Por Francisco-Paco-Rodés, Cuba
Un cambio de rumbo
después de 53 años de guerra fría no ocurre sin que sea necesario una revisión
de actitudes, de arraigadas formas de reaccionar. Para los cubanos
significa que la mentalidad de “plaza sitiada” deba ser superada. Hemos vivido
oteando el horizonte desde nuestras murallas en alerta de por donde vendrá la
amenaza. Cualquier comentario en Washington respecto a la estrategia
hacia Cuba es tomada en cuenta para reaccionar sin pérdida de tiempo. Por
ejemplo, si en Washington se sugiere que apoyar la sociedad civil en Cuba es la
base para debilitar el sistema, esto trae como consecuencia que la sociedad
civil es vista por las autoridades cubanas con desconfianza, aunque el lenguaje
se cuide de acusaciones indebidas.
Así nuestra política
interior ha sido diseñada en reacción a lo que el enemigo histórico
pretende. Por supuesto que las relaciones entre los dos países no han
cambiado en un giro de 180 grados; representamos dos sistemas diferentes en
competencia y con concepciones contrapuestas en muchos aspectos, eso no ha
cambiado. Lo que ha cambiado es la forma en que se van a manejar esas
contradicciones. La distensión es la palabra de orden.
Un cubano viviendo en
Argentina hizo el chiste de que ahora debemos de pensar si no sería conveniente
usar campanas en lugar del tradicional cañonazo de las nueve que escuchan los
habaneros cada noche, para así evitar malos entendidos. El chiste propone
ser cuidadosos para no entorpecer el nuevo clima que se respira. Y es
cierto, estamos acostumbrados a echarles la culpa a los americanos de todos
nuestros males, de ver en cada contratiempo una conjura del enemigo.
No quiero ser acusado
de ingenuo. Hay una poderosa élite política en Miami que rechaza rotundamente
lo acordado entre Obama y Raúl Castro; ellos no dejaran sus sueños de derrocar
nuestro sistema político y restablecer el orden anterior a la revolución, pero
como todo el que camina a contrapelo de la historia, inevitablemente irán
quedando en el camino.
El nuevo tiempo
requiere de nosotros un cambio de espíritu. La retórica triunfalista no
es la adecuada. Es cierto que hemos sido capaces de resistir heroicamente
a un cerco implacable, pero a un costo humano inmenso. También es el
tiempo oportuno para reflexionar acerca de nuestros propios errores.
Pensar que no hemos cometido errores es una arrogancia imperdonable y
además completamente falsa. Ha habido metidas de pata. Me
atrevo solo a mencionar una, que a juicio de muchos, hizo retroceder las
incipientes relaciones entre el gobierno de Clinton y el de la Habana, y fue la
voladora de dos avionetas de Hermanos al Rescate. Se dice que
existen otras maneras de defender el cielo de la patria sin llegar a este
trágico desenlace, la pérdida de cuatro seres humanos.
Hay otros temas que
si se afianza el clima de paz y respeto entre nuestros dos países, llegará el
tiempo de afrontarlos. Durante la etapa de “guerra fría”, que en
ocasiones no fue tan fría, sucedieron experiencias que para algunos cubanos
fueron traumáticas. Me refiero a los actos de repudio de los años 80
hacia las personas que decidieron emigrar. En aquel momento se les trató
con mucha dureza, llamándolos escorias, apátridas, y se efectuaron actos
bastante feos contra la dignidad de las personas. Hay muchos cubanos en
Miami que no se han curado de las heridas que sufrieron en la tierra que los
vió nacer. El camino de la reconciliación y la sanación de esas heridas
transita por un reconocimiento de esos malos tratos.
El fin del síndrome
de “plaza sitiada”, abre una avenida hacia una Cuba en la que el aire deberá
estar menos cargado de sospechas y acusaciones a todo el que tenga un criterio
propio diferente al oficial. La unidad nacional no tiene que estar basada en un
pensamiento único. Habrá que aprender a dialogar, a escuchar con respeto
al otro, a discutir sin descalificar. Se trata de una cultura de paz, en
el marco de una república “con todos y para el bien de todos”, como quería
nuestro Martí.
Indudablemente que
hay fuerzas retardataria que tratarán de obstaculizar el nuevo espíritu de paz
de estos tiempos. Se habla entre nosotros de que hay dos bloqueos, el que nos
imponen los americanos, y el otro, el que nos imponemos nosotros mismos, con
las múltiples trabas de la burocracia. Las absurdas medidas que en
ocasiones han impedido el avance en muchos terrenos. Por suerte la
actualización del modelo cubano ha ido barriendo con estas trabas, hay cambios
notables que todo el mundo aplaude. Esto debe traer esperanza a nuestro
pueblo. Si, vivimos un tiempo de cambio, que requiere también un nuevo
espíritu. Es la hora de todos los cubanas y cubanos, para juntos marchar por el
nuevo tiempo.
Fuente:
ALCNOTICIAS, 2014.
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