso sexual del clero, invisibles
para organizadores de la visita de Francisco”, 3 de febrero de 2016, www.jornada.unam.mx/2016/02/03/politica/011n1pol).
Algo
que ha llamado mucho la atención es la actitud de algunas autoridades y
políticos, pues la obsequiosidad con que se han manifestado dista mucho del
respeto a la laicidad del Estado afirmada constitucionalmente en los años
recientes en el artículo 40, agregado que, según trascendió en su momento, fue
resultado de una negociación con las cúpulas católicas a cambio de que el 24
estableciera la “libertad religiosa”, antigua reivindicación que mostró siempre
la inconformidad hacia la libertad de cultos garantizada desde la segunda mitad
del siglo XIX. A decir del sociólogo Roberto Blancarte, profesor de El Colegio
de México y autor de una tesis doctoral sobre la historia del catolicismo en el
país, los gobernantes que han mostrado un beneplácito excesivo por la visita de
Bergoglio se han comportado como auténticos “funcionarios monaguillos”, pues no
han desaprovechado la oportunidad de coquetear con las mayorías católicas para
obtener beneficios. El caso de César Duarte, gobernador de Chihuahua es
patético:
…quien
ante la pregunta de un diario (24 horas) sobre si le preocupa el mensaje
que dará el papa, contestó: “Al contrario, yo estoy entusiasmado de la visita
del santo padre y estoy seguro que el mensaje que deje es un mensaje que
tenemos que asumirlo todos en un compromiso de los retos que tiene nuestra
sociedad”.
Sic y recontra sic. ¿O sea, el
gobernador Duarte cree que parte de su trabajo es promover el compromiso de los
ciudadanos con la fe católica? ¿Cree sinceramente que todos los ciudadanos de
Chihuahua deberían asumir el mensaje que les dirigirá el papa? ¿Cómo se
sentirán los cientos de miles de fieles de otras Iglesias ante este funcionario
que abiertamente manifiesta su parcialidad en materia de creencias y que
confunde su labor como funcionario con la de un monaguillo? (Milenio, 26
de enero de 2016, www.milenio.com/firmas/roberto_blancarte_perdon_pero/Funcionarios-monaguillos_18_672112793.html)
Tales
actitudes, lejos de ser buenas señales para la población, sólo reproducen el viejo
esquema de simulación que prevaleció durante décadas durante los gobiernos
del PRI y recrean el burdo servilismo con que se comportaron los dos
presidentes panistas anteriores a causa de su inocultable filiación religiosa.
En los días cercanos al anuncio de esta nueva “visita apostólica”, algunos
legisladores del filocatólico Partido Acción Nacional, sugirieron la
posibilidad de que el papa presentase un discurso en el Senado, pero pronto fue
desechada gracias a las críticas de los integrantes de otras bancadas.
El
actual presidente de la República, formado en una institución ligada al
Opus Dei, recibirá a Bergoglio en el Palacio Nacional en su calidad de
Jefe de Estado, algo que nunca había sucedido. Muchos analistas consideran que
este viaje papal no abonará mucho al régimen, especialmente porque se
advirtieron algunas tensiones previas al anuncio del itinerario final debidas
sobre todo a que se pensó que el papa podría presentarse en lugares incómodos
como Guerrero, entidad adonde aconteció la desaparición forzada de 43
estudiantes en septiembre de 2014, asunto que sigue sin resolverse plenamente.
Varios
grupos de activistas y organismos defensores de los derechos humanos opinaron
que si Bergoglio se reunía con los padres de los desaparecidos eso sería un mal
signo para este gobierno, empeñado como está en probar que es capaz de
garantizar el apego a derecho y de castigar a los responsables, lo que no ha
sucedido hasta el momento. Los fuertes desencuentros con la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos son muestra fehaciente de esa dificultad.
Por
otro lado, la situación que atraviesa el país, aquejado por la baja en los
precios del petróleo y la gran depreciación de la moneda, además de la
violencia desatada en varias regiones, constituye el siempre vigente caldo
de cultivo para exaltar el ánimo religioso de un pueblo cada vez menos
católico, tal como lo demuestran estudios estadísticos recientes.
Y es
que, a diferencia de lo que ha hecho con representantes de otras iglesias en
países como Italia, Suecia (donde asistirá en octubre próximo al inicio de los
festejos por los 500 años de la Reforma Protestante) y Argentina durante su
etapa episcopal, en México no habrá ninguna reunión formal con integrantes de
iglesias protestantes o evangélicas, al parecer, como una muestra más de que no
son vistas como interlocutoras válidas ni mucho menos como compañeras de
camino, testimonio y misión. Todo ello a contracorriente de los avances en el
diálogo ecuménico e interreligioso actual.
En Uruguay,
por ejemplo, el Sínodo de la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata
que se reunirá en estos días, discutirá la petición de perdón de Bergoglio a
las comunidades de esa tradición en Italia, donde fueron objeto de dolorosas persecuciones
y masacres en siglos pasados. Especulando un poco, tal vez los grupos
evangélicos mexicanos no tengan un espacio similar en la agenda papal por causa
de su imparable crecimiento, en especial las vertientes pentecostales y
neo-pentecostales, que tantos dolores de cabeza le está causando al Vaticano en
toda América Latina, que se está “descatolizando” a pasos agigantados. Quizá
sin relación con esta “mutación religiosa” (en palabras del experto Jean-Pierre
Bastian) se encuentra el estado de Michoacán, en donde se reporta una pérdida
de alrededor de 800 mil fieles en los últimos años (www.quadratin.com.mx/principal/Iglesia-Catolica-ha-perdido-mas-800-mil-creyentes-Michoacan/).
Asimismo,
en Chiapas el papa argentino visitará la tumba del obispo de San
Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz García, en una especie de “rehabilitación” post
mortem, luego de que en vida fue objeto durante mucho tiempo de duros
ataques por su simpatía hacia la teología de la liberación y su defensa de los
derechos de la población indígena, además de sus posturas ante la guerrilla
neo-zapatista y los ministerios autóctonos. Es posible que ése sea el único
gesto de apertura de este papa en México, cuyo origen geográfico sigue siendo
motivo de esperanza para algunos y de decepción para otros.
De
modo que el país tendrá que soportar, una vez más, el imparable bombardeo
televisivo que tratará de reposicionar , así sea durante unos cuantos días,
al catolicismo romano como religión capaz de levantar el ánimo de una población
golpeada por la violencia, el narcotráfico y la carencia de expectativas ante
el futuro inmediato, lo cual no es poca cosa, pues siempre que un gobierno
permite concentrar las esperanzas en una instancia religiosa predominante en
este caso, a posteriori se encarga de capitalizar los bienes simbólicos
de salvación que ésta haya ofrecido. El mesianismo estrictamente religioso de
turno cambia de signo para dejar su lugar a la forma en que las clases
gobernantes manejan la realidad sin maquillajes ni modificaciones efectivas.
La
visita del obispo de Roma será recordada, sobre todo, por los arreglos
urgentes de las calles y plazas que lo recibirán con un mejor rostro, pero
sin más profundidad que eso, a pesar de lo que digan los cronistas habilitados
para resaltarla como un acontecimiento espiritual relevante, sin decir que en
realidad se tratará de un show religioso más montado por los gobernantes
y las cúpulas católicas.
Fuente:
Protestantedigital, 2016.
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